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Incesto con mi tía puta

Allí estaba yo, con el coche en marcha, en ese puto polígono de mierda, viendo pasar a gente que iba y venía… parando, únicamente, para recoger mujeres. ¿Por qué estaba en aquel lugar en medio de la nada y de noche? El motivo era simple, puesto que era una idea que me comía desde hacía par de meses atrás. Leed con atención.
Todo lo descubrí de pura casualidad, un día de fiesta junto a mis amigos, donde quisimos hacer una broma e ir a ese polígono a dar una vuelta. Lo conocíamos de sobra y sabíamos lo que se cocía, aunque nadie iba a pagar por lo que allí se vendía.
Ninguno de nosotros iba a follar con una fulana, eran esas cosas que se hacen cuando se está borracho y la fiesta ya había pasado de largo, con algo nos teníamos que divertir. Sin embargo…, en aquel sitio apartado de la ciudad, vi algo que me heló la sangre y… me dejó la picha de piedra.
Estaba en la parte trasera del SEAT León de mi colega, justo en la ventanilla izquierda, con cuatro de mis cachondos amigotes queriendo reírnos un rato y sí, eso no lo voy a negar, juguetear con alguna.
Fue Aitor el que bajó la ventanilla y chistó a una de esas damas de la noche. Eran dos las que estaban apoyadas contra la pared fumando un pitillo a la luz de la farola. Una de ellas se sintió aludida y se acercó con una botas que la llegaban a las rodillas y unas tetas que no cabían en el sujetador.
Me reía como los demás, tratando de mantenerme en silencio mientras Aitor le decía a ver cuánto cobraba. “¡Joder, sí que está caro!”, soltó mi amigo de una manera bastante cómica, aunque poco más pude escuchar, puesto que cuando la mujer se asomó un poco por la ventanilla, me quedé de piedra.
No había dudas, por mucho que hubiera bebido esa noche y pese a que llevaba una peluca rubia casi platino… la reconocí al instante, ¡era mi tía Julia!, la hermana de mi madre. Iba preparada igual que una furcia… ¡Porque lo era! Con ese pelo dorado, bien maquillada, mascando un chicle con aire desenfadado y con una vestimenta que dejaba demasiada carne a la vista.
Estaba increíble, sin duda, la mejor de todas las mujeres de la noche. Contuve el aliento al verla de esa guisa, puesto que era un shock. Solía estar con ella tardes normales de sobremesa junto a su marido y ahora…, contemplarla con unas prendas que más bien parecían trapitos que cubrieran partes de piel, era chocante.
No me vio de puro milagro, porque la zona era bastante oscura y era el más alejado de su visión. Me dieron ganas de pedir que saliéramos quemando rueda, sin embargo, no fue necesario, puesto que con par de frases más, mi tía se largó por donde había venido, moviendo esa falda que parecía un cinturón y con sus medias de rejilla que ahogaban sus muslos.
Me sentí aliviado cuando llegué a casa, cómo que si mi tía me pillase en aquel polígono fuera algo malo, aunque la verdad… malo sería lo suyo, que era puta y, al menos, mis padres, no tenían conocimientos de ello.
Pasaron par de meses y sí… aquí estoy, en el mismo puto polígono de mierda, mirando de lejos a mi tía que viste idéntico atuendo de prostituta que la otra vez. Había acudido por tres noches, pero no tuve la suerte de verla, por lo que deduje que no trabajaría siempre que el sol se escondía, no obstante…, en esa ocasión… sí.
Sujetando el volante con ambas manos, me tuve que convencer para pisar el acelerador. Normal, lo que pretendía no era sencillo, el plan estaba elaborado en mi mente, no obstante, era complicado llevarlo a cabo. Una cosa era follarme a mi tía una y otra vez en mi cabeza y otra… pretender hacerlo en la realidad.
