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[Relato] Vacaciones con la Abuela

En elautobús, Guillermo se encontraba sumido en sus pensamientos, con lamentevagando entre los recuerdos de los veranos pasados ​​con su abuela y laatmósfera tensa que había impregnado sus vidasdesde que cumplió 20 años.
 
Mientras elautobús avanzaba por el pintorescopaisaje campestre en dirección al mar,Guillermo no pudo evitar notar la formaen que la luz del sol proyectaba en elpaisaje, creando una atmósfera serena queparecía coincidir con su añoranza detiempos más sencillos. El sonido del motorzumbaba como una canción de cuna,adormeciéndolo en un semitrance mientrasmiraba por la ventana, viendo pasar elmundo.
 
Suspensamientos fueron interrumpidos de repentepor el timbre de su teléfono. Erasu madre. Su voz sonaba tensa y alterada, suspalabras apresuradas. —Guille, nopodemos ir a casa de la abuela este año.Surgió algo y no podremos acompañarte.—Hubo una pausa, como si estuvieraesperando a que él reaccionara. Pero Guillermo permaneció en silencio, con elcorazón hundido ante la noticia.
 
—Sé lomucho que a los dos les encanta pasar tiempocon Yaya —continuó, usando elapodo con el que siempre habían llamado a Mónica—.Te lo compensaremos el añoque viene, ¿de acuerdo? Solo prométeme que la cuidarás.
 
Guillermoestuvo de acuerdo, su mente corríamientras intentaba procesar el repentinocambio de planes. Pasaría lasvacaciones solo con su abuela, una mujer a la queamaba profundamente, pero a laque no había visto en cinco largos años. Cuandoel autobús entró en la terminaly él bajó al pavimento, no pudo evitar sentiruna mezcla de emoción y nervios.




 
Mónica loestaba esperando, su figurainmediatamente reconocible en el vestido rojo y elsombrero negro. Su brillantesonrisa iluminó su rostro mientras se acercaba,con los brazos extendidos paraun cálido abrazo. Guillermo le devolvió elabrazo, sintiendo una oleada deconsuelo que lo invadía.
 
"¡Yaya!",exclamó, apartándose un pocopara mirarla. Ella se veía igual, vibrante y llenade vida. Las líneas deexpresión de su rostro se hicieron más profundas, perosu sonrisa permaneció tanradiante como siempre.
 
"Bienvenidode nuevo, mi niño", dijo, conla voz llena de genuina felicidad."Vamos a la playa; no queremosdesperdiciar ni un solo momento de nuestrasvacaciones". Dicho esto, selevantó un poco el vestido, revelando parte delbikini. Guillermo sintió que uncalor repentino subía por sus mejillas, pero nopudo evitar sentir un aleteo enel estómago ante la vista.


En laplaya, Guillermo y Mónica pasaban los díascaminando por la orilla, recogiendoconchas y hablando de viejos tiempos. El solbrillaba con fuerza en lo alto, ysus rostros se iluminaban con un cálidoresplandor mientras recordaban. Susrisas resonaban en el aire, un marcadocontraste con la atmósfera tensa que sehabía creado entre ellos cuandoGuillermo creció.
 
A menudo seencontraban sentados uno al lado delotro sobre sus toallas de playa, con elsonido de las olas rompiendo llenandosus oídos. De vez en cuando, Mónica seacercaba y colocaba una manoreconfortante sobre su hombro o brazo, un hábitoinconsciente que enviaba unaola de calor por el cuerpo de Guillermo. Seencontró ansiando más contactofísico con ella, pero apartó esos pensamientos yeligió concentrarse en elmomento presente.
 
Durante unade sus caminatas por la orilla,Guillermo notó que la parte superior del bikinide Mónica se deslizabaligeramente hacia abajo, revelando un toque de pielsuave por encima de la líneade su sostén. Apartó la mirada rápidamente, conlas mejillas sonrojadas devergüenza y deseo. Mónica, notando su incomodidad,rió suavemente y se subió lostirantes del bikini, sus ojos brillando conpicardía.




 
Cuandoregresaron a la casa de la abuela, laatmósfera cambió una vez más. Laacogedora cabaña estaba llena de recuerdos dela infancia de Guillermo, y él seencontró sintiendo una profunda sensación denostalgia. Mónica se afanó en lacocina, preparando la cena mientras Guillermoestaba sentado en la sala,hojeando viejos álbumes de fotos.
Esa noche,mientras Mónica se preparaba para ir ala cama, se puso un camisón que revelabamucho más de lo que ocultaba. La telaera fina y se ajustaba a su cuerpo en loslugares adecuados. Guillermo no pudoevitar notar la forma en que la tela seadhería a sus curvas, y su corazón seaceleró al verlo. Rápidamente apartó lamirada, tratando de reprimir los deseosque amenazaban con consumirlo.
 
