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soy una esposa muy caliente

En el gimnasio, al que acudo cinco a seis veces por semana, hay un profe  que está como un tren. En ocasiones me rozaba sutilmente y yo me lo tomaba a la broma. Sin embargo, en las últimas semanas he empezado a rozarlo yo también y hace poco me preguntó si quería posar como modelo para un anuncio publicitario del gimnasio. Se lo comenté a mi marido y me dijo que podía ser divertido y que estaba de acuerdo en que lo hiciera.
Horacio, el dueño  sería el encargado de tomar las fotos en las instalaciones del gimnasio. De hecho, el resto del personal se había marchado temprano aquel día. La sesión de fotos empezó conmigo probándome diferentes atuendos e intentando seguir al pie de la letra las indicaciones de Horacio, que parecía muy concentrado en su tarea. A medida que transcurría la sesión, las prendas se iban haciendo cada vez más pequeñas y empecé a sentirme un poco cachondo. También pude apreciar un extraordinario bulto en la entrepierna 
Al final de todo, me puse un body tan escotado que mis grandes tetas amenazaban con salirse. Por delante apenas cubría mi conccha   Por detrás, la prenda sólo tenía un hilito ridículo y dejaba mi  bien formado trasero completamente al descubierto.
Horacio parecía estar muy excitado aunque todavía conservaba el control. Luego de realizar varias tomas, me comentó que quería aceitarme el cuerpo para darle un mayor efecto al acabado de las fotos. Me pidió que me desnudara y me echara boca abajo en una alfombrilla que había colocado en el suelo.
Aunque al principio, dudé, finalmente me deshice de cualquier inhibición. Sin cortarme un pelo, me desnudé por completo y me tumbé boca abajo en la alfombrilla, tal y como Horacio me había indicado. Su paquete ahora parecía todavía más grande y amenazaba con hacer estallar sus shorts.
Horacio empezó a untarme con el aceite. Sus grandes manos resbalaban y presionaban mi espalda, los muslos y mis pantorrillas hasta posarse - después de lo que me pareció una eternidad- en mis nalgas. Apretó mis glúteos con fuerza y les dedico varios minutos mientras yo empezaba a disfrutar de aquel masaje y entrecerraba los ojos. Dejé escapar un gemido cuando sentí que los dedos de  Horacio se introdujeron por la raja del culo y este empezó a masajearme el ano a conciencia. Para entonces, mi concha  estaba literalmente chorreando.
Al poco rato Horacio me ordenó que me volteara, diciendo que ahora iba a aceitarme las tetas. Obedecí con prisa, ansiosa de probar lo que hiciera falta. Empezó a masajearme las tetas con fruición, tomando mis ardientes pezones entre sus dedos y jugueteando con ellos con maestría. Para entonces, yo ya estaba gimiendo sin reprimirme y mientras tanto Horacio me aceitaba el vientre, las caderas y las piernas. Cuando separó mis piernas y empezó a acariciar la cara interna de mis muslos, di un respingo e intenté cerrarlas instintivamente, pero la suerte ya estaba echada. El monitor empezó a trabajarme el coño a conciencia e introdujo uno y dos dedos en mi concha, que ya  estaba chorreando flujos como hace tiempo no me ocurría.
Al ver aquella escena, Horacio se sonrió y me dijo:
- “¿Estás caliente, verdad? ¿Estás caliente y necesitas una buena pija  no es cierto?”-
No se me ocurrió otra cosa que gritar:
- “¡Sí, , dame tu verga!”-
Horacio se desnudó  y pude apreciar su cuerpo musculoso y bien trabajado. Pero lo que realmente me sorprendió fue el tamaño de su miembro. ¡Era la verga más hermosa del mundo! Debía medir alrededor de 24 centímetros de largo por cinco o seis de diámetro. Yo he visto varias, pero la de Horacio era con ventaja la más grande. Él se sentó sobre mis pechos y me pidió que le chupara la punta para ponerla suave y húmeda. No necesité que me animara, porque me encanta chupar pijas  y beberme su carga de leche.
Le trabajé un buen rato la pija  en aquella posición antes de que Horacio se tumbara sobre la espalda y me dijera que me la tragara entera. Eso hice y mientras le mamaba la verga furiosamente, con una mano le acariciaba el vientre y con la otra le aplicaba un masaje a sus gordos huevos. Al cabo de un rato, él me garro  de los cabellos y empezó a dirigir el ritmo y la profundidad de la mamada. Me la estaba clavando literalmente hasta el fondo de la garganta y por instantes la dejaba allí un rato y me tapaba la nariz con los dedos, para que me atragantara con su portentosa tranca. Su pija  estaba cubierta por mi saliva que se derramaba por el tronco hasta los huevos, y yo tenía los ojos enrojecidos mientras trataba de recobrar el aliento.
Luego Horacio me colocó a cuatro patas, al estilo perro, y me penetró desde atrás. Al principio lo hizo con penetraciones lentas y profundas, dejándome sentir cada centímetro de aquella enorme barra de carne. Su verga entraba clavándose hasta los huevos y luego salía casi por completo, lo que provocaba que mi cuerpo entero se estremeciera de placer. Poco a poco, fue incrementando la velocidad y la potencia de sus embestidas hasta llegar a un ritmo verdaderamente bestial, en el que el violento sonido de su pelvis chocando contra mis nalgas era increíblemente excitante. De vez en cuando me daba azotes en el culo que me hacían gritar sin ningún control.
En esa posición, tuve un fuerte orgasmo, mientras Horacio no paraba ni un segundo de bombearme  en el instante en que sus manos me apretaban las tetas con fruición. Me corrí lo que me pareció una eternidad mientras Horacio seguía embistiendo sin darme tregua. Grité y gemí completamente abandonada al placer que me estaba proporcionando aquel semental. En aquel momento, mi esposo ni siquiera existía.
 Horacio todavía no se había corrido y luego de hacerme poner de pie, metió sus brazos por debajo de mis muslos, me cargó en vilo y me clavó en su verga de nuevo. me depositó en el suelo, puso mis piernas en sus hombros y me dio con toda la potencia de la que era capaz. El orgasmo fue brutal, con oleadas de placer recorriéndome entera y haciendo que me retorciera sobre el suelo de la habitación. Horacio sacó su pija  instantes antes de correrse, y terminó eyaculando en mis tetas y en mi cara. Fue un polvo monumental.
Descansamos unos instantes tumbados en el suelo, recuperando el aliento. Horacio se recuperó lo cabalgué como si no hubiera un mañana. Fue un polvo aún más largo e igual de intenso, en el que me regaló dos orgasmos más. Esta vez Horacio se corrió en mi interior y pude sentir los potentes chorros de leche llenándome la vagina por completo.
Cuando regresé a mi casa, ya eran pasadas las ocho y mi esposo acababa de llegar a casa. Le dije que posar como modelo me había excitado y que iba a darme una ducha. Estaba por bañarme cuando de repente, Orlando entró a la ducha y empezó a comerme la concha . Me excitó terriblemente saber que me lo estaba comiendo con los restos de la corrida de Horacio. Orlando me hizo acabar en la ducha y me dijo que le había gustado el sabor de mis jugos y que debía modelar más seguido.

soy una esposa muy caliente

1 comentarios - soy una esposa muy caliente

elbanbino
Tremenda puta tan rica de que país eres zorrita