Fue mi culpa, no lo voy a negar, supongo que quería que pasara esto en el fondo, incluso cuando se me fue de las manos.
Me llamo Rosa, nací de una familia de clase media de Buenos Aires. Toda mi vida fue lo más normal y típica posible, para bien o para mal, sin grandes sobresaltos. Me casé muy joven con un amigo de la infancia, el único hombre con quien estuve en mi vida, nos mudamos a un tranquilo barrio privado cuando tenía solo 23 años. Como él tenía un muy buen trabajo, yo tome el rol de ama de casa por así decirlo, ya que teníamos contratada a una mujer para limpiar y cocinar. Yo disfrutaba del tiempo y la posición que tenía, viviendo en esta cómoda burbuja. Con el paso de los años el trabajo de mi marido fue mejorando financieramente mucho, pero desgraciadamente esto fue a costa de que sus viajes al exterior, así como las horas en su trabajo fuera de casa crecieran mucho. Empecé a pasar mucho tiempo sola.
De todas formas, yo era feliz, tenía mucho tiempo para dedicarme a mí misma, a mi cuerpo con gimnasia y yoga, así como salir con amigas. Tenía los medios y el tiempo para disfrutar de mi libertad. Pero no voy a negar que a veces me sentía un poco sola.
- Pero que negros de mierda que son.
Decía, con un cierto tono de enojo María, sentándose frente a mí en aquel café, mientras se quitaba sus grandes anteojos negros y los arrojaba sobre la mesa.
- Te juro por dios, esta ciudad de mierda está cada vez peor.
Seguía con su enojo, mientras le hacia una seña al mesero, mientras yo la miraba con una sonrisa complaciente.
María era mi mejor amiga, al igual que yo, estaba casada con alguien que viajaba mucho, así que compartíamos muchas cosas, actividades y salidas, al igual que gustos. Pero María tenía algo que yo no tenía, ella era hermosa. Tenía un cuerpo increíble, al cual ni con todas las dietas y gimnasia del mundo yo podría acercarme. Una figura perfecta, así como una cara que irradiaba delicadeza y sexualidad. Junto con una personalidad que iba de la mano, no importa donde estuviera, ella siempre iba a ser el centro de atención, todo el mundo la iba a mirar, era alguien que enamoraba y atraía. Disfrutaba mucho estar con ella y ver todo aquel espectáculo, así como también envidiar un poco todo aquello. Más allá de cuidarme mucho el cuerpo, nunca me consideré la gran cosa, siempre fui algo baja y muy tímida, la atención que siempre tuve de los hombres fue limitada. Me gustaba mucho salir con María porque con ella podía disfrutar un poco de la atención que ella siempre recibía.
- ¿Qué paso?
Le pregunte sabiendo que en ella todo era una historia interesante y larga.
- Los negros de mierda del edificio ese que no sé cuánto hace que están construyendo, no se puede pasar sin que te salten todos estos neandertales gritándote guarangadas.
Yo solo le prestaba atención con una sonrisa, mientras recordaba todas las veces que había pasado por allí sin escuchar ni una sola palabra.
Era un edificio grande, o por lo menos se notaba que iba a serlo algún día, y estaba ubicado justo en una esquina. Me encontraba parada justo frente a este mirándolo en silencio, podía ver a varios albañiles trabajando en diferentes partes del lugar sin inmutarse por mi presencia.
- ¿Busca a alguien señora?
Escuché de pronto como me gritaba uno de ellos, yo apreté un poco los labios con una pequeña sonrisa y negué con la cabeza, el hombre acepto mi respuesta, se dio vuelta y continuo con su trabajo.
Llevada, no estoy segura porque, entre en el lugar, caminaba despacio, como buscando algo supongo, algunos hombres me vieron, pero a ninguno le llamo la atención, y todos seguían en lo suyo.
- ¿Señora?
Reconocí la voz del hombre que me había hablado antes.
- ¿Busca a alguien?
Volvió a preguntar despacio y tranquilamente mientras se me acercaba, yo no respondí, solo me quedé en silencio y quieta en el lugar.
- ¿Puedo ayudarla en algo?
Volvió a interrogarme.
- Este no es el lugar para una señora tan linda como usted.
Siguió diciéndome con una voz suave, mientras colocaba su gran sucia y áspera mano sobre mi hombro, yo me sobresalte, pero me sentía pegada al lugar, sin poder moverme. Antes que pudiera darme cuenta, dos hombres más aparecieron y se me acercaron, estaba prácticamente rodeada por ellos.
