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Una chica sencilla (32)

Mí vida entraba a una nueva etapa, me encontraba encarando muchos desafíos a la vez y descubriendo placeres que antes no conocía.


Vivía con mí mejor amiga en Buenos Aires, estudiaba, trabajaba, tenía independencia económica por primera vez e incluso una vida sexual que empezaba a ser envidiable comparada con la que había llegado previamente de esta ciudad. 

Obviamente había un ángel malo que en mí interior me ponía peros en todo, me hacía dudar y cuestionar de cada paso que dí hasta ese momento. Me daba dudas si en verdad yo me había enamorado de mí mejor amiga, me hacía dudar de si era capaz de estudiar y trabajar e incluso me decía puta por haber hecho lo que hice con mí jefe. 

A veces sentía no tener un eje, estar contenta con las cosas que me pasaban pero no poder controlarlas y ser sumisa de aceptarlas sin remordimientos tal y como eran.

Esos pensamientos se interrumpieron por una pregunta de Rodri, mi amigo de la facu. 

Me habia perdido en mis pensamientos y dejé de prestar atención al trabajo práctico en clase. Fui razón de burla entre él, Luján y Joaquín, este último era un compañero nuevo que habíamos hecho. 

Volví al tema y siguió la clase como si nada. 

Los chicos de ahí me hicieron la segunda de comer por ahí antes de salir para mí trabajo, querían organizar una fiesta el finde porque coincidía con el fin de la etapa de exámenes. 

Entre nombres que fueron revoleando al aire para invitar surgió el de Gon. Me puse roja como un tomate. Rodri lo había mencionado y yo reaccioné como loca "NOOO!". Joaquín que no sabía nada, abrió los ojos sin entender y Luján muy sutil comentó "es un chongo que tenía ella que nunca superó". La verdad lo resumió bastante bien pero no por eso dejaba de doler. 

Rodri y Joaquín se pusieron a buscar el Instagram de él y hacerme burlas. Los quería matar. Les pedí dejar el tema ahí y por suerte hicieron caso. 

Quedamos en que iba a hablar con Bianca para ver si le gustaba la idea y hacerlo en nuestra casa al menos la previa. 

Después de despedirme de ellos, me tomé el colectivo a mí trabajo, caminé aquellas calles con ya un clima que empezaba a notarse fresco y me dejaba la naricita roja y helada cuál personaje infantil. 

Llegué a la oficina y me crucé a Lucas que me convidó con un mate. Fué agua en el desierto de lo congelada que venía. Lo noté mirarme fijamente sin saber porque, poca atención le dí y me fui para el baño a arreglarme un poco. 

Claro! Tenía los pezones marcados en la camisa que llevaba y el saquito de hilo que tenía, poco tapaba. 

Lucas cambió un mate por un ratito de mirarme los timbres sin culpa. 

Me peiné un poquito mejor, dejé que mis pezones se aclimaten de nuevo y salí a la oficina otra vez. Fui a saludar a Magda y a Miguel que ese día sí estaba. 

"Hola Ceci!" me saludó contento con mí presencia. 

Pasé y me dió varias tareas por hacer que me entretuvieron la tarde. Cuando salí del trabajo, todo seguía tan tranquilo como siempre durante mí caminata al colectivo a casa. Seguía sumergida en mis pensamientos hasta que la vibración de mí teléfono interrumpió ese momento. 

Mensaje de Bian: "hoy no voy a estar que Fede me invitó a salir a comer después del curso"

Iba a pasar sola lo que quedaba del día. No me molestaba, de hecho sentí cierta paz de poder llegar a casa y no hacer nada, ni interactuar con nadie. 

En eso suena un bocinazo amistoso. 

"Ceci!! Subí que está fresco, yo te llevo" me dijo Miguel desde su camioneta, estacionada en doble fila del otro lado de la avenida. 

Crucé y agradecí dejar de helarme por esas calles que daban cerca del río. 

En ese momento de calorcito dentro de la camioneta recordé a Lucas hoy. Es decir, recordé mis pezones. Disimuladamente miré y efectivamente estaban duros y presentes otra vez. 

