En aquella época Valentina con quien no nos veíamos desde que nos fuimos del país, tenía un viaje programado a Australia, y mi esposa no tuvo mucho que hacer para convencerla de viajar por argentina y aprovechar para hacer una escala en nuestra casa. Logró quedarse todo un día y una noche, y que buena noche.
La recibimos como una buena amiga se lo merecía. Llegó a la madrugada, desayunamos y salimos a presentarle la ciudad aunque solo lo importante para no cansarla. Luego de un día de recorrido cenamos y nos encerramos en casa a tomar vino. Mucho vino.
Entrada la noche mi esposa empezo a calentarme los motores. Nos besabamos a escondidas y nos manoseabamos cada vez que Valentina salia del cuadro, cuando iba a la cocina a servir más vino o al baño. Cuando el vino ya era poco, Valentina se levantó y pidió permiso para bañarse. Nosotros ya calientes entramos a la habitación y comenzamos a hacer de las nuestras. Mi esposa me calentó con toda. Mientras nos besabamos en la cama me empezó a quitar la ropa y aunque intente varias veces hacer lo mismo con ella, no me dejó, ella aún no se quería desnudar, esa noche era mi noche y me lo repetía bastante. Ya cuando estuve desnudo y acostado, ella se acerco a mi pene comenzó a chuparlo de forma sensual, suave y apasionada. Lamia toda la cabeza de mi pene y le daba besos alrededor. Bajaba hasta mis testículos y con su lengua los recorrió para después meter uno a uno a su boca y chuparlos despacio mientras mantenía sus ojos fijos en los mios. Cerré mis ojos para disfrutar el momento, estaba tan inmerso en la situación que no me di cuenta cuando Valetina entró. Solo abrí mis ojos cuando a mi nariz llegó un olor a shampoo floral. Fue como si despertara de un sueño o más bien en un sueño. Mi esposa sabía que a mi siempre me había gustado Valentina y si, entre nosotros dos siempre ha estado la creencia de que el matrimonio no nos hace ciegos, así que no tenemos problema en decirnos cuando un hombre le gusta o cuando una mujer me gusta.
Valentina era una de ellas.
Cuando la ví estaba de pie junto a la puerta cubierta por la toalla. Mi esposa vio mi cara de estupido y se rio. Me dio una ultima chupada y dijo "te lo deje listico" y de nuevo sonrío. Se levantó y me tomó de la mano para levantarme también. Mi pene no podía más de semejante alucinación. Desde aquel día en que compartimos con nuestro Padrino no lo sentía tan duro, casi a reventar. Mientras Valentina entraba al cuarto mi esposa me llevaba a ella. Se giró hacia mí y me besó apasionadamente a la vez que me agarraba el pene. Ya teniendo a Valentina frente a mí, mi esposa tomó un extremo de la toalla y dando pasos alejándose, se la fue llevando hasta dejarla desnuda. Su piel blanca y suave, sus senos pequeños y pezones rosados, su abdomen plano y su vagina completamente depilada y rosada me hicieron derretirme.
Mi esposa terminó por salir de la habitación y entrecerrar la puerta.
Una vez solos simplemente nos desahogamos. Nos besamos profundamente mientras mis manos buscaban disfrutar todo su cuerpo. Ella con sus brazos alrededor de mi cuello acariciaba mi nuca permitiendo abarcar cada cm de su cuerpo. Su culo era perfectamente suave pero duro para agarrar. Ella gemía cada vez que lo agarraba con fuerza y comenzaba a hablar. Decía lo excitada que se había sentido el día en que mi esposa le había hecho la propuesta y lo ansiosa que estaba de que llegara el momento. De los muchos hombres y varias mujeres con las que había estado era la primera vez que estaba con alguien casado, y sin ningún tabú ni objeción, hablo intensamente de que fuera justo el esposo de su mejor amiga.