- Dígame, ¿Qué buscaba?
Volvió a preguntarme, yo, con la mente completamente en blanco y aun en silencio, me arrodillé frente a ello, le abrí el pantalón a uno de ellos y comencé a devorarle salvajemente el miembro. Todos los hombres, sorprendidos y con grandes sonrisas en sus rostros, se bajaron los pantalones. Jamás en mi vida había estado con otro hombre que no fuera mi esposo, y mucho menos con más de uno, pero en aquel sucio lugar y con estos extraños frotándome todo mi rostro, me sentí lo más excitada que jamás estuve en mi vida.
Me habían llevado a un pequeño rincón, una suerte de casilla donde guardaban las herramientas, se iban tirando de a uno o dos a la vez sobre mí, podía sentir lo rudo que eran, lo fuerte que me tomaban sin pedir permiso, los olores del lugar, así como sus expresiones de salvajismo que se dibujaban en sus rostros, todo aquello era terrible, doloroso e intoxicante, jamás me había sentido de esa forma. Ser deseada de una forma tan primitiva y animal era increíble, ya no me molestaba ni la incomodidad o el dolor que estos hombres provocaban en mí, solo existía el placer de ellos, yo solo era una cosa más.
- No, así no.
Dije despacio, cuando me di cuenta que dos hombres me habían tomado de los brazos y me estaban dando vuelta, sabía lo que querían hacer.
- No te preocupes, te va a encantar.
Sentí que alguien me susurraba al oído y una oleada de risas de desataba a mi alrededor. Mientras me tenía fuertemente tomada de los brazos, podía sentir como se introducían por detrás, jamás había hecho eso, y el dolor fue muy fuerte, me queje, pero a nadie pareció importarle. Podía sentir como iban pasaban todos, mientras tenían tomadas mis manos evitando que me mueva. Yo llegaba a un nuevo nivel de placer que jamás pensé que podía llegar a tener. Fue el mejor momento de mi vida.
Allí, parada bajo la ducha, viendo el agua despacio quitar la tierra y algo de sangre de mi cuerpo, dejando a la vista innumerables hematomas, con un olor que no podía quitarme, me sentí más feliz y satisfecha de lo que jamás creí poder estar en mi vida, por primera vez me sentía viva y deseada.
Me llamo Rosa, nací de una familia de clase media de Buenos Aires. Toda mi vida fue lo más normal y típica posible, para bien o para mal, sin grandes sobresaltos. Me casé muy joven con un amigo de la infancia, el único hombre con quien estuve en mi vida, nos mudamos a un tranquilo barrio privado cuando tenía solo 23 años. Como él tenía un muy buen trabajo, yo tome el rol de ama de casa por así decirlo, ya que teníamos contratada a una mujer para limpiar y cocinar. Yo disfrutaba del tiempo y la posición que tenía, viviendo en esta cómoda burbuja. Con el paso de los años el trabajo de mi marido fue mejorando financieramente mucho, pero desgraciadamente esto fue a costa de que sus viajes al exterior, así como las horas en su trabajo fuera de casa crecieran mucho. Empecé a pasar mucho tiempo sola.
De todas formas, yo era feliz, tenía mucho tiempo para dedicarme a mí misma, a mi cuerpo con gimnasia y yoga, así como salir con amigas. Tenía los medios y el tiempo para disfrutar de mi libertad. Pero no voy a negar que a veces me sentía un poco sola.
- Pero que negros de mierda que son.
Decía, con un cierto tono de enojo María, sentándose frente a mí en aquel café, mientras se quitaba sus grandes anteojos negros y los arrojaba sobre la mesa.
- Te juro por dios, esta ciudad de mierda está cada vez peor.
Seguía con su enojo, mientras le hacia una seña al mesero, mientras yo la miraba con una sonrisa complaciente.
María era mi mejor amiga, al igual que yo, estaba casada con alguien que viajaba mucho, así que compartíamos muchas cosas, actividades y salidas, al igual que gustos. Pero María tenía algo que yo no tenía, ella era hermosa. Tenía un cuerpo increíble, al cual ni con todas las dietas y gimnasia del mundo yo podría acercarme. Una figura perfecta, así como una cara que irradiaba delicadeza y sexualidad. Junto con una personalidad que iba de la mano, no importa donde estuviera, ella siempre iba a ser el centro de atención, todo el mundo la iba a mirar, era alguien que enamoraba y atraía. Disfrutaba mucho estar con ella y ver todo aquel espectáculo, así como también envidiar un poco todo aquello. Más allá de cuidarme mucho el cuerpo, nunca me consideré la gran cosa, siempre fui algo baja y muy tímida, la atención que siempre tuve de los hombres fue limitada. Me gustaba mucho salir con María porque con ella podía disfrutar un poco de la atención que ella siempre recibía.
- ¿Qué paso?
Le pregunte sabiendo que en ella todo era una historia interesante y larga.
- Los negros de mierda del edificio ese que no sé cuánto hace que están construyendo, no se puede pasar sin que te salten todos estos neandertales gritándote guarangadas.
Yo solo le prestaba atención con una sonrisa, mientras recordaba todas las veces que había pasado por allí sin escuchar ni una sola palabra.
Era un edificio grande, o por lo menos se notaba que iba a serlo algún día, y estaba ubicado justo en una esquina. Me encontraba parada justo frente a este mirándolo en silencio, podía ver a varios albañiles trabajando en diferentes partes del lugar sin inmutarse por mi presencia.
- ¿Busca a alguien señora?
Escuché de pronto como me gritaba uno de ellos, yo apreté un poco los labios con una pequeña sonrisa y negué con la cabeza, el hombre acepto mi respuesta, se dio vuelta y continuo con su trabajo.
Llevada, no estoy segura porque, entre en el lugar, caminaba despacio, como buscando algo supongo, algunos hombres me vieron, pero a ninguno le llamo la atención, y todos seguían en lo suyo.
- ¿Señora?
Reconocí la voz del hombre que me había hablado antes.
- ¿Busca a alguien?
Volvió a preguntar despacio y tranquilamente mientras se me acercaba, yo no respondí, solo me quedé en silencio y quieta en el lugar.
- ¿Puedo ayudarla en algo?
Volvió a interrogarme.
- Este no es el lugar para una señora tan linda como usted.
Siguió diciéndome con una voz suave, mientras colocaba su gran sucia y áspera mano sobre mi hombro, yo me sobresalte, pero me sentía pegada al lugar, sin poder moverme. Antes que pudiera darme cuenta, dos hombres más aparecieron y se me acercaron, estaba prácticamente rodeada por ellos.
- Dígame, ¿Qué buscaba?
Volvió a preguntarme, yo, con la mente completamente en blanco y aun en silencio, me arrodillé frente a ello, le abrí el pantalón a uno de ellos y comencé a devorarle salvajemente el miembro. Todos los hombres, sorprendidos y con grandes sonrisas en sus rostros, se bajaron los pantalones. Jamás en mi vida había estado con otro hombre que no fuera mi esposo, y mucho menos con más de uno, pero en aquel sucio lugar y con estos extraños frotándome todo mi rostro, me sentí lo más excitada que jamás estuve en mi vida.
Me habían llevado a un pequeño rincón, una suerte de casilla donde guardaban las herramientas, se iban tirando de a uno o dos a la vez sobre mí, podía sentir lo rudo que eran, lo fuerte que me tomaban sin pedir permiso, los olores del lugar, así como sus expresiones de salvajismo que se dibujaban en sus rostros, todo aquello era terrible, doloroso e intoxicante, jamás me había sentido de esa forma. Ser deseada de una forma tan primitiva y animal era increíble, ya no me molestaba ni la incomodidad o el dolor que estos hombres provocaban en mí, solo existía el placer de ellos, yo solo era una cosa más.
- No, así no.
Dije despacio, cuando me di cuenta que dos hombres me habían tomado de los brazos y me estaban dando vuelta, sabía lo que querían hacer.
- No te preocupes, te va a encantar.
Sentí que alguien me susurraba al oído y una oleada de risas de desataba a mi alrededor. Mientras me tenía fuertemente tomada de los brazos, podía sentir como se introducían por detrás, jamás había hecho eso, y el dolor fue muy fuerte, me queje, pero a nadie pareció importarle. Podía sentir como iban pasaban todos, mientras tenían tomadas mis manos evitando que me mueva. Yo llegaba a un nuevo nivel de placer que jamás pensé que podía llegar a tener. Fue el mejor momento de mi vida.
Allí, parada bajo la ducha, viendo el agua despacio quitar la tierra y algo de sangre de mi cuerpo, dejando a la vista innumerables hematomas, con un olor que no podía quitarme, me sentí más feliz y satisfecha de lo que jamás creí poder estar en mi vida, por primera vez me sentía viva y deseada.
0 comentarios - Como me hice coger por todos los de la obra (y me gusto)