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PDB 56 Melbourne es un pañuelo




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Compendio III


Ese miércoles, Aisha me seguía atenta mientras llevaba a mi hijo a la escuela. Me sentía literalmente acechado por ella.

Sus ojos me miraban a través de la multitud de apoderados y niños, notando en sus ojos una ansiedad incontrolable.

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Cuando me acerqué a las chicas, tal como lo esperaba, Emma sonreía cómplice, mientras que Izzie me miraba impaciente porque su turno sería el día siguiente. Era claro que las 3 me deseaban por el silencio que me daban como testimonio. Pero sin decir mucho, Aisha tomó la iniciativa, su necesidad demasiado grande para ignorar.

La caminata hacia su casa fue repentina, con nuestros corazones acelerados por el deseo con cada paso. Podía notarse en sus ojos que estaba desesperada. Incluso intuía que su ropa interior estaba húmeda.

o¡Buenos días, padre del amigo de mi hermana! – abrió la puerta Calliope, recibiéndome con nuestro primer intercambio de palabras con una sonrisa juguetona.

jacuzzi

Y sin perder tiempo, me dio un beso apasionado, con sus manos envolviéndome por la cintura, acercándome hacia ella. Tomó mis manos para que agarrase su trasero, afirmándole firmemente mientras profundizábamos nuestro beso, con nuestras lenguas explorando nuestras famélicas bocas.

Vestía un bikini escandaloso amarillo, regalo de su exnovio Nick, quien había considerado demasiado revelador para ser visto en público.

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Con la partida de David, la relación entre Calliope y Aisha continuó creciendo en intimidad. Cada noche, una vez que Sophie sucumbía a su cansancio, Calliope entraba en puntillas al dormitorio matrimonial para disfrutar de sus citas clandestinas. Sus ligeras ropas caían como hojas bajo la tormenta, revelando sus formas desnudas.

madre e hija

Se habían vuelto expertas en el arte de hacer el amor en silencio, usando ojos y caricias para comunicarse. Calliope aprendió sobre la sensibilidad de las morenas areolas de su madre, contemplando cómo sus ojos se entrecerraban en éxtasis.

Hacer el amor se había convertido en un sagrado ritual, un momento en el que conectaban a un nivel que trascendía lo ordinario. Gracias a las botellas de agua, las cuales usaban como consoladores improvisados, habían ido estirando y preparando la estrecha conchita de Calliope para la experiencia placentera de la cual se empezaba a enviciar.

Sus niveles de intimidad habían alcanzado cotas totalmente nuevas. Ya no les incomodaban ni les unían los lazos familiares. Su lujuria superaba ampliamente ese vínculo. La descuidada necesidad de intimidad de Aisha con David estaba siendo satisfecha gracias a la ayuda de su voluntariosa hija y conmigo, mientras que Calliope satisfacía su curiosidad con el seductor cuerpo y la experiencia de su madre.

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Pero volviendo a esos momentos, Aisha empezó a desnudarse, revelando su voluptuosa figura centímetro a centímetro. Sus pesados y grandiosos pechos dan pleno testimonio de la belleza de la madurez.

trio mhm

Aunque los senos de Calliope son tersos y voluminosos, no se comparan al volumen del de su madre, aspecto que Aisha sabe que me vuelven loco. Mis ojos se aguzaron al verla en su libidinoso conjunto de encaje negro. Sus pechos parecían a punto de salir de las copas, con pezones duros y suplicantes por atención.

El espectáculo era tan excitante y sorprendente, que el bulto en mis pantalones no tardó en manifestarse.

Juntas, madre e hija me llevaron sonrientes al gimnasio del segundo piso, donde estaba el jacuzzi. El aire estaba lleno de emociones a medida que empezaron a desnudarme, con sus dedos trabajando de forma coordinada para liberar mi pene del confinamiento de mis boxers.

Los pechos de Aisha se balanceaban pesados y voluminosos, su cintura meneándose con una gracia seductora. Verla así era como un puñetazo al estómago, haciendo a mi cuerpo responder con una salvaje necesidad.

Calliope no perdía la atención de su madre. Sus pechos juveniles eran perfectos y Aisha no podía sentir un poco de envidia.

infidelidad consentida

Se aproximaron a mí, sus miradas fijas en mi pene a medida que saltaba libremente de mis boxers. Para ambas mujeres, parecía un faro del deseo, un símbolo de la pasión que las unía.

