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Tension sexual con mi Madre pt.2

Camino a la habitacion desesperado, entro y cierro la puerta con firmeza y aseguro el candado. La habitación está cargada de una tensión que se puede cortar con un cuchillo. Mi madre está sentada al borde de la cama, su falda ajustada subiendo un poco mientras me observa con una mezcla de anticipación y nerviosismo. Me acerco lentamente, mis movimientos deliberados mientras mis pensamientos giran alrededor de lo que está a punto de suceder.
 
Me siento junto a ella en la cama, el colchón se hunde bajo nuestro peso. La miro a los ojos, y noto la forma en que su respiración se acelera.
 
—Entonces, ¿cómo empezaste a sentir esto? —le pregunto, mi voz cargada de deseo y curiosidad mientras coloco mi mano sobre su muslo. Ella respira hondo, claramente agitada.
 
—Todo empezó hace tiempo, en esa fiesta de verano —dice, su voz temblando un poco—. Te veía moverte, bailando con esa camisa ajustada que mostraba cada músculo. Me di cuenta de que no solo te miraba como mi hijo. Empecé a desearte de una manera que no podía entender.
 
Mi mano se mueve hacia su cintura, desabrochando lentamente los botones de su blusa. Cada botón que quito revela más de su piel, y el encaje negro de su sujetador. La tensión aumenta con cada movimiento, y mis dedos están temblando de anticipación.
 
—Me di cuenta de lo que sentía por ti desde esa fiesta —le confieso, mi voz cargada de desesperación—. Cada vez que te veía moverte así, con esa falda corta y esos escotes provocativos, me volvías loco. Comencé a fantasear contigo, imaginando cómo sería tenerte, tocarte.
 
Ella se muerde el labio, su mirada fija en mí mientras sus manos empiezan a trabajar en mi cinturón. Desabrocha el botón y la cremallera con rapidez, mis pantalones cayendo al suelo. Siento la urgencia en el aire, y la habitación se llena de calor.
 
Ella asiente, su respiración entrecortada mientras su blusa se desliza de sus hombros, quedando completamente expuesta en su sujetador de encaje. La tela de su falda se amontona en su cintura, mostrando más de su ropa interior.
 
—Me vuelves loca, Evan —susurra—. No quiero esperar más. Necesito sentirte.
 
Le subo la falda por completo, dejando al descubierto su ropa interior. Con cuidado, hago a un lado la tanga de encaje negro, revelando su piel desnuda. Mis manos exploran su cuerpo, sintiendo la suavidad de su piel mientras la recuesto suavemente sobre la cama.
 
Me posiciono encima de ella, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío. Estoy a punto de entrar en ella cuando me detengo.
 
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? —le pregunto, mientras me monto encima de ella.
 
Ella me mira con un ardor intenso y asiente, su respiración es rápida y ansiosa.
—Sí, Evan. Estoy lista.
 
Sin más palabras, me inclino y la penetro de una vez.El calor y la humedad de su interior me envuelven, y siento cómo su cuerpo se ajusta a mi entrada.
 
—¡Ahhhhh! ¡Sí, qué rico! —gime ella, su voz quebrada y llena de desesperación. Sus caderas se levantan para encontrarse con las mías, el sonido húmedo de nuestro encuentro es evidente en cada movimiento. Los gemidos se hacen más intensos con cada embestida.
 
Nuestros cuerpos se mueven con urgencia. Cada embestida produce un sonido húmedo y profundo, y el colchón cruje bajo nuestro peso. El sudor cubre nuestras pieles desnudas, intensificando el placer. Los gemidos de ella son más frecuentes y desesperados.
 
—¡Más! ¡Más fuerte! —gime ella, entre gemidos de placer.
 
Ella agarra rápidamente la base de su sujetador y lo desabrocha. Lo tira a un lado, el sujetador cae al suelo con un suave "plop". Sus tetas quedan libres, rebotando con cada embestida mientras yo sigo moviéndome dentro de ella.
 
Decido darle un extra de placer. Me inclino hacia adelante, bajo la cabeza y empiezo a lamer sus tetas, sintiendo el calor y la suavidad de su piel. Ella gime aún más fuerte, sus manos se aferran a mi cabeza mientras yo lamí sus pezones duros. Cada vez que mi lengua toca su piel, ella responde con un gemido profundo y vibrante.
 
Yo sigo moviéndome con una necesidad desesperada. Cada vez que entro en ella, el sonido húmedo y el roce de nuestras pieles crean una sinfonía de placer. El calor entre nosotros es abrumador, y puedo ver en su cara el éxtasis que está experimentando. Sus ojos están cerrados, pero puedo sentir su satisfacción en cada gemido y en la forma en que se aferra a mí.
 
—¡Ahhhh, sí! ¡No pares! —gime ella, su cuerpo convulsionando con cada embestida. El sonido de su placer se mezcla con el mío, creando una atmósfera cargada de deseo. Sus tetas rebotan con cada movimiento, y el ritmo húmedo y profundo nos envuelve por completo.
 
Mis manos recorren su piel, sintiendo la suavidad de sus muslos y el calor de su cuerpo contra el mío. Cada movimiento provoca un sonido húmedo y profundo, y cada gemido de placer se vuelve más intenso. La humedad y el ritmo de nuestras acciones nos envuelven en una experiencia absorbente.
 
Siento el pulso acelerado en mi pecho y el calor entre nosotros aumenta. Ambos estamos completamente perdidos en la intensidad del momento. Me inclino hacia ella, notando el brillo en su piel y el placer evidente en su rostro.
 
—No puedo creer que esto esté pasando —murmuro entre jadeos—. No puedo creer que esté pasando con mi madre.
 
Ella me mira con un brillo de satisfacción y responde, entre gemidos:
 
—Yo tampoco, Evan... pero no puedo negar lo increíble que se siente. Esto es... es como un sueño.
 
Justo cuando estamos a punto de seguir intensificando el ritmo, alguien golpea la puerta. El sonido es claro y repetitivo, resonando en la habitación y haciendo que ambos nos pongamos tensos. Ella rápidamente se cubre los pechos con el brazo mientras yo me levanto con prisa.
 
—Voy a ver quién es —susurro, y me acerco a la puerta. Me escondo detrás de la puerta, intentando mantenerme en silencio mientras escucho los golpes persistentes.
 
Un hilo de humedad cuelga de mi pene cuando me aparto, y la evidencia de nuestro placer queda claramente visible. Estoy en la penumbra, tratando de no hacer ruido, mientras los golpes en la puerta siguen siendo insistentes.

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