Una vez quellegó a su propia habitación, se acostóen la cama y cerró los ojos, pero sumente todavía estaba llena de imágenes deMónica. Pensó en lo cercanos que sehabían vuelto con los años, el profundovínculo que compartían y cómo parecíaestar evolucionando hacia algo más íntimo.Mientras se quedaba dormido, nopodía quitarse la sensación de que el tiempo quehabían pasado juntos en lacasa de la abuela los estaba llevando por un caminoque ambos temían reconocer.
 
El díasiguiente comenzó con Mónica haciendoejercicio frente al televisor en la salade estar. Guillermo, todavía mediodormido, la observó mientras se movía congracia a través de su rutina. La vistade su cuerpo tonificado y la forma enque su camisón abrazaba cada una de suscurvas hizo que su corazón se aceleraraaún más que antes. Se levantórápidamente y fue a la cocina, tratando dedistraerse con los preparativos deldesayuno.
 
A medidaque avanzaba el día, pasaron tiempohablando, riendo y preparando el almuerzojuntos. La tensión entre ellos erapalpable, pero ninguno de los dos se atrevióa abordarla abiertamente.Continuaron navegando por su nueva intimidad concautela, apreciando losmomentos de contacto físico que comenzaban a definir surelación.
 
Cuandollegaron a la playa, Guillermo notó lafacilidad con la que Mónica se movía enel agua, su cuerpo deslizándose sinesfuerzo a través de las olas. La observódesde la distancia, admirando subelleza y sintiendo un intenso anhelo por elladel que no podía escapar.
 
 
A medidaque pasaban los días, la confianza entreGuillermo y Mónica se hacía másfuerte. Él se encontraba mirándola sinvergüenza, sus ojos se detenían en sucuerpo mientras ella se movía por la casao la playa. Mónica notó este cambioen él y no pudo evitar disfrutar la forma enque la miraba. Sentía unescalofrío de excitación cada vez que sus miradas secruzaban, sabiendo queambos estaban reconociendo la innegable atracción queexistía entre ellos.
 
En laplaya, su coqueteo se hizo más evidente.Mónica llevaba un bikini que dejabapoco a la imaginación, y Guillermo no pudoresistir la tentación de tocarlacuando estaba cerca. Sus risas y bromasjuguetonas llenaban el aire mientraschapoteaban en el agua y construíancastillos de arena juntos.
 
Un día,mientras caminaban por la orilla, Guillermose inclinó hacia Mónica y le robóun beso. Fue rápido, pero intenso, y ningunode los dos se apartó. Miraron a sualrededor nerviosos, pero nadie pareció notarque el nieto y la abuelacompartían un momento apasionado. A partir de esemomento, su relación sevolvió más física, cada toque y mirada llena de deseo.
 
Cuandoregresaron a la casa de Mónica, ella invitóa Guillermo a subir a suhabitación. Su corazón se aceleró mientras la seguíapor el pasillo,preguntándose qué vendría después. Tan pronto como estuvieronsolos, ella loacercó y presionó sus labios contra los de él una vez más. Estavez, su besofue más profundo y urgente, sus manos vagando libremente por elcuerpo delotro.
 
Mónicadesabotonó la camisa de Guillermo y pasó losdedos por su cabello, acercándolomás. Su respiración se hizo más pesadamientras continuaban besándose, suscuerpos apretados fuertemente juntos.
 
Las manosde Guillermo bajaron por la espalda deMónica, agarrando la cinturilla elásticade su bikini. Las bajó lentamente porsus caderas y las sacó de sus piernas,revelando su piel suave. Ella gimiósuavemente en su boca mientras la tocabaíntimamente, su deseo alcanzó su puntomáximo.
 
Mientras sedesvestían el uno al otro, su pasión sevolvió aún más intensa. Guillermo entróen Mónica, sintiendo una mezcla desorpresa y placer por la sensación. Semovieron juntos rítmicamente, sus cuerposresbaladizos por el sudor y el deseo.La habitación se llenó con el sonido desus gemidos y respiraciones pesadasmientras alcanzaban los clímax juntos.
 
Después, sequedaron entrelazados en los brazos delotro, jadeando pesadamente. Guillermomiró a Mónica a los ojos, sintiendo unaconexión profunda que iba más allá desu relación física. Sabían que lo quehabían compartido era algo especial ytabú, pero el vínculo entre ellos se habíafortalecido por eso.
 
Mientras sevestían y regresaban a la sala deestar, actuaron como si nada hubierasucedido. El mundo exterior permanecióajeno al secreto que compartían, Guillermo y Mónica continuaron disfrutando sutiempo juntos en la casa de laabuela, sabiendo que su relación había cambiadopara siempre.

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