Debido a los últimos vaivenes económicos, el Broker decidió realizar algunos cambios en las condiciones de los seguros que ofrecemos.
Por tal razón teníamos que actualizar las pólizas, en especial las que estaban más desfasadas. Obviamente, para llevar a cabo tales cambios, hay que hacer la inspección del vehículo asegurado. Algunos socios, los más considerados, se acercaron a las sucursales o a la misma Compañía para el debido trámite, pero otros que no podían, o no tenían tiempo, solicitaron la inspección a domicilio.
No fueron muchos, así que nos dividimos la tarea entre varios productores, y salimos a la calle. A mí me tocaron cinco inspecciones. Tres en Capital, dos pasando la General Paz. Me llevaría prácticamente todo el día, y la verdad es que me daba pereza hacer todo ese recorrido manejando, así que lo resolví de la manera fácil. Lo llamé al Tano...
-Hola Tano, te llamo porque necesito que me hagas un servicio...-
-A vos mamita te hago el servicio completo, decime cuando y dónde...- me dice con una voz de degenerado total.
Le explico de qué se trata, adónde que hay que ir, qué hay que hacer, y me dice que no hay problema, que está a mi disposición.
El miércoles, a las diez de la mañana, salimos desde la oficina, yo sentada atrás en el taxi con un cronograma de los horarios concertados, y un mapa con las distintas direcciones.
A las dos de la tarde estábamos terminando con la última inspección. Ya volviendo, paramos en un bodegón para almorzar.
-Gracias Tano, sin vos esto me hubiera llevado más de un día- le digo cuando volvemos al taxi.
-De nada, ya sabés, siempre a tus órdenes- repone.
Subimos, se pone en marcha y entonces me dice:
-Y decime Marisita, ¿tenés que seguir laburando o estás para un polaco?-
-¡Jajaja...!- me río -Vos sí que no dejás pasar una-
-No es mi culpa che, todo el día al lado tuyo, viéndote mover el culo y sacudir las tetas, uno no es de fierro...- alega.
Me sonrío, ya que cada vez que bajaba del taxi para ir a una inspección sabía que él se quedaba mirándome, por lo que, a propósito, me movía de forma insinuante. Lo mismo al volver, me soltaba un botón de la blusa, y caminaba de forma que me bailen las gomas.
Me gusta provocar, y el Tano es de calentura fácil, por lo que no tenía que esforzarme demasiado para ponerlo en un estado desesperante.
-¿Y, que decís?- me insiste.
-Siempre voy a tener ganas de echarme un polvo con vos, Tano...- le digo, y cuando se voltea para mirarme, me levanto un poco la falda y separo las piernas, tentándolo aún más con ese camino que él conoce tan bien...
Se mete en el primer telo por el que pasamos. Me divierte pensar que quién nos vea entrando, creerá que el taxista se levantó a la pasajera en pleno viaje.
En la habitación se me echa encima como un depredador sobre su presa, aprisionándome entre sus fortísimos brazos, anulando cualquier posibilidad de movimiento. Tampoco es que quisiera escaparme. Me gusta estar así, sometida, dominada, a merced de la fuerza de un hombre.
Nos besamos casi en un arrebato, chupándonos los labios, mordiéndonos las lenguas.
Mientras me succiona la boca con la suya, con una de sus enormes manos, me agarra la cola y me la aprieta, haciéndome pegar un gritito de placer.
-¡Qué pedazo de hembra que sos, Marisita!- vocifera, sin dejar de estrujarme las nalgas.
-¡Vos sos un pedazo de macho, Tano!- le replico, haciendo lo mismo con el bulto de su entrepierna, apretándolo, estrujándolo, sintiendo como se tensiona y endurece ante la presión de mis dedos.
Cuando me libera del abrazo de oso, le doy un empujoncito, que no es nada para él, pero aún así, se deja caer de espalda en la cama, quedando con su amontonamiento viril en un seductor primer plano.