Pese a ello, mi pene mandaba y me enviaba continuamente, recuerdos de todas las pajas que me hice en mi vida pensando en ella. Siempre me puso muy cachondo, con esas tetas gordas y un culo bien duro, me volvía loco. En las partes más lujuriosas de mi cerebro, me la había imaginado haciéndola de todo… no tenía secretos para mí. Ahora quería convertirlo en realidad, porque saber su secreto… me excitaba hasta un punto sin retorno.
 Me armé de valor, apretando con fuerza el volante y diciéndome a mí mismo que acelerara. El recuerdo de verla en bikini cuando era un niñato y estábamos pasando un verano en la playa, me asoló por completo y sin pensar dos veces mis actos, pisé el pedal. Era ahora o nunca.
—Chicas…
Solté timorato al llegar a su altura, menudo comienzo más alentador…, algunas veces soy ridículo. Con la ventanilla bajada, dos mujeres me miraron, una de ellas era Julia y menos mal que con la oscuridad del lugar, todavía no era capaz de verme desde la pared. Alcé mi dedo y la señalé.
—Tú, ¿un servicio? —esperaba que se dijera así y no quedar como un payaso por segunda vez.
—Luego hablamos, cielo —comentó Julia a su… ¿Amiga, compañera de curro…? Lo que fuera, bien poco me importaba—. Buenas noches, rey. Mamada son treinta, sesenta polvo y una hora son noventa euros. Cien completo. ¿Cómo lo ves?
Estaba apoyada en el coche, metiendo ese par de melones por la ventanilla y sonriéndome con unos labios que pedían polla a mares. No le podía ver los ojos, aunque sí que contemplaba esa peluca dorada que colgaba hasta sus hombros…, ¡qué mal la quedaba…! Prefería el moreno natural de su cabello.
—Tengo los cien.
—Has ahorrado para invertirlo bien, cariño. —me sorprendió su tono neutro, igual que esas teleoperadoras que te sueltan todo el texto sin trabarse, solo que Julia, vendía su cuerpo— Luego nos vemos, Carla —se despidió de la que llamaré su amiga y abrió la puerta del coche.
Se sentó de la misma, igual que si supiera que yo era su sobrino y la estuviera recogiendo para llevarla a casa. No me miró, ni siquiera hizo el intento… ¿Gajes del oficio? A saber. Lo único que hizo, fue sacar de su pequeño bolso una barra de labios de color rosa con la que se dio un retoque mirando al espejo del copiloto.
—Un poquito más adelante… —arranqué mientras se ponía guapa y tiré hacia donde me dijo— Eso es. Vete hasta el primer giro y allí tenemos un sitio muy íntimo.
Apretó los labios, produciendo un sonido seco con su boca que no silenció el motor del coche. Metió de nuevo el lápiz labial en su diminuto bolso y rebuscó con calma hasta que sacó una tira de condones del interior. Partió uno con una maña increíble y se lo quedó en la mano mientras guardaba el resto.
—Entonces… —giré donde me decía y mi tía… también giró su rostro para contemplarme por primera vez. Un segundo después, volvió a hablar, aunque… con un grito ensordecedor— ¡¡TU PUTA MADRE!! ¿¿¡¡QUÉ COÑO HACES AQUÍ, MIKEL!!??
La reacción me la esperaba, incluso me imaginé algo peor, pero, simplemente, se quedó en silencio y perpleja, mirándome con los ojos abiertos como platos, aguardando que la contestase. Conduje por unos tres segundos más, viendo la amplia explanada salpicada de unos solitarios coches. Estaba claro que ese era mi destino.
—Pues… a leer no he venido… —solté con media sonrisa.
Julia seguía atónita, y me dio tiempo a aparcar el coche debajo de una farola que nos iluminaba igual que el foco de un teatro. Antes de que pudiera salir del coche o, mejor dicho, huir de su sobrino, pulsé el botón de cierre centralizado.
