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En el baño del bar

Mientras M y C caminaban lentamente por la ciudad, disfrutando del ambiente, M no podía evitar fijarse en los cuerpos de las mujeres que pasaban. Sus ojos se dirigían inevitablemente a los culos bien formados y las nalgas moviéndose provocativamente, y cada vez que lo hacía, sentía cómo su excitación aumentaba. C notó su mirada y sintió una mezcla de celos y deseo.
Finalmente, llegaron a un bar y se sentaron a tomar un licuado. Mientras conversaban, una mujer se sentó en una mesa cercana, y M no pudo evitar notar sus piernas, sus muslos voluminosos. El deseo lo dominaba cada vez más, su pija se endurecía, palpitante de lujuria. Sentía que esa mujer cruzaba las piernas para excitarlo. ¿Era así o imaginaba eso por su excitación? Sabía que no podía esperar mucho más.
Sin decir una palabra, se levantó abruptamente y se dirigió al baño de hombres. C se quedó sorprendida, pero pronto sintió su teléfono vibrar. Era un mensaje de M.
"Ven al baño de hombres. Te espero aquí."
C dudó un instante. Sabía que ir al baño de hombres en un lugar público no era algo que hubiera hecho antes, pero también sabía que desobedecerlo podría traerle consecuencias. Con el corazón latiendo con fuerza, se levantó y se dirigió al baño.
Al abrir la puerta, lo vio esperándola con una mirada intensa y hambrienta. M no perdió tiempo; la tomó por la cintura y la empujó contra la pared, sus manos firmes presionando las nalgas de C. Levantó la falda que ella llevaba puesta, revelando la diminuta tanga que apenas cubría su trasero.
—Sabes que no puedo resistirme cuando te veo así —le susurró al oído, mientras su mano recorría sus nalgas, apretándolas con firmeza.
M corrió el hilo de la tanga y escupió en el culo de C. Ella, con destreza, repartió la saliva de M por su ano con su mano, mientras introducía sus dedos, sabiendo que tenía que preparar su ano para lo que venía. M, con voz baja y firme, le dijo: "Ahora es mi turno", e introdujo la cabeza de su pija, comenzando a introducir el resto lentamente. Cuando sintió que el ano de C se estaba relajando, y sin previo aviso, embistió con fuerza, enterrando toda su pija en el interior de C.
C gimió, su cuerpo se tensó por la intrusión, pero ya estaba acostumbrándose a la sensación. El ano de C había sido entrenado por M, y aunque todavía le dolía un poco al principio, pronto sintió cómo el placer comenzaba a mezclarse con el dolor.
M la embestía con fuerza, una y otra vez, mientras mantenía una mano en su boca, cubriéndola para que sus gemidos no escaparan. C se aferraba a la pared, sus dedos buscando algo a lo que agarrarse mientras el placer la inundaba. Sentía cómo el pene de M se movía dentro de ella, llenándola completamente, y a pesar de la situación, o tal vez debido a ella, sentía una excitación intensa y abrumadora.
Finalmente, M alcanzó el clímax, eyaculando profundamente dentro de su culo. C sintió el semen caliente llenarla, y su cuerpo tembló con la sensación. M se quedó quieto por un momento, disfrutando de la sensación de tener su pija todavía enterrada en ella.
Luego, cubrió nuevamente el trasero de C con la tanga. Le dio una fuerte palmada en las nalgas antes de arreglarse la ropa y salir del baño como si nada hubiera pasado. C se quedó un momento recuperando el aliento, sintiendo el ardor en sus nalgas.
Cuando salió del baño, se sentía observada mientras caminaba de regreso a la mesa con el rostro levemente sonrojado, aunque mantuvo una compostura impecable. Se sentó frente a M, quien la observó con una mirada de satisfacción, plenamente consciente de lo que acababa de suceder. Mientras ambos disfrutaban de su licuado, fingiendo normalidad, C notó una pequeña mancha en su pierna. Pensando que era licuado, pasó su dedo sobre ella y lo llevó a su boca. Al sentir su sabor, reconoció que era semen, el semen de M, que comenzaba a salirse de su culo. Con discreción, tomó una servilleta y se limpió, asegurándose de no dejar rastro de lo sucedido.

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