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La Tentación de la Sumisión (2)

Al regresar a la casa M notó el comportamiento extraño de C, la miró con una mezcla de curiosidad y deseo. Su mirada se posó en ella con intensidad, percibiendo la agitación que C intentaba esconder.
El recuerdo de las palabras de M resonaba en la mente de C, amplificando la sensación de excitación y ansiedad. “Cuando lleguemos a casa, te pondré de cuatro y te devoraré, C. Te chuparé hasta que no puedas más, y entonces te daré por el culo como nunca antes.”
Mientras M la guiaba hacia la habitación, C no pudo evitar preguntarse si él notaría que su culo estaba aún abierto y sensible. Su mente estaba llena de imágenes del hombre del restaurante, el dolor y el placer mezclándose en su memoria. El recuerdo de la penetración brusca le hacía preguntarse cómo reaccionaría M al darse cuenta de lo que había pasado.
Cuando M se dio cuenta de que C había tenido sexo con otro hombre, su excitación y control sobre la situación se intensificaron de manera palpable. Su mirada penetrante se posó en el cuerpo de C, quien, aún agitada y confusa, no sabía qué esperar. M, sin perder tiempo, se arrodilló detrás de ella, observando cada detalle de su culo abierto y la evidencia del acto reciente.
Con movimientos seguros, M comenzó a besar el culo de C, sus labios trazando un camino de lujuria y dominación sobre su piel. Al notar los restos de semen del otro hombre, su deseo de castigarla y poseerla completamente se incrementó. Sin previo aviso, M introdujo un dedo en el ano de C, explorando con determinación la abertura que aún estaba húmeda y relajada por la penetración anterior.
C gemía entrecortadamente, sintiendo cómo M la invadía con autoridad. Su mente estaba dividida entre la culpa, el placer y la sumisión total que M le imponía. M no se detuvo allí; introdujo un dedo en el culo de C, asegurándose de que ella sintiera cada movimiento. Cuando lo sacaba, hacía que C lamiese los restos de semen, saboreando la mezcla de fluidos y lubricando el siguiente dedo que él iba a introducir en su ano.
“¿Te gusta esto, C? ¿Te gusta sentir cómo te lleno con mis dedos?”, le susurró M con voz firme, mientras introducía un segundo dedo, abriendo aún más el estrecho canal de su sumisa. C solo pudo gemir en respuesta, su cuerpo traicionándola mientras levantaba más su culo en busca de la estimulación.
Con una mirada oscura y decidida, M añadió un tercer dedo, penetrando a C con una fuerza controlada que hizo que ella soltara un jadeo ahogado. El dolor mezclado con el placer era abrumador, y C se encontró cada vez más perdida en la intensidad de las sensaciones. M sacó los tres dedos, ahora cubiertos de restos de semen, y sin advertencia alguna, los introdujo bruscamente en la boca de C. La fuerza del movimiento le provocó arcadas, pero M no se detuvo; empujó más profundamente, obligándola a chuparlos con fervor.
C sintió cómo su excitación se disparaba, su cuerpo reaccionando de maneras que nunca antes había experimentado. La sensación de ser dominada, usada y castigada, la envolvía por completo. Mientras lamía y succionaba los dedos de M, saboreando los restos del otro hombre y la mezcla de sus propios fluidos, su mente se nubló con una mezcla de humillación y placer perverso.
M, notando cómo C levantaba más su culo en respuesta, no pudo evitar sonreír con satisfacción. “Te gusta esto, ¿verdad? Eres una buena puta, C. Sientes cómo estás aún abierta por haber cogido con otro hombre. Ahora, prepárate, porque esto es solo el comienzo.”
Con una fuerza controlada, M la nalgueó fuertemente, el sonido de la palmada resonando en la habitación. C gritó de sorpresa, pero el dolor solo intensificó su excitación. Su cuerpo temblaba bajo el toque de M, y cada nalgada parecía llevarla más cerca del orgasmo que aún no podía comprender.
“Te lo advierto, C”, continuó M mientras seguía nalgueándola, sus golpes metódicos dejando marcas rojas en su piel. “Voy a hacerte sentir cada segundo de lo que hiciste esta noche. No habrá piedad.”
Finalmente, cuando M decidió que había sido suficiente, la giró bruscamente para que quedara de cara a él. Su mirada intensa se encontró con la de C, quien aún jadeaba y temblaba bajo el peso de lo que acababa de vivir. Sin decir una palabra más, M desabrochó su pantalón y sacó su gruesa pija, ya dura y palpitante de deseo.
“Chúpala, C”, ordenó M, sosteniéndola frente a su rostro. “Y dime, ¿reconoces los diferentes sabores de semen? ¿Te gustó coger con otro hombre?”
C, con la mente llena de emociones contradictorias, se acercó lentamente a la pija de M. Su corazón latía con fuerza mientras se enfrentaba a la pregunta que la atormentaba. Al abrir la boca y empezar a mamar con devoción, sintió cómo su propio deseo la consumía, mezclado con la sensación de haber sido violada por el otro hombre. Pero, al mismo tiempo, no podía negar lo profundamente que la excitaba esa sensación, esa pérdida de control total.
Mientras su lengua recorría cada centímetro del pene de M, C se sumergió en la sensación de ser completamente poseída, disfrutando de la mezcla de sumisión, culpa y placer. M la guiaba, sujeta por el cabello, controlando el ritmo con el que C mamaba su pija. Sus palabras dominantes resonando en sus oídos mientras eyaculaba en la cara de C.
“Eres una puta, C. Mi puta. No importa con quién hayas estado antes, siempre serás mía.”
C cerró los ojos, entregándose por completo a la experiencia. Sabía que esa noche había cruzado un límite que nunca pensó que cruzaría, pero no podía negar lo profundamente que lo había disfrutado. La sensación de violación que había sentido al ser cogida por el otro hombre ahora se mezclaba con la certeza de que M la dominaría completamente, llevándola a lugares oscuros que nunca había imaginado, pero que, de alguna manera, anhelaba explorar más.
Sabía que su relación con M había cambiado, que algo dentro de ella había despertado, y aunque la sensación de violación aún persistía, también estaba el deseo insaciable de seguir explorando esos oscuros recovecos de su alma, guiada por la mano firme y dominante de M.

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