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Entrenando con mi Madre pt.2

Después de que mi mamá se fue a duchar, me quedé en el suelo, fingiendo estar pegado al teléfono para no parecer demasiado curioso.
 
Unos minutos después, la vi salir de su habitación envuelta en una toalla que apenas cubría lo necesario. La toalla estaba un poco ajustada, y cada vez que se movía, se acomodaba mostrando más de su figura. Se paseaba por la casa, ajustando la toalla aquí y allá, dejándola caer ligeramente o moviéndola para que quedara perfecta.
 
Mientras ella estaba en la cocina, moviendo cosas y revisando el refrigerador, no podía evitar echarle miradas. Cada vez que pasaba cerca, me lanzaba una sonrisa coqueta y se aseguraba de que la toalla estuviera justo en el lugar que quería.
 
—¿Necesitas algo? —preguntó, con un tono casual, pero la sonrisa en su rostro decía que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
 
—No, estoy bien aquí. Solo disfrutando la vista —le respondí, intentando no parecer demasiado intrigado.
 
Ella se rió, moviendo la toalla con un toque juguetón.
 
—Ah, ¿sí? Bueno, si quieres algo más, solo grita —dijo, guiñándome un ojo antes de volver a su habitación.
 
 
Después de que mi mamá se fue a su habitación, me di una ducha rápida y me puse unos shorts deportivos. Salí de la ducha, todavía un poco mojado, y empecé a pasearme por la casa.
 
Vi a mi mamá saliendo de su habitación. Esta vez llevaba una camiseta larga que le llegaba casi hasta las rodillas, y noté que no traía shorts, así que supuse que llevaba solo bragas debajo. La camiseta se movía de manera relajada, y no pude evitar notar cómo se ajustaba a su figura.
 
Ella me miró con una sonrisa divertida al verme así de mojado y en shorts.
 
—¿Y tú qué haces paseándote como si estuvieras en la playa? —preguntó, con un tono juguetón.
 
—Pensé en seguir tu ejemplo. Aunque, veo que has cambiado el look. Ahora eres la reina de las camisetas largas y bragas —dije, con una sonrisa traviesa mientras la miraba.
 
Ella se rió, moviendo la camiseta de una manera casual.
 
—¿Ah, sí? Bueno, después de tu desfile de shorts mojados, pensé que debía mostrar mi versión cómoda. ¿Te gusta? —preguntó, con una sonrisa coqueta mientras ajustaba la camiseta.
 
—Definitivamente. Aunque, con esa camiseta larga, no puedo evitar preguntarme si olvidaste los shorts o si solo querías presumir un poco —bromeé, notando que la camiseta se movía y dejaba entrever que no llevaba nada más abajo.
 
—Oye, ¿es que acaso llevas solo bragas debajo de esa camiseta? —le pregunté, con una sonrisa traviesa.
 
Ella se rió, levantando una ceja con picardía.
 
—¿Así que te interesa saber? —dijo, con un tono juguetón.
 
Sin esperar una respuesta, ella levantó un poco la camiseta para mostrarme lo que llevaba debajo. Las bragas eran negras y de encaje, perfectamente visibles a través del ligero levantamiento de la camiseta.
 
Me quedé sorprendido por el detalle y la audacia. Ella se rió al ver mi reacción.
 
—¿Te sorprende? —preguntó, con una sonrisa divertida y un brillo en los ojos.
 
—Definitivamente. No esperaba una sorpresa así —le respondí, con una mezcla de asombro y diversión.
 
Ella bajó la camiseta con un gesto juguetón y se acercó un poco más.
 
—Bueno, si vamos a seguir con estos paseos en casa, parece que vamos a tener que ponernos en forma para mantener el ritmo —comentó, con un toque de insinuación.
 
—Sí, parece que sí. Aunque, con estas sorpresas, tal vez el entrenamiento se vuelva aún más interesante —le respondí, sonriendo mientras notaba cómo la tensión entre nosotros seguía creciendo.
 
Después de la sorpresa, le propuse ver una película. Nos acomodamos en el sofá; ella se recostó sobre mí y noté que no llevaba nada debajo de la camiseta larga.
 
—¿Qué tal si vemos una película? —sugerí, mientras ella se acurrucaba a mi lado.
 
—Me parece perfecto —respondió, sonriendo y recargándose en mí.
 
Empezamos a ver la película, y mientras la veía, no pude evitar notar lo cómoda que estaba.
 
—Es un poco predecible, ¿no crees? —comenté.
 
—Sí, pero al menos estoy en buena compañía —respondió ella, mientras su mano rozaba mi pierna de manera casual.
 
Mientras estábamos abrazados en el sofá bajo, ella se acurrucó más cerca y dijo:
 
—Tengo un poco de frío. ¿Podrías traer una manta, por favor?
 
—Claro, un momento —le respondí, levantándome con una sonrisa para ir a buscarla.
 
Regresé con una manta grande y la extendí sobre nosotros. Ella se acomodó aún más cerca mientras me envolvía con la manta.
 
—¡Ah, eso sí que está mejor! —dijo, sonriendo y recargándose contra mí.
 
