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Nuestro anfitrión y nuestra primera vez... Parte I

Caminábamos una tarde mi marido y yo por la quinta avenida de Playa del Carmen. Visitábamos cada uno de los locales de artesanías mientras buscábamos un restaurante agradable para cenar. Al finalizar nuestro recorrido, encontramos un establecimiento de lámparas artesanales y decoración. Entramos para apreciar sus escaparates y casi de inmediato se acercó a nosotros un chico para explicarnos a detalle el concepto de diseño de cada una de sus piezas. Era un argentino apuesto, seguro de si mismo, con una sonrisa y un acento encantador en el tono de su voz que de inmediato hizo que se me doblaran las piernas. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda cuando aquel joven apuesto nos sonrío con esa mezcla de amabilidad y picardía. Quedé embelesada. El chico fue demasiado amable con nosotros mientras nos mostraba y explicaba a detalle cada una de sus obras. Con gesto de amabilidad, se interesó en saber de que parte de México los visitábamos, a lo que respondimos: “De la zona centro del país”. Como buen anfitrión, no dudó ni un segundo en recomendarnos lugares para cenar, incluso bares y antros para seguir la fiesta.  

Fue tanta la química entre los tres que, sin rodeos, se ofreció a darnos un tour por los mejores antros de la ciudad. Aún recuerdo la forma en que volteé a mirar a mi marido, esperando que él tomara la decisión y aceptara la oferta. La expresión en mi rostro le mandaba señales evidentes de algo así como: 

 -¿Que estás esperando para decir que si? ¡El tipo me encanta! Esta podría ser nuestra oportunidad para dar pie a lo que alguna vez me había propuesto...  

Meses atrás, después de una fiesta familiar, mi marido me había confesado su deseo de compartirme con otro chico, a lo que había respondido con un ¡No!. 

Cuando nos retiramos de aquella fiesta, estando ya dentro del auto; me confesó que el DJ no había perdido detalle en ningún instante de cuando me levantaba y regresaba a sentarme a mi lugar, y es que recuerdo que aquella tarde, después de comer tuvimos a bien colocar todas las sillas en el jardín, formando un semicírculo frente a la mesa del DJ y nosotros habíamos quedado justo enfrente de él, como a escasos siete u ocho metros de distancia, llevaba una vestido corto pegado al cuerpo, color blanco con rayas horizontales en negro. Fue entonces que mi marido me compartió cada detalle de cuando me levantaba sin el cuidado que como chicas debemos tener con vestidos así:
 - Cada vez que te levantabas de tu lugar se apreciaba tu ropa interior.

Situación que mi marido confirmó cuando se acercó a un lado del DJ y pudo constatar que en instantes tenía esos descuidos que permitían que mi ropa interior quedara expuesta cuando cruzaba las piernas o me paraba de momento de mi lugar, escenario que en lugar de molestarle y advertirme, prefirió compartir sin ningún problema. Pese a su argumento, continué con mi postura hacia mi rotundo no.

Debo admitir que el sexo que tuvimos esa noche en el departamento fue espectacular, mi marido era otro hombre en la cama, mas intenso, mas ardiente, me devoró completita, sin tabúes, repitiéndome en más de una ocasión lo mucho que le había excitado el hecho de que otro hombre pudiese ver lo que quizá nadie más, sus embestidas fuertes, duras, deliciosas, adictivas. Al mismo tiempo que me compartía sus mas bajos instintos me nalgueaba de una forma tan intensa que el ardor se confundía con el placer al grado que por primera vez experimentaba un orgasmo seguido de otro, tuve tres orgasmos increíbles, seguiditos uno tras otro al punto que tuve que detenerme por que sentí unas ganas intensas de orinarme, estaba exhausta pero al mismo tiempo muy excitada, mi vagina no podía más...  

 Después de algunos meses y como fruto de su insistencia y habilidad de persuasión, accedí a complacerlo … pero para infortunio de él, no había sido sencillo encontrar alguien de quien estuviéramos seguros de sería la persona indicada… principiantes al fin y al cabo. Pasó el tiempo, un par de tímidas citas con posibles prospectos y por alguna razón no lográbamos consolidar.

Quizás este sería el chico que buscábamos… yo estaba decidida y mi cuerpo más que dispuesto. Así que por fin mi marido logró entender mi mensaje y le tomó la palabra, aceptó la invitación. Ellos se pusieron de acuerdo para vernos más tarde en el lobby del hotel en donde nos hospedábamos. Al final no compramos nada, salí del local muy sonrojada, nerviosa, titubeante… un comportamiento poco habitual que mi marido seguro había reconocido de inmediato, nada diferente al de aquella tarde en un bar en donde el dueño del lugar, un compañero de trabajo de mi esposo,  me había tratado como reina cuando visitamos su bar por primera ocasión. Recuerdo perfectamente cómo tomé el valor y la iniciativa para decirle a mi marido en directo y a los ojos:
 -Con ese chico, sin dudarlo aceptaría la propuesta de que me compartieses con otro hombre.

Había nacido de mi, había salido de mi boca, con un sin fin de nervios, pero se lo había soltado a mi esposo, sin penas y entre titubeos, era yo quien tocaba su propuesta que meses atrás había rechazado rotundamente producto de mi formación conservadora de familia. Puedo recordar a la perfección el rostro de mi marido; sus ojos estaban llenos de morbo e incredulidad, como cuando un padre le promete a un hijo comprarle el gadget de última generación, algo así. Sin haberlo pensado ya había aceptado su propuesta.  

A los pocos pasos de camino de regreso al hotel, mi marido hizo un primer comentario:

 - ¿Y si es él?.
Entendí sin más preámbulo, estábamos conectados, tanto mi marido como yo estábamos llenos de nerviosismo, inexpertos en el tema, a lo que respondí resignada:

¡Que pase lo que tenga que pasar!...

2 comentarios - Nuestro anfitrión y nuestra primera vez... Parte I

mdqpablo
Que buenoo
pareja_mex +1
¿En serio? Por qué le crees así ???
mdqpablo +1
@pareja_mex es muy lindo darse los gustos en vida . Cumplir fantasias y buscar nuevas aventuras . Y si es en complicidad de tu pareja mejor