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Compendio III
El inminente regreso de David de su largo viaje ha vuelto los miércoles mucho más agotadores.
Cuando Aisha vino a buscarme, mi expresión estaba tensa, con los silenciosos rostros de Emma e Isabella aprobando nuestra relación.
Llevaba un vestido de una pieza, adornado con un elegante estampado floral, el cual enfatizaba su cautivante cintura de reloj de arena, resaltando su fina cintura y su amplia y redonda retaguardia de una manera modesta y discreta, pero a la vez elegante.
-Calliope no está en casa, ¿Cierto? – pregunté preocupado mientras caminábamos de vuelta a su casa.
La idea de atender a ella y a su hija otra vez era atemorizante. Aisha sonrió, con sus ojos mirándome de forma traviesa.
•Sí está. – respondiéndome con un ronroneo seductor. – Pero está ocupada en una sesión de estudio.
Sus palabras y su mirada no fueron del todo reconfortantes.
-¿No la interrumpiremos? – pregunté cada vez más preocupado.
•¡No te preocupes! – trató de calmarme, con su sonrisa creciente. – Están en su dormitorio. Tendremos el mío para nosotros solos.
Cada vez, me sentía más tenso…
-¿Qué tal si alguien viene y nos espía?
Su sonrisa seductora no me calmó.
•Están ocupados. – Aisha me dijo, dándome un guiño. – Además, solo estamos nosotros.
Al llegar a su casa, me resigné. Subimos las escaleras en silencio y aunque la figura de Aisha era excitante, esa incertidumbre me estaba carcomiendo con cada peldaño que ascendíamos.
De la nada, Aisha rompió la calma de nuestra procesión:
•¡Calliope, hemos vuelto! – gritó por el pasillo. - ¡Ven a saludar!
Miraba completamente aterrado, inseguro de qué esperar.
Calliope apareció vestida sensual como siempre: un jersey blanco ajustado y escotado que acentuaba su amplio pecho y una falda escocesa corta a cuadros que coqueteaba con la parte superior de sus muslos torneados.
o¡Hola, padre del amigo de mi hermana! – saludó nuevamente sensual, aunque a la distancia.
Pero fue entonces que su acompañante apareció, dejándome pálido…
>¿Marco? – preguntó en un tono agudo y sorprendido.
Al alzar mi vista, fue como si me atropellase un bus…
-¡Brenda! – alcancé a exclamar, tan sorprendido como ella.
La voluptuosa figura de Brenda hizo su aparición, vistiendo una blusa azul marino bastante ajustada que hacía lo posible para pasar discretamente su generoso busto, ciñéndose a su cuerpo resaltando su curvilínea figura. Sus redondeadas y menudas nalgas estaban envueltas en una falda corta y plisada, la cual llegaba por encima de las rodillas, destacando así sus piernas torneadas. El tono color crema de la falda complementaba su atuendo, al hacer juego con sus calcetines blancos hasta encima de los tobillos y un par de zapatillas blancas, con los cuales encapsulaba a la perfección su inocente y a la vez seductora personalidad.
Por la forma que Calliope y Aisha intercambiaron sonrisas, esto claramente era una emboscada, disfrutando el drama que se desenvolvía entre nosotros para su propia entretención. La tensión era palpable entre nosotros, puesto que nuestras miradas saltaban de espectador a espectador, sin saber qué hacer.
o¿Acaso se conocen? – indagó Calliope, dándome una sensual sonrisa, en un tono juguetón pero lleno de honesta curiosidad.
Brenda soltó un suspiro…
>Sí. – reconoció Brenda, en un tono que denostaba su agotamiento emocional y una pizca de tristeza y frustración. – Él era mi antiguo vecino.
o¿Qué? No me digas que él fue el quien…- fingió Calliope, para ser interrumpida por la mirada de Brenda, que parecía querer matarla.
El pasillo del segundo piso regresó al silencio, con el peso de nuestro secreto compartido colgando en el aire. Aisha se acercó hacia mí, tomando mi brazo para presionarlo entre sus pechos, acción que claramente molestó a Brenda.
-¿Cómo está tu madre? – alcancé a preguntarle, tratando de mantener la calma.
>Ella está bien. – respondió, con la voz agitada. Aunque Brenda tiene lo suyo, no podía quitar los ojos a la madre de su amiga. – Aunque ha estado viendo a muchas personas últimamente.
La implicancia de su declaración era clara: Sarah andaba caliente, deseosa de tener sexo, de la misma manera que Aisha y Calliope lo estaban.
>Marco, ¿Cómo conoces a Calliope y a su madre? – preguntó Brenda, yendo directamente al grano y destacando a la madre en claro disgusto. - ¿Acaso Verito y Pamelita estudian con Lily?
-No. Mi hijo Bastián estudia con ella. – le aclaré.
Brenda no podía salir de su asombro…
>¿Tienes un hijo? – preguntó cada vez más confundida.
La madre y la hija disfrutaban con la situación. Sin embargo, también se sorprendieron al escuchar mi explicación que Sonia y yo éramos compañeros de trabajo y de cómo me había pedido de favor que la embarazase.
Miraba a las tres sintiéndome desolado. Aunque sabía que pronto se conocería el secreto, nunca creí que Calliope lo deduciría tan rápido, causando que mi pasado colisionara con mi presente de manera tan abrupta.
oEntonces, ustedes se conocen…- insistió Calliope nuevamente, en un tono burlón.
>Sí. - admitió Brenda, con las mejillas coloradas por la vergüenza.
Y fue entonces que Calliope aventó la granada…
oMarco es el amante de mi madre ahora. – señaló Calliope con completa naturalidad. - ¿No es un mundo pequeño?
Sus palabras nos impactaron a ambos. Los ojos de Brenda se dilataron, quedando boquiabierta.
>¿Qué? – preguntó Brenda, incrédula.
Calliope soltó un suspiro de frustración, aunque no queriendo perturbar a su amiga.
oSí. Marco es el amante de mi madre también. – explicó Calliope en un tono desanimado. – El vago de mi padre se va de viaje por dos meses y mi madre se siente sola.
Brenda miró a Aisha, quien bajó la mirada avergonzada. Pero eso no le impidió que me llevara al dormitorio matrimonial, sin soltar otra palabra.
A diferencia de Emma, Cheryl e Isabella, mi relación con Aisha se trata más de lujuria y soledad.
Cuando entramos al dormitorio, sus manos se fueron directamente al cinturón de mis pantalones, para luego besarme apasionadamente, con nuestras lenguas bailando mientras que su mano se deslizaba por encima de mis pantalones.
Mi pene erecto, duro e hinchado, se alzaba frente a ella, que se había puesto de rodillas. Su tibia boca se deslizó sobre mí, con sus mejillas hundiéndose con cada chupada.
No podía creer el enorme placer que sentía en esos momentos. Sin embargo, podía notar por la manera en que miraba que Aisha encontraba mi pene delicioso.
Mi cuerpo se iba a medida que me hacía una garganta profunda, casi sin hacer arcadas al tragarme centímetro a centímetro. Mis manos se hicieron camino a sus pechos, los cuales pellizcaba mientras gemía de placer.
Para Aisha, mi verga era una belleza, un arma de placer de la cual nunca puede tener suficiente. Me masajeaba con su caliente mano mientras la besaba, mientras que la otra mano jugaba con su propio sexo.
Mi largo sobrepasaba su mano e incluso su cara. Mi grosor era superior al de su marido David. Daba su mejor esfuerzo por tragarla toda.
Incluso, me mandó a los cielos al envolver mi pene sus maravillosos pechos color chocolate, chupándome ruidosamente.
De un momento a otro, Aisha se puso de pie, robándome un beso increíble y tomando mi mano, llevándome hacia la cama.
Mientras giraba con mi pene erecto, me pareció escuchar el ruido de unos suspiros, aunque Aisha impidió que me desconcentrara.
La tomé en mis brazos sin mucho esfuerzo, ubicándola en la cama. Besé su cuello, mordisqueando su piel a medida que me posicionaba sobre ella. Aisha sintió un golpe de placer a medida que la fui penetrándola, llenándola de a poco. Mis movimientos eran lentos y deliberados, cada embestida acercándola hacia su placer.
Hicimos el amor, nuestros cuerpos moviéndose en perfecta armonía, nuestros ojos fijos en el otro a medida que compartíamos el más íntimo de nuestros momentos. El sonido de nuestros cuerpos azotándose llenaban el dormitorio, una orquesta de pasión la cual no podía ser callada.
Me besó de una manera exquisita, dándome completa autorización para manosear sus pechos. Mi pene se sentía duro y amenazante como un cañón. Me dio vuelta y empezó a cabalgarme.
Lo estaba disfrutando mucho. Podía darme cuenta que no quería reconocer que se estaba enamorando, al igual que Emma e Isabella, pero resultaba distinto hacerlo conmigo a hacerlo con David. Posteriormente, me diría que, si David le hiciera el amor de la misma manera que se lo hago yo, Aisha sería una esposa fiel y leal.
Mis besos iban llenos de sentimientos. La hacía sentir receptiva. Como si ella quisiera embarazarse. Como si supiera que sería un padre excepcional…
Sintió otro orgasmo al pensar aquello. Ese aspecto era otra diferencia entre nosotros. Mientras que David evitaba el sexo vaginal para prevenir embarazos inesperados, Aisha se daba cuenta que me encantaba hacerle el amor. Incluso el sexo anal conmigo era mucho mejor que con David, dado que podía contenerme por una mayor cantidad de tiempo, además de asegurarme que ella sintiese placer, aspecto que a David le era irrelevante.
Fue así como envolvió sus piernas en torno a las mías, permitiéndome penetrarla completamente. Se sentía rellena. Le encantaba. Podía llegar más profundo que David. Incluso podía presionar su vientre, ahogándola en un mar de éxtasis.
Los orgasmos de Aisha empezaron a llegar como una impetuosa e interminable sinfonía de placer, con cada cúspide más intensa que la anterior. Para ella, mi verga era una obra de arte, un instrumento divino de pasión que la rellenaba en maneras que jamás soñó posibles. La sensación de mi punta rozando su cuello uterino era como una revelación, llevándola hasta el límite una y otra vez.
Sus gemidos se hicieron cada vez más intensos, resonando a través de toda la casa mientras se perdía a sí misma en el momento.
Mis embestidas se hicieron cada vez más fuertes, mi verga estirándola cada vez más con cada empellón. Podía sentir mi semen acumulándose, la presión implacable dentro de mí. Y cuando finalmente la solté, rellenándola con mi caliente y densa semilla, Aisha gritó satisfecha, sintiéndose más viva que nunca.
Nuestros cuerpos eran un alboroto pegajoso y sudoroso, nuestras respiraciones estaban agitadas el uno con el otro, las réplicas de nuestro mutuo éxtasis reverberaban a través de nuestros cuerpos. Esa maravillosa y solitaria diosa de ébano me miraba agradecida y amorosa, con sus ojos escapando brevemente a una parte del dormitorio, la cual sus tiernas manos no me dejaban voltear a mirar.
Con una sensual sonrisa, Aisha me miró, sus ojos resplandecientes en malicia.
•¡Tengo ganas de algo especial en mente! – susurró melosa, con una voz caliente en lujuria.
Mi entusiasmo regresó, manifestándose levemente en el vigor de mi instrumento alojado en ella, el cual claramente ella sintió.
-¿Qué es lo que deseas? – le pregunté, ansioso de poder disfrutar su suculento cuerpo y nuevas alturas de placer.
•Quiero que me des por el culo. – murmuró, trazando su mano sobre la línea de sus nalgas.
Mientras la iba penetrando por su agujerito apretado, Aisha ponía los ojos en blanco, soltando gemidos que eran equitativamente placenteros como impactantes. Su rostro era un mosaico de puro placer, testimonio su cruda naturaleza sexual como mujer.
Parecía un hembra en celo, haciendo relucir a la puta desde las cadenas de las normas sociales.
Agarré sus pechos, sujetándolos como si fuesen joyas preciosas. A pesar de usar toda mi mano, todavía se derramaban de las palmas, con sus pezones endurecidos rozando mis dedos.
Nuestros movimientos eran un verdadero incendio, quemando cualquier remanente de culpa o vergüenza que pudimos haber sentido.
La felicidad de Aisha al sentir mi verga penetrar su culo era indescriptible. Parecía que hubiese desbloqueado un nuevo nivel de placer dentro de ella, que nunca antes había considerado.
Con cada embestida, se sentía desarmada y reconstruida a la vez, en alguien que ansiaba la intimidad.
Por su mente, un remolino de ideas se desencadenaba, pero ninguna de ellas se relacionaba con su esposo o sus hijas. En esos momentos, ella era una diosa del placer y yo, su más ferviente creyente.
Cuando finalmente pude correrme, su cuerpo convulsionó de tal manera que parecía casi dolorosa.
Había sido una experiencia espiritual, una trascendencia en el plano físico que la sacudió hasta la medula. Y que cuando Aisha bajó de su éxtasis, se di cuenta que las cosas no volverían a ser iguales. Había encontrado una parte de si misma que desconocía y que de ahora en adelante, sería capaz de ignorar.
•¡Marco! – susurró con una voz agitada y lujuriosa. - ¡Necesito que me cojas más fuerte! ¡Quiero sentirte más adentro!
(I need you to fuck me harder. I want to feel you deep inside me.)
No podía resistirme, ansioso de seguir participando de nuestros juegos depravados.
Volví a embestir con mayor potencia, con mi verga insertándose cada vez más profundo con cada sacudida. El golpeteo de nuestras pieles volvió a llenar el dormitorio, como un testimonio de nuestra insaciable hambre mutua.
Mis músculos se tensaban al notar el hambre en los ojos de Aisha, la manera que parecía suplicarme porque me volviera a venirme. Pero no podía obedecerle, al menos no aún, no cuando mi verga se había esforzado hasta el límite en nuestros encuentros anteriores.
El dormitorio se volvió una especie de borrón de movimientos y sonidos, una melodía de pasión que era tanto terrible como refrescante. Y Aisha, una vez más, volvió a sentir los inicios de un nuevo orgasmo, que la hacía sentir infinitamente más viva, más deseada, más mujer…
Más completa.
Era claro que no podría volver a la vida mundana con David. Había despertado en ella algo que ya no podía ser contenido.
Y mientras mi verga se hinchaba más y más en ella, sabía que estaba siendo reclamada por otra persona. Que la estaba marcando como mía y ese pensamiento le ocasionó un terrible escalofrío por su espalda, deleitándose de la nueva dinámica de poder.
Mi verga, para ella, se había convertido en una declaración de guerra para su antigua vida, una declaración de amor y lujuria que no podía ser renegada.
Y luego de venirme una vez más dentro de su maravilloso culo, llenándola de mi semilla, se sintió mucho más completa que antes.
Sus gemidos se hicieron más fuertes, resonando por toda la casa como un grito de batalla. Este era su dominio ahora, su propio reino del deseo. Y de ahora en adelante, haría todo lo posible por mantenerlo.
Nuestros cuerpos permanecían arremolinados en la cama. Nuestras respiraciones, jadeando mientras nos mirábamos a los ojos. No había vuelta atrás. No podíamos negar lo que nos habíamos vuelto.
Permanecimos en la cama, agotados y satisfechos. Fue entonces que pude mirar hacia la puerta, divisando la mitad del pasillo…
Aisha me sonrió, agitada, confirmando mis sospechas que no habíamos estado solos en esos momentos.
Nos besamos otro poco más. Manoseaba sus preciosos y blandos pechos color chocolate, deseando tener más tiempo para sobarlos y besarlos, mientras que ella me miraba ansiosa porque se los chuparan y mordisquearan.
Pero el tiempo, como siempre, era mi rival. Mientras me ponía de pie, Aisha me miraba deliciosa, siguiendo el brillo de sudor sobre mis músculos. En realidad, nunca he creído tener un físico demasiado tonificado, pero la mordida en sus labios me hacía sentir bastante atractivo.
Me siguió con la mirada a medida que desaparecía en la ducha, con una mueca de decepción en sus ojos.
Sé que quería que nos quedásemos juntos un poco más, que disfrutásemos de nuestros cuerpos hasta entrada la noche…
Pero también sabe que soy un tipo responsable, y que la idea que Bastián me esperase solo me dejaría incómodo.
Mientras me bañaba, Aisha tomó una última oportunidad de disfrutar mi verga, devorándola ansiosamente, sintiendo mi semen pulsar dentro de su boca y tragando cada una de mis gotas.
Honestamente, no sé si antes de conocerme, Aisha era tan buena para dar sexo oral o no con su marido. Pero podía darme cuenta que se sentía orgullosa al limpiarme con su deliciosa lengua, una mezcla extraña entre sumisión y poder.
Nos vestimos en silencio, con nuestra lujuria mutua mucho más calmada. Pero al salir del baño, retomé mi rol de padre devoto, sin siquiera recordar que había visto a Brenda y a Calliope, ni preocuparme en despedirme de ellas.
En el recibidor de su hogar, Aisha y yo nos volvimos a besar. Podía darme cuenta que lo que ella buscaba en mí se había evaporado hace muchos años en David: el amor y afecto de una pareja.
Al llegar a la escuela, Emma e Isabella recibieron a su amiga con sonrisas cómplices, mirándome ocasionalmente con guiños de satisfacción. Una vez más, se cerraba otra sesión de su club y guardaban nuestro lujurioso secreto, hasta el día siguiente.
Pero al llegar Lily, Aisha volvió a ser la misma dueña de casa cariñosa que conocí por primera vez. Nos miraba con una tibia satisfacción mientras mi hijo y yo volvíamos entrar a la escuela, con una ansiosa Cheryl esperándonos…
Pero por el momento, Aisha volvería a su rol de esposa y madre devota, para la siguiente semana despertar a la puta insaciable dentro de ella.
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1 comentarios - PDB 58 Sesión de estudio
Pense que saldría un cuarteto por los antecedentes, pero te desquitaste solo con Aisha.