You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Nuestro anfitrión y nuestra primera vez... Parte III

Nuestro invitado y yo, nos dirigimos a la terraza de la habitación, nos sentamos en el único par de sillas disponibles mientas mi marido improvisaba un par de tragos. Ingresó a la habitación para preparar dos escoceses, uno para el chico y otro para él, para mí servía un poco de jugo de manzana, platicábamos de todo un poco, de lo bien que la habíamos pasado en cada lugar, nos reíamos de la gente que, para no variar, roba el protagonismo del lugar, nunca faltan, casi es seguro. Regresó mi marido con las bebidas, las colocó sobre una mesita de centro dispuesta precisamente para eso, brindamos por la fantástica noche que habíamos tenido y de inmediato mi esposo se regresó a la habitación diciendo que ésta aventura tenía que quedar retratada. Cuando nos quedamos solos en la terraza tuve a bien compartir a nuestro invitado la pasión que mi marido tiene por la fotografía, irrumpió nuevamente y se dispuso a montar su trípode, un pequeño soporte para sostener la cámara o el móvil cuando no tenemos a alguien que pueda tomarnos la foto. Una vez que finalizó de montar su equipo, nos pidió que posáramos los tres frente a la cámara, así que nos recargamos sobre el balcón, me puse en medio de los dos mientras   mi marido disparaba  el obturador con el control remoto, se acercó a la cámara para corroborar cada una de las fotografías, realizó un par de ajustes más y volvió a repetir todo el proceso, cada una de las tomas quedaron para su agrado hasta el tercer o cuarto intento. Regresábamos a nuestros asientos cuando insistentemente nos pidió que no nos moviéramos de allí: 

- Posen juntos para una serie de fotografías más.


Así que posé a un lado de él, recargue ligeramente mi mano sobre el hombro del argentino y con perfil "tres cuartos", coloqué  la otra mano sobre mi cadera, con mi pie izquierdo ligeramente levantado. Mi marido continuó disparando desde distintos ángulos, dejaba salir su pasión como fotógrafo amateur, nos cambio de poses en varias ocasiones, espalda con espalda, cara a cara viéndonos de frente, mientras mi hombre continuaba pidiéndonos que nos dejáramos llevar por el lente de la cámara, tras menos de un minuto, quizá,  el argentino se ofreció a que fuera él quien tomara las fotos y nosotros posáramos, a lo que mi marido se negó rotundamente.

- Una vez que toma su cámara, lo perdíamos en automático. 


Comenté entre risa y risa. Sin prestar más atención, mi esposo aprovechó para pedirme que recargara mi cuerpo sobre mi compañero de encuadre, situándome frente a él, tímidamente se posó detrás de mí, recargando sus manos con evidente timidez sobre el barandal para evitar tocarme y desencadenar un posible mal entendido, comencé a recargar mi cuerpo lentamente  sobre el suyo. Mi marido se acercó a nosotros con insistencia:



- No sean tan tiesos y déjense seducir por la cámara.


Así que tomó las manos de nuestro invitado y las posó sobre mi vientre, una mano sosteniendo mi cadera y la otra mano cubriéndome justamente entre el ombligo y el vientre, ligeramente arriba de mi pubis. Quedé prácticamente recargada en él. El encuadre perfecto en donde la figura masculina cubre de manera protectora a la mujer, mi compañero de modelaje reía nervioso a la altura de mi cuello, nuestro fotógrafo tomó una serie de capturas y regresó a nosotros pidiendo que no nos separáramos, demasiado tarde, en fracciones de segundos ya nos habíamos separado, insistentemente nos volvió a colocar en la misma pose y o sorpresa... mis pompas quedaron recargadas sobre un pubis más abultado al que inicialmente había estado recargada. No dije nada para evitar incomodarlo pero la tela delgada de mi vestido, sin ropa interior,  y la tela delgada de su pantalón, permitieron de inmediato sintiera perfectamente el montículo que sostenía el peso de todo mi cuerpo sobre él,  mi glúteo derecho para ser exactos.

Una vez más, teníamos a mi marido articulando a sus modelos para encontrar el encuadre perfecto.

- Sin abandonar la pose que tienen, ¡gira tu rostro hacia atrás para mirarlo a los ojos, ligeramente separados entre tu rostro y el suyo!


Se acercó a nosotros y colocó la mano izquierda de él más abajo de mi ombligo, sobre mi pubis. Tomó la mano derecha del chico y la subió por un costado mi cuerpo, a la altura de mi pecho derecho y le pidió que extendiera sus dedos lo mas abierto posible, cuando finalizó de montar su encuadre, regresó a capturar nuevamente sus fotografías desde distintos lugares, para ese momento dejé de poner atención al trabajo que mi marido hacía y me enfoqué en lo que mis pompas comenzaron a sentir. Mi trasero fue testigo de cómo su miembro comenzó a abultarse poco a poco, al grado que percibí la forma en que comenzaba a empujarme con suavidad, me confesó suavemente al oído, un poco apenado:

- No te ofendas pero comienzo a excitarme. 