Calliope fue la primera en actuar, con sus manos envolvían la base de mi vara. Se inclinó sobre mí, con su coqueta lengua palpándome mientras me saboreaba. Aisha nos observaba, con su mano acariciándose su clítoris para estimularse. Sus manos se pusieron temblorosas, al ver que era el turno de su madre para probarme.

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Los sonidos de nuestros gemidos combinados llenaban la habitación, una sinfonía de placer que parecía resonar a través de toda la casa. Éramos un trío de lujuria, atados a secretos y deseos que no podían ser hablados en público. Madre e hija se tomaban sus turnos adorando mi verga, sus labios y lenguas trabajando en armonía volviéndome loco.

Calliope sintió el toque gentil de su madre guiándola. Ya no eran solamente madre e hija, pero amantes que me compartían. Las expertas manos de Aisha recorrieron el cuerpo de su hija, con sus ojos brillando con una lujuria que reflejaba la de Calliope.

Mi respiración se agolpaba en su garganta mientras veía dos de las mujeres más sensuales de mi vida, unidas en su persecución por el placer. Mi erección se puso más rígida, forzando la mano de Calliope mientras que los habilidosos dedos de Aisha recorrían su cuerpo.

Incapaz de resistir esa apasionante tortura demasiado tiempo, me aferré a Aisha de manera tal que su lascivo busto se aprisionara sobre mi pecho. Sus pezones endurecidos rozaban mi piel, mandándome escalofríos directamente a mi pene.

Nuestros ojos se engancharon y sin decir nada, Aisha cambió el lugar con su hija, con sus tibios labios envolviendo mi hombría en un apasionado beso.

Nuestras lenguas bailaban desbocadas, saboreando la necesidad en los labios de Calliope. Fue un momento de lujuria pura y descontrolada, donde el tiempo parecía detenerse. Calliopse observaba con muchos deseos, cómo la cabeza de su madre subía y bajaba incesantemente, tragando más verga de lo que ella ha podido hasta ahora.

Su propia desesperación y lujuria guiaron su mano hacia su feminidad, con sus dedos ingresando húmedos fácilmente. Se quejó, su voz apagada por mi boca, mientras que las manos de Aisha se unían a las suyas, sus dedos entrelazándose a medida que su placer se intensificaba.

Pero las ganas de Calliope se volvieron demasiado intensas. Logró acomodarse sobre mí, ante el asombro de su madre.

jacuzzi

Aisha contemplaba a su hija con envidia, pero la pasión cruda en el rostro de su hija era imposible de resistir.

Sin siquiera darse cuenta, sus dedos se deslizaron sobre sus labios vaginales, tanteando la humedad alojada entre sus pliegues. El calor era palpable, un fuego que consumía el aire alrededor de nosotros.

Logré mirar a Aisha por encima del hombro de Calliope, causándome una sensación riquísima recorriendo mi espalda. Podía sentir su ansiedad para unirse a nosotros, completando nuestro circulo de calentura que se había conformado con el paso de los meses.

madre e hija

Pero curiosamente, mientras miraba su madre, Calliope se volvió como loca. La idea de hacerle el amor al amante de su madre la prendió todavía más, y empezó a moverse más rápido, sus caderas prensándose sobre mí.

La mano de Aisha se volvió más osada, sus sacudidas volviéndose más insistente al apreciar los pechos de Calliope rebotar de arriba a abajo con cada embestida. Trataba de enterrarme con ellos y yo, de morderlos y chuparlos, pero sus movimientos eran tan imponentes, que no podía más que besarlos, aunque sus labios y su lengua estaban sedientos. Tener a una chica tan joven e impulsiva, tratando de penetrarse por sí misma, era alucinante.

trio mhm

Los frenéticos gemidos de la hija se volvieron el irresistible canto de sirena que Aisha no podía ignorar. El agua alrededor de nosotros se sacudía no tanto por las burbujas, sino que por el movimiento de nuestros cuerpos.

El agua de la tina caliente salpicaba alrededor nuestro, las briznas del sol brillaban en un brillo etéreo sobre nuestros cuerpos entremezclados. La esencia de nuestra lascivia permeaba el ambiente, en un aroma intoxicante, un cóctel poderoso de amor y lujuria. El gimnasio de David era una escena de erotismo puro, un tablero de amor y placer que nunca podría ser replicado.