La lleve hasta la cama y la hice acostarse. Comencé a recorrer todo su cuerpo de abajo arriba. Pasé mis labios y mis manos por sus rodillas subiendo por la entrepierna haciendo ese tipo de cosquillas eróticas que tanto nos gustan a todos. Seguía hablando de la ganas que tenía por las buenas referencias que le había dado mi esposa. Mi lengua llegó a su destino, donde pude demostrar lo dicho. Comencé a lamer suavemente su vagina, de extremo a extremo. Llegue a su clítoris por donde pase mi lengua despacio y con más presión. Me concentré ahí, lamiendo y envolviendo con mi boca. Volví a bajar para chupar su vulva, y metí mi lengua lo más profundo que podía. Ella cada vez se movía más y más hasta perderse con los ojos cerrados. Volví a su clítoris y lo chupé despacio mientras empecé a jugar con mis dedos. Poco a poco su humedad fue abriéndome el camino para poderlos meter. Luego que me dijo que la iba a hacer venir, me detuve. Subí besando su ombligo, llegando a sus tetas que chupe con toda la tranquilidad hasta volver a su boca. Nos besamos y cambiamos de posición. Ella quedó sobre mi. Se fue acomodando y me dejó entrar. Mi pene entró muy suave en ella. Primero se movió lentamente hasta tenerlo bien adentro, lo saco hasta que la punta era lo único que estaba en ella y de repente se sentó en un sólo movimiento y con fuerza. Su gemido le salió del alma.
Me sonrió y lo fué sacando, empezó a bajar su cuerpo más pegada a mí, permitiendo que mi pene rozara su cuerpo, primero su ombligo y después cada una de sus tetas que se iban llenando de la humedad que llevaba mi pene. Llegó a su rostro donde sin ayuda de sus manos fue buscando la manera de que mi pene llegará a su boca. Primero le dió una lamida por todo el cuerpo hasta que llegó al glande, el cual metió a su boca y chupo. Mientras lo tenía adentro jugaba con su lengua recorriendo todo lo que tenía en la boca. Lo soltó y con sus dientes empezó a rozarme muy suave. Volvió a sacar su lengua y a jugar con ella. Luego una chupada profunda. Se detuvo y volvió a subir. Ya estando boca a boca volvió a meter mi pene en su vagina. Me cabalgó suavemente para poco a poco ir subiendo su intensidad, se sentó completamente permitiéndome ver cómo su abdomen se movía al ritmo de mis penetradas. Se cogía el cabello largo para que no le tapara el rostro. Tenía una cara de satisfacción, dolor y placer indescriptibles.
Me mojé el dedo pulgar y lo llevé hasta su clítoris y aproveché sus movimientos para jugar con él. Sus gemidos se hicieron cada vez más intensos.
Un par de segundos después sus gemidos me hicieron entender que había terminado pero quería algo más. Se levantó de encima mío y me pidió que me pusiera de pie. Ella se arrodilló y empezó a chuparlo sin descanso. Solo fueron unos segundos cuando ya estaba a punto de venirme, ella lo sacó y comenzó a masturbarme frente a sus tetas las cuales se llenaron de semen un segundo después mientras ella usaba mi pene como un pincel para llenarlas completamente. Una vez termine se lo llevó a la boca y chupo lo poco que quedaba.
Nos acostamos. A pesar de que no había sido mucho tiempo, nos sentíamos agitados. Pero estábamos completamente satisfechos, o eso creía yo.
Un rato más tarde mi esposa entró y nos hizo una charla. Ella sabia que una de mis fantasias era tener sexo anal, ella aunque ya antes lo habia hecho varias veces, no habia tenido buenas experiencias, por lo que no estaba dispuesta a cumplirmelo. Pero así mismo sabia que Valentina era amante al sexo anal, le encantaba y lo disfrutaba muchisimo.