Casi al instante me apartó de él.

- ¡No abandones la pose! 


Insistió mi marido, a lo que él tímidamente cedió. 

Cuando volvió a la postura le dije en voz baja y guiñando un ojo:

 - Que bueno que te regresó... comenzaba a gustarme. 


Sonrojado, sonrío sorprendido, nervioso, y aprovechándome de la ocasión, con mas timidez que otra cosa, comencé a mover lentamente mis caderas sobre su miembro abultado, con absoluta  discreción, de izquierda a derecha, de arriba a abajo, como bailarina de centro nocturno comencé a cambiar por poses mas sugerentes, su miembro fue obteniendo una dureza más prominente,  mi marido no paraba de disparar, tomé las manos del chico y las puse sobre mis caderas. Con mi trasero recargado completamente sobre su miembro en su máxima erección, bajé mi tórax hacia el frente en posición inclinada, levanté mi cara hacia la cámara, en la misma pose, sin mover una sola parte de nuestros cuerpos, le pedí que colocara sus manos sobre mis pompas, me sentí liberada, comenzaba a ser otra chica, comenzaba a convertirme en la mujer des inhibida, una versión de mí que sólo mi marido puede provocar. Mi esposo no paraba de disparar, se acercaba para capturar cada encuadre desde diferentes perspectivas. En un instante menos esperado, mi  mirada se encontró con la erección de mi marido, estaba completamente excitado, sentí un calor repentino que recorría mi zona íntima, escurrí, mi vagina se humedeció súbitamente. Pareciera insignificante para quienes están acostumbradas a este tipo de encuentros pero en lo personal, sentí como el morbo comenzó a invadir cada parte de mi ser, una mujer convertida en el centro de atención de dos hombres, dos hombres con erecciones evidentes no es algo a lo que personalmente hubiese experimentado antes, otro calor volvió a invadir mi cuerpo siendo mi vagina el punto de entrada de cada sensación.

Me incorporé nuevamente frente a su cuerpo casi inerte,  levante mi vestido del lado derecho para llevar su mano nuevamente sobre mi cadera, esta vez por debajo de mi vestido, permitiéndole ser testigo de la ausencia de mi ropa interior. Mientras llevaba su mano voltee a mirarlo a los ojos, tragó saliva y fue excitante para mí contemplar su expresión, su manzana de Adán y su rostro completamente abochornado.  Él y yo teníamos nuestro rollo y mi marido el suyo, me dejé llevar plenamente por la excitación que me provocaban dos hombres excitados al mismo tiempo, una primer experiencia que comenzaba a agradarme, a excitarme también. Pensar en todo eso fue el detonante para girarme hacia nuestro invitado y quedar frente a frente,  tomé su miembro por encima de su pantalón, era grueso, completamente duro, de mi total agrado, a pesar del tiempo ya transcurrido, me vuelvo a mojar por el sólo hecho de recordarlo,  lo agarré del cuello y me dispuse a morder su lóbulo izquierdo, intentó alejarse de mi por pena hacia mi marido, de inmediato lo tomé de la cadera y de manera insistente lo traje hacía mí nuevamente: 

- Mi marido no se molestará en absoluto, al contrario, disfrutará de todo ese espectáculo.


A lo que mi esposo reafirmó otorgándole toda autorización para dejarse llevar por el momento. Al escucharlo de voz de mi marido me tomó con fuerza e intentó besarme en la boca, giré mi cabeza al lado derecho evadiendo el beso, dejé mi cuello a su entera disposición , enseguida comenzó a oler mi cuello, lo besó bruscamente, recorriéndolo por completo hasta llegar a la altura de mi escote, hundió su nariz entre ambos pechos al mismo tiempo que apretaba fuertemente cada una de mis nalgas por encima de mi vestido. Jalando mi cuerpo con dureza para juntar mi pubis con su miembro, acto seguido llevó su mano derecha hacia mi cara, tomó mi mejilla, intentó besarme en los labios por segunda ocasión, esta vez interpuse mi frente, me acerqué a su oído y le dejé perfectamente claro lo siguiente: 

- Los únicos labios que tienes permitido besar son los cercanos a mi pubis.


Lo tomé de la mano y lo lleve al interior de la habitación. Estando dentro del cuarto me subí sobre la cama, todavía con las zapatillas puestas, quedando de rodillas frente a él,  nos siguió mi marido, dejó la cámara a un lado y se sentó a observar cada detalle.

3 comentarios - Nuestro anfitrión y nuestra primera vez... Parte III

eltrozo896
Muy buen relato
Excelente como lo cuentas.
mdqpablo
Hermosa narración .nos dejó hot