No sé si ustedes se lo han preguntado (yo sí), ¿qué pasa con ese tipo de chicas? Ya saben, la típica chica atractiva que, consciente de su belleza, se aprovecha de ello para satisfacer sus necesidades y caprichos. No dudo que hayan conocido alguna chica así.
Por mi parte puedo recordar alguna desde la secundaria. Aquí les presento una de la preparatoria:
Ni hablar, no sólo era una de las más atractivas, sino que poseía el mejor trasero. Era amplio a los costados, y bien parado viéndolo de perfil. Lo vieses por donde lo vieses, era hermoso; antojaba a apretarlo a dos manos. Y la cabrona estaba consciente de su poder de atracción, y lo hacía lucir. Lo digo porque bien que lo paraba, especialmente cuando sabía que se le estaba mirando, como cuando pasaba delante del grupo para realizar alguna presentación. Aún recuerdo cómo levantaba los talones mientras caminaba, andando casi de puntitas, con tal de resaltarlo aún más.
Para realizar ejercicios en la clase de educación física, aquella usaba unas pantaletas cortas y caladas que le hacían de marco perfecto para sus posaderas, pues se le distinguían fácilmente tras la transparencia del short blanco del uniforme. ¡Hija de p...! Cómo la recuerdo, en las rutinas de calentamiento, cuando tenía la suerte de que me tocara estar justo detrás de ella. La veía desde el mejor ángulo mientras se inclinaba para tocar las puntas de sus pies parando bien la cola. Esos carnosos muslos; y esas nalgas bien nutridas, ¡uuufff... qué rico!
Lástima que por aquellos años no era tan fácil llevar consigo una cámara como ahora. Las veces que hubiese fotografiado ese buen culo. Me encantaría compartírselos. Pero sólo conservo ese par de fotos de ella, de la fiesta de graduación (una un tanto movida, la verdad). Qué bella me parecía, pero inalcanzable.
Siendo así de guapa no fue sorpresa que sacara ventaja de eso con el tiempo. Se acercó a “gente famosa” y se le subió lo altiva a la cabeza.
A ella le encantaba la fama, la popularidad de por sí. Y gracias a su hermosura uno creería que lograría el éxito en el ámbito de la farándula. Ya saben, algo así como Galilea Montijo, que digan lo que digan, es su cuerpo lo que le granjea el trabajo en la televisión. Sin embargo, a aquella de quien les hablo, no le duró para siempre su belleza.
(*Noten el cambio en su sonrisa de aquellos días bendecidos por la belleza de juventud, a los años en los que ya es consciente de haberla perdido)
De haber sido tan popular, tan deseada, tan atractiva y orgullosa de eso, ahora se avergüenza tanto de su aspecto que sólo publica fotos antiguas en su perfil de Facebook. Se la pasa publicando fotos de hace diez o veinte años, como queriendo verse así. Desde hace años no coloca una foto actualizada en su perfil, pues está consciente que no sólo ha engordado, sino que ha perdido esa bendición de la belleza de juventud. Es evidente que se avergüenza de su propia apariencia actual (comparada a la que tuvo hace años). Y es más, a diferencia de antes que le sonreía a cualquiera que la quisiese fotografiar, nomás por sentirse hermosa y deseada, ahora se enoja si alguien le quiere tomar una foto.
Pero bueno, eso les puede pasar a las que se confían de que la belleza les durará para siempre, por ello quiero hacer mención especial a las que explotan otro aspecto del atractivo sexual. Me refiero a las chicas coquetas que utilizan tal actitud para engatusar en su beneficio. Este tipo de chicas vanidosas usan una coqueta sonrisa, un tono entre pueril y cachondo en su voz, besos casuales, y hasta el más leve roce para seducirte y someterte a su voluntad.
Quien conozca a la protagonista de esta serie de imágenes podrá dar testimonio de que ha logrado lo que ha logrado en la vida gracias a embobar a los hombres con su coquetería.
