Esa noche hacía frío, eran de esos días en que te ponías una prenda sobre la otra para sentir un poco de calor y animarte a salir a la calle. Pero los encuentros con él eran tan esperados, que no importaba nada más que eso. No había miedo ni inseguridad, todo el resto no existía.
Era solo pensar en el placer, en los sentidos agudizados, en olvidar por un rato la realidad.
Se gustaban, había “algo” que se generaba entre ellos cuando estaban juntos que era difícil de explicar, pero un lujo de sentir.
Él preparaba la escena con una perfección casi oriental, la luz verde en un rincón ya teñía todo de ese color. La alfombra, el vino, los sahumerios más ricos del condado, la música…
Disfrutaban mucho de encontrarse, de desnudarse, de jugar, de investigarse, experimentar. Ella siempre tuvo complejos y vergüenza, pero él podía con eso, para ella él podía con todo.
Habían hablado del tema de un juego sexual en ese encuentro, consistía en vendarse los ojos, y atarse las manos atrás, cada uno a su tiempo y en cada turno dejar que el otro haga y solo entregarse al placer y a disfrutar de los sentidos que se agudizan al no poder ver.
Al lado de la habitación había una cocina en construcción, dónde pudieron encender una hornalla y acordaron que ahí sería mejor, al menos al principio, para no sentir frío.
Entonces el juego empezó sobre la mesada, ella sentada ya con los ojos vendados, las manos atadas para atrás y sin pantalón. Por un costado entraba un poco de luz verde y lo demás era la luz de la hornalla encendida.
Le acercó el vino a la boca, mientras iba desabrochando la camisa, ella tomaba de la copa y después de la copa era un beso de su boca muy carnosa.
Le abrió del todo la camisa y soltó su corpiño hasta dejarlo flojo y poder moverlo a su gusto. El miedo y la excitación hacían que el cuerpo de ella se encendiera cada vez más. Derramó vino sobre sus pezones y los lamió y saboreo cómo nadie. Al ver qué ella no paraba de mover las piernas, decidió bajarla a una silla, y atar sus manos por detrás y sus piernas una de cada lado, jugó un rato con su tanga, la estiró, la paso por el clítoris, la dejo de costado y decidió mejor bajarla, desatar una pierna y dejarla colgando de la otra.
Ella explota de placer, deseaba que la roce con su pija dura, que se la pase por la cara, que la meta en su boca, moría de ganas de que baje hasta su vagina que sienta su humedad, que se muera de ganas de cojerla como ella quería. Y era tanta la conexión que parecía que él leía su mente.
Cuando le tocó el turno a ella, empezó por atarlo en la silla, le sacó del todo el pantalón y le dejó puesta solo su remera, quería hacerlo desear pero se moría de ganas de sentirlo dentro suyo, ¡ya no aguantaba más!
Fue muy cariñosa con él, lo besó con suavidad en su cuello, su pecho, lamió su pene lo dejó lleno de saliva, se sentó a upa de él, sin dejarlo entrar, solo para poder acercarse a su cara y darle los besos más calientes que te puedas imaginar.
Era tanto el placer que sentían ganas de llorar.
La música sonaba cada vez más lejana, los sahumerios ya se estaban consumiendo del todo, ellos eran puro fuego…besos, lamidas y caricias.
Decidieron seguir el juego en la cama, ella lo desató y lo agarró del pene, cómo si fuera una manija, con suavidad. Se recostó primero él y ella lo fue recorriendo por arriba. Lo besaba, lo rozaba y sentía cada lugarcito de su ser.
Se acomodó, se sentó sobre su pene y con dos movimientos lo hizo entrar…suspiró, se inclinó hacia adelante, entrelazo sus manos con las de él, dejándolo un poco inmóvil en esa posición. Cabalgo sobre él, apretando fuerte su cuerpo hacia abajo para sentirlo bien adentro llevando su pecho hacia adelante para dejar sus tetas sobre la cara de él, dándole lugar a que muerda sus pezones una vez más. Y así siguieron hasta dejarse llevar por los últimos espasmos, hasta sentir todo su fluido mezclado y tirarse a su lado queriendo detener el tiempo en ese instante
Era solo pensar en el placer, en los sentidos agudizados, en olvidar por un rato la realidad.
