Antes de salir del restaurante, M se inclinó hacia C y le dijo con un tono lleno de desafío: “Ve al baño y sácate la tanga. Antes de irnos la dejaremos sobre la mesa.”
C, sintiendo un hormigueo de excitación, se dirigió al baño y, con el corazón acelerado, se deshizo de su tanga. La prenda diminuta, ahora impregnada con sus olores y el rastro de su excitación, quedó sobre la mesa como una marca de su presencia y deseo. Con un último vistazo a la tanga, C se dirige al auto, ansiosa por lo que estaba por venir.
M arrancó el motor y comenzó a conducir hacia el cerro. Durante el trayecto, comenzó a subir lentamente la falda de C, revelando sus muslos desnudos. Exploraba sus muslos y su vagina mientras manejaba. C, sintiendo el calor de la excitacióno, abrió sus piernas, para que M accediera a su cuerpo con más facilidad.
Cuando el auto se detuvo en un semáforo en rojo, M aprovechó el momento para intensificar el placer. “Inclínate hacia mí y dame una buena mamada,” ordenó M con voz autoritaria. C, con el corazón acelerado, obedeció y comenzó a mamárselo con devoción. El riesgo de ser descubiertos solo aumentaba la intensidad del momento para ambos.
El semáforo se puso en verde, y M aceleró hacia el cerro. La tensión y el deseo aumentaban con cada kilómetro mientras se acercaban a su destino.
Al llegar al mirador, M estacionó el auto en un rincón apartado. La noche era oscura y tranquila, proporcionando el ambiente perfecto para su encuentro. M abrió la puerta para que salga C y le indicó que se dirigiera al capó.
C obedeció y se inclinó colocando sus pechos sobre el capó. M, con una mezcla de dominio y cuidado, subió completamente la falda de C, dejando su trasero expuesto. Se posicionó detrás de ella, sosteniéndola con una mano en la cintura y explorando su cuerpo con la otra.
Mientras la penetraba con fuerza, M introdujo un dedo en el ano de C. provocando un gemido mezcla de dolor y placer. M, disfrutaba del control y la intensidad del momento, se movía aumentando la excitación de ambos.
M eyaculó dentro de C, con todas sus ganas. Con un gemido de satisfacción, M se retiró, su cuerpo aún vibrando con el placer del momento.
Como muestra de agradecimiento a su Amo, C se arrodilló frente a M y comenzó a limpiar su pene con una dedicación total. La devoción de C era evidente mientras se aseguraba de que M estuviera completamente satisfecho.
De repente, M, con un gesto inesperado, le dio una cachetada a C en una de sus mejillas. La sorpresa en el rostro de C fue inmediata, pero M, con una sonrisa satisfecha, le dijo con voz firme: “Te estás convirtiendo en una verdadera puta, C. Y me encanta.”
C, con una mezcla de sorpresa y excitación, aceptó la reprimenda, sintiendo el poder y la dominación de M en cada palabra. La experiencia en el mirador había sido un testimonio intenso de su relación, marcada por la pasión, el riesgo y el deseo compartido.
C, sintiendo un hormigueo de excitación, se dirigió al baño y, con el corazón acelerado, se deshizo de su tanga. La prenda diminuta, ahora impregnada con sus olores y el rastro de su excitación, quedó sobre la mesa como una marca de su presencia y deseo. Con un último vistazo a la tanga, C se dirige al auto, ansiosa por lo que estaba por venir.
M arrancó el motor y comenzó a conducir hacia el cerro. Durante el trayecto, comenzó a subir lentamente la falda de C, revelando sus muslos desnudos. Exploraba sus muslos y su vagina mientras manejaba. C, sintiendo el calor de la excitacióno, abrió sus piernas, para que M accediera a su cuerpo con más facilidad.
Cuando el auto se detuvo en un semáforo en rojo, M aprovechó el momento para intensificar el placer. “Inclínate hacia mí y dame una buena mamada,” ordenó M con voz autoritaria. C, con el corazón acelerado, obedeció y comenzó a mamárselo con devoción. El riesgo de ser descubiertos solo aumentaba la intensidad del momento para ambos.
El semáforo se puso en verde, y M aceleró hacia el cerro. La tensión y el deseo aumentaban con cada kilómetro mientras se acercaban a su destino.
Al llegar al mirador, M estacionó el auto en un rincón apartado. La noche era oscura y tranquila, proporcionando el ambiente perfecto para su encuentro. M abrió la puerta para que salga C y le indicó que se dirigiera al capó.
C obedeció y se inclinó colocando sus pechos sobre el capó. M, con una mezcla de dominio y cuidado, subió completamente la falda de C, dejando su trasero expuesto. Se posicionó detrás de ella, sosteniéndola con una mano en la cintura y explorando su cuerpo con la otra.
Mientras la penetraba con fuerza, M introdujo un dedo en el ano de C. provocando un gemido mezcla de dolor y placer. M, disfrutaba del control y la intensidad del momento, se movía aumentando la excitación de ambos.
M eyaculó dentro de C, con todas sus ganas. Con un gemido de satisfacción, M se retiró, su cuerpo aún vibrando con el placer del momento.
Como muestra de agradecimiento a su Amo, C se arrodilló frente a M y comenzó a limpiar su pene con una dedicación total. La devoción de C era evidente mientras se aseguraba de que M estuviera completamente satisfecho.
De repente, M, con un gesto inesperado, le dio una cachetada a C en una de sus mejillas. La sorpresa en el rostro de C fue inmediata, pero M, con una sonrisa satisfecha, le dijo con voz firme: “Te estás convirtiendo en una verdadera puta, C. Y me encanta.”
C, con una mezcla de sorpresa y excitación, aceptó la reprimenda, sintiendo el poder y la dominación de M en cada palabra. La experiencia en el mirador había sido un testimonio intenso de su relación, marcada por la pasión, el riesgo y el deseo compartido.
2 comentarios - Capítulo 3: Placer en Público