La primera vez que caí en su juego (y admito, no la única) fue una ocasión que me pidió ayuda con la computadora. Como estábamos en un cubículo privado de la escuela me sentí muy tentado a acceder en ayudarle. Ahí dentro podía pasar cualquier cosa. En esa privacidad, aquella, con sus acercamientos, roces y toqueteos, provocó que se me parara la verga. Me parecía muy cachondo exponerle tal reacción de mi cuerpo y hasta la hice cabecear debajo del pantalón, para ver qué hacía ella. Qué ingenuo que fui, si ese era su juego. Nunca dejó de sonreír, con aquella peculiar forma que tenía de hacerlo. La muy cabrona hizo como si nada a pesar de que los roces que me hacía, cercanos a mi verga, hicieron que expulsara líquido pre-eyaculatorio que manchó mi pantalón. Al final, luego de que le resolviera su problema, no pasó nada más. No me dejó ir más lejos. Me hizo sentir que la estaba acosando y prácticamente me echó de ahí. Tuve que salir, escondiendo la mancha que tenía sobre el pantalón con una carpeta, para que no me vieran otros compañeros. Tuve que irme sin nada más que haber disfrutado de sus coqueteos cachondos.
Lo admito, por esta chica me dejé embobar en más de una ocasión, al grado de cederle alguno de mis trabajos escolares que ella entregó como suyos, y todo para qué, ¡para puras chaquetas! Y por lo que veo así se las sigue gastando la cabrona, pues, eso sí, a diferencia de la anterior, sí que le sigue sacando provecho a su atractivo. Como dice la canción, anda de rama en rama (o sea de verga en verga) cambiando de novio según le convenga, con tal de que éstos la paseen por el mundo.
Ahora déjenme contarles de una chica de quien no sabía nada de ella desde hacía tiempo. Por lo menos hasta que me encontré un video en el internet. Entre uno de tantos videos que visualizaba por “curiosidad”, me llevé la grata sorpresa de reconocer a Gina.
Gina, junto a otra chica de nombre Eva, eran chicas de esas que se regocijan en llamar la atención. Dada su franca coquetería, fueron conocidas como el dúo E-vagina (ya entenderán, por sus nombres y su sexoso carácter). En el primer año de universidad, ellas destacaban pues habitualmente vestían el típico atuendo de porrista gringa. Algo fuera de lugar, sin embargo esto las hizo llamativas y populares. De hecho se les comparó con Jenny y Danny, dos personajes de la serie “La CQ”, que por aquellos años se emitía. Evidentemente por su vestimenta pero, además, por su manera de ser. Si vieron esa producción de Televisa y Cartoon Network Latinoamérica, se darán una idea de cómo eran dado el tipo, apariencia, y carácter de aquellas dos. Como aquellas, siempre andaban juntas. Eva era la más astuta y dominante, se podría decir que hasta mamona, mientras que Gina era más como la Danny, bonita cara, apetitoso cuerpo, pero un tanto ingenua. En fin, gracias a su belleza y coquetería conseguían lo que querían. Siempre me pregunté qué pasaría con ellas, más cuando abandonaron la carrera sin concluir siquiera el primer año.
De Eva no supe qué pasó, pero de Gina... bueno.
Aparentemente la estaban grabando desde distancia, pues la grabación se sentía movida. Se le veía vestida como usualmente lo hacía. Podría decirse que su atuendo habitual era el cosplay de la estereotípica porrista.
Inmediatamente al verla sin su amiga, y estando sola en aquel lugar (y al tipo de sitio donde veía el video) supuse que su ingenuidad le pasaría factura. Evidentemente se la iban a aprovechar y así fue. Quienes la espiaban la llamaron y la muy cándida se les acercó sin ningún temor.
Gina se les acercó, inocente de lo que aquellos traían en mente.
No sólo me sorprendió que ella se les acercara demasiado confiada, así, sin más, sino que no podía creer que conversara con ellos sin ningún tipo de desconfianza.
Por supuesto la invitaron a subir a su vehículo y se la llevaron a su casa. No les costó mucho convencerla. Le hacía falta su compañera más inteligente.
Ya en esa casa, uno de ellos se le acercó estando ambos en el sofá, mientras el otro los grababa.
No les costó demasiado convencer a la coqueta de desnudarse.
Y aceptar las caricias de desconocidos.
