El miércoles a la noche, Gerardo le envió mensajes a mi putita.
El lunes le había dado esa cogida salvaje, y ella tenía muchas ganas de repetir.
Él le dijo que los amigos con los que había venido a verse a la ciudad, querían conocerla.
Y que habían planeado pasar a buscarla el jueves a la 2 de la tarde.
Pero no pasarían por casa.
Ella tenía que vestirse bien puta, y esperarlos en un lugar que le indicaron.
No debía llevar celular.
Iría solo ella. Yo esta vez quedaba afuera.
Esa noche fue eterna para ella.
Se levantó temprano y se preparó.
Eligió llevar un vestidito que le compré para ir a los clubs swinger. Es para usar sin ropa interior.
Le dijo que no almuerce. Así que supuse que la invitaban a comer y luego coger.
Yo tampoco almorcé. No estaba de humor. Y estaba nervioso también.
Salimos a las 13:30 aunque el lugar quedaba a no más de 10 minutos.
Era en las afueras de la ciudad, casi subiendo a la ruta.
Estacioné y nos quedamos callados mirando alrededor.
No había nada. Ni casas, ni gente de a pie.
Solo autos y camiones que pasaban y nos tocaban bocina, creyendo que habíamos ido ahí de trampa.
13:50, ya re ansiosa, bajó y caminó los 10 o 15 metros que nos separaban del lugar acordado.
Yo me quedé esperando a que la buscaran.
Ella se veía hermosa con su pelo suelto.
El vestidito era ajustado, corto, y tenía huecos en todo un costado que dejaban ver su preciosa piel.
Los autos que pasaban le tocaban bocina, algunos le decían cosas.
Uno se detuvo y el tipo sacó la cabeza y empezó a hablarle.
La invitaba a subir y le preguntaba cuánto cobraba.
Ella lo ignoró.
El tipo se calentó. Arrancó quemando gomas, y le gritó algo que no entendí.
Se hicieron las 14 y no pasaba nada.
La veía cómo se restregaba sus manitos, nerviosa.
En eso veo por el retrovisor, un auto con vidrios polarizados, que venía muy despacio.
Pasó a mi lado y yo intenté ver adentro, pero imposible.
Llegando adonde ella estaba parada, bajó más la velocidad. Y se detuvo.
Ella miraba sin saber qué hacer.
De pronto se abrió la puerta del acompañante y bajó Gerardo, apurado y se le vino encima.
Ella lo miró y esbozó una sonrisa.
Pero él la agarró de los pelos, y la llevó hacia el auto a los empujones.
La puerta de atrás se abrió, y el hdp la hizo agachar la cabeza y la arrojó adentro.
Cayó de bruces y con la cola para afuera.
Cerró la puerta y salieron a toda velocidad, subieron a la ruta, y desaparecieron con rumbo al norte.
Me quedé pasmado!
Porqué habría hecho él algo así?
Será que le molestó que yo estuviera ahí? O que ella fuera vestida más puta de lo que le indicó?
Sonó mi celular.
Era él!
“No nos sigas! Cuando terminemos con ella, te avisamos para que la busques”
Y cortó!
Me quedé atónito sin saber qué hacer.
Este juego me descolocó.
Volví a casa preocupado, en silencio.
Intenté llamar al número del que me habló él, pero era privado.
Me apuré a llegar a casa, para ver si en el celular de ella figuraba el número de Gerardo.
Entré y busqué el teléfono en la pieza y lo agarré con tanta ansiedad, que casi lo tiro al piso.
Abrí la app por la que chatean.
Pude ver que se mensajean muy a menudo.
En su último chat, él le preguntaba cómo estaba. Y ella le respondía que ya estaba recuperada, y que tenía ganas de volver a verlo.
Él le ponía que no había sido para tanto, y ella le respondía “Me dejaste la cola abierta como una boca”
Él le decía que ella era una puta con experiencia, y que se la cogían así muchos. Y que seguro tenía fantasías de sexo más violentas.
Ella le comentó que alguna vez fantaseó con una violación. Pero que nunca se le dió.
Intenté llamar varias veces al nro. de él. Pero no me contestó.
Solo me quedaba esperar.
La tarde se hizo interminable.
Me la pasé mirando mi celular cada 10 segundos.
Llegó la noche y ninguna noticia.
Se hicieron las 8, las 9, las 10 y nada!!!
Ya estaba pensando en llamar a la policía y denunciar un rapto.
Estos juegos que hacemos con mi putita, pueden ser peligrosos, me decía a mí mismo.
Tenemos que empezar a calmarnos...
Pasadas las 11 de la noche, sonó mi celular.
El corazón casi me salta del pecho!
“Vení a buscarla! Ya terminamos!”
Y me cortó!!!!
Adónde la busco?!!!!
Al instante me llegó un mensaje con unas coordenadas y una dirección.
Salí corriendo tirando todo en el apuro.