Nos entregó un lubricante y se fué, pero no antes de recibir un abrazo de Valentina. A decir verdad yo no sabía cómo continuar, pero ella tomó cartas en el asunto. Me acostó boca arriba y estando sobre mí, empezó a subir pasando primero sus labios, luego su cuello, sus senos, su abdomen, su ombligo hasta poner su vagina en mi boca. Terminó sentada en mi cara, disfrutando mi lengua mientras me cabalgaba la cara. Se levantó, se giró y se volvió a sentar quedando en un delicioso 69. Senti como mi pene crecio en su boca mientras ella chupaba. Se notaba la experiencia. Y sus gemidos me hacian entender que lo estaba haciendo muy bien. Luego de un rato se levantó y se acostó sobre mi. Nos besamos mientras mi pene se humedecia de su lubricación y entraba suavemente en ella. Luego de un rato se giró sin sacarlo de ella quedando sentada sobre mi pero de frente a mis pies. Me siguió cabalgando y se acostó dejándome todo su hermoso culo de frente, abierto solo para mi. Destapó el lubricante y se lo puso donde termina la espalda y empiezan sus nalgas. Dejó caer un pequeño chorro y pude ver como fue bajando entre sus nalgas hasta llegar a su ano. Aproveche y agarrandole el culo llevé mis dedos hasta su ano. Lo masajeé suavemente mientras ella gemía. Primero mi dedo índice entró despacio. Luego de varias veces lo saque y meti sin problema mi dedo pulgar, ella no paraba de moverse y exhalar placer.
Se volvió a girar con mi pene dentro hasta quedar frente a mi. Movió sus rodillas más hacia adelante. Saco mi pene que se encontraba completamente húmedo por ella. Lo movió hacia su ano. Poco a poco fue empujando su cuerpo hacia atrás. Sentí que la punta de mi pene se empezaba a apretar cada vez más, ella se fue sentando mientras mi pene entraba. Mi punta se apretó más y de repente se sintió más libre. Ahora era el cuerpo del pene el que se sentía apretado. Ella se sentó más hasta que entró completamente. Su gemido fue sensacional. Empezó a moverse permitiendome entrar y salir cada vez más. La sensación de estar en un lugar tan estrecho era increíble y mi pene estaba en todo su esplendor. Yo no podía estar más satisfecho. Ella pasó sus rodillas hacia adelante y apoyó sus manos debajo de mis rodillas. De esa forma su vagina quedó completamente a merced mía. Ella comenzó a frotar su clítoris mientras yo metía mis dedos en su vagina y mi pene en su culo. No tardamos más de unos segundos cuando me vine dentro de ella, y ella en mis manos. Nos quedamos asi un rato y luego nos separamos. Se acostó completamente agitada y agotada al igual que yo.
Una noche sin igual. La primera de muchas noches con mi esposa al lado.
La recibimos como una buena amiga se lo merecía. Llegó a la madrugada, desayunamos y salimos a presentarle la ciudad aunque solo lo importante para no cansarla. Luego de un día de recorrido cenamos y nos encerramos en casa a tomar vino. Mucho vino.
Entrada la noche mi esposa empezo a calentarme los motores. Nos besabamos a escondidas y nos manoseabamos cada vez que Valentina salia del cuadro, cuando iba a la cocina a servir más vino o al baño. Cuando el vino ya era poco, Valentina se levantó y pidió permiso para bañarse. Nosotros ya calientes entramos a la habitación y comenzamos a hacer de las nuestras. Mi esposa me calentó con toda. Mientras nos besabamos en la cama me empezó a quitar la ropa y aunque intente varias veces hacer lo mismo con ella, no me dejó, ella aún no se quería desnudar, esa noche era mi noche y me lo repetía bastante. Ya cuando estuve desnudo y acostado, ella se acerco a mi pene comenzó a chuparlo de forma sensual, suave y apasionada. Lamia toda la cabeza de mi pene y le daba besos alrededor. Bajaba hasta mis testículos y con su lengua los recorrió para después meter uno a uno a su boca y chuparlos despacio mientras mantenía sus ojos fijos en los mios. Cerré mis ojos para disfrutar el momento, estaba tan inmerso en la situación que no me di cuenta cuando Valetina entró. Solo abrí mis ojos cuando a mi nariz llegó un olor a shampoo floral. Fue como si despertara de un sueño o más bien en un sueño. Mi esposa sabía que a mi siempre me había gustado Valentina y si, entre nosotros dos siempre ha estado la creencia de que el matrimonio no nos hace ciegos, así que no tenemos problema en decirnos cuando un hombre le gusta o cuando una mujer me gusta.
Valentina era una de ellas.