Mientras se la chupaban, el escuchar sus gemiditos y otros sonidos que expelía me hizo recordar a la mencionada Danny de La CQ. Se le veía bien tiernita.
Y entonces le metieron la verga. Sin el cuidado de usar condón, cosa que ella aceptó («Pinche puta mensa, pensé»).
El tipo la hizo transpirar de tanto coger y a ella se le veía gozosa.
Aquel tipo sostuvo el mete y saque por bastante tiempo. Tanto que hasta el otro, al parecer, se aburrió y los dejó solos para subir al piso superior. Supuse habría ido al baño, pues tardó. Había dejado la cámara sobre alguna superficie porque siguió grabando.
Regresó minutos más tarde, mientras su colega seguía bombeé y bombeé a Gina en el sofá. No había descanso.
Como la pareja estaba concentrada en lo suyo, y ni se inmutaba de su presencia, el maduro comentó:
“¡Duro! ¡Duro! ¡Duro!”, viendo a su colega.
El cogelón rió, mientras que Gina, al oír eso, creyó que aquél señalaba lo puta que aquella era, por las metidas que aguantaba y lo cómoda que estaba en esa situación. Gina tomó consciencia de que se había dejado llevar, lo que le avergonzó. Alejó a su penetrador plantándole una mano en la pelvis, y sonrió con una expresión que yo interpreté como un “Ups, ya enseñé el cobre”.
El culeador le dijo a su colega: “Es que nada más mírala, ¡qué linda!”, como justificando que no se le despegara ni por un momento, y por tanto, no le diera chance a él de hacer lo mismo.
Pero por supuesto el maduro no se iba a quedar atrás. De seguro la casa y el auto eran suyos, y si los había prestado para eso pues era porque él también tenía ganas de remojarla. Gina también iba a ser suya.
“Apuesto a que sabes lo que sigue”, dijo el maduro.
El sudado más joven repuso: “Es momento de un DP”
Gina expuso ingenuidad nuevamente y preguntó a qué se referían.
El maduro le palmeó la cabeza como si se tratara de una inocente niña y le dijo que no se preocupara, ellos le enseñarían.
Volvió a desaparecer aquél y el joven siguió parchándose a Gina. Para ese momento, el estado de ánimo era apaciguado. La cópula estaba más calmada, a diferencia de un inicio. Gina conversaba trivialmente, como si de cualquier cosa se tratara, mientras que el otro le metía verga en cadencia tranquila, a un ritmo lento.
Pero de pronto el maduro entró a cuadro y sorprendió a la chica.
Se la metió tan de sopetón que ella cambió de ánimo diametralmente.
Aquella expresó dolor en su rostro y encajó las uñas en el muslo de su inesperado atacador. Le estaban haciendo una doble penetración (quizás la primera de su vida) dos absolutos desconocidos, y sin ningún escrúpulo.
El viejo cabrón, regocijándose, hasta le sacó la verga de su apretado agujero, con tal de tomar su cámara de video y colocarla, de tal forma, que le grabara la inserción de su verga en aquel ano, que quedaba abierto entre metida y metida.
La pobre indudablemente sufrió terrible suplicio pues, por primera ocasión, la escuché expeler palabras altisonantes como: “mierdas; culeros; hijos de puta; cabrones hijos de la chingada”, y otras así. En ese momento, estoy convencido, aquella odiaba a sus penetradores.
A pesar del drama fue delicioso escucharla expeler esos chillidos.
Y hay que decir, si bien estaba sufriendo, no tardó mucho en alcanzarse a percibir sonidos acuosos desde su vagina, dando a entender que ésta se lubricaba por lo experimentado, es decir estaba cursando el momento de su venida.
Luego le vino su turno al maduro hombre, quien para ese instante la penetraba vaginalmente. Con un gesto claro, sus huevos se contrajeron, como si se encogieran cediendo ante una presión. El mete y saca había cumplido su propósito. Cuando aquél sacó su miembro, se hizo evidente que había liberado lo que sus testículos llevaban en su interior, pues, tras quedar sin tapón la vagina, parte del esperma escapó cayendo sobre el sofá. La muy pendeja ni se había preocupado en solicitar que usaran condón.