Los gemidos de Calliope se volvieron más intensos a medida que la presión se acumulaba, haciendo eco a través de las paredes de la casa en momentos que llegaba al orgasmo. Sin embargo, la lujuria de Aisha se volvió indomable. La visión del orgasmo de su hija era demasiado para ella.

Con un gemido de deseo, Aisha empezó a montar mi rostro, su sexo a centímetros del rostro de su hija. La conexión entre nosotros era eléctrica, animalesca, una corriente que parecía pulsar a través del mismo aire.

Mi lengua bailaba sobre el hinchado clítoris de Aisha, llevándola al borde del orgasmo. Calliope nos observaba, sus ojos deslumbrados por la lujuria, a medida que el cuerpo de su madre convulsionaba descontroladamente.

La presión se incrementó, hasta el punto en que Calliope no pudo aguantar más. Se vino en un grito, su cuerpo sacudiéndose por la fuerza de su liberación. Mi pene se sacudió en su interior y ella sabía que me faltaba poco.

Y finalmente, con una poderosa embestida, la rellené con mi semen caliente, mientras contemplaba a su madre. El aire estaba denso con la esencia de sexo, con nuestros cuerpos pegajosos con sudor y deseo.

Una vez que los temblores de Calliope cesaron y pudo liberarme, Aisha me limpió, para luego besar a su hija y compartir el sabor de mi semen.

Mi pene permanecía duro, con mi deseo por ambas insaciable. Al verlas besarse, mi corazón se aceleró. La idea de hacerles el amor a ambas, llenándolas con mi semilla, era intrigante.

Calliope me sonrió, miró a su madre y le dijo:

o¡Es tu turno!

Aisha no necesitó más. Se montó sobre mis caderas, su conchita todavía húmeda por su orgasmo anterior. Se agachó sobre mí, contemplando a su hija. El morbo de sentirme ensanchándola era demasiado para ella, un placer tan intenso que lo sentía en su alma.

La calidez de la húmeda conchita envolviéndome una vez más era maravillosa. Empecé a embestirla lentamente, con movimientos creciendo en potencia y demanda. El agua nuevamente volvió a salpicar a medida que nuestra pasión se liberaba, un remolino de amor y lujuria descontrolado.

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Aisha me montaba con un hambre incontrolable, con su sexo doliendo por mis estocadas. El agua se arremolinaba en torno a nosotros, denotando la pasión frenética que se proyectaba con nuestros movimientos frenéticos. Los ojos de Aisha estaban llenos de pasión a medida que rebotaba constantemente sobre mi pene, con sus pechos sacudiéndose como jalea ante cada rebote.

Calliope estaba impresionada al apreciar que su madre me podía tomar completamente. Ver al voluptuoso cuerpo de su madre montar al mismo hombre que minutos antes le había hecho gozar, probablemente haciéndole sentir las mismas experiencias, era impactante. Inconscientemente, su mano volvió a deslizarse para acariciar su propio clítoris.

En esos momentos, mis dientes rozaban la areola morena de Aisha, ocasionándole suspiros y quejidos de ella a razón que mordisqueaba sus sensibles pezones. Sus ojos se ponían en blanco, perdida en la intensa sensación que llenaba su sexo una y otra vez. Nuestros cuerpos se movían en perfecta armonía, un ballet de placer y lujuria que parecía trascender los extremos de la realidad. Producto de esto, la habitación resonaba con los gemidos suaves y el constante azote de la carne contra carne.

Mis manos exploraban las curvas de Aisha, sujetando sus desafiantes caderas con cada embestida, mientras que las manos de Calliope se movían más rápido, siguiendo el goce de su madre, resultando en un poderoso afrodisiaco.

Los gemidos de la madre fueron volviéndose cada vez más frenéticos mientras iba alcanzando mayores profundidades, su cuerpo moviéndose en un ritmo infernal que reflejaba meses de experiencia y práctica. Al igual que su hija, mi vara ardiente estaba golpeando el vientre de la madre con locura. Los majestuosos pechos color chocolate se sacudían frenéticamente, cuando cada una de nuestras poderosas sacudidas iban remodelando las entrañas de la madre. Aisha me besaba con locura, amándome con un placer profundo y crudo. Sin lugar a duda, ya no había manera que David pudiera proporcionarle las cantidades de placer que le estaba otorgando yo en esos momentos.

