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La pastora de la iglesia pt.3

Después de cambiarnos rápidamente, ella se puso un vestido suelto y salimos del salón y nos subimos al auto de la pastora. Ella condujo con una sonrisa mientras yo me acomodaba en el asiento del copiloto, pensando en lo que íbamos a hacer.
 
— Qué mal que nos interrumpieron justo cuando estábamos en lo mejor. — Dije, con una sonrisa cargada de deseo.
 
— Sí, una verdadera lástima. — Respondió la pastora con una sonrisa sexy. — Pero no te preocupes, vamos a tener otra oportunidad para terminar lo que empezamos.
 
— Eso suena perfecto. — Dije, con franqueza. — Lo que pasó antes fue increíble. Estoy deseando seguir.
 
— Yo también quiero seguir. — Dijo ella, mirando hacia mí con lujuria. — Para que la noche sea aún mejor, ¿qué tal si paramos en una tienda y compramos algo de alcohol? Así la pasaremos mucho mejor.
 
— Me parece genial. — Contesté, sintiendo que la noche se pondría aún más intensa.
 
Llegamos a una tienda cercana. Mientras ella miraba las botellas, me arrimé a ella de manera descarada, frotando mi cuerpo contra el suyo.
 
— ¿Qué te parece si compramos también condones? — Dije, con un tono provocador.
 
Ella se rió y me miró con una sonrisa juguetona.
 
— No, no necesito condones. — Dijo ella, acercándose más. — Quiero que me cojas sin nada que nos detenga. Quiero sentirte completamente dentro de mí.
 
— Eso suena perfecto. — Contesté, sintiendo la excitación. — Me muero por hacerte mía.
 
Pagamos las botellas y salimos, con el alcohol en las manos y la tensión en el aire. Subimos al auto, y ella guardó las botellas en el maletero. Durante el trayecto hacia su casa, la pastora me miraba con deseo.
 
— Estamos a punto de tener una noche increíble. — Dijo con voz cargada de promesas.
 
— No puedo esperar. — Respondí, anticipando lo que vendría.
 
 
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Llegamos a la casa de la pastora y entramos rápidamente. Ella sacó las botellas de alcohol del maletero y las colocó sobre la mesa del salón. Empezó a servir el vino y el licor en dos copas mientras me lanzaba miradas cargadas de deseo.
 
— Vamos a disfrutar de esto primero. — Dijo con una sonrisa seductora, pasándome una copa de vino.
 
— Perfecto. — Contesté, tomando un trago largo. La pastora hizo lo mismo y se acercó a mí, su cuerpo rozando el mío mientras se sentaba a mi lado en el sofá.
 
El ambiente se cargó de una tensión palpable. Mientras bebíamos, nuestras piernas se tocaban, y pronto ella se inclinó hacia mí, susurrando con voz sexy.
 
— ¿Qué te parece si empezamos a besarnos ahora? — Dijo, con una sonrisa provocadora.
 
— Me encantaría. — Contesté, sintiendo el deseo crecer.
 
Nos acercamos lentamente, y nuestras bocas se encontraron en un beso ardiente. Sus labios eran cálidos y exigentes, y no tardé en responder con la misma intensidad. Mi mano bajó por su espalda, apretando su trasero, y ella respondió con un gemido bajo.
 
Nuestros besos se volvieron más frenéticos. Sus labios se movían desesperadamente sobre los míos, mientras nuestras lenguas se entrelazaban en un baile húmedo. Sus manos exploraban mi pecho, y yo las pasaba por su cintura, hundiéndolas en el tejido de su vestido flojo.
 
De repente, ella se movió con determinación y se sentó directamente en mi. El vestido flojo se deslizó a un lado, revelando su piel desnuda mientras ella se acomodaba sobre mí. Sentí su humedad contra mi entrepierna a través del tejido de mi ropa, y al mismo tiempo, noté lo duro que estaba mi miembro al contacto directo con su trasero. Ella suspiró al sentir la presión.
 
— ¡Qué rico, lo tienes tan duro! — Murmuró ella con voz cargada de deseo, moviendo sus caderas lentamente sobre mí.
 
— Y yo siento tu humedad, me encanta.
 
Sus movimientos eran lentos y provocativos, haciendo que cada roce entre nuestras partes fuera aún más intenso. Sentí su humedad emanar a través del vestido flojo, mientras sus caderas se movían contra mi entrepierna. Ella se movía con un ritmo sugerente, disfrutando del contacto y provocando una fricción deliciosa.
 