Ahora, tomando en cuenta los años que habrán pasado desde aquella grabación, mi mente cochambrosa no evita pensar si ya será madre. Quizás tenga un hijo, ya crecidito, engendrado desde ese día.
Por mi parte puedo recordar alguna desde la secundaria. Aquí les presento una de la preparatoria:
Ni hablar, no sólo era una de las más atractivas, sino que poseía el mejor trasero. Era amplio a los costados, y bien parado viéndolo de perfil. Lo vieses por donde lo vieses, era hermoso; antojaba a apretarlo a dos manos. Y la cabrona estaba consciente de su poder de atracción, y lo hacía lucir. Lo digo porque bien que lo paraba, especialmente cuando sabía que se le estaba mirando, como cuando pasaba delante del grupo para realizar alguna presentación. Aún recuerdo cómo levantaba los talones mientras caminaba, andando casi de puntitas, con tal de resaltarlo aún más.
Para realizar ejercicios en la clase de educación física, aquella usaba unas pantaletas cortas y caladas que le hacían de marco perfecto para sus posaderas, pues se le distinguían fácilmente tras la transparencia del short blanco del uniforme. ¡Hija de p...! Cómo la recuerdo, en las rutinas de calentamiento, cuando tenía la suerte de que me tocara estar justo detrás de ella. La veía desde el mejor ángulo mientras se inclinaba para tocar las puntas de sus pies parando bien la cola. Esos carnosos muslos; y esas nalgas bien nutridas, ¡uuufff... qué rico!
Lástima que por aquellos años no era tan fácil llevar consigo una cámara como ahora. Las veces que hubiese fotografiado ese buen culo. Me encantaría compartírselos. Pero sólo conservo ese par de fotos de ella, de la fiesta de graduación (una un tanto movida, la verdad). Qué bella me parecía, pero inalcanzable.
Siendo así de guapa no fue sorpresa que sacara ventaja de eso con el tiempo. Se acercó a “gente famosa” y se le subió lo altiva a la cabeza.
A ella le encantaba la fama, la popularidad de por sí. Y gracias a su hermosura uno creería que lograría el éxito en el ámbito de la farándula. Ya saben, algo así como Galilea Montijo, que digan lo que digan, es su cuerpo lo que le granjea el trabajo en la televisión. Sin embargo, a aquella de quien les hablo, no le duró para siempre su belleza.
(*Noten el cambio en su sonrisa de aquellos días bendecidos por la belleza de juventud, a los años en los que ya es consciente de haberla perdido)
De haber sido tan popular, tan deseada, tan atractiva y orgullosa de eso, ahora se avergüenza tanto de su aspecto que sólo publica fotos antiguas en su perfil de Facebook. Se la pasa publicando fotos de hace diez o veinte años, como queriendo verse así. Desde hace años no coloca una foto actualizada en su perfil, pues está consciente que no sólo ha engordado, sino que ha perdido esa bendición de la belleza de juventud. Es evidente que se avergüenza de su propia apariencia actual (comparada a la que tuvo hace años). Y es más, a diferencia de antes que le sonreía a cualquiera que la quisiese fotografiar, nomás por sentirse hermosa y deseada, ahora se enoja si alguien le quiere tomar una foto.
Pero bueno, eso les puede pasar a las que se confían de que la belleza les durará para siempre, por ello quiero hacer mención especial a las que explotan otro aspecto del atractivo sexual. Me refiero a las chicas coquetas que utilizan tal actitud para engatusar en su beneficio. Este tipo de chicas vanidosas usan una coqueta sonrisa, un tono entre pueril y cachondo en su voz, besos casuales, y hasta el más leve roce para seducirte y someterte a su voluntad.
Quien conozca a la protagonista de esta serie de imágenes podrá dar testimonio de que ha logrado lo que ha logrado en la vida gracias a embobar a los hombres con su coquetería.