Me saco la ropa, toda, y desnuda me subo encima de sus piernas, pasándole la cara por todo el paquete, sobándoselo con las mejillas, con la nariz, y luego con las tetas.
Le desabrocho el pantalón y se lo bajo casi hasta las rodillas, de modo que la pija queda espléndidamente enhiesta, rebosante de testosterona, destilando ese aroma que me saca de quicio.
Resulta un interesante contraste cuando lo comparo con el papá de los gemelos, que tiene todo el pubis afeitado, casi lampiño, mientras que el Tano tiene un mato grosso ahí abajo.
Me acerco, pero no sé la chupo todavía, paso rozándosela apenas, haciéndole sentir la calidez de mi aliento.
Vuelvo a besarlo, con pasión, con sentimiento, y agarrándole la pija, se la muevo arriba y abajo, mientras nuestras bocas libran una batalla de mordiscos y chupeteos.
Me pongo encima suyo, formando un 69, y ahora sí, le chupo bien la pija, a la vez que él me chupa y rechupa la concha.
Me gusta como empuja la pelvis hacia arriba, tratando de mandarme el pedazo lo más adentro posible.
"Así que querés garganta profunda..."
Levanto la espalda, pongo mi garganta perpendicular a su virilidad, y hundiendo la cabeza, me la como toda... entera... hasta los huevos.
Tengo la boca llena, las mejillas infladas por el rejunte de carne, pero no la suelto, la mantengo prisionera en mi paladar, masticando, succionando, sorbiendo, tragando con avidez la mezcla de fluido pre seminal y baba que rezuma.
Por atrás siento como me abre las nalgas, y me chupa por igual culo y concha, subiendo y bajando por toda la brecha, escupiéndome en el agujerito posterior para deslizar sus dedos adentro.
-Parece que hoy estás con ganas de colectora...- le digo, dejándole la pija toda entumecida y ensalivada.
Por supuesto ya la había transitado antes, pero como me han dicho muchos, una vez que la prueban, les resulta difícil no reincidir.
Me lubrico yo misma el agujero con gel, me pongo de cuclillas, justo encima de aquel objeto sagrado y agarrándoselo con mano firme y segura, me lo voy clavando trozo a trozo, sentándome despacio, disfrutando como me va agrandando el anillo de a poco, hasta abrírmelo a su máxima capacidad.
¡Qué pedazo de pija... por Dios! Sentirla en el culo me hace valorar aún más su tamaño y potencia.
El Tano me sostiene de las caderas mientras yo empujo hacia abajo, forzando la entrada cuando parece trabarse, haciendo más grande todavía el orificio, para que entre toda en forma triunfante y bestial.
¡¡¡Aaaaahhhhhhhhhhh...!!! No hay nada que no pueda lograrse con un poco de buena voluntad...
Me quedo un instante ahí, sentada, con toda la chota adentro, superando el impacto inicial de tan brutal apertura, para empezar a moverme despacio, sintiendo hasta el roce de las venas hinchadas cada vez que entra y sale.
-¡Marisita, tenés el culo más rico que me cogí en la vida!- me halaga, con la voz ronca y excitada, agregando algo que ya me han dicho varias veces -¡Parece que tuvieras otra concha...!-
En el espejo de la pared me veo moviéndome encima de aquel hombre corpulento y velludo, y me hierve la sangre.
Me recuesto apoyando la espalda sobre su panza cervecera, y me dejo arrastrar por esas oleadas de placer que se intensifican con cada empuje.
Me agarra de los pechos, apretándomelos tan fuerte, que me hace gritar de dolor. Igual no le pido que me los suelte, me gusta esa violencia, esa brutalidad primigenia que mi cuerpo, mi sexualidad, le incita.
He estado con hombres... muchos... que en lo previo son amables, cordiales, atentos, pero que en la cama, por lo menos conmigo, se vuelven brutos, salvajes, agresivos. Esa disociación, esa especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, me agrada, y me gusta ser yo quién la provoca.