—Me alegra que estés más cómoda. Aunque con lo cerca que estamos, podríamos calentarnos un poco sin la manta —bromeé, acomodando la manta para que ambos estuviéramos bien cubiertos.
 
Ella se rió y se acercó un poco más, su rostro casi rozando el mío.
 
—¿De verdad? Pues parece que la manta es pequeña para nosotros. Tal vez deberíamos encontrar una solución más... ajustada —dijo con una sonrisa coqueta, mientras su mano rozaba mi costado.
 
—Bueno, si esto sigue así, va a ser un buen entrenamiento mantener el ritmo —respondí, notando cómo su cercanía se hacía más evidente.
 
Ella se rió suavemente, moviéndose aún más cerca.
 
—No sé, con esta manta y esta compañía, creo que no necesito mucho ejercicio para sentirme bien —comentó, con un tono juguetón.
 
—Sí, parece que esta noche estamos recibiendo la mejor parte de la compañía y la manta —dije, sonriendo mientras me acomodaba más cerca.
 
Mientras la película avanzaba, me di cuenta de que mi mamá, acomodada a mi lado bajo la manta, empezó a moverse de manera que su mano tocaba mi entrepierna. Aunque sabía exactamente lo que estaba pasando, decidí seguir con el juego y hacerme el desentendido.


—Parece que la manta se ha encogido un poco —comenté con una sonrisa juguetona, notando cómo su mano seguía en contacto.


Ella sonrió, levantando la vista hacia mí mientras su mano permanecía en su lugar. La forma en que se movía hacía que su toque se sintiera cada vez más presente.


—Sí, parece que se ha ajustado un poco. Estaba intentando encontrar una posición cómoda. Aunque, ahora que lo mencionas, parece que la manta tiene una capa extra de... calor —dijo, con un tono insinuante y una risa ligera.


Sus movimientos eran constantes y, con cada ajuste, el contacto se hacía más evidente. Notaba cómo su mano se movía ligeramente, y mi reacción era inevitable, haciendo que la situación se volviera aún más palpable.


—Bueno, si la manta está tan ajustada, tal vez deberíamos hacer más ejercicio para estar en forma y no depender tanto de ella —bromeé, intentando aligerar el ambiente mientras sentía el efecto de sus movimientos.


Ella se rió, sin apartar la mano y dejándola en su lugar, lo que hacía que el contacto se sintiera aún más intenso.


—Eso suena bien. Aunque, con esta manta y esta compañía, no estoy tan segura de necesitar mucho más ejercicio —comentó, manteniendo su mano en contacto y mirándome con una sonrisa traviesa.


La tensión en el aire era palpable y mi cuerpo respondía a la proximidad y la insinuación.
—Definitivamente, el calor extra y la compañía están funcionando bastante bien —respondí, con una sonrisa mientras notaba cómo su mano seguía en su lugar, haciendo que cada movimiento se sintiera aún más intenso.


Ella, con una sonrisa traviesa, continuaba moviendo su mano de manera intencionada sobre mi entrepierna. Decidí responder a su juego y metí mi mano bajo la manta, comenzando a tocar suavemente su entrepierna.


Noté que su cuerpo reaccionaba de inmediato a mi toque, y la tensión en el aire se volvía palpable. Ella mantenía su mano en mi entrepierna, sus movimientos eran deliberados y suaves, lo cual hacía que cada contacto se sintiera más intenso.


Ella se inclinó hacia mí, acercando su rostro al mío y dejando que sus labios rozasen ligeramente mi mejilla mientras hablaba. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y deseo mientras decía:


—Sí, parece que la manta y el calor extra están haciendo su trabajo. Aunque, con esta cercanía, tal vez no necesitemos tanto abrigo. —Su mano continuaba moviéndose con una sutil intención, haciendo que la sensación fuera aún más intensa.


Mi mano bajo la manta siguió explorando, tocando su entrepierna con delicadeza y sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada movimiento. Ella dejó escapar un pequeño suspiro, su respiración se volvía más pesada mientras sus movimientos se hacían más evidentes.


—Sabes, no esperaba que la noche se volviera tan... interesante —comenté, mientras mantenía mi mano en contacto con su entrepierna, sintiendo su piel cálida bajo mis dedos.


Ella sonrió y ajustó su posición para acercarse aún más. Su mano, aún en mi entrepierna, movía sus dedos con una ligera presión, lo que hacía que el roce entre nosotros se volviera más intenso.


—Bueno, cuando el ambiente se pone así de... cálido, uno tiene que aprovecharlo —dijo ella con un tono juguetón, su voz baja y cargada de insinuación.


—Totalmente de acuerdo. Aunque, parece que la manta ya está cumpliendo su propósito —respondí, con una risa suave mientras continuaba tocándola.


Los minutos pasaban y la situación se volvía cada vez más cargada, con cada toque y cada mirada intensificando el momento. La manta se había convertido en el único límite entre nosotros, y la tensión en el aire era casi palpable.