Sus gemidos fueron haciéndose más potentes, sus caderas tensándose a medida que los orgasmos iban llegando.

Los orgasmos de Aisha fueron manifestándose de a poco, en una melodía de placer que se fue extendiendo hacia la eternidad. A medida que le impactaban una y otra vez, su cuerpo entero se sacudía en placer. Podía sentir los pulsos incesantes de mi pene dentro de su vientre, llenándola de mi semilla caliente. La sensación, indescriptible, con una conexión que iba más allá de lo físico.

Los 3 permanecimos cansados, envueltos en una red de deseo. Compartíamos una pasión salvaje y sin filtro, que iba más allá de la moralidad.

Una vez que la madre me dejó ir, Calliope, como una obediente hija, limpió mi pene con su tibia boca y lengua, deleitándose con el sabor de nuestros jugos entremezclado con el agua.

Luego de eso, Aisha acercó a Calliope con posesión, sus ojos llenos de deseos de un amor posesivamente maternal, carnal y lujurioso.

•¡Eres mía! - proclamó la madre, antes de besar a la hija, con una voz ronca con deseo.

Calliope cedió, con una sonrisa perturbada entre sus labios.

o¡Y tú eres mía! – respondió, agarrando la base de mi bastón.

Una vez que pudimos despegarnos, madre e hija se acomodaron en el borde de la tina caliente. El soberbio y estrecho culo de la madre, demandando tentadoramente un placer adicional. Me ubiqué detrás de ella, mientras su mirada gatuna me hacía una invitación la cual no podía rechazar.

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Calliope contemplaba sin palabras al apreciar la expresión lasciva de su madre. El rostro de Aisha, una vez benevolente y maternal, era en esos momentos un retrato de pura lujuria y carnalidad, con ojos vidriosos por lascivia descontrolada mientras la penetraba por el culo, tanto como ella disfrutaba. La expresión desequilibrada de su madre, contorsionada en una fusión del dolor con el placer, hipnotizaba a Calliope.

Mis embestidas eran profundas y poderosas, abriéndose paso por el estrecho, ardiente y refrescante agujero de la madre, empujando a Aisha hacia el borde de la tina. Ella gemía, con sus ojos desorbitados, a medida que le iba impactando en los puntos clave. La sensación de mi gruesa verga deslizándose dentro y fuera de ella era casi inaguantable.

Podía notar la curiosidad de Calliope al contemplar a su madre. El deseo de profundizar esa sensación que tenía a su madre tan apasionada. Su lujuriosa mano, una vez más, se deslizó entre sus piernas, con sus dedos tratando de aliviar sus ansias, imaginando cómo sería ser rellena de tal viciosa manera.

El sonido de nuestra piel azotándose y el agua salpicar y burbujear llenaban el ambiente del gimnasio, puntualizado con los gritos de placer de Aisha. El orgasmo de Calliope iba creciendo, con su cuerpo sediento por encontrar satisfacción.

Las mejillas de Aisha enrojecieron, con su cuerpo temblando por la fuerza de sus orgasmos y por el hecho que la hija no perdía detalle de las acciones de la madre. Más, aun así, su cuerpo deseaba más.

Mi cintura pistoneaba constantemente las caderas de Aisha, con mi agarre incesante a medida que la culeaba más y más. A medida que Aisha gritaba su orgasmo, su cuerpo se sacudía debido a la intensidad. Calliope tampoco pudo aguantar mucho tiempo, alcanzando el clímax a los pocos segundos que su madre, con su cintura sacudiéndose descontroladamente sobre su mano mientras se venía intensamente.

Permanecimos callados, jadeando y agotados por un momento, el agua de la tina caliente arremolinándose en torno a nosotros.

jacuzzi

Mientras nos íbamos recuperando, nos acomodamos para conversar. Me ubiqué entre medio de ambas, sujetando sus deliciosos pechos mientras las abrazaba, mientras que ellas me agarraban de mi pene semi erecto, como si fuese la cosa más natural en el mundo.

o Bien, mamá. – empezó Calliope, su voz todavía ronroneante tras nuestro encuentro. – Tenías razón. Estar con un hombre mayor es… increíble.