La primera vez que caí en su juego (y admito, no la única) fue una ocasión que me pidió ayuda con la computadora. Como estábamos en un cubículo privado de la escuela me sentí muy tentado a acceder en ayudarle. Ahí dentro podía pasar cualquier cosa. En esa privacidad, aquella, con sus acercamientos, roces y toqueteos, provocó que se me parara la verga. Me parecía muy cachondo exponerle tal reacción de mi cuerpo y hasta la hice cabecear debajo del pantalón, para ver qué hacía ella. Qué ingenuo que fui, si ese era su juego. Nunca dejó de sonreír, con aquella peculiar forma que tenía de hacerlo. La muy cabrona hizo como si nada a pesar de que los roces que me hacía, cercanos a mi verga, hicieron que expulsara líquido pre-eyaculatorio que manchó mi pantalón. Al final, luego de que le resolviera su problema, no pasó nada más. No me dejó ir más lejos. Me hizo sentir que la estaba acosando y prácticamente me echó de ahí. Tuve que salir, escondiendo la mancha que tenía sobre el pantalón con una carpeta, para que no me vieran otros compañeros. Tuve que irme sin nada más que haber disfrutado de sus coqueteos cachondos.
Lo admito, por esta chica me dejé embobar en más de una ocasión, al grado de cederle alguno de mis trabajos escolares que ella entregó como suyos, y todo para qué, ¡para puras chaquetas! Y por lo que veo así se las sigue gastando la cabrona, pues, eso sí, a diferencia de la anterior, sí que le sigue sacando provecho a su atractivo. Como dice la canción, anda de rama en rama (o sea de verga en verga) cambiando de novio según le convenga, con tal de que éstos la paseen por el mundo.
Ahora déjenme contarles de una chica de quien no sabía nada de ella desde hacía tiempo. Por lo menos hasta que me encontré un video en el internet. Entre uno de tantos videos que visualizaba por “curiosidad”, me llevé la grata sorpresa de reconocer a Gina.
Gina, junto a otra chica de nombre Eva, eran chicas de esas que se regocijan en llamar la atención. Dada su franca coquetería, fueron conocidas como el dúo E-vagina (ya entenderán, por sus nombres y su sexoso carácter). En el primer año de universidad, ellas destacaban pues habitualmente vestían el típico atuendo de porrista gringa. Algo fuera de lugar, sin embargo esto las hizo llamativas y populares. De hecho se les comparó con Jenny y Danny, dos personajes de la serie “La CQ”, que por aquellos años se emitía. Evidentemente por su vestimenta pero, además, por su manera de ser. Si vieron esa producción de Televisa y Cartoon Network Latinoamérica, se darán una idea de cómo eran dado el tipo, apariencia, y carácter de aquellas dos. Como aquellas, siempre andaban juntas. Eva era la más astuta y dominante, se podría decir que hasta mamona, mientras que Gina era más como la Danny, bonita cara, apetitoso cuerpo, pero un tanto ingenua. En fin, gracias a su belleza y coquetería conseguían lo que querían. Siempre me pregunté qué pasaría con ellas, más cuando abandonaron la carrera sin concluir siquiera el primer año.
De Eva no supe qué pasó, pero de Gina... bueno.
Aparentemente la estaban grabando desde distancia, pues la grabación se sentía movida. Se le veía vestida como usualmente lo hacía. Podría decirse que su atuendo habitual era el cosplay de la estereotípica porrista.
Inmediatamente al verla sin su amiga, y estando sola en aquel lugar (y al tipo de sitio donde veía el video) supuse que su ingenuidad le pasaría factura. Evidentemente se la iban a aprovechar y así fue. Quienes la espiaban la llamaron y la muy cándida se les acercó sin ningún temor.
Gina se les acercó, inocente de lo que aquellos traían en mente.
No sólo me sorprendió que ella se les acercara demasiado confiada, así, sin más, sino que no podía creer que conversara con ellos sin ningún tipo de desconfianza.
Por supuesto la invitaron a subir a su vehículo y se la llevaron a su casa. No les costó mucho convencerla. Le hacía falta su compañera más inteligente.
Ya en esa casa, uno de ellos se le acercó estando ambos en el sofá, mientras el otro los grababa.
No les costó demasiado convencer a la coqueta de desnudarse.
Y aceptar las caricias de desconocidos.
Mientras se la chupaban, el escuchar sus gemiditos y otros sonidos que expelía me hizo recordar a la mencionada Danny de La CQ. Se le veía bien tiernita.