Se gustaban, había “algo” que se generaba entre ellos cuando estaban juntos que era difícil de explicar, pero un lujo de sentir.
Él preparaba la escena con una perfección casi oriental, la luz verde en un rincón ya teñía todo de ese color. La alfombra, el vino, los sahumerios más ricos del condado, la música…
Disfrutaban mucho de encontrarse, de desnudarse, de jugar, de investigarse, experimentar. Ella siempre tuvo complejos y vergüenza, pero él podía con eso, para ella él podía con todo.
Habían hablado del tema de un juego sexual en ese encuentro, consistía en vendarse los ojos, y atarse las manos atrás, cada uno a su tiempo y en cada turno dejar que el otro haga y solo entregarse al placer y a disfrutar de los sentidos que se agudizan al no poder ver.
Al lado de la habitación había una cocina en construcción, dónde pudieron encender una hornalla y acordaron que ahí sería mejor, al menos al principio, para no sentir frío.
Entonces el juego empezó sobre la mesada, ella sentada ya con los ojos vendados, las manos atadas para atrás y sin pantalón. Por un costado entraba un poco de luz verde y lo demás era la luz de la hornalla encendida.
Le acercó el vino a la boca, mientras iba desabrochando la camisa, ella tomaba de la copa y después de la copa era un beso de su boca muy carnosa.
Le abrió del todo la camisa y soltó su corpiño hasta dejarlo flojo y poder moverlo a su gusto. El miedo y la excitación hacían que el cuerpo de ella se encendiera cada vez más. Derramó vino sobre sus pezones y los lamió y saboreo cómo nadie. Al ver qué ella no paraba de mover las piernas, decidió bajarla a una silla, y atar sus manos por detrás y sus piernas una de cada lado, jugó un rato con su tanga, la estiró, la paso por el clítoris, la dejo de costado y decidió mejor bajarla, desatar una pierna y dejarla colgando de la otra.
Ella explota de placer, deseaba que la roce con su pija dura, que se la pase por la cara, que la meta en su boca, moría de ganas de que baje hasta su vagina que sienta su humedad, que se muera de ganas de cojerla como ella quería. Y era tanta la conexión que parecía que él leía su mente.
Cuando le tocó el turno a ella, empezó por atarlo en la silla, le sacó del todo el pantalón y le dejó puesta solo su remera, quería hacerlo desear pero se moría de ganas de sentirlo dentro suyo, ¡ya no aguantaba más!
Fue muy cariñosa con él, lo besó con suavidad en su cuello, su pecho, lamió su pene lo dejó lleno de saliva, se sentó a upa de él, sin dejarlo entrar, solo para poder acercarse a su cara y darle los besos más calientes que te puedas imaginar.
Era tanto el placer que sentían ganas de llorar.
La música sonaba cada vez más lejana, los sahumerios ya se estaban consumiendo del todo, ellos eran puro fuego…besos, lamidas y caricias.
Decidieron seguir el juego en la cama, ella lo desató y lo agarró del pene, cómo si fuera una manija, con suavidad. Se recostó primero él y ella lo fue recorriendo por arriba. Lo besaba, lo rozaba y sentía cada lugarcito de su ser.
Se acomodó, se sentó sobre su pene y con dos movimientos lo hizo entrar…suspiró, se inclinó hacia adelante, entrelazo sus manos con las de él, dejándolo un poco inmóvil en esa posición. Cabalgo sobre él, apretando fuerte su cuerpo hacia abajo para sentirlo bien adentro llevando su pecho hacia adelante para dejar sus tetas sobre la cara de él, dándole lugar a que muerda sus pezones una vez más. Y así siguieron hasta dejarse llevar por los últimos espasmos, hasta sentir todo su fluido mezclado y tirarse a su lado queriendo detener el tiempo en ese instante
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