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LA VECINA - Parte 3: Se hace la Luz

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- Parte 1 LA ESPÍO Y ME DESCUBRE: 
http://www.poringa.net/posts/relatos/5210827/LA-VECINA---Parte-1-la-espio-desde-el-techo.html


- Parte 2: me invita a SU CASA: 
http://www.poringa.net/posts/relatos/5234426/LA-VECINA---Parte-2-A-trabajar.html


Ella cierra la puerta detrás de mí, y el silencio de la casa oscura hace que mis sentidos se agudicen. Puedo escuchar el suave roce de su ropa cuando se mueve, el leve crujido de sus pies descalzos sobre el suelo de madera, y siento su presencia detrás de mí, apenas a unos centímetros. Mi corazón late tan fuerte que parece llenar el espacio vacío.

—El problema está en la cocina —dice, su voz suave y cargada de una familiaridad que me confunde y me excita al mismo tiempo.

Me doy la vuelta, encontrándome con su figura iluminada por la luz tenue que entra por la ventana. Sus ojos todavía me observan, divertidos, como si disfrutara viendo mi incomodidad. Pero hay algo más en esa mirada, una chispa que me recuerda a los momentos en que la espiaba desde el techo.

—¿Podés arreglarlo? —pregunta, y su tono tiene un doble sentido que no puedo ignorar.

—Sí, claro —respondo, tratando de parecer seguro de mí mismo. Ella se da la vuelta y camina hacia la cocina, y no puedo evitar seguirla con la mirada. Sus shorts apenas cubren sus caderas, y cada movimiento hace que su cuerpo se contonee de una manera hipnótica.

La sigo hasta la cocina, donde ella se detiene junto a la mesada. El cortocircuito había dejado la habitación en penumbras, pero puedo ver el enchufe quemado en la pared. Me acerco a él, intentando concentrarme en la tarea, pero la presencia de ella, tan cerca, me distrae.

—¿Vas a necesitar algo? —pregunta, su voz tan cercana que casi puedo sentir su aliento en mi oído.

—Creo que no —respondo, mi voz algo temblorosa. Me arrodillo frente al enchufe, sacando las herramientas que llevo en el bolsillo del mameluco.

De repente, siento que sus manos están en mi espalda, recorriendo el grueso material del mameluco. Mi respiración se acelera. Sus dedos trazan el contorno de mis hombros y luego bajan lentamente, siguiendo la curva de mi columna hasta llegar a la cintura. Se detienen allí, jugando con la tela.

—Hace calor, ¿no? —dice, y hay una nota juguetona en su voz. Antes de que pueda responder, siento cómo empieza a bajar el cierre del mameluco. Mi cuerpo se tensa, pero no hago nada para detenerla.

El cierre desciende lentamente, el sonido metálico resonando en el silencio de la casa. Mi pecho queda expuesto al aire caliente, y luego, cuando el mameluco está lo suficientemente bajo, me lo quita con un movimiento firme. Quedo en mis slips y la camiseta, sintiéndome vulnerable y excitado al mismo tiempo.

Ella da un paso atrás, admirando su trabajo.

—Así está mejor —susurra. Me levanto y me doy la vuelta para enfrentarla. Sus ojos están fijos en mí, llenos de un deseo descarado que me desarma.

Sin decir nada más, se acerca a mí y, con un movimiento decidido, pasa sus manos por debajo de mi camiseta, levantándola hasta quitármela por completo. Mi piel arde bajo su toque. Sus dedos trazan círculos en mi pecho, bajando lentamente hacia mi abdomen. Cada caricia envía oleadas de placer por todo mi cuerpo, y cuando finalmente sus manos llegan a la cintura de mis slips, siento que estoy a punto de explotar.

Ella se detiene por un segundo, mirándome a los ojos, buscando alguna señal de duda. Pero no la encuentra. Con un movimiento suave pero firme, baja mis slips, liberando mi erección, que palpita al aire libre.

—Parece que estás listo para trabajar —dice, con una sonrisa pícara.

Sin esperar respuesta, se inclina hacia adelante, y en el momento en que su boca se posa sobre mí, todos mis pensamientos se desvanecen, reemplazados por una sensación de puro éxtasis.



LA VECINA - Parte 3: Se hace la Luz

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