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PDB 57 Espionaje corporativo




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Compendio III

PDB 57 Espionaje corporativo

Mientras reposábamos en la cama del hotel, notaba que Maddie estaba distraída. Pensé que quizás lo había hecho mal. Pero no tardé en darme cuenta de que algo le preocupaba.

-¿Pasa algo? – le pregunté, al verla afligida.

Maddie solo me sonrió, tratando de quitarle importancia.

•¡No es nada! – su voz nerviosa, tensa.

Pero a la vez, soltando un suspiro…

•Ahora que lo pienso, tú serías la última persona que debería saberlo. -agregó, casi sin pensar.

(Now that I think of it, you should be the last person to know about it.)

Sus palabras me dejaron petrificado. Habíamos hecho el amor y los conflictos que una vez nos tenían enemistados, habían quedado de lado.

-¡Lo siento! Si te incomoda tanto, puedes hablarlo con Cristina. – Exclamé, tratando de separarme de ella.

Me abrazó y me apegó hacia ella.

•¡No! ¡No! ¡Lo siento! – se arrepintió nerviosa. - ¡No quise decir eso!

Me reí. Se veía bonita y quería calmarla. Su rostro se endulzó…

•Cristina no lo entendería. Y no sería ninguna ayuda. – comentó con tristeza. – Es lo que pasa por ser la “perra de la oficina” …

infiel

No sé detalladamente qué tipo de relación mantienen, porque según lo que me dijo Marisol años atrás, era una especie de ama y esclava, con Cristina siendo la dominante. Pero en lo laboral, prácticamente no tenían conexión, dado que trabajan en pisos diferentes.

•Es solo… que si te lo cuento a ti… podrías lastimarme. – confesó finalmente.

Noté que a diferencia de mis tiempos donde reñíamos constantemente, ahora había sentimientos y confianza.

Tomé su mano y le pedí que me contara su preocupación…

*******************************************************************

Durante la semana, Victor había ido a visitarla al departamento. Se mostró reticente a decirme que se acostaba todavía con él.

Me subió el ego, al decir que comparado conmigo, él la había dejado decepcionada.

>¿Qué pasa contigo, Madeleine? ¿En qué estás pensando? – preguntó, empezando a vestirse.

•No, nada en particular. – respondió, sintiéndose insatisfecha. – solo… estoy cansada…

Victor le miró con arrogancia, haciéndole sentirse sucia.

>¿La vieja te está haciendo trabajar demasiado? – preguntó Victor, mientras se abrochaba las muñequeras. – Quiero que me informes sobre ella. Necesito saber qué secretos oculta. Qué cosas la mueven. Quiénes son sus clientes. Sus reuniones. Todo.

Rubia tetona y culona

Maddie se sintió incómoda. Además de que el sexo con él era mediocre, se había dado cuenta que la estaba manipulando.

Pero, por otro lado, tuvo miedo. ¿Edith? Aunque Edith es estricta, también es justa y leal. Sabía que Edith y su esposo, Richard, habían tenido una infidelidad, pero no conocía muchos detalles.

Pero ahora, Victor buscaba acusarla de algo, sentimiento que la hacía sentir inquieta. Trató de sonar tranquila.

•¡Por supuesto, Victor! Veré que puedo hacer. – le respondió, tratando de mantenerse calmada.

Al verla bajo su influencia, le dio una sonrisa sardónica.

>Y mantenme informado de su “pequeño soldadito”. – comentó con un tono despótico, refiriéndose a mí. – Mi esposa ha estado jugando mucho tiempo con él.

Y sin decirle nada más, se fue del departamento, como el imbécil que siempre ha sido, dejando a Maddie con un sentimiento de culpa y preocupada.

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infidelidad consentida

-¿Así que te dijo eso? – le pregunté, tratando de contener mi risa.

•Sí. – comentó, también sonriendo. - ¡No me malentiendas! Tú y yo sabemos que Edith es estricta. Pero también sé que es una persona decente. Y ahora puedo ver que Victor está tratando de usarme… o al menos, lo intentaba. Eso sí, nunca más, gracias a ti.