Aisha brillaba en satisfacción.

• ¡Lo sé, cariño! – le respondió, acariciando mi mejilla. – Pero también tienes que admitir que Marco está bien dotado en el departamento de hombres.

Me quedé sin palabras, a medida que ella gozaba apretando mi glande. Calliope asintió, jugueteando con el pezón de su madre.

o Puedo ver por qué lo escogiste. – respondió, mirándome a los ojos.

Y es aquí en donde me di cuenta de que, a pesar de todo, el mundo es un pañuelo.

O al menos, Melbourne lo es.

• Pero dime, hija. – empezó la madre, acariciando mi pecho. - ¿Qué despertó tu curiosidad en hombres mayores en primer lugar?

Calliope se cohibió levemente…

o Si te soy honesta, mamá, mi mejor amiga tuvo un affaire con su antiguo vecino este verano. – comenzó a contarnos Calliope. – Me dijo que era increíble en la cama. Muchísimo mejor que su novio.

madre e hija

• ¿En serio? ¿Engañó ese bombón de Matty?

Al escuchar eso, sentí un espinazo frío que no sentía hace años.

o ¡Sí! – dijo, con las mejillas avergonzadas. – Me dijo que fue su crush por muchos años. Incluso antes que conociera a Matty. Me dijo que parecía un tipo apuesto, amable y bueno. Un papá responsable… y bueno, como Brenda no era muy apegado a su padre, se enamoró de él.

Me sentía lívido.

• Bueno, Marco es tan comprometido con su hijo y sus hijas, que fue la razón por la que me enganché con él. – Agregó Aisha, besando mi mejilla mientras me masajeaba el pene.

o Pero también me comentó que tuvo una infidelidad con su madre durante la pandemia. – continuó Calliope, haciéndome sentir que me hundía en el agua. – Él estaba casado, pero se encontraban cada dos semanas, bajo el pretexto de comprar comida y entonces, iban a un hotel a coger por horas.

trio mhm

Era uno de esos momentos donde quería que me tragara la tierra.

• Así que, ¿Fue por eso por lo que querías experimentar con el amante de tu madre? – consultó Aisha, con una voz sensual.

Calliope se avergonzó aún más.

• Bueno, no diría que fue exactamente así. – protestó ella. - Pero me sentía curiosa de cómo sería.

Y si necesitaba una mayor confirmación, lo que siguió, lo aclaró todo.

o La mejor parte -continuó Calliope.- fue que me dijo que cogieron todo el día de los enamorados. Mientras que Matty estaba con su esposa en la playa, a Brenda le estaban dando duro con la verga del vecino. Me dijo que nunca había sentido tanto placer en la vida.

• ¡Wow! ¿Brenda te dijo eso? - preguntó Aisha sorprendida.

Quedé pasmado.

o ¡Sí! – Exclamó, excitada. – Cogieron por horas, mientras Matty estaba con la esposa del tipo en la playa. Brenda dijo que él era un verdadero semental, explorando cada agujero de su cuerpo.

• Bueno, conozco la sensación. - Comentó Aisha, mirándome encantada, mientras me seguía masajeando.

Limpié mi garganta, con mi pene sacudiéndose en sus manos.

- Creo… que deberíamos arreglarnos para ir a buscar a nuestros hijos. – les dije, todavía impresionado por el relato de Calliope.

Mientras la madre y la hija me contemplaban cómo salía de la tina caliente y juntaba mi ropa, pensaba en cómo era posible que Brenda conociera a Calliope. Después de todo, estaba en tercer año y estudiando algo ligado con humanidades.

Pero la idea que no dejaba mi cabeza era que Melbourne es un verdadero pañuelo.


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2 comentarios - PDB 56 Melbourne es un pañuelo

eltrozo896 +1
El mundo 🌏 es un pañuelo
metalchono +2
Sí. Uno pensaría que en una ciudad tan grande como esta, no pasarían cosas así. Pero ahora que lo pienso, aunque hemos cambiado de zonas, el círculo de conocidos sigue siendo casi el mismo. Gracias por comentar.
Elmorbocerdit4 +1
Dios mío que tremendo relato
metalchono +1
Muchas gracias por comentar.