—¿¡Sabías que era yo!? —dijo señalándose un pecho que no dudé en admirar, ¡menudas tetas…, una locura…! Mi tía de tonta no tiene un pelo y saltó con la siguiente pregunta— ¿Desde cuándo lo sabes, Mikel?
—Par de meses atrás. Te vi un día que pasé con los amigos. —torció el gesto y negó con la cabeza.
—¿Eres un putero? —no fue un insulto, sino que buscaba información.
—¡Qué va! Nunca he ido de putas, el día que te vi estábamos de cachondeo.
—Vale, muy bien… —mascó su chicle e hizo un gesto de indiferencia. Viró su mano para abrir la manilla y… a la segunda, comprobó que estaba cerrada— Abre la puerta, que tengo que trabajar.
—Estás trabajando —sentencié con mi mejor tono de adulador.
Ella me miró con sus bonitos ojos de color avellana y sentí un calor que no recordaba por ninguna otra, mi tía me ponía muchísimo. Incluso vestida de manera tan extravagante, mi pene empezaba a arder de puro frenesí.
—¡Ni loca voy a hacerte nada, chaval! ¿¡Estás tarado!? ¡Qué soy la hermana de tu madre! Te he visto nacer y te conozco desde que eras un bebé. Abre la puta puerta ahora mismo que me quiero pirar. —jamás la había escuchado usar ese lenguaje, solía ser más recatada cuando estaba cerca de mis padres.
—Ya no soy un bebé, la tengo más grande. 
—Me imagino que, en veinte años, algo te habrá crecido.
Eso sí que fue un comentario tratando de molestarme, pero no lo consiguió, solo logró que la erección que iba a medio camino, terminara de ser completa cuando mentó mi polla con sus jugosos labios.
—¿Cuántos te has follado hoy? —abrió los ojos de par en par.
—¿¡A ti qué coño te importa, chaval!? —aulló dentro del coche y, por un momento, pensé que iba a levantar la mano para cruzarme la cara.
Sin embargo, no era el caso, sino que trató de abrir de nuevo la puerta, obviamente, no lo consiguió. Puse mi mano en el botón de cierre automático, quizá demasiado cantoso, pero no quería que se fuera.
—Mira tía, habla conmigo un poco, no seas tan sosa. Seguro que a los demás les das más amor que a mí y eso que yo soy tu querido sobrino.
—¡Imbécil…! —lo soltó con asco y quedó quieta con los brazos cruzados— ¿A cuántos me he follado esta noche? ¿Eso quieres saber? Pues a dos. ¿Algo más?
—¿Cómo eran? —torció el rostro y se sacó un cigarro— ¿Gordos, flacos, viejos…?
—Dos clientes habituales, un viejo verde que no sé cómo se le levanta y un padre de familia gordo que le gusta que se la mame mientras le meto un dedo en el culo. —cuando encendió el cigarro y le dio una calada, supe que esos labios debían de chuparla de maravilla.
—¿O sea que te follas a dos asquerosos y me rechazas a mí?
—¡Ni que tú fueras un dios griego, niñato…! —sacó una sonrisa altiva y tiró el humo del cigarro al interior del vehículo.
—Mira, tía, no te voy a engañar… tengo muchas ganas de follarte y para eso he venido. —chistó para reírse— Si te los follas a ellos, también a mí, el dinero vale lo mismo. Además, —iba a ir por la vía rápida— no quiero llegar a decirte que si me rechazas, tal vez se me pueda escapar este secretito a mis padres. No pasemos por ese mal trago… que yo te quiero mucho.
—¡Eres un cerdo…! —eso lo dijo de verdad y si contaba tal cosa, era consciente de que lo sería, pero… me la tenía que follar. Costase lo que costase— No te atreverías, si no tendrás que dar explicaciones de que hacías aquí. —sonrió convencida de su victoria, pero mi dura polla era difícil de doblegar. Puse mi cara más retadora y esa… sí que me salía bien.