Manteniéndose en todo momento bien abrochado a mi retaguardia, me tumba primero de costado, luego boca abajo, sin interrumpir la culeada, perforando con esforzado ímpetu el tunelcito que se le abre por delante.
Yo estoy con una mano metida entre las piernas, por debajo de mi cuerpo, masturbándome a rabiar, siguiendo con los dedos el ritmo que él Tano imprime desde atrás.
Jadeos... Gemidos... Suspiros... Quejidos... El repertorio completo, con ambos moviéndonos en pos del otro, el Tano hacia adelante, yo hacia atrás, sintiendo que... ¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiiiii...!!! Se viene el estallido...
El Tano se queda clavado en mí, en toda su íntegra inmensidad, y tras un vibrante rugido, me llena el culo de leche. En ese último tramo, mientras descarga en mí toda su simiente, acelero la pajeada y acabo con él, soltando también un grito emotivo y liberador.
-¡Qué rico me culeaste, Tano...!- le digo entre suspiros, sintiendo todavía su enorme cuerpo aplastando el mío, su verga clavada en mi recto.
-Tenés un culito muy goloso, Marisita...- vuelve a elogiarme.
-Es que le gustan las vergas como la tuya...- le digo a la vez que contraigo el esfínter para apretársela.
-¡Ufffffffff... vas a hacer que se me ponga dura de nuevo!- repone ante la efectividad de mis movimientos.
-Eso quiero, Tano...- le confieso.
Ahora sí, me la saca y se incorpora un poquito, lo suficiente como para darme la vuelta, vuelve a echarse encima mío, quedando frente a frente, y nos besamos, un beso largo, jugoso, candente.
Mientras nuestras lenguas invaden la boca del otro, siento como su verga, frotándose contra mi vientre, se va poniendo cada vez más dura.
Se le había ablandado un poco luego de la descarga... solo un poco... pero ahora volvía a estar en su plenitud, pletórica y recargada.
Se la agarro con dedos ansiosos, y me la pongo en la concha, en los pliegues de la entrada...
Un empujón y... ¡¡¡Ahhhhhhhhhh...!!! Lo que siento cuando me penetra no se puede describir con palabras, es algo que va mucho más allá del simple contacto físico, una sensación que trasciende la carne.
Nos seguimos besando, mientras empieza a moverse dentro mío, impetuoso, enérgico, entusiasta, cogiéndome con unos combazos profundos y certeros.
Se incorpora, quedando de rodillas, y levantándome las piernas me da ahora con todo, volviendo a hacer gala de esa violencia, esa garra que ya había demostrado antes, cuando me culeaba.
Así me gusta... Intenso, brutal, desatado...
Me aprieto yo misma las tetas, me las masajeo, pellizcándome con saña los pezones, tratando de canalizar de alguna forma todo ese fervor sexual que amenaza con hacernos explotar de un momento a otro.
Cuando está por acabar, me la vuelve a meter por el culo... Al igual que a tantos otros, le cuesta despegarse... Me la clava entre las nalgas, y poniéndose mis piernas al hombro, me bombea a mansalva.
¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiii...!!! ¡¡¡Rompeme toda, Tano...!!! ¡¡¡Haceme mierda...!!!
Arrecian los combazos y... ¡PUM... PUM... PUM...! De nuevo la leche que fluye en mi interior, espesa, cálida, gratificante, un caudal incontenible que sana las heridas provocadas por esa herramienta maciza y vigorosa.
Envueltos en la placidez del orgasmo, nos quedamos acostados un buen rato, charlando, él fumando un cigarrillo, yo disfrutando del calor de su cuerpo.
Luego nos pegamos una ducha rápida, juntos, nos vestimos y salimos del telo.
Para cuando me deja en la oficina, lo primero que hago es ir al baño a lavarme. Por suerte, siempre tengo una bombacha extra a mano, ya saben, por cualquier contingencia, como por ejemplo que tu amante te acabe en el culo y te lo deje goteando semen hasta varias horas después...
