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Le metimos yumbina

En una oficina, Daniel y Alex estaban de desmadre como de costumbre, mientras no los viera el jefe. Navegaban por internet en busca de los habituales videos porno cuando Alex dio con algo interesante.


—Mira. Hay un concurso de cogedera.


El otro rió, creyendo que su amigo sólo estaba vacilando. Se le acercó para mirar su pantalla.


—No mames. ¿Cómo?


—Sí, una marca de condones da un premio a quien dé mejor uso a su producto.


Y sí, según una publicidad, de esas que aparecen a lado de los videos, una marca de preservativos prometía una considerable cantidad económica al video amateur que mejor  promocionara su marca.


La propuesta era picante. Ganar un montón de dinero sólo por culearse a alguien ya era divertido. Alex, en su mente calenturienta, ya se imaginaba a una “víctima” sufriendo por la culeada a la que la sometería. Una enchilada de verga extremadamente picante, así se lo figuraba.


—¿Será cierto? ¡Está chingón! ¿Te imaginas? Podríamos hacer algo grande.


—Sí, pero necesitamos a alguien que nos soporte una buena culeada.


—¿Qué te parece Paola?


—¿Paola, la del archivo, la de los lentes de abuelita? No mames, pero si es bien modosita. Ni siquiera sale de ahí para comer. Es timorata o algo así.


—¡Pos ahí está lo chingón! Tú sabes lo que le ha de hacer falta una buena metida de verga. Esas son las que reaccionan mejor a una cogida, las que están necesitadas de eso.


—¿Pero cómo la convencemos de...?


—Tú déjamelo a mí. Voy a conseguir yumbina. Podemos invitarle un refresco y ahí se la administramos.


—Va, me late.


Los dos amigos salieron del trabajo con aquel propósito en mente.


Ya en el día acordado, Alex le enseñó a Daniel que había conseguido el incentivo. Tras agregarlo en la bebida, y para no fallar también en una torta, procedieron a convidarle a la mencionada compañera. Paola, inocente, ni se imaginó qué había detrás de aquel convite.


—Está que ya no se aguanta —dijo Alex, unos minutos más tarde, mientras veía a Paola sonrojada y sudorosa, como si su temperatura se hubiese incrementado.


Al final de la jornada le ofrecieron llevarla en su auto, para que no tuviera que sufrir irse en el transporte público, como habitualmente hacía. Después de todo estaba lloviendo.


—Esto va a ser épico —le dijo uno al otro, una vez estaban en el auto mientras esperaban a Paola quien se despedía de otra compañera.


—Sólo espero que sí le esté haciendo efecto la...


—Shu, shu. ¡Cállate, que ahí viene!


Unos minutos más tarde, Paola ya estaba siendo atendida en esa apetencia que le habían despertado:
Le metimos yumbina
Ella misma dedeaba su sexo, evidenciando la necesidad que éste tenía por devorar algo. Y tras el rico cachondeo sucedió. La pusieron en cuatro. No fue difícil. Aquello que le habían administrado le estaba haciendo efecto, eso podía vérsele en su cara. Estaba embotada de deseo sexual.

concurso
Y más adelante, cuando la pusieron contra la pared, estaba más encendida. Por la manera que arqueaba la espalda, a la vez que paraba la cola para recibir, se veía que le estaba gustando lo que le hacían.

amigos
A Paola (aquella que calificaban en la oficina de ratoncita que nunca salía de su agujero, refiriéndose a que no salía del archivo para vacilar como sus otras compañeras, y sólo se dedicaba al trabajo) se la culearon tan rico que antojaba.


Como si la estuviesen saciando en un urgente apetito, así reaccionaba al culeo y re-culeo que Daniel; detrás suyo; le aplicaba.
cogida

culeada
El cariz de la situación podía verse en ese instante, grabado para la posteridad. Daniel culeaba velozmente a su compañera de oficina, quien, sin queja alguna, no sólo recibía de buen grado, sino que meneaba las nalgas sexosamente al mismo ritmo. Su reacción era clara y natural, le gustaba lo que estaba recibiendo. Aquellos tres se estaban divirtiendo.

cogelon

grabacion

cogedera
Y Paola no era ninguna víctima. Por lo menos no de algo malo, pues ella bien que lo gozaba. Sus caderas daban fe de ello. Además, se arqueaba bien rico.

yumbina

companera de trabajo
Alex, si bien grababa la habilidad culeadora de su amigo de una forma genial, éste le indicó que grabara el rostro de Paola. Daniel, inteligentemente, quería que hubiera constancia de que ella lo estaba gozando. No estaba siendo obligada. No fuera que, cuando todos se enteraran de que se habían culeado a su compañerita de trabajo, los fueran a acusar de abuso.

encerrona
Su rostro lo decía todo, lo estaba disfrutando. Para quien viera esto le sería incitador; sin duda le despertaría el hambre por hacer lo mismo. Esto bien podría provocar a comprar la marca de los profilácticos utilizados en ese acto. Eso pensaba Alex, quien de inmediato fue al buró donde habían quedado las cajas vacías y los condones ya usados, con el fin de hacer un buen product shot.

Le metimos yumbina
Luego de contar a los “soldados muertos” en esa “batalla”, Alex apuntó que todos habían sido usados en una sola mujer, a quien señaló, calificándola de la heroína de la película, por aguantar tanta cogedera.

concurso

amigos
El video había sido el más viral y por lo tanto lo declararon el video ganador. Sin embargo, justamente por su popularidad, a la protagonista del mismo le había afectado. El chismerío entre compañeras la hizo víctima de críticas y burlas. La llamaron falsa, mosquita muerta, y peor, “puta que presumía ser beata”.

cogida
Por lo que Paola, a su vez, reaccionó en contra de sus compañeros de tertulia. Los amenazó con denunciarles.


—Oye, sé que nos pasamos, pero mira, no hay necesidad de... —expuso Daniel.


—Sí, tómalo como una broma pesada, solo fue eso. Además, tú también la gozaste.


Este comentario emitido por Alex no fue bien recibido por Paola. Dándose cuenta de esto, Daniel volvió a intervenir.


—Queremos recompensarte. Mira. ¿Te gustaría venir con nosotros? Nos vamos de vacaciones con lo que ganamos.


Paola, seria, y roja como un jitomate, los apartó a un rincón privado para que nadie más del trabajo los escuchara.


—¡Parte de ese dinero es mío! ¡Me lo gané, entienden!


—Sí, eso que ni qué —comentó Daniel, queriendo ser conciliador y apaciguar las cosas.


Paola asintió con decisión. Parecía que por fin estaban llegando a un arreglo.


—Te lo ganaste con sudor —expresó Alex.


—Sí, con el sudor de mi frente —comentó Paola, citando la habitual frase coloquial referente al trabajo duro. Pero Alex, de mente cochambrosa, pensaba de otra forma.


—Te lo ganaste con el sudor, pero con el sudor de tus nalgas —completó Alex, y rió como chamaco precoz.


Paola lo vio con furia y Daniel intervino rápidamente, viendo que su amigo la estaba cagando.


—¡Cállate Alex! No, tú tienes razón, Pao. Te mereces la tercera parte del premio y te la vamos a dar.


Fue así como los tres compañeros de oficina llegaron a un acuerdo y Paola dejó de amenazarlos con la ley Olimpia. Así se fueron de vacaciones y, por supuesto, allá también culearon.

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