Me miró encantada. Pero yo no pude contener una duda que he tenido tras bastante tiempo y ella podía confirmarla, por lo que le sonreí culposamente.

-Sé que esto viene de la nada, pero… ¿Es él mejor que yo en la cama? – pregunté, con un poco de miedo en su respuesta.

Estalló con una risa.

•¿Qué? ¿Estás bromeando? Marco, créeme, me haces acabar como loca. Victor… Victor… me hizo acabar una vez y eso fue todo. – Confesó, tratando de no hacerme sentir mal.

Le sonreí y la acaricié.

-¡Lo sé! La razón por la que te lo pregunto es porque también me estoy acostando con su esposa. – le expliqué, esperando algún tipo de reproche.

Pero a pesar de su impresión inicial, sabía que los 2 éramos infieles y que no importaba.

Le expliqué que la esposa de Victor, Isabella, era ahora una esposa trofeo y que era la madre de una de las amigas de mi hijo en la escuela.

companera de trabajo

Y como era de esperarse, luego de recordar nuestros encuentros previos, preguntó:

•¿Es ella… mejor que yo? – con el mismo tono de curiosidad con que lo había hecho minutos antes.

Era algo difícil de responder.

-Bueno… no es que tú seas mejor que ella… es solo que tu cuerpo es distinto al tuyo. – le respondí de forma confusa.

Pero para ella, no era suficiente.

•¿Cómo así? ¿Es ella mejor que yo o no? – Madeleine demandó saber.

Tragué saliva…

-Bueno… tus pechos son más grandes… y eres más promiscua… entonces…- le respondí.

Sonrió soberbia.

•Y supongo que te gustan las mujeres con pechos grandes, ¿No es así? – comentó victoriosa, en un tono desafiante.

Fue curioso ver cómo el respeto que había ganado durante años se disipaba en un santiamén.

-Soy culpable. – confesé derrotado.

Y empezamos a besarnos, mientras masajeaba sus pechos. Al menos, no le mentí sobre eso, porque sintió mi erección endurecida.

Definitivamente, no le había mentido sobre sus pechos.

•¿Sabes?... tú no eres tan malo tampoco. – Me susurró al oído, antes de besar mi cuello.

Ella podía sentir mis deseos por ella haciéndose más fuertes, con mi pene estremeciéndose entre sus piernas.

•¿Quieres esto, cierto? – me preguntó con una voz suave y seductora.

-Te deseo. - confesé, perdiéndome en el calor de su cuerpo y su aroma, palpando su piel.

•¡Entonces, tómame! – ella respiró, guiando mi mano entre sus piernas. - ¡Tócame!

Ya estaba húmeda, ansiosa de hacerme sentir mejor, de hacerme olvidar todo.

Mientras mis dedos exploraban sus labios inferiores, se estiró, respirando por aire. Mis caricias eran más familiares e íntimos. Podía darme cuenta de que no había nadie que la hiciera sentir así.

Éramos solamente nosotros 2.

En esos momentos, nada más importaba.

•¡Aghhh! ¡Así! ¡Justo así! – ronroneó, con sus caderas meneándose sobre mi mano.

Me daba gusto verla así. A pesar de nuestras diferencias, reconozco que muchas veces fantaseé con someterla de maneras similares en su oficina. Después de todo, Maddie es una mujer atractiva.

•¡Aagh! ¡Aaaagh! ¡Te amo! – escapó de sus labios, con una voz suave y sensible, tras alcanzar su primer orgasmo.

Pero podía darme cuenta de que era cierto. Nuestra relación, hasta el momento en que ella me reubicó de casa, era de una tensión sexual que nunca discutimos. Pero ahora, que la habíamos consumado, la situación había cambiado.

Mis suaves embestidas le hacían sentir ondas de placer que parecían resquebrajarla en pedazos. Mis besos iban dejando una senda de fuego a través de su piel.

Nuestros besos eran implacables. No quedaban duda que ambos habíamos besado muchos labios. Podíamos darnos cuenta, dado que ambos nos dejábamos sin aliento con las habilidades de nuestras lenguas, las cuales nos dejaban buscando más. Sus manos recorrían mi cuerpo, explorando y palpando mis músculos. Sonreía satisfecha, gustándole lo que sus manos encontraban.

Nuestros movimientos se fueron haciéndose más frenéticos con el paso de los minutos, con cada minuto llevándonos al borde de la locura. Los dedos de los pies de Madeleine se curvaban con cada embestida. Cada suspiro entrecortándose en su garganta, mientras mis dientes rozaban sus pezones. Los orgasmos que ella sentía no tenían paralelo, un torbellino de placer que la hacía sentir que volaba por las nubes.

PDB 57 Espionaje corporativo

Nuestro amor era palpable en cada toque, cada beso, cada caricia tierna. Podía darse cuenta de que yo sabía cómo hacerla sentir como una diosa y lo mucho que lo disfrutaba.

Cuando el cuarto orgasmo le impactó, se aferró a mí, soltando un resoplido adolorido, con sus uñas enterrándose en mi espalda.

Me contemplaba con una mezcla de admiración y necesidad. Ya tenía una clara idea que no era un simple “polvo bueno”, porque me preocupaba que ella sintiese placer.

Nuestros movimientos se volvieron una melodía de placer y deseo, llevándonos mutuamente al borde del clímax. Y al momento que alcanzamos la cima, conmigo llenándola y rellenándola con cada placentera detonación, soltó un grito glorioso, refrescante y sensual, que me hizo drenarme en su interior.

Madeleine acariciaba mi espalda, sintiendo cómo mi pecho subía y bajaba bajo sus senos.

Al notarla más calmada, retomamos nuestra conversación inicial.

-¿Confías en mí? – le pregunté, con un tono más suave.

•¡Con mi vida! – respondió orgullosamente, sin siquiera dudarlo.

Nos besamos una vez más.

-¡Mira! Déjame averiguar qué anda buscando con Edith. Pero no le hagas caso a sus peticiones. Tenemos algo bueno aquí y no vale la pena arruinarlo por él. – le dije, tratando de calmarla.

Eso le gustó, porque a pesar de todo, sigo siendo un hombre de acción.

•¿Y qué pasa si… él me pide que… ya sabes… seamos íntimos? – me preguntó con timidez.

Le sonreí empáticamente.

-¡No sé! Depende de ti. – le respondí tras darle un beso.

Pero pude notar en la bondad de sus ojos que, para no decepcionarme, trataría de evitarlo, si era posible.

•Ok, lo tendré en consideración. Pero confío en ti, Marco. Confío en ti con mi vida. – me respondió sinceramente.

Le sonreí y le tomé la mano, besándosela cariñosamente.

-Bien. Entonces, te llevaré al trabajo. Trataré de mantenerme en contacto. – le dije, haciéndola sentirse aliviada.

Nos bañamos por separado y nos vestimos. Sin embargo, nuestra sorpresa sería mayúscula, dado que, a la entrada de nuestro edificio corporativo, nos encontramos ni nada más ni nada menos que con Edith, quien parecía esperarnos particularmente a nosotros.

oEs bueno ver que han arreglado sus diferencias. – comentó con picardía, al notar nuestra vergüenza.

-Lo siento. Si te molesta…- me disculpé, aunque Edith me interrumpió.

o¡Para nada! – agregó sonriente hacia Maddie. – Si ella puede mantenerte interesado en seguir trabajando con nosotros, podemos disponer de algunas horas de su tiempo.

Maddie y yo nos miramos. Era claro que Edith sabía todo entre nosotros.

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3 comentarios - PDB 57 Espionaje corporativo

eltrozo896 +2
Pobre Victor recornudo
Le garchas la esposa y tambien la amante
metalchono +1
Sí, pero la investigación está poniéndose más seria de lo que esperaba. Gracias por comentar.
lenguafacil +2
Pero carajos Marco!
La parte del sexo ya se que siempre es buena, pero no me dejes con la intriga la puta que te pario!
Ahora tengo que esperar una semana para saber cómo sigue!!!
metalchono
Creéme que le estoy dando mi mejor esfuerzo. Con Marisol en prenatal, ahora tengo que llevar a las gemelas y a Alicia a la escuela, además de llevar a Bastián a la suya. Pero la trama se está poniendo más densa. Gracias por comentar.