Por tal razón teníamos que actualizar las pólizas, en especial las que estaban más desfasadas. Obviamente, para llevar a cabo tales cambios, hay que hacer la inspección del vehículo asegurado. Algunos socios, los más considerados, se acercaron a las sucursales o a la misma Compañía para el debido trámite, pero otros que no podían, o no tenían tiempo, solicitaron la inspección a domicilio.
No fueron muchos, así que nos dividimos la tarea entre varios productores, y salimos a la calle. A mí me tocaron cinco inspecciones. Tres en Capital, dos pasando la General Paz. Me llevaría prácticamente todo el día, y la verdad es que me daba pereza hacer todo ese recorrido manejando, así que lo resolví de la manera fácil. Lo llamé al Tano...
-Hola Tano, te llamo porque necesito que me hagas un servicio...-
-A vos mamita te hago el servicio completo, decime cuando y dónde...- me dice con una voz de degenerado total.
Le explico de qué se trata, adónde que hay que ir, qué hay que hacer, y me dice que no hay problema, que está a mi disposición.
El miércoles, a las diez de la mañana, salimos desde la oficina, yo sentada atrás en el taxi con un cronograma de los horarios concertados, y un mapa con las distintas direcciones.
A las dos de la tarde estábamos terminando con la última inspección. Ya volviendo, paramos en un bodegón para almorzar.
-Gracias Tano, sin vos esto me hubiera llevado más de un día- le digo cuando volvemos al taxi.
-De nada, ya sabés, siempre a tus órdenes- repone.
Subimos, se pone en marcha y entonces me dice:
-Y decime Marisita, ¿tenés que seguir laburando o estás para un polaco?-
-¡Jajaja...!- me río -Vos sí que no dejás pasar una-
-No es mi culpa che, todo el día al lado tuyo, viéndote mover el culo y sacudir las tetas, uno no es de fierro...- alega.
Me sonrío, ya que cada vez que bajaba del taxi para ir a una inspección sabía que él se quedaba mirándome, por lo que, a propósito, me movía de forma insinuante. Lo mismo al volver, me soltaba un botón de la blusa, y caminaba de forma que me bailen las gomas.
Me gusta provocar, y el Tano es de calentura fácil, por lo que no tenía que esforzarme demasiado para ponerlo en un estado desesperante.
-¿Y, que decís?- me insiste.
-Siempre voy a tener ganas de echarme un polvo con vos, Tano...- le digo, y cuando se voltea para mirarme, me levanto un poco la falda y separo las piernas, tentándolo aún más con ese camino que él conoce tan bien...
Se mete en el primer telo por el que pasamos. Me divierte pensar que quién nos vea entrando, creerá que el taxista se levantó a la pasajera en pleno viaje.
En la habitación se me echa encima como un depredador sobre su presa, aprisionándome entre sus fortísimos brazos, anulando cualquier posibilidad de movimiento. Tampoco es que quisiera escaparme. Me gusta estar así, sometida, dominada, a merced de la fuerza de un hombre.
Nos besamos casi en un arrebato, chupándonos los labios, mordiéndonos las lenguas.
Mientras me succiona la boca con la suya, con una de sus enormes manos, me agarra la cola y me la aprieta, haciéndome pegar un gritito de placer.
-¡Qué pedazo de hembra que sos, Marisita!- vocifera, sin dejar de estrujarme las nalgas.
-¡Vos sos un pedazo de macho, Tano!- le replico, haciendo lo mismo con el bulto de su entrepierna, apretándolo, estrujándolo, sintiendo como se tensiona y endurece ante la presión de mis dedos.
Cuando me libera del abrazo de oso, le doy un empujoncito, que no es nada para él, pero aún así, se deja caer de espalda en la cama, quedando con su amontonamiento viril en un seductor primer plano.
Me saco la ropa, toda, y desnuda me subo encima de sus piernas, pasándole la cara por todo el paquete, sobándoselo con las mejillas, con la nariz, y luego con las tetas.