Mientras estábamos en el sofá, la atmósfera se volvía cada vez más cargada de deseo. La película en la pantalla era solo ruido de fondo, y la tensión entre nosotros aumentaba. La luz tenue de la habitación apenas iluminaba nuestras figuras bajo la manta.


Ella movía su mano juguetonamente sobre mi entrepierna, y yo respondía tocando su entrepierna bajo la manta. La humedad comenzaba a acumularse y se volvía evidente. Ella se inclinó hacia mí, con su aliento caliente en mi oído, y susurró con voz cargada de deseo:


—¿Te gustaría más? ¿Por qué no metes los dedos y exploras un poco?


Sin pensarlo, deslicé mi mano bajo la manta y la dirigí hacia sus bragas negras de encaje. Metí mis dedos por debajo de la tela, tocando directamente su piel cálida y húmeda. La textura del encaje se arrugaba entre mis dedos, y la humedad era inmediata.


Ella se estremeció y gemía suavemente:


—Mmm, qué rico se siente... sigue así, papi. Tócame más, por favor.


Mis dedos continuaban explorando su entrepierna, moviéndose con cuidado sobre su piel húmeda. Cada toque provocaba que ella se moviera y gemía con más intensidad:


—Sí, así... más profundo. Qué bien se siente, papi.


Ella arrojó la manta, dejándonos completamente expuestos. Mi mano seguía moviéndose entre sus bragas, tocando y sintiendo cómo ella reaccionaba a cada caricia. Su piel era cálida y húmeda, y la atmósfera estaba cargada de deseo.


La película seguía en la pantalla, pero ya no era importante. La verdadera conexión estaba en el contacto físico entre nosotros. Cada toque y cada movimiento se sentían profundamente significativos mientras nos entregábamos a esta proximidad cargada de deseo.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Decidí que era el momento de dejar que ella tomara el control. Me incliné hacia ella, con la respiración agitada y un tono lleno de anticipación:


—Es tu turno, mamá. Quiero sentir tus manos en mí.


Ella sonrió con picardía y deseo, entendiendo de inmediato lo que pedía. Sus manos se dirigieron hacia mi entrepierna. Notó que llevaba shorts, y sin dudarlo, los bajó rápidamente, dejándome completamente expuesto.


Ella envolvió su mano alrededor de mi miembro con una firmeza precisa, moviéndose arriba y abajo con una presión perfecta que me hizo gemir de placer. Cada caricia era una promesa de más, y no pude evitar soltar gemidos profundos.


—Mmm, eso se siente increíble —dije con la voz temblando—. Estoy a punto de acabar...
Ella me miró con una sonrisa traviesa, sus ojos brillando con deseo. Sin detener el movimiento de su mano, se inclinó hacia mí y, sin previo aviso, tomó mi miembro en su boca. Sus labios se ajustaron perfectamente, y comenzó a succionar con una habilidad experta.


—¿Te gusta así, cariño? —susurró ella alrededor de mi miembro, su voz vibrando y añadiendo una nueva capa de estimulación—. Déjame sentir todo lo que tienes para darme.


La sensación fue abrumadora. Su boca era cálida y húmeda, y el ritmo constante de su succión aumentaba el placer a cada momento. Su lengua comenzó a lamer, alternando entre succionar con fuerza y mover la lengua con una suavidad deliciosa.


Ella intensificó el ritmo, moviendo su cabeza arriba y abajo con una mezcla de firmeza y delicadeza. Cada vez que sus labios se deslizaban hacia abajo, el placer se disparaba. Los gemidos escapaban de mis labios, y mi respiración se volvía cada vez más errática.


—Mmm, eso está riquísimo —murmuró ella con voz cargada de satisfacción—. Me encanta cómo te sientes en mi boca. No puedo tener suficiente de esto.


El placer se acumulaba rápidamente, y el clímax estaba a la vuelta de la esquina. Ella continuaba succionando con habilidad, su boca moviéndose con un ritmo que me llevaba al borde del éxtasis. Cada movimiento de su boca y lengua hacía que el placer se intensificara aún más.


—Mmm, no puedo aguantar más —dije, mi voz llena de necesidad—. Estoy casi allí...
Ella respondió con un gemido de placer, su boca trabajando con aún más intensidad. Sus labios y lengua se movían con una maestría que me llevó a la cima del placer. El orgasmo llegó con una fuerza arrolladora, y ella continuó succionando mientras el placer se desbordaba. Los gemidos escapaban de mis labios con una intensidad que hacía que mi cuerpo se estremeciera.


—¡Ahh, mamá, es increíble! —exclamé, mi voz temblando—. No puedo creer lo bien que se siente...


Ella siguió succionando hasta que el último momento de placer se desvaneció. Finalmente, cuando el clímax se disipó, ella se recostó a mi lado, satisfecha. Su respiración era tranquila y su rostro mostraba una expresión de contento y satisfacción.


—Eso fue... maravilloso —dije, mi voz aún temblando de la intensidad del momento—. Nunca había sentido algo así.
 
 

1 comentarios - Entrenando con mi Madre pt.2

et178282
10pts son pocos que relato tan caliente