—¿Te la vas a jugar por un polvo? Puedo mentir con facilidad, “pasaba por aquí…”, “quedé con uno…”, “me perdí…” —solté una pequeña risa y Julia retiró sus ojos del botón del cierre automático— Me imagino que Carlos lo sabe, ¿no? —se ahorró la respuesta, era evidente de que su marido debía de ser consciente— Eso será que sí. Pero si se enteran mis padres… puede enterarse cualquiera.
—¡¡Uf!! —bufó con rabia— ¡Qué asco me estás dando ahora mismo, niñato! —soltó visiblemente cabrada, dando una buena bocanada al cigarro— ¡Me encantaría partirte la cara! Aunque sé que no va a valer de nada.
Bajó la ventanilla y, por un momento, supuse que se lanzaría como una loca por ella al exterior, pero solo tiró el cigarro a medio consumir, que se quedó brillando como una luz solitaria hasta apagarse en mitad de la noche.
—Abre bien esas orejas, Mikel, porque ni en tus mejores sueños me vas a follar, eso que lo sepas. —esas palabras eran ciertas y lo sentí idéntico a una línea roja. Claro… eso… de momento…— Una mamada, te largas corriendo a casa y nos olvidamos de esto de por vida. ¿Claro?
—Tengo la pasta… —le enseñé mi cartera y ella me cortó a la vez que le daba al botón del cierre automático.
—Más te vale que la tengas, porque te voy a cobrar el “plus Hijoputa”.
Abrió la puerta e hice lo mismo con la esperanza de que no fuera una treta. Aunque por su bien, mejor que fuera así, porque no me apetecía contarle todo a mis padres y tener que aguantar miles de preguntas. Me imaginaba que lo haría si me la jugaba, porque yo solo quería metérsela, igual que los demás… nada diferente. No me la jugó.
—Toma, Mikel. —me lanzó el condón una vez que me senté en los asientos traseros y la miré con indignación— ¡Póntelo!
—¡Vas lista, tía! —se lo tiré a su regazo y cayó al propio asiento— No me pienso poner un condón de mierda para que me la chupes. Eso ni es una mamada, ni es nada…
Apretó sus labios y entrecerró los ojos, meditando sus posibilidades, supo que me tenía que tener contento, porque su secreto estaba en mis manos. Por lo que, retirándose los pelos de la peluca detrás de la oreja, se colocó de rodillas sobre los asientos.
—Acabemos con esto. Sácatela. —puse mis manos en los pantalones y empecé el proceso— Como cuentes algo, te juro que me voy a dedicar a joderte la vida desde hoy hasta… ¡¡PERO NIÑO!!
Saqué la polla del todo dura, con más de veinte centímetros de músculos pétreos y unas venas rugientes debido a tanta sangre. Emergió disparada al cielo, limpia de pelos y con unas pelotas bien llenas de un cargamento exclusivo para mi tía. Cierto… yo no era excesivamente guapo, pero en calibre de escopeta, no me ganaba nadie.
—¿¡Tú de dónde has sacado eso!? —preguntó sin dejar de mirarla.
—¿Te gusta más que las salchichas viejas y flácidas de tus asquerosos clientes?
Se movió inquieta, acercándose a mi pierna derecha que estaba mostrando todo el muslo. No dijo nada, pero pude ver en sus ojos un poco menos de reticencia a lo que ocurriría y aproveché mi oportunidad.
Con una mano cogí la cartera y con la otra, me la sacudí en el aire para que se moviera igual que una bandera al viento. Julia estaba observándola con detenimiento y mi punta rojiza, parecía saludarla con un brillo erótico que se debía a la humedad que sentí según llegué.
—Escucha, tía, te lo digo muy en serio. Tengo doscientos pavos. He ahorrado estos meses en el curro de la fábrica. —se los enseñé soltando mi pene y dejando que oscilara solo en el aire— Son tuyos, pero trátame con más cariño que a tus amigos, que… somos familia…
—¡Puto imbécil…! —su insulto fue diferente a los anteriores, puesto que una pequeña sonrisa se instauró en sus labios— ¡Disfrútalo, niñato, que será rápido…!