Y entonces le metieron la verga. Sin el cuidado de usar condón, cosa que ella aceptó («Pinche puta mensa, pensé»).
El tipo la hizo transpirar de tanto coger y a ella se le veía gozosa.
Aquel tipo sostuvo el mete y saque por bastante tiempo. Tanto que hasta el otro, al parecer, se aburrió y los dejó solos para subir al piso superior. Supuse habría ido al baño, pues tardó. Había dejado la cámara sobre alguna superficie porque siguió grabando.
Regresó minutos más tarde, mientras su colega seguía bombeé y bombeé a Gina en el sofá. No había descanso.
Como la pareja estaba concentrada en lo suyo, y ni se inmutaba de su presencia, el maduro comentó:
“¡Duro! ¡Duro! ¡Duro!”, viendo a su colega.
El cogelón rió, mientras que Gina, al oír eso, creyó que aquél señalaba lo puta que aquella era, por las metidas que aguantaba y lo cómoda que estaba en esa situación. Gina tomó consciencia de que se había dejado llevar, lo que le avergonzó. Alejó a su penetrador plantándole una mano en la pelvis, y sonrió con una expresión que yo interpreté como un “Ups, ya enseñé el cobre”.
El culeador le dijo a su colega: “Es que nada más mírala, ¡qué linda!”, como justificando que no se le despegara ni por un momento, y por tanto, no le diera chance a él de hacer lo mismo.
Pero por supuesto el maduro no se iba a quedar atrás. De seguro la casa y el auto eran suyos, y si los había prestado para eso pues era porque él también tenía ganas de remojarla. Gina también iba a ser suya.
“Apuesto a que sabes lo que sigue”, dijo el maduro.
El sudado más joven repuso: “Es momento de un DP”
Gina expuso ingenuidad nuevamente y preguntó a qué se referían.
El maduro le palmeó la cabeza como si se tratara de una inocente niña y le dijo que no se preocupara, ellos le enseñarían.
Volvió a desaparecer aquél y el joven siguió parchándose a Gina. Para ese momento, el estado de ánimo era apaciguado. La cópula estaba más calmada, a diferencia de un inicio. Gina conversaba trivialmente, como si de cualquier cosa se tratara, mientras que el otro le metía verga en cadencia tranquila, a un ritmo lento.
Pero de pronto el maduro entró a cuadro y sorprendió a la chica.
Se la metió tan de sopetón que ella cambió de ánimo diametralmente.
Aquella expresó dolor en su rostro y encajó las uñas en el muslo de su inesperado atacador. Le estaban haciendo una doble penetración (quizás la primera de su vida) dos absolutos desconocidos, y sin ningún escrúpulo.
El viejo cabrón, regocijándose, hasta le sacó la verga de su apretado agujero, con tal de tomar su cámara de video y colocarla, de tal forma, que le grabara la inserción de su verga en aquel ano, que quedaba abierto entre metida y metida.
La pobre indudablemente sufrió terrible suplicio pues, por primera ocasión, la escuché expeler palabras altisonantes como: “mierdas; culeros; hijos de puta; cabrones hijos de la chingada”, y otras así. En ese momento, estoy convencido, aquella odiaba a sus penetradores.
A pesar del drama fue delicioso escucharla expeler esos chillidos.
Y hay que decir, si bien estaba sufriendo, no tardó mucho en alcanzarse a percibir sonidos acuosos desde su vagina, dando a entender que ésta se lubricaba por lo experimentado, es decir estaba cursando el momento de su venida.
Luego le vino su turno al maduro hombre, quien para ese instante la penetraba vaginalmente. Con un gesto claro, sus huevos se contrajeron, como si se encogieran cediendo ante una presión. El mete y saca había cumplido su propósito. Cuando aquél sacó su miembro, se hizo evidente que había liberado lo que sus testículos llevaban en su interior, pues, tras quedar sin tapón la vagina, parte del esperma escapó cayendo sobre el sofá. La muy pendeja ni se había preocupado en solicitar que usaran condón.
Ahora, tomando en cuenta los años que habrán pasado desde aquella grabación, mi mente cochambrosa no evita pensar si ya será madre. Quizás tenga un hijo, ya crecidito, engendrado desde ese día.
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