1.40 de la madrugada. Heme aquí, sentado en el sofa de un tipo que conocí a través de un aviso en una página de citas swinger, con un vaso de whisky en la mano, en silencio, masturbándome. Puedo oir como se coge a mi mujer, la escucho gemir, gritar, quejarse. Puedo imaginar el rostro de Natalia, su piel ardiendo y su vagina empapada de su leche. Llevan un par de horas así, ella me ha pedido que no entre a la habitación, él se lo ha susurrado al oído mientras la embestía con su gran verga, "dile que se quede afuera" ¿Qué más podría hacer yo sino obedecer?
Claro que ella podría oponerse y decirle que no, que quiere que yo esté ahí para ver todo lo que le hará, pero no, ¿Saben por qué?, A ella le gusta el juego tanto como a mí, y no miento al decir que es aún más perversa que yo.
Él ya se ha corrido tres veces, lo sé porque cada vez que acaba me llama a limpiar lo que ha ensuciado.
-¡Ven!- escucho su bramido salir desde la habitación y mi verga automáticamente se endurece. Camino hacia el cuarto y mi pulso poco a poco se va acelerando hasta abrir la puerta y allí sobre las sábanas mi esposa, esa inocente mujer con la que me casé, me abre las piernas y me muestra la concha llena de leche. Tiene mojados hasta los muslos, los ojos le brillan mientras se muerde los labios. -¡Limpia¡-me espeta él a sabiendas de que es el amo y obedeceré a todo lo que me pida. Agacho la mirada y le observo de reojo, aún tiene la verga dura y de la punta de su miembro escurre un hilo transparente hasta su rodilla. -Ven Claudio- Natalia me llama mientras levanta su pelvis y el semen de Sergio se escurre despacio hasta su ano. gateo sobre la cama hasta hundir mi cabeza entre sus piernas. Paso mi lengua de abajo hacia arriba hasta llegar a su clítoris y mis papilas se llenan del sabor de los fluidos mezclados de Natalia y Sergio. Su semen aún está tibio, su sabor es fuerte y me estremece. Levanto la mirada y mis ojos se estrellan con los de Natalia que me contempla con una sutil amalgama de placer y lujuria -sigue, me gusta- con el pulgar empiezo a masajear su clítoris mientras paso mi lengua por el borde de sus labios. Ella deja escapar un gemido mientras puedo sentir como se encoje y despega sus nalgas de la sábana empujando su cuerpo contra mi boca con fuerza. Escucho reir a Sergio que está de pie a mis espaldas contemplando todo. De pronto escupe en mi culo y al voltear para mirarlo le veo con la verga dura e hinchada -te gusta- me pregunta, mientras observo su boca y como desde ella asoman sus dientes blancos dibujando una sonrisa llena de malicia y mis ojos corren hasta su miembro a punto de explotar. No sé que responderle y por un instante me quedo congelado. Jamás me vi en una situación así, ningún toro intentó antes eso, pero allí estaba él, de pie atrás de mí, con su grueso pene duro como un fierro a tres centímetros de mi culo y yo sin saber que decir ni como reaccionar. -méteselo- la voz de Natalia rompió el silencio y al mirarla pude ver en su rostro como la calentura se apoderaba de ella. Sergio me tomó por la cintura y me acercó a su cuerpo con fuerza. Podía sentir la cabeza de su miembro deslizarse por mi piel lentamente hasta quedar justo sobre mi ano. -mira Naty, que rico, a tu marido se le abre solo el culito- Natalia soltó una carcajada mientras yo abría la boca y dejaba escapar un grito al sentir como entraba su cabeza hinchada. Apreté con fuerza las sábanas con mis dedos, podía sentir como su pene se deslizaba poco a poco dentro de mí, y si bien sentía dolor, no podía dejar de pensar en que tan adentro podría llegar y cuanto yo podría aguantar.
Continuará
Claro que ella podría oponerse y decirle que no, que quiere que yo esté ahí para ver todo lo que le hará, pero no, ¿Saben por qué?, A ella le gusta el juego tanto como a mí, y no miento al decir que es aún más perversa que yo.
Él ya se ha corrido tres veces, lo sé porque cada vez que acaba me llama a limpiar lo que ha ensuciado.
-¡Ven!- escucho su bramido salir desde la habitación y mi verga automáticamente se endurece. Camino hacia el cuarto y mi pulso poco a poco se va acelerando hasta abrir la puerta y allí sobre las sábanas mi esposa, esa inocente mujer con la que me casé, me abre las piernas y me muestra la concha llena de leche. Tiene mojados hasta los muslos, los ojos le brillan mientras se muerde los labios. -¡Limpia¡-me espeta él a sabiendas de que es el amo y obedeceré a todo lo que me pida. Agacho la mirada y le observo de reojo, aún tiene la verga dura y de la punta de su miembro escurre un hilo transparente hasta su rodilla. -Ven Claudio- Natalia me llama mientras levanta su pelvis y el semen de Sergio se escurre despacio hasta su ano. gateo sobre la cama hasta hundir mi cabeza entre sus piernas. Paso mi lengua de abajo hacia arriba hasta llegar a su clítoris y mis papilas se llenan del sabor de los fluidos mezclados de Natalia y Sergio. Su semen aún está tibio, su sabor es fuerte y me estremece. Levanto la mirada y mis ojos se estrellan con los de Natalia que me contempla con una sutil amalgama de placer y lujuria -sigue, me gusta- con el pulgar empiezo a masajear su clítoris mientras paso mi lengua por el borde de sus labios. Ella deja escapar un gemido mientras puedo sentir como se encoje y despega sus nalgas de la sábana empujando su cuerpo contra mi boca con fuerza. Escucho reir a Sergio que está de pie a mis espaldas contemplando todo. De pronto escupe en mi culo y al voltear para mirarlo le veo con la verga dura e hinchada -te gusta- me pregunta, mientras observo su boca y como desde ella asoman sus dientes blancos dibujando una sonrisa llena de malicia y mis ojos corren hasta su miembro a punto de explotar. No sé que responderle y por un instante me quedo congelado. Jamás me vi en una situación así, ningún toro intentó antes eso, pero allí estaba él, de pie atrás de mí, con su grueso pene duro como un fierro a tres centímetros de mi culo y yo sin saber que decir ni como reaccionar. -méteselo- la voz de Natalia rompió el silencio y al mirarla pude ver en su rostro como la calentura se apoderaba de ella. Sergio me tomó por la cintura y me acercó a su cuerpo con fuerza. Podía sentir la cabeza de su miembro deslizarse por mi piel lentamente hasta quedar justo sobre mi ano. -mira Naty, que rico, a tu marido se le abre solo el culito- Natalia soltó una carcajada mientras yo abría la boca y dejaba escapar un grito al sentir como entraba su cabeza hinchada. Apreté con fuerza las sábanas con mis dedos, podía sentir como su pene se deslizaba poco a poco dentro de mí, y si bien sentía dolor, no podía dejar de pensar en que tan adentro podría llegar y cuanto yo podría aguantar.
Continuará
1 comentarios - Diario de un cornudo (capítulo uno)