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me calientan los pendejos

Mi esposo, Carlos, es un hombre atractivo, varonil y un maravilloso amante, sabe cómo hacer que una hembra disfrute del sublime placer sexual, es muy liberal. Nos amamos y nos deseamos, no tenemos secretos entre nosotros, cualquier inquietud o experiencia la “blanqueamos” sin reservas o tapujos. Pero a pesar de esto me costó reunir el valor de contarle, este ardor, a pesar de tener su aprobación y libertad de poder disfrutar de, cualquier, otro macho.

Todo se inició, cuando mi coche tuvo una falla, lo llevé al taller mecánico habitual y me atendió un nuevo joven ayudante, Ignacio.
Bajé del coche y me apoyé en la carrocería, a la espera del titular del taller.
De pronto me di cuenta que, el joven, me desnudaba con la vista, me miraba de arriba abajo muy de cerca y con descaro: miraba mi cara, lentamente bajaba la vista, a mis senos, hacía una pausa, notoria, a la altura de mi sexo. Y ahí se quedaba mirando fijamente.
Me puso muy nerviosa y trate de desviar la atención pero él repetía su chequeo, descarado. Esto se cortó cuando llego el dueño del taller.
Al día siguiente, cuando fui por mi auto reparado, el pibe, Ignacio, me saludó cordialmente, se colocó frente a mí, a espaldas del mecánico que hablaba conmigo y exclamó:
¡Qué calor!!!-
y sin dejar de mirarme, fijamente, se sacó la camiseta de mangas largas y dejó al descubierto pecho y brazos. Sus pantalones estaban caídos, por la mitad de la cadera, se entreveía su calzoncillo negro. Dio media vuelta sobre sí mismo y volvió a la posición original, como si quisiese venderme su cuerpo, sonriendo con picardía. La verdad es que tenía buen cuerpo, arriba de los 1,85 m. de altura, músculos, pectorales y brazos vigorosos, piel lisa y bronceada. Emanaba hambre de sexo como que quisiese cogerme ahí mismo.
Mi sexo vibró y me humedeció la bombacha y los pezones se me endurecieron.
Pagué la reparación y de pronto el mecánico dijo:
-Ignacio, llevá a la señora a dar una vuelta para que verifique que todo está en orden, en el auto-
Y allá fuimos, él manejando y haciendo breves paradas, para mirarme con lujuria y susurrar :
-¡Qué bien está su coche, linda! Y…. ¡Qué hermosa es usted!.. -
Yo en el asiento del acompañante, impactada y excitada por su forma, encubierta, de decirme “vamos a la cama”. Llegué de regreso al taller “volada”. Di mi conformidad a la reparación y me fui.

Al llegar a mi casa, decidí darme una ducha, me saqué la ropa frente al espejo del dormitorio, que reflejó mi cuerpo desnudo con las lolas duras con los pezones, aún, erectos. Inconscientemente con una mano acaricie mis senos, la otra, bajó y, con un dedo, acariciaba el clítoris.
Fantaseaba como seria gozar del viril y firme cuerpo, del pibe, como sentiría su verga, entrando y abriendo mi concha. Instantes después sentí una salvaje excitación, me acosté boca arriba en la cama, abriendo y doblando mis piernas seguí masturbándome. Me metí los dedos medio e índice y comencé un lento movimiento de mete y saca mientras imaginaba que era la verga de Ignacio. El mete y saca se aceleró, mis dedos estaban empapados, estaba hambrienta de carne dura, jadeaba, cerré los ojos imaginé y sentí que era la verga del joven. Segundo después acabé “como una marrana”.
La pajeada fue tan salvaje y deliciosa que me dejó cansada como hubiera cogido de verdad. Nunca me había ocurrido esto en las muchas veces que me masturbé pensando en otros machos.

5 comentarios - me calientan los pendejos

Mecojoatuesposa1
Ufff me encanto el relato 🔥 avísame si decidís ponerle los 🤘 a tu esposo 😈
bzte099 +1
Que buen relato, debes tener un cuerpo muy rico
omegago30
Ufffffffff que exquisito y excitante relato