Migue: "el otro día te fuiste y no llegué a acompañarte a tu casa, al menos ahora te hago el favor"

"Ay si perdón, es que se me había hecho tarde y necesitaba volver, no quería molestarte tampoco, tenía el tren ahí nomás"

Migue: "no te disculpes si me quedé mal yo! De hecho no es justo que eso no te pagué tampoco"

Acto seguido, sacó de un bolsillo plata, en dólares como solía hacer antes. 

"No Migue! No puedo aceptarlo, ya me diste un trabajo. Gracias pero no"

Migue: "pero nada tiene que ver el trabajo con ésto! Te pago como asistente y esto es por los masajes"

"Gracias pero ya me ayudaste mucho, de verdad, tomalo como un gesto de cariño"

Miguel me miraba un poco sin entender. Quizás hasta yo tampoco sabía lo que quería expresar o si mí impulso por rechazar la plata era meramente para lavar mí conciencia y sentirme menos puta. 

Miguel: "Ceci, justamente porque no quiero abusar de tu confianza y adoro como me tratas, prefiero que lo aceptes. La semana pasada tuve una sonrisa de oreja a oreja gracias a tus masajes"

En el fondo era tierno o perverso que aún le diga masajes. Realmente había sido una paja sin más. No sabía si enojarme o ceder. 

"Me alegra, era la idea. De verdad. Pero no lo hice por plata. No quiero aceptarla"

Me puse firme y entendió. 

El viaje hasta casa dejó todo eso atrás y fuimos riendo con algunas historias de la oficina. 

Ya cerca de casa interrumpí las risas..

"Migue..."

"Si Ceci?"

"Querés pasar en casa? Mí amiga se fué y quería agradecerte por entenderme hoy"

Se iluminó su cara, una sonrisa se le dibujó y sin dudarlo respondió "por supuesto!". 

Era la primera vez que yo avanzaba con él. Me quise demostrar a mí misma de una forma tonta que yo podía llevar la situación. 

Había tensión en ese ascensor cuando subíamos, ninguno sabía bien su rol. 

Al entrar, le ofrecí abrir un vino el cuál obviamente aceptó. Se lo notaba expectante de qué es lo que iba a pasar. Disfrute un poco de ese juego intentando que parezca que lo agradecía con esa copa de vino y no mucho más.

Él muy educado, nunca se adelantó a nada, siempre esperó mis reacciones o que le dé algún indicio. 

Casi habíamos terminado la botella y estábamos de pie en la mesada de la cocina. 

Él en algún momento se había ingeniado para quedar más cerca de mí cola que entre movimientos por alguna risa o gesto, frotaba su bulto que ya evidenciaba una erección potente. 

Me fue difícil no contenerme con ese jueguito y dejé que se acomode un poco más quedando su bulto bien apretado entre mis nalgas. 

Obvio ahí exageré mucho mí forma de moverme o de redacción ante cada chiste. Quería llevarlo al límite. 

Sus manos me agarraban de la cintura, su perfume parecía que me recorría el cuerpo entero. Si por alguna razón del mundo mí amiga me agarraba infraganti en ese momento, se iba a encontrar con un señor de 50 años, frotándose con su amiga y recorriendo su cintura con su anillo de casado. 

El morbo era absoluto. 

Sabía que no tenía que hacer eso pero era la única forma de rebeldía que encontré en ese momento a todo lo que me pasaba. 

Mi mejor arma fué mi culito que en ése momento hacía movimientos circulares evidentes sobre su verga. Yo simulaba un nivel de borrachera mayor al que tenía por haber compartido esa botella de vino. 

Se escuchaba la música chill que sonaba de fondo junto a las respiraciones agitadas de ambos. 

Él seguía respetando y esperando a cómo avanzaba yo. 

Elegí separarme, aunque irónicamente lo hice llevando mí cadera bien para atrás y ejerciendo una presión aún mayor sobre su entrepierna. 

"Migue, es mí casa así que van a ser mis reglas"

Sonriente aceptó con la cabeza. 

"Me voy a cambiar y quiero que me esperes en bóxer en el sillón"

Fui a la habitación, no le dí tiempo de reacción y me desvestí completa. 

Saqué de mí cajón un camisón negro bastante sexy que tenía guardado, me cubría apenas hasta donde empezaba el culito y tenía transparencias por todos lados, inclusive las tetas. Era prácticamente salir desnuda pero con cierto morbo de no estarlo. 