Cuando la ví estaba de pie junto a la puerta cubierta por la toalla. Mi esposa vio mi cara de estupido y se rio. Me dio una ultima chupada y dijo "te lo deje listico" y de nuevo sonrío. Se levantó y me tomó de la mano para levantarme también. Mi pene no podía más de semejante alucinación. Desde aquel día en que compartimos con nuestro Padrino no lo sentía tan duro, casi a reventar. Mientras Valentina entraba al cuarto mi esposa me llevaba a ella. Se giró hacia mí y me besó apasionadamente a la vez que me agarraba el pene. Ya teniendo a Valentina frente a mí, mi esposa tomó un extremo de la toalla y dando pasos alejándose, se la fue llevando hasta dejarla desnuda. Su piel blanca y suave, sus senos pequeños y pezones rosados, su abdomen plano y su vagina completamente depilada y rosada me hicieron derretirme.
Mi esposa terminó por salir de la habitación y entrecerrar la puerta.
Una vez solos simplemente nos desahogamos. Nos besamos profundamente mientras mis manos buscaban disfrutar todo su cuerpo. Ella con sus brazos alrededor de mi cuello acariciaba mi nuca permitiendo abarcar cada cm de su cuerpo. Su culo era perfectamente suave pero duro para agarrar. Ella gemía cada vez que lo agarraba con fuerza y comenzaba a hablar. Decía lo excitada que se había sentido el día en que mi esposa le había hecho la propuesta y lo ansiosa que estaba de que llegara el momento. De los muchos hombres y varias mujeres con las que había estado era la primera vez que estaba con alguien casado, y sin ningún tabú ni objeción, hablo intensamente de que fuera justo el esposo de su mejor amiga.
La lleve hasta la cama y la hice acostarse. Comencé a recorrer todo su cuerpo de abajo arriba. Pasé mis labios y mis manos por sus rodillas subiendo por la entrepierna haciendo ese tipo de cosquillas eróticas que tanto nos gustan a todos. Seguía hablando de la ganas que tenía por las buenas referencias que le había dado mi esposa. Mi lengua llegó a su destino, donde pude demostrar lo dicho. Comencé a lamer suavemente su vagina, de extremo a extremo. Llegue a su clítoris por donde pase mi lengua despacio y con más presión. Me concentré ahí, lamiendo y envolviendo con mi boca. Volví a bajar para chupar su vulva, y metí mi lengua lo más profundo que podía. Ella cada vez se movía más y más hasta perderse con los ojos cerrados. Volví a su clítoris y lo chupé despacio mientras empecé a jugar con mis dedos. Poco a poco su humedad fue abriéndome el camino para poderlos meter. Luego que me dijo que la iba a hacer venir, me detuve. Subí besando su ombligo, llegando a sus tetas que chupe con toda la tranquilidad hasta volver a su boca. Nos besamos y cambiamos de posición. Ella quedó sobre mi. Se fue acomodando y me dejó entrar. Mi pene entró muy suave en ella. Primero se movió lentamente hasta tenerlo bien adentro, lo saco hasta que la punta era lo único que estaba en ella y de repente se sentó en un sólo movimiento y con fuerza. Su gemido le salió del alma.
Me sonrió y lo fué sacando, empezó a bajar su cuerpo más pegada a mí, permitiendo que mi pene rozara su cuerpo, primero su ombligo y después cada una de sus tetas que se iban llenando de la humedad que llevaba mi pene. Llegó a su rostro donde sin ayuda de sus manos fue buscando la manera de que mi pene llegará a su boca. Primero le dió una lamida por todo el cuerpo hasta que llegó al glande, el cual metió a su boca y chupo. Mientras lo tenía adentro jugaba con su lengua recorriendo todo lo que tenía en la boca. Lo soltó y con sus dientes empezó a rozarme muy suave. Volvió a sacar su lengua y a jugar con ella. Luego una chupada profunda. Se detuvo y volvió a subir. Ya estando boca a boca volvió a meter mi pene en su vagina. Me cabalgó suavemente para poco a poco ir subiendo su intensidad, se sentó completamente permitiéndome ver cómo su abdomen se movía al ritmo de mis penetradas. Se cogía el cabello largo para que no le tapara el rostro. Tenía una cara de satisfacción, dolor y placer indescriptibles.