Le desabrocho el pantalón y se lo bajo casi hasta las rodillas, de modo que la pija queda espléndidamente enhiesta, rebosante de testosterona, destilando ese aroma que me saca de quicio.
Resulta un interesante contraste cuando lo comparo con el papá de los gemelos, que tiene todo el pubis afeitado, casi lampiño, mientras que el Tano tiene un mato grosso ahí abajo.
Me acerco, pero no sé la chupo todavía, paso rozándosela apenas, haciéndole sentir la calidez de mi aliento.
Vuelvo a besarlo, con pasión, con sentimiento, y agarrándole la pija, se la muevo arriba y abajo, mientras nuestras bocas libran una batalla de mordiscos y chupeteos.
Me pongo encima suyo, formando un 69, y ahora sí, le chupo bien la pija, a la vez que él me chupa y rechupa la concha.
Me gusta como empuja la pelvis hacia arriba, tratando de mandarme el pedazo lo más adentro posible.
"Así que querés garganta profunda..."
Levanto la espalda, pongo mi garganta perpendicular a su virilidad, y hundiendo la cabeza, me la como toda... entera... hasta los huevos.
Tengo la boca llena, las mejillas infladas por el rejunte de carne, pero no la suelto, la mantengo prisionera en mi paladar, masticando, succionando, sorbiendo, tragando con avidez la mezcla de fluido pre seminal y baba que rezuma.
Por atrás siento como me abre las nalgas, y me chupa por igual culo y concha, subiendo y bajando por toda la brecha, escupiéndome en el agujerito posterior para deslizar sus dedos adentro.
-Parece que hoy estás con ganas de colectora...- le digo, dejándole la pija toda entumecida y ensalivada.
Por supuesto ya la había transitado antes, pero como me han dicho muchos, una vez que la prueban, les resulta difícil no reincidir.
Me lubrico yo misma el agujero con gel, me pongo de cuclillas, justo encima de aquel objeto sagrado y agarrándoselo con mano firme y segura, me lo voy clavando trozo a trozo, sentándome despacio, disfrutando como me va agrandando el anillo de a poco, hasta abrírmelo a su máxima capacidad.
¡Qué pedazo de pija... por Dios! Sentirla en el culo me hace valorar aún más su tamaño y potencia.
El Tano me sostiene de las caderas mientras yo empujo hacia abajo, forzando la entrada cuando parece trabarse, haciendo más grande todavía el orificio, para que entre toda en forma triunfante y bestial.
¡¡¡Aaaaahhhhhhhhhhh...!!! No hay nada que no pueda lograrse con un poco de buena voluntad...
Me quedo un instante ahí, sentada, con toda la chota adentro, superando el impacto inicial de tan brutal apertura, para empezar a moverme despacio, sintiendo hasta el roce de las venas hinchadas cada vez que entra y sale.
-¡Marisita, tenés el culo más rico que me cogí en la vida!- me halaga, con la voz ronca y excitada, agregando algo que ya me han dicho varias veces -¡Parece que tuvieras otra concha...!-
En el espejo de la pared me veo moviéndome encima de aquel hombre corpulento y velludo, y me hierve la sangre.
Me recuesto apoyando la espalda sobre su panza cervecera, y me dejo arrastrar por esas oleadas de placer que se intensifican con cada empuje.
Me agarra de los pechos, apretándomelos tan fuerte, que me hace gritar de dolor. Igual no le pido que me los suelte, me gusta esa violencia, esa brutalidad primigenia que mi cuerpo, mi sexualidad, le incita.
He estado con hombres... muchos... que en lo previo son amables, cordiales, atentos, pero que en la cama, por lo menos conmigo, se vuelven brutos, salvajes, agresivos. Esa disociación, esa especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, me agrada, y me gusta ser yo quién la provoca.
Manteniéndose en todo momento bien abrochado a mi retaguardia, me tumba primero de costado, luego boca abajo, sin interrumpir la culeada, perforando con esforzado ímpetu el tunelcito que se le abre por delante.