Así salí y encontré a mí jefe sentado esperando en bóxer en mí sillón. Había cumplido su parte del trato. 

Sus ojos saltaron a mí cuando vió mí pijamita. 

Se mordió el labio inferior y casi de manera instintiva se empezó a manosear por arriba del bóxer. 

"No no no. Esperá" fué mí interrupción a su acto indebido. 

"Te dije que son mis reglas porque es mí casa!"

"Tenés razón, me disculpo" respondió con cierta pena Miguel. 

"Hoy no te voy a hacer masajes, me los vas a hacer vos a mí"

Casi a modo de burla, me saqué el camisón y quedé completamente desnuda. Sus ojos recorrieron todo mí cuerpo, aquella nena como sería para él ya que me llevaba casi 30 años, dejaba ver sus tetas, su cola, su conchita, todo ante una mirada lasciva de su parte y sin ningún titubeo.

"También tuve una semana estresante con los exámenes"

Me recosté boca abajo dejando los pies sobre su entrepierna y a mí colita apuntando a él.

Empezó sin chistar a masajear mis pies, realmente fué muy relajante, lo hacía bien. Me excitaba toda la situación, estaba mojadita pero no quería que lo sepa. Quería resultar indiferente a la tensión sexual que había. Estaba metida en mí personaje. 

Sus dedos hacían magia en mis pies e iban subiendo por mis piernas. 

Él estaba en silencio, solo podía escuchar como mantenía una respiración profunda, buscando no agitarse producto de la calentura que llevaba. 

Fué recorriendo mis piernas hasta llegar a mí cola. Masajeó con mucha intensidad esa zona. Me abría las nalgas y se daba el gusto de pasar sus dedos por toda mí rayita. Entre gemidos, ya indisimulables por mí parte, dejaba que sus dedos se paseen con impunidad. Masajeó mí ano por un rato largo logrando que se relaje y deje entrar una puntita de su dedo. 

Mientras tanto, otra mano acariciaba mis glúteos y de vez en cuando se desviaba a mí conchita. Que producto de lo mojada que estaba, no imponía resistencia alguna a cada caricia de esos dedos. 

Con su experiencia sabía muy bien cómo tratar una mujer. Sus caricias, paciencia y perfume fueron logrando que lentamente mis piernas se abran más y permitan que todo suceda. 

No sé en qué momento pasó realmente, no sé cuándo mí jefe logró que yo levante la colita y separe las piernas quedando casi en 4 mientras tenía clavados 2 dedos en mí culo y 2 dedos en mí conchita. 

Mis gemidos eran gritos de placer. Mis tetas aplastadas contra aquél sillón, mis manos aferradas al tapizado y mí culo en pompa para dejarse penetrar por esas manos mágicas. 

Empecé a perder la cuenta de los dedos que se fueron sumando. Solo sabía que el placer se aumentaba y no podía contenerme. 

Ahogando un grito contra el sofá, arquee la espalda y empecé a acabar mientras Miguel seguía castigando con esa doble penetración intensa y sin freno. 

Caí rendida. Sentí salir sus dedos de adentro mío y sin mirar escuché ruido de lamida. El muy cerdo se había reclamado el premio desde sus propias falanges relamiéndose. 

"Me encantó" fué lo único que dije. 

Él me besó el cachete de la cola y se empezó a cambiar. 

Había entendido todo. Estábamos iguales en ese momento. Era la paz que necesitaba internamente. Seguramente a él le tocaría volver ese día y masturbarse en su casa. Yo estaba satisfecha y relajada. 

5 comentarios - Una chica sencilla (32)

Hernann27 +1
Que bueno!!! Nada mejor que una buena devolución de favores. En lugar de Miguel no pararía de llevar los dedos a mí boca y mí nariz durante todo el regreso a casa....que aroma y gusto divino
BohemianFantasy
Eso no lo sé 🤭 vos decís que fue así?
Pervberto +1
A veces es tan fácil encontrar el equilibrio... Sólo hay que contar con los debidos cómplices.
BohemianFantasy
♥️😍
bale06 +1
vos relajadita y Migue se fue con los pensamientos a mil por hora
BohemianFantasy
A veces toca che 😇