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La catequista - Luz del alma

El ritual de los jueves siempre era el mismo. 
La paso a buscar por la parroquia cuando termina de dar catequesis. Cenamos en su casa con la madre. Nos acostamos. Nos damos un pico y deseamos buenas noches.Se da vuelta y yo inmediatamente la abrazo por detrás y le apoyo bien la verga. Le beso el cuello. Paso una mano por debajo de su camisón para envolverle una teta. 
Se molesta, me dice que mañana se despierta temprano a trabajar, por dentro sus objeciones y contradicciones son más profundas.


Con paciencia la acaricio toda, lento, desde la clavícula, recorro su espalda, con pausas para mimar cada punto sensible, la voy envolviendo en mi telaraña de estímulos. Todo el tiempo apoyándola en ese monumento que tiene de culo. Su respiración se empieza a agitar, suspira un "sos terrible" y sonríe. Mi inocente presa ya quiere ser devorada. 

De a poco voy subiendo la intensidad de nuestros contactos. Alterno caricicias y besos con mordidas en el hombro, tirándole del pelo manejo que partes quiero expuestas y qué movimientos le permito. 

Luz es una morocha infernal, un par de tetas y culo descomunales, morena, carita de ángel. Lo que más me calienta es la barrera de inhibiciones que hay que pasar para comerse a semejante bombón. 

Me embriaga el morbo de trabajar a la santa hasta que desborda la trola sumisa.
 Le saco la tanga y bajo a chuparle la concha como un poseso buscando redención en sus jugos. Quiero asegurarme de que esté bien caliente para que ya no se me escape. 
Al principio sus manos me quieren sacar, que le da vergüenza. Pero cuando siente el contacto de mi lengua y labios se le deforma la cara, yo me pierdo en mi tarea y su olor. Sus manos se aflojan. Está empapada. 

Le saco el camisón para disfrutar de toda su carne, cuando la destapo me sonrió al ver que tiene puesto su rosario de madera. Atina a sacárselo, pero le agarro ambas manos a cada lado de su cabeza y le meto la verga en la boca. 

Su única defensa es mirarme a los ojos con súplica, mientras mi falo duro la invade lento y sin obstáculo. Dejo que se acostumbre a la sensación con un par de movimientos hasta la mitad de mi pija. El siguiente es todavía más pausado, pero se la meto hasta los huevos.Llega la primera arcada, abre grande los ojos llorosos y ladea la cabeza para indicarme que no puede más.

 Se la dejo un rato más. 

La saco entera unos segundos para que respire, y le vuelvo a meter mi hostia pagana hasta que el cierre con mis testículos es hermético. 
Se la saco, cuando recupera su oxígeno le entro a coger la boca con rabia.Ffhmm gllsh hhajm se escucha mientras entro y salgo, jmmaa rrtmaahma jama.

 Se la saco. 
-MAMÁ boludo nos va a escuchar mamá.

-Pero no -ojalá- si está encerrada en su habitación no seas boluda -Dios te oiga-. 
Me calienta la idea de que su vieja nos escuche, una MILF de campeonato. Que sea testigo de como pervierto a su hija, su Lu inmersa en el barro de los placeres. 

Sigo, metódico y sin darle respiro, tengo que mantener su cuerpo al mando por sobre sus bloqueos mentales. Me tiro sobre ella, acomodo mi verga en su entrada y mi boca en su oreja.

 -No va a escuchar nada. 
Entro. Suspira. 
-A menos que empieces a gemir como una putita. 
Entrelaza gemidos con jadeos y mordidas de labios para contenerse. 
Sigo entrando con firmeza hasta que mi pubis aplasta su clítoris, me franeleo y salgo y de nuevo. 
Le tuerzo la cara para que se vea en el espejo, y la mantengo ahí con fuerza en mi mano. 

-Mirá qué puta le salió la hija, como chilla como una cerda mientras se la cogen. 
Con la otra mano le cacheteo las tetas que se sacuden como dos flanes con el rosario entre medio. Sus gemidos se hacían más sonoros.

 -No gimas si no querés que nos escuchen. Pero mirá cómo te gusta la pija. -Nuestras miradas se cruzaron en el espejo. 
-Qué puta escansalosa resultó la catequista. 

Le besaba el cuello y apretaba sus tetas, mis estocadas sacudían la cama y sus gemidos ya eran gritos roncos. Qué fuerte que estaba, qué placer glorioso cogerla.Su primer orgasmo llegó con un grito más agudo y un charco en las sábanas.

Volví a empezar con el ritmo, la agarré del cuello apretando suavemente. Y me dedique a devorarle las tetas entre besos y mordiscos.

 Cambiamos de posición, de costado, yo detrás, mirándonos en el espejo. Una pierna arriba. 
La pija entrando con contundencia. PLAF PLAF PLAF PLAF. 
Salpicaban gotas de flujo a cada embestida.Con una mano la estimulaba adelante y con otra mantenía la presión en su cuello. 

-Mirá cómo me tenés hijo de puta, cómo me cogés.

 -Esto no es nada hermosa, el jueves que viene te vas a quedar a limpiar la parroquia hasta tarde como quiere el rompepelotas del cura y yo te voy a ayudar. Te voy a desnudar y coger en cada rincón de la iglesia, preciosa. 

-HJFFFMM AAAGHG-Le vas a decir que se te cayó la botella ordenando y te voy a bañar en vino y chuparte toda princesa. Voy a ponerme en pedo chupando vino de tus tetas.

 -AAAAAAHH

 Saltaron chorros de su nuevo orgasmo.

 Ya no podía hablar. Pero yo todavía tenía la pija hecha un fierro. Nos pusimos de pie, le incline el torso sobre la cama y se la metí por detrás. La tome de las manos y le di sin filtro. 
Con todas mis fuerzas la ensartaba, rebotaba contra ese culo como un maníaco. Su rosario se sacudía con cada embestida. Gemía, balbuceaba, gritaba, agradecía. 

Estaba completamente entregada, era un espectro de sexo. Cada vez la atraía hacia mí con más fuerza, y la despedía hacía adelante a pura verga. Estábamos en un trance guerrero. 
Su rosario salió volando con su grito como banda sonora de su último orgasmo. Cayó rendida. Ya ni intenté levantarla. 
Solo pudo darse vuelta, y la vi radiante, en todo su esplendor. Brillaba mientras los últimos trazos de su orgasmo recorrían su cuerpo. 
Me arrodille sobre la cama, una pierna a cada costado de su cuerpo de ángel. Me agarre la pija. Ya estaba a punto. Con un par de movimientos de mi mano alcanzo para darle un bautismo de semen. Mis gotas blanquecinas regaron su piel morena.
 Nos acostamos abrazados en una comunión profunda, ajena a nuestra certeza de ser una relación pasajera y proyectos de vida tan dispares.

 Sin angustia me dijo: 

-Cuando cortemos quiero que me sigas cogiendo. 

Nos besamos y dormimos entregados


. En su habitación, María, mi circunstancial suegra de 44 años, tenía los ojos como dos huevos fritos. Su brazo acalambrado, la concha enrojecida y dedos arrugados de tanta humedad

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