Se acomodó a mi lado, robándome de la mano los doscientos euros ganados en la fábrica de vidrio y que, ahora, estaban bien invertidos en mi tía. Me habían costado mis horas, pero viéndolos en el bolso de Julia, supe que el gasto era bien merecido.
—No está mal… —suspiró agarrándomela bien fuerte con su mano. Sus uñas estaban pintadas de un rojo muy vivo que hacía que sus dedos se vieran a la perfección con la poca luminosidad.
—¿Se lo dices a todos tus clientes? —me la movió y sentí un placer que me hizo apretar el culo.
—Claro que sí. —otro movimiento y se acercó a mi cara, olía a flores, una delicia. Con voz muy sensual, me susurró— Pero a ti…, no te estoy mintiendo.
—¡La hostia! —comenté con otro movimiento, Julia sabía lo que se hacía— ¡Qué rico, coño! Cuéntame, tía, ¿desde cuándo eres puta?
—Cinco años…
Siguió pajeándome con calma y portando una sonrisa imborrable. Se inclinó un poco y, en un momento, escupió con fuerza. Gemí al verlo y ella, aprovechó para esparcir sus propias babas por mi gordo falo que parecía gustarla.
—Cosas de la vida —continuó ella—. Faltaba dinero en casa y… me gusta mucho follar. Me lo propuso una amiga que lo hacía de vez en cuando y al contárselo a Carlos, no se negó, creo que le pone un poco cerdo saber que me follan por dinero. Ahora van bien las cosas en casa, estoy cerca de dejarlo.
—¡Menos mal que no lo has dejado antes! Así puedo disfrutar de ti.
Por fin se inclinó del todo, metiendo mi gran polla dentro de su boca y succionando con sus labios para darme un gusto insano. Me contraje en mis viejos asientos, levantando una mano y posándola en su trasero que ya era visible debajo de aquella pequeña falda.
—¡Ey…! —dijo dejando de chupar— ¿Quién te dio permiso para tocarme el culo?
—¡Uf…! —resoplé al ver esa mirada lujuriosa— Sigue chupándomela, tía. Me llevas al puto cielo.
Mamó con destreza, igual que se lo haría a los anteriores clientes, y… estaba seguro, que tanto el viejo verde, como el padre gordo de familia, los tres tipos de esa noche visitamos el nirvana.
—¡Menudo pollón que tienes…! —saltó dejándome la punta bien mojada y pasando a los huevos— Pocas veces he visto una así.
—Eso es mentira.
Negó con la cabeza mientras su lengua acunaba mis pelotas y su mano no paraba de bajar y subir mi piel. Estaba muy cerca de llegar al orgasmo, de sacar toda la corrida de aquel día que, con acierto, reservé para mi querida tía.
—Me corro… —apreté los dientes y sentí el placer golpearme con fuerza. Entonces fue que se lo grité— ¡Julia, chúpamela duro que me corro!
—¡Ese es mi sobrino! —soltó eufórica, seguramente, sabiendo que su trabajo terminaría.
Se la volvió a meter en la boca, jugueteando con su lengua de una manera que me volvía loco. Apenas estuvo otros diez segundos moviendo la cabeza arriba y abajo, que yo, supe que el volcán iba a entrar en erupción.
—¡Córrete…! —me ordenó en un susurro, masturbándome con furia y colocando su boca en mi oído. Su respiración estaba acelerada y el calor de su aliento era demasiado— ¡Córrete para tu tía la fulana…!
—¡Mierda! ¡Qué pasada!
Bajó la mano del todo, sacando mi prepucio a relucir y observando, la forma en la que escupía con virulencia. Todo fue muy rápido, tanto mis espasmos, como los tres enormes chorros de veneno que soltó mi serpiente. 
Cayeron en mi vientre, manchándome un poco la