Yo estoy con una mano metida entre las piernas, por debajo de mi cuerpo, masturbándome a rabiar, siguiendo con los dedos el ritmo que él Tano imprime desde atrás.
Jadeos... Gemidos... Suspiros... Quejidos... El repertorio completo, con ambos moviéndonos en pos del otro, el Tano hacia adelante, yo hacia atrás, sintiendo que... ¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiiiii...!!! Se viene el estallido...
El Tano se queda clavado en mí, en toda su íntegra inmensidad, y tras un vibrante rugido, me llena el culo de leche. En ese último tramo, mientras descarga en mí toda su simiente, acelero la pajeada y acabo con él, soltando también un grito emotivo y liberador.
-¡Qué rico me culeaste, Tano...!- le digo entre suspiros, sintiendo todavía su enorme cuerpo aplastando el mío, su verga clavada en mi recto.
-Tenés un culito muy goloso, Marisita...- vuelve a elogiarme.
-Es que le gustan las vergas como la tuya...- le digo a la vez que contraigo el esfínter para apretársela.
-¡Ufffffffff... vas a hacer que se me ponga dura de nuevo!- repone ante la efectividad de mis movimientos.
-Eso quiero, Tano...- le confieso.
Ahora sí, me la saca y se incorpora un poquito, lo suficiente como para darme la vuelta, vuelve a echarse encima mío, quedando frente a frente, y nos besamos, un beso largo, jugoso, candente.
Mientras nuestras lenguas invaden la boca del otro, siento como su verga, frotándose contra mi vientre, se va poniendo cada vez más dura.
Se le había ablandado un poco luego de la descarga... solo un poco... pero ahora volvía a estar en su plenitud, pletórica y recargada.
Se la agarro con dedos ansiosos, y me la pongo en la concha, en los pliegues de la entrada...
Un empujón y... ¡¡¡Ahhhhhhhhhh...!!! Lo que siento cuando me penetra no se puede describir con palabras, es algo que va mucho más allá del simple contacto físico, una sensación que trasciende la carne.
Nos seguimos besando, mientras empieza a moverse dentro mío, impetuoso, enérgico, entusiasta, cogiéndome con unos combazos profundos y certeros.
Se incorpora, quedando de rodillas, y levantándome las piernas me da ahora con todo, volviendo a hacer gala de esa violencia, esa garra que ya había demostrado antes, cuando me culeaba.
Así me gusta... Intenso, brutal, desatado...
Me aprieto yo misma las tetas, me las masajeo, pellizcándome con saña los pezones, tratando de canalizar de alguna forma todo ese fervor sexual que amenaza con hacernos explotar de un momento a otro.
Cuando está por acabar, me la vuelve a meter por el culo... Al igual que a tantos otros, le cuesta despegarse... Me la clava entre las nalgas, y poniéndose mis piernas al hombro, me bombea a mansalva.
¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiii...!!! ¡¡¡Rompeme toda, Tano...!!! ¡¡¡Haceme mierda...!!!
Arrecian los combazos y... ¡PUM... PUM... PUM...! De nuevo la leche que fluye en mi interior, espesa, cálida, gratificante, un caudal incontenible que sana las heridas provocadas por esa herramienta maciza y vigorosa.
Envueltos en la placidez del orgasmo, nos quedamos acostados un buen rato, charlando, él fumando un cigarrillo, yo disfrutando del calor de su cuerpo.
Luego nos pegamos una ducha rápida, juntos, nos vestimos y salimos del telo.
Para cuando me deja en la oficina, lo primero que hago es ir al baño a lavarme. Por suerte, siempre tengo una bombacha extra a mano, ya saben, por cualquier contingencia, como por ejemplo que tu amante te acabe en el culo y te lo deje goteando semen hasta varias horas después...
19 comentarios - Pólizas, seguros, y anales...
las fotos una locura
Me gustaria serte tu chofer.
Lo que me gustaría ser uno de tus tantos amantes ocasionales.
Van 10 pts.