Subí al auto, puse las coordenadas en el teléfono. Y la voz robótica me indicó que avanzara varios kilómetros en dirección al norte.
Pasé por el lugar en el que la habían levantado hacía casi 10 horas, subí a la ruta, y a los 5 kms bajé y seguí por un camino rural, que me llevó a un caserío de no más de 5 o 6 casitas.
Entré a la propiedad que indicaba la dirección.
Era un galpón que estaba como a 20 metros de la calle.
La puerta estaba abierta.
El lugar estaba poco iluminado y había olor a encierro.
La llamé varias veces, pero ella no me contestaba.
Era un lugar alto, con piso de cemento.
Había una habitación y me asomé, pero estaba oscura y no estaba allí.
Al lado estaba el baño, pero también vacío.
Seguí caminando y al dar una vuelta, la encontré…
Casi colapsé al verla desnuda, solo con sus zapatitos.
Atada, inmovilizada, con un bozal y un gancho en la cola.
Parecía desmayada.
Me acerqué y no sabía por dónde empezar.
Primero le saqué el bozal, que resultó ser un rollo de billetes de a dólar, que envolvieron con cinta con una varilla en el medio, y se lo ataron a la cabeza.
Luego le saqué el gancho anal, y pude ver su culo dilatadísimo, rojo e inflamado.
En el piso había un charco. Seguramente se había orinado.
Los nudos estaban apretados. Me llevó un rato lograr liberarla.
Apenas podía sostenerse en pie.
Busqué su vestidito, pero no lo encontré.
En una mesa habían dejado una botella de agua, y una frazada.
Le ayudé para que bebiera unos tragos de agua, la envolví en la frazada, y la alcé para llevarla al auto.
La recosté en el asiento trasero.
Estaba conciente, pero no me hablaba.
Arranqué y emprendí el camino a casa.
Lloró durante todo el trayecto.
Murmuraba cosas inteligibles.
Cuando llegamos, entré el auto al garaje y la ayudé a bajar.
La llevé al baño y la senté en el water.
Abrí la cortina de la ducha y regulé el agua a la temperatura que a ella le gusta.
La ayudé a pararse para que entrara a la ducha. Y entonces me dijo las primeras palabras.
“Papito! Revisame a ver si estoy lastimada” Y se puso de espalda a mí.
Tenía las nalgas, las piernas y la espalda llena de marcas cruzadas de azotes de distinto grosor.
“Te azotaron?” le pregunté.
“Sí… con una vara y con un cinto”
“Mirame la cola”
Separé sus nalgas, y pude ver su ano muy dilatado e inflamado, pero no había sangre ni señales de desgarros o heridas.
La ayudé a entrar a la ducha y me quedé cerca mientras se bañaba.
Cerró la cortina y pude escucharla llorar.
Cuando terminó, la ayudé a secarse, y la llevé hacia la sala, donde le preparé el bocadillo que más le gusta, panqueques con queso y chocolate.
Mordisqueó un par de bocados, y tomó agua.
Me pidió que la lleve a la cama.
La acosté y me recosté a su lado.
Le pasé crema por las marcas en su cola y espalda, y en las muñecas y tobillos, donde estaban las escoriaciones provocadas por las sogas.
Pude ver marcas de mordidas en sus tetas, sus piernas y su cola, además de los azotes.
Su vagina también estaba abierta y húmeda.
Durmió hasta el mediodía del viernes.
Se levantó y se puso una remera mía, que le quedaba enorme.
Se sentó a la mesa, donde le había servido helado de limón, que es lo que siempre me pide después de sexo intenso.
Comía lentamente, en silencio.
De pronto empezó a temblar, gimiendo y sacudiéndose.
Tuvo un orgasmo!
Quedó con la respiración agitada, y tardó en recuperarse unos minutos.
Luego, con el cuerpo aún temblando, intentó volver a comer su helado.
Pero al rato tuvo otro orgasmo que la dejó casi sin fuerzas.
Me pidió que la ayude a ir al sillón, donde se recostó y se quedó dormida.
Yo me preparé un café, y la miraba preocupado.
Aunque las heridas y marcas que le dejaron eran superficiales, ella estaba muy afectada por esa loca experiencia.
Durmió toda la tarde, y volvió a tener episodios de orgasmos intensos.
Hacia la noche se calmó y recuperó el ánimo.
Me dijo que tenía hambre y le preparé sus amados panqueques, y una ensalada.
Esta vez sí comió bien.
Estaba lúcida y hasta hizo comentarios como “Cuánto trabajo te doy, papito!”
“Tenés una puta para atender” “Tus bulls te dejaron a tu puta reventada”
Nos reímos y ella se puso seria, me miró con intensidad, y casi murmurando me dijo, “Querés que te cuente lo que pasó?”
“Sí, amor! Si podés y no te afecta, contame”
“Esto te va a destruir”, me dijo, “Pero quiero contártelo”
Continuará...
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