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Como le pague al plomero con mi cuerpo

De a poco mi nivel de desesperación aumentaba. El hombre había venido a arreglar la plomería de la cocina, trabajo que termino siendo mucho más complicado de lo que al principio parecía, y, por consiguiente, más caro también. Estaba sola en la casa con aquel hombre, mientras mi marido había salido en búsqueda de un cajero para conseguir el efectivo para poder pagarle. Pero mientras él se demoraba cada vez más, el trabajo de aquel hombre estaba llegando a su fin.

Con la excusa de un café logre, cuando finalmente había terminado el trabajo, de ganar tiempo, con la esperanza de que mi marido volviera lo más pronto posible, pero los minutos se alargaban, y el no daba señales de aparecer. Para empeorar toda la situación, también me daba cuenta como aquel hombre se impacientaba cada vez más.

Trataba, tanto con amabilidad como con inocencia, mejorar la atmosfera que allí se comenzaba a formar, pero de a poco la impaciencia, ahora transformada casi en enojo del hombre, comenzaba a ganar. Eventualmente su paciencia se terminó, y muy acaloradamente comenzó con las amenazas de que, si no se le pagaba pronto, no solo destruiría todos los arreglos que había hecho, sino también con entablar una demanda. Mi miedo ya se había transformado en terror, y todos mis intentos de calmarlo fallaban.

Muy amenazadoramente se me acerco y me tomo fuertemente del brazo, en la desesperación del momento lo único que podía pensar era en la violencia que aquel hombre descargaría en mí. Para mi sorpresa, se quedó quieto y en silencio, mirándome mientras seguía tomándome fuertemente el brazo. Yo le rogué que no me lastimara, y que tuviera paciencia, que mi marido volvería pronto con su dinero, pero en su enojo el ya no me creía. De a poco, y aun sin decir una palabra, coloco delicadamente su otra mano sobre mi rostro, y despacio comenzó a bajarla hasta quedar sobre mi pecho, donde comenzó a masajearlo un poco. Yo no podía hablar, solo me encontraba congelada en el lugar, con un nudo en la garganta. Tanto su mirada, como aquella desagradable sonrisa me daban a entender el único pensamiento que se encontraba en su cabeza. Suspiraba en agonía sabiendo lo que se avecinaba y que no iba a poder hacer nada para evitarlo.

Me había abierto la camisa y levantado el corpiño hasta dejar mis pechos expuestos, se había inclinado sobre estos, y los lamia y masajeaba con desesperación. Yo seguía inmóvil en el lugar, completamente aterrorizada y sin saber qué hacer.

Se alejó unos pasos de mí y para mi espanto vi cómo se abría el pantalón y sacaba su miembro, asustada tape mi rostro con mis manos e intente alejar, pero él se me acerco, coloco su mano sobre mi hombro, y aplicando bastante fuerza me obligo a arrodillarme sobre el suelo. Estaba asqueada y aterrorizada, solo quería alejarme de aquello, pero el, presionando sobre mi nuca, pego mi rostro en su entrepierna, y sin que pudiera evitarlo, él se forzó dentro de mi boca. Podía sentir aquello duro y caliente, moviéndose dentro mío, y yo, por la fuerza que el aplicaba sobre mi cabeza, no me podía alejar.

Finalmente, cuando me soltó, me logre zafar de él y alejarme un poco, espantada y aun en el suelo, me limpie la boca con la mano temblorosa y conteniendo las ganas de llorar y vomitar.

Antes de que pudiera recuperarme, él se volvió a acercar con violencia, y me volvió a tomar del brazo, obligándome ahora a pararme y luego me dio vuelta, haciendo que le diera la espalda. Me quede quieta un momento, mientras sentía como el pasaba su mano, primera acariciándome la cola y luego subiéndola hasta llegar a mi espalda, allí me presiono con mucha fuerza, inclinándome y quedando con el pecho pegado sobre la mesa, y otra vez, salvajemente, me bajo los pantalones y la ropa interior. Cerré mis puños y los ojos, conteniendo un grito, cuando sentí como se introducía en mi cuerpo por detrás. Con una mano me había tomado el hombro y con la otra la cintura, mientras me envestía con toda su fuerza, haciendo temblar toda la mesa donde me encontraba, mientras gemía ferozmente.

Arrodillada en el suelo, todavía semi-desnuda, tenía mis manos sobre mi rostro, ocultando mi tristeza y vergüenza, pude sentir como él se acomodaba la ropa, juntaba sus herramientas, y en silencio de la casa.

- ¿Y cómo fue todo?
Pregunto el hombre con una sonrisa, mientras se le acercaba al plomero saliendo de la casa.
- Todo perfecto mi amigo, un culito perfecto tiene la flaca.
Respondió, también riendo, mientras apuntaba con el pulgar hacia atrás, a la casa.
- Y sí, yo te dije, ¿costo mucho?
- No, una boludes, ni llegue a gritar siquiera, que ya se dejó.
- Si, es medio maricona, te dije que iba a ser fácil.
- Y sí, por lo de la cocina, quédate tranquilo que ya te dejé todo arreglado, va a andar de maravilla ahora, cualquier cosa te dejé un repuesto por las dudas, pero tiene que andar todo de maravilla ahora, sino cualquier cosa me avisas.
- Dale, dale, no hay problemas, saludos y gracias por todo.
- No, gracias a vos.
Los dos hombres se saludaron con un amigable y caluroso abrazo, luego el plomero se alejó hasta subir a su camioneta, y el hombre camino hasta la entrada de la puerta, se detuvo unos momentos, practico unos momentos una expresión de seriedad en su rostro y luego entro a la casa.

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