Me mojé el dedo pulgar y lo llevé hasta su clítoris y aproveché sus movimientos para jugar con él. Sus gemidos se hicieron cada vez más intensos.
Un par de segundos después sus gemidos me hicieron entender que había terminado pero quería algo más. Se levantó de encima mío y me pidió que me pusiera de pie. Ella se arrodilló y empezó a chuparlo sin descanso. Solo fueron unos segundos cuando ya estaba a punto de venirme, ella lo sacó y comenzó a masturbarme frente a sus tetas las cuales se llenaron de semen un segundo después mientras ella usaba mi pene como un pincel para llenarlas completamente. Una vez termine se lo llevó a la boca y chupo lo poco que quedaba.
Nos acostamos. A pesar de que no había sido mucho tiempo, nos sentíamos agitados. Pero estábamos completamente satisfechos, o eso creía yo.
Un rato más tarde mi esposa entró y nos hizo una charla. Ella sabia que una de mis fantasias era tener sexo anal, ella aunque ya antes lo habia hecho varias veces, no habia tenido buenas experiencias, por lo que no estaba dispuesta a cumplirmelo. Pero así mismo sabia que Valentina era amante al sexo anal, le encantaba y lo disfrutaba muchisimo.
Nos entregó un lubricante y se fué, pero no antes de recibir un abrazo de Valentina. A decir verdad yo no sabía cómo continuar, pero ella tomó cartas en el asunto. Me acostó boca arriba y estando sobre mí, empezó a subir pasando primero sus labios, luego su cuello, sus senos, su abdomen, su ombligo hasta poner su vagina en mi boca. Terminó sentada en mi cara, disfrutando mi lengua mientras me cabalgaba la cara. Se levantó, se giró y se volvió a sentar quedando en un delicioso 69. Senti como mi pene crecio en su boca mientras ella chupaba. Se notaba la experiencia. Y sus gemidos me hacian entender que lo estaba haciendo muy bien. Luego de un rato se levantó y se acostó sobre mi. Nos besamos mientras mi pene se humedecia de su lubricación y entraba suavemente en ella. Luego de un rato se giró sin sacarlo de ella quedando sentada sobre mi pero de frente a mis pies. Me siguió cabalgando y se acostó dejándome todo su hermoso culo de frente, abierto solo para mi. Destapó el lubricante y se lo puso donde termina la espalda y empiezan sus nalgas. Dejó caer un pequeño chorro y pude ver como fue bajando entre sus nalgas hasta llegar a su ano. Aproveche y agarrandole el culo llevé mis dedos hasta su ano. Lo masajeé suavemente mientras ella gemía. Primero mi dedo índice entró despacio. Luego de varias veces lo saque y meti sin problema mi dedo pulgar, ella no paraba de moverse y exhalar placer.
Se volvió a girar con mi pene dentro hasta quedar frente a mi. Movió sus rodillas más hacia adelante. Saco mi pene que se encontraba completamente húmedo por ella. Lo movió hacia su ano. Poco a poco fue empujando su cuerpo hacia atrás. Sentí que la punta de mi pene se empezaba a apretar cada vez más, ella se fue sentando mientras mi pene entraba. Mi punta se apretó más y de repente se sintió más libre. Ahora era el cuerpo del pene el que se sentía apretado. Ella se sentó más hasta que entró completamente. Su gemido fue sensacional. Empezó a moverse permitiendome entrar y salir cada vez más. La sensación de estar en un lugar tan estrecho era increíble y mi pene estaba en todo su esplendor. Yo no podía estar más satisfecho. Ella pasó sus rodillas hacia adelante y apoyó sus manos debajo de mis rodillas. De esa forma su vagina quedó completamente a merced mía. Ella comenzó a frotar su clítoris mientras yo metía mis dedos en su vagina y mi pene en su culo. No tardamos más de unos segundos cuando me vine dentro de ella, y ella en mis manos. Nos quedamos asi un rato y luego nos separamos. Se acostó completamente agitada y agotada al igual que yo.
Una noche sin igual. La primera de muchas noches con mi esposa al lado.
5 comentarios - mi esposa mira como cojo