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El inicio de los cuernos - parte 1

La habitación estaba apenas iluminada por la luz tenue de la calle que se colaba por la ventana. Lucía y Julián estaban tirados en la cama, desnudos y transpirados, recuperando el aliento después de haberse cogido con ganas. Las respiraciones todavía se les entrecortaban cuando Julián decidió hablar, con la voz medio entrecortada y los nervios a flor de piel.

—Amor, te quiero contar algo… —empezó Julián, con el tono cargado de una mezcla de nervios y esa excitación que le hacía latir el corazón a mil.

Lucía, todavía con la cabeza en las nubes después de acabar, se giró para mirarlo. Podía ver en sus ojos que venía algo raro, pero la curiosidad le ganó.

—¿Qué pasa, boludo? —preguntó, acariciándole el pecho con un dedo, en círculos.

Julián tragó saliva, su corazón a los pedos. Había pensado en esto un montón de veces, había fantaseado con decírselo, pero ahora que estaba a punto de hacerlo, sentía un nudo en el estómago.

—Tengo una fantasía… —murmuró, bajito—. Me calienta la idea de verte con otro tipo, de ver cómo te… te coge mientras yo miro.

Lucía se incorporó de golpe, sorprendida, los ojos abiertos como dos platos. Lo miró, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Qué decís, Juli? ¿Me estás jodiendo? —preguntó, entre risas incrédulas—. ¿Me estás boludeando?

Pero la mirada de Julián no tenía ni una pizca de broma. Estaba serio, cargado de deseo. Negó con la cabeza, y sus manos temblaron un poco cuando le agarró la mano.

—No, en serio, amor. Lo vengo pensando hace tiempo. Me calienta la idea de verte con otro, de saber que la estás pasando bomba mientras yo miro, sin hacer nada —susurró, con una intensidad en la voz que a Lucía le movió el piso.

Lucía se quedó en silencio, tratando de asimilarlo. Pensó que era una prueba, una manera de ver si ella tenía fantasías con otros tipos, pero cuando lo miró de nuevo, entendió que iba en serio. El brillo en sus ojos, la manera en que respiraba rápido mientras hablaba… esto no era una idea loca, era algo que él realmente quería.

—Pero, amor, eso sería como… como ponerte los cuernos, boludo. ¿No te dolería verme con otro? —le dijo, tratando de buscarle la vuelta.

Julián negó con la cabeza, acercándose más a ella, sus dedos acariciándole el brazo como queriendo calmarla.

—No lo siento así, Lu. No sería cornuda porque yo lo sabría, sería parte de esto… Me calienta verte disfrutar, ver cómo mi princesa la pasa bien con otro macho… —Julián tragó saliva, su mirada fija en los ojos de Lucía, tratando de transmitirle toda la intensidad de su deseo.

Lucía sintió un escalofrío recorrerle la columna. Había algo en la manera en que él se lo decía, en esa especie de obsesión casi reverente en sus palabras, que empezó a despertar algo dentro de ella. Un calor distinto, algo oscuro y tentador. Pero seguía con la duda.

—¿Y no es una manera de ver con quién me cogería si no estuvieras? ¿No estarás buscando eso? —Lo miró con una sonrisa pícara, como queriendo cagarle el plan.

—No, nada que ver. —respondió él, acariciándole el rostro con suavidad—. No me importa con quién, solo quiero verte. Ver cómo te entregás, cómo disfrutás, y saber que todo eso lo estás haciendo porque yo quiero.

El silencio se estiró entre los dos, cargado de una tensión nueva. Lucía sintió el corazón latirle fuerte. La idea, que al principio le pareció una locura, empezó a hacer eco en su cabeza, imaginando cosas que nunca se le habían cruzado por la mente.

—¿Y si no me gusta? —preguntó, su voz más suave, más abierta a la idea de lo que ella misma quería admitir.

Julián la abrazó, acercando sus labios a su oído.

—No tenés que hacer nada que no te guste, Lu. Solo quiero que lo pienses, que lo sientas. Si algún día te pinta, estaré ahí, mirándote, disfrutando con vos —le susurró, su aliento cálido en el cuello de ella.

La conversación quedó ahí, pero la semilla ya estaba plantada. Desde esa noche, cada vez que garchaban, Julián le pedía a Lucía que le contara cómo había sido con otros antes de él. Al principio, ella lo hacía en tono de joda, riéndose de la cara de él mientras le contaba sus historias.

—Te calienta que te cuente cómo me cogían antes, ¿no? Cómo me llenaban la boca de leche… —le decía, con la voz ronca en el oído de Julián, mientras él se tensaba abajo de ella, el cuerpo vibrando de excitación.

Y cada vez que ella le susurraba esas historias al oído, él acababa al toque, como si no pudiera más. Lucía se burlaba de él, riéndose cuando veía la cara que ponía.

—Sos un cornudo de fantasía, mi amor… te encanta que te cuente cómo me usaban, ¿no? —le decía, y Julián, en lugar de enojarse, solo se encendía más.

Así, poco a poco, la idea empezó a gustarle a Lucía. Le calentaba ver cómo Julián se ponía loco con esas historias, cómo su respiración se volvía errática y su cuerpo temblaba bajo ella. Y la idea de hacerlo realidad, de ver hasta dónde podían llegar, comenzó a tomar forma en su cabeza.

Hasta que una noche, después de cogerse con todo, empapados en sudor y deseo, Lucía decidió hablar.

—¿Y si lo hiciera? —dijo de repente, con la voz ronca y cargada de calentura—. ¿Y si te diera ese gusto? Hay alguien que me calienta, alguien con quien me gustaría probar…

Julián se quedó en silencio, el cuerpo congelado por un momento, mientras sus ojos se clavaban en los de Lucía. El corazón le latía con fuerza, y aunque había fantaseado con eso durante un montón, escucharla decirlo en voz alta lo llenó de una mezcla de miedo y excitación que nunca había sentido antes.

—¿En serio? ¿Quién es? —preguntó, con la voz temblando de ansiedad y deseo.

Lucía sonrió, una sonrisa pícara y cargada de una sensualidad que lo desarmó por completo.

—Eso lo dejamos para después, amor… —murmuró, acercándose a su oído—. Pero te prometo que, si te portás bien, te lo cuento con todos los detalles…

Julián la miró, el cuerpo ya respondiendo a esas palabras, y supo que no había vuelta atrás. Su fantasía estaba a punto de volverse realidad, y el solo pensamiento lo llenó de una excitación incontrolable.

La primera parte había terminado, pero la historia recién empezaba.

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