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María Becerra

María Becerra


La cuestión con María era que se calentaba de verdad y mucho. Usualmente cuando todas estas minas se suben a un escenario, casi en bolas, revoleando el culo para todos lados y manoseándose con todos los bailarines, es simplemente una actuación. Los que se calientan son los miles de pendejos y algunos no tan pendejos, que se les cae la baba viendo todo el espectáculo, pero María se calentaba de verdad.

Medio que se había corrido en mito de que siempre, después de los espectáculos, María se metía corriendo en el camarín a pegarse un saque, un par de líneas dicho mal y pronto, pero la realidad es que no era cierto en lo más mínimo. María era los más naturista y saludable posible, solo comía verduras crudas, y no usaba ningún maquillaje ni producto químico en su cuerpo, ni siquiera los que les pagaban para hacer propaganda. De todas maneras, y consiente de este rumor, nunca se molestó mucho en intentar aclararlo, después de todo, creía ella, era mejor dejar que la gente piense que usaba drogas, a que supieran la verdad, que era una terriblemente calentona y se la tenía que pasar masturbando después de cada show.

Aquel día no era más diferente que cualquier otro. Ya la experiencia le había enseñado a María a medir tanto los tiempos, como diferentes artimañas para, después de finalizado el show, lograr llegar rápido y sin llamar la atención a su camarín. Pero cuando llego a este y abrió la puerta, se encontró con algo nuevo e inesperado.

Valu, como era el apodo autoimpuesto, toda su vida había querido ser bailarina, y aprovecho cada posibilidad que tuvo para demostrarlo. Desde una academia, a la que concurrió desde muy chica, diferentes boliches, y pequeños videos subidos a todas las redes sociales que existían. Y un día todo ese esfuerzo logro rendir frutos. No solo había logrado llegar a un escenario, sino que lo hizo junto a una de las personas que más había admirado en su vida, María. Después de aquel primer show, y habiendo pasado lo que ella consideraba uno de los momentos más memorables e importantes no solo de su vida, sino también de su carrera profesional, sintió la necesidad de presentarle su emoción y gratitud a quien le había otorgado aquella oportunidad, María.

María, congelada en la puerta del camarín, sintió como una mezcla de sorpresa, así como enojo y frustración recorrían su cuerpo ante la vista de aquella joven allí sentada, quien amenazaba con arruinar todos sus planes. Trago todo aquello que sentía, dibujo una sonrisa en su rostro lo mejor que pudo, y se le acercó a saludarla. Valu, intentando contener toda su emoción, llenaba de elogios a María, así como agradecimientos. Esta, fingiendo la mayor de las atenciones, se había comenzado a quitar alguno de los complicados accesorios de su vestuario. Valu, al notar como María se encontraba luchando intentando quitarse inútilmente unos extravagantemente grandes aros, se le acerco y comenzó a ayudarla. Con sus rostros casi pegados, toda aquella excitación que María tanto había luchado para quitarla de su mente, volvió como una explosión. Valu era hermosa, con facciones delicadas y muy femeninas en su cara, podía sentir en su rostro la cálida y dulce respiración que salía de aquellos suaves y húmedos labios. María, hipnotizada viendo a esta increíble joven tan cerca, sintió como finalmente toda aquella tranquilidad y sobriedad fingida se derrumbaba, con una ola de calor y excitación recorriéndole el cuerpo, se inclinó sobre Valu, y sin medir palabra la beso en la boca, esta, sorpresivamente le respondió tomándola con sus dos manos el rostro y devolviéndole aún más pasión con su boca.

En la cama que allí había, y completamente desnudas las dos, Valu recorría, besando y lamiendo, todo el cuerpo de María, mientras sus manos masajeaban los pechos de ella. María, con sus ojos cerrados, no dejaba de retorcerse y gemir. De todas las veces que había tenido que desahogarse después de un espectáculo, esta era la primera vez que no estaba sola, y la que más placer había podido tener, también había descubierto el perfecto y bien formado cuerpo de Valu, al que también disfruto de llenar de besos y caricias.
Allí, finalmente, con sus cuerpos desnudos, cansados y transpirados, entrelazados en un abrazo, mientras se recuperaban de lo que había sido uno de los momentos más emocionante y placentero de las dos. María, por primera vez pudo abrirse ante otra persona y contarle sobre su desdicha de tener que, después de cada show, recurrir a la autosatisfacción solitaria, y fue también allí, donde Valu le prometió que jamás tendría que estar sola otra vez, y que cada vez que ella lo necesitara, Valu estaría siempre ahí.

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