Mis manos recorrieron sus muslos, subiendo hasta acariciar su trasero. Ella gemía suavemente, y su cuerpo se movía en un ritmo que me hacía querer más. Su respiración se aceleró, y yo la respondía con besos más profundos, susurrando palabras cargadas de lujuria mientras nuestros cuerpos se acoplaban perfectamente.
 
La habitación se llenó de gemidos y susurros mientras nos dejábamos llevar por la pasión, disfrutando cada instante de la intimidad que ambos deseábamos.
 
La tensión en el aire era brutal. Mientras nos besábamos con desesperación, la pastora se deshizo rápidamente de su vestido. El material cayó al suelo, dejándola completamente desnuda frente a mí.
 
No podía dejar de mirar. Su cuerpo era una delicia: tetas grandes y firmes, caderas anchas, y un trasero enorme que me había vuelto loco antes. Todo estaba suave y depilado, sin una sola arruga. Era un espectáculo impresionante.
 
Ella se sentó de nuevo sobre mí, ahora completamente desnuda. Sentí su piel cálida y suave contra la mía, y su humedad se mezclaba con mi entrepierna. Su trasero enorme se movía contra mi miembro, y la presión me hizo gemir de placer.
 
Con una sonrisa traviesa, empezó a bajar mis shorts. Sus manos eran expertas, moviendo la tela hacia abajo hasta que mi miembro quedó completamente expuesto. Ella lo miró con deseo, y yo la miraba a ella, completamente fascinado.
— ¡Mmm, qué bien se ve! — Dijo con voz cargada de lujuria, mientras se movía para alinearse con mi miembro. Su cuerpo desnudo estaba sobre el mío, y la sensación de su piel era increíble.
 
Ella comenzó a descender lentamente sobre mí, sintiendo cada centímetro de mi dureza entrando en ella. Su entrada estaba cálida y húmeda, y cada movimiento de sus caderas me hacía gemir. Se movía con un ritmo lento pero firme, disfrutando del roce y el placer.
 
Los gemidos y susurros llenaban la habitación mientras nos entregábamos completamente al placer. La pastora estaba sobre mí, su cuerpo perfectamente alineado con el mío, y yo estaba completamente inmerso en la sensación de tenerla así.
 
 
La pastora siguió moviéndose sobre mí, sus gemidos se hacían más intensos con cada sentón. El sonido de nuestros cuerpos chocando, plaff, plaff, plaff, llenaba la habitación. Nos besábamos con desesperación, sus labios buscando los míos mientras sus caderas seguían moviéndose, acelerando el ritmo.
 
 
— "Kevin, no pares..." — murmuró entre besos, sus manos aferrándose a mis hombros.
 
 
— "No voy a parar, pastora," le respondí, mi voz ronca de deseo, mientras la ayudaba a moverse, guiándola para que siguiera dándome esos sentones deliciosos. Sentía cómo su humedad lo hacía todo más intenso, sus pechos aplastados contra mi pecho, su piel sudorosa, el calor entre nosotros.
 
 
— "Mmfff, así..." — gimió ella, apretándome con fuerza.
 
 
Seguimos así un rato, su cuerpo moviéndose con más ganas, hasta que decidí cambiar la posición. La detuve suavemente, notando que sus piernas empezaban a temblar de tanto esfuerzo.
 
 
— "Vamos a cambiar, pastora. Ponte de espaldas," le dije, mi voz cargada de deseo.
 
 
Ella me lanzó una mirada ardiente y sonrió con picardía.
 
 
— "¿Quieres verme de espaldas, eh?" — respondió, levantándose lentamente. Se giró, colocándose a cuatro patas frente a mí. Su enorme trasero quedó en una posición perfecta, redondo y generoso, rebotando con cada pequeño movimiento.
 
 
Me acomodé detrás de ella, tomando sus caderas con firmeza. El deseo me consumía, y sin pensarlo dos veces, la penetré de nuevo, hundiéndome hasta el fondo mientras ella soltaba un gemido ahogado.
 
 
— "Mmfff, sí," murmuró, arqueando la espalda y empujando su trasero hacia mí, haciendo que entrara aún más profundo.
 
 
— "Así, pastora... qué rico se siente," le dije, embistiéndola con más fuerza, disfrutando de cada sentón, observando cómo su culo rebotaba con cada movimiento.
 
 
La pastora seguía moviéndose sobre mí, sus gemidos llenaban la habitación mientras sus nalgas rebotaban contra mí. Cada sentón que ella daba era más intenso, y no podía evitar fijarme en cómo su cuerpo se movía con cada embestida.
 
 
Sus nalgas enormes subían y bajaban con cada movimiento, el sonido de nuestros cuerpos chocando resonaba en la habitación, plaff, plaff, plaff. Mi pene se hundía en ella, saliendo y entrando con cada golpe. Empecé a notar cómo se iba empapando con cada movimiento, brillando con su humedad.
 
 
— "Mira cómo te estoy llenando," le dije, mirando hacia abajo y viendo cómo mi pene salía y entraba, cada vez más empapado, con un brillo húmedo que evidenciaba lo mojada que estaba.
 
 
Ella arqueó la espalda y se empujó hacia mí con más fuerza, su trasero rebotando contra mi pelvis, haciendo que el sonido de nuestros cuerpos chocando se volviera más fuerte. Sus gemidos se hacían más intensos, y no podía apartar la vista del espectáculo que tenía frente a mí.
 
 
— "Sigue, Kevin... me encanta sentir cómo estás tan adentro..." — gimió, mientras sus movimientos se volvían más desesperados y frenéticos.
 
 
Mis manos seguían en sus caderas, aferrándome a su cuerpo mientras la observaba moverse. La visión de mi pene empapado y la manera en que su trasero se movía con cada embestida eran extremadamente excitantes. Cada vez que salía de ella, podía ver el brillo húmedo en mi miembro, un claro indicio de lo mucho que ella estaba disfrutando.
 
 
— "Eres una delicia, pastora," murmuré, sintiendo cómo el placer crecía con cada embestida, disfrutando del ritmo y la sensación de verla moverse tan apasionadamente.
 
 
Después de un largo rato en la casa de la pastora, habíamos probado varias posiciones y disfrutado de cada momento juntos. Casi dos horas de intenso sexo nos habían dejado exhaustos. La pastora y yo habíamos pasado de estar de frente, besándonos y moviéndonos en un ritmo sincronizado, a probar otras posiciones. Su cuerpo se movía con pasión y deseo, y el ambiente estaba cargado de tensión.
 
 
De repente, escuchamos el sonido de un coche acercándose a la casa. El reloj marcaba casi las 3 de la mañana, y el pastor y su hijo estaban a punto de regresar. La pastora, visiblemente alarmada, se levantó rápidamente y comenzó a vestirse.
 
 
Yo me puse mi ropa lo más rápido que pude, pero antes de irme, la pastora me detuvo. Me tomó de la nuca y me besó con urgencia. Sus labios estaban ardientes y húmedos, y ella me besaba de manera desesperada, como si quisiera grabar cada momento en mi memoria.
 
 
— “No olvides esto, Kevin. Esto ha sido increíble. Vamos a hacerlo otra vez, ok?” — dijo, su voz cargada de deseo.
 
 
Yo respondí con un beso largo y profundo, nuestras lenguas entrelazadas mientras nos abrazábamos, el calor de su cuerpo aún palpable. El beso fue una mezcla de urgencia y necesidad, un último recordatorio de la conexión que habíamos compartido.
 
 
Ella me apremió, “¡Rápido, Kevin! ¡No tenemos mucho tiempo!”. Sus manos estaban nerviosas mientras trataba de ajustar su vestido, y su mirada mostraba una mezcla de deseo y preocupación.
 
 
Antes de que me fuera, ella me sorprendió con un regalo. Sacó un pequeño cachetero de encaje negro y me lo entregó, diciendo:
 
 
— “Toma esto como recuerdo. Quiero que pienses en mí cada vez que lo veas.”
 
 
Yo le sonreí y le dejé mi boxer, el que traía puesto, en la mesa, diciéndole:
 
 
— “Para que te acuerdes de mí también. Vamos a tener que hacer esto más seguido.”
 
 
Ella sonrió, luego se acercó y, con un toque juguetón, me preguntó:
 
 
— “Entonces, ¿cómo se siente haberte cogido a la pastora?”
 
 
Me reí y le respondí:
 
 
— “Definitivamente una experiencia que no olvidaré. Nos vemos pronto, ¿ok?”
 
 
Ella asintió con una sonrisa pícara y nos besamos una vez más, un beso lleno de promesas y deseo. Finalmente, me deslicé hacia la ventana, y mientras me preparaba para salir, la pastora me lanzó una última mirada de complicidad.
 
 
— “Corre rápido, Kevin. ¡No dejes que te vean!” — me dijo, su voz urgente pero llena de cariño.
 
 
Salí corriendo, mi corazón latiendo con fuerza mientras me dirigía hacia mi casa. La adrenalina me impulsaba a correr lo más rápido posible para evitar ser visto. Mientras corría por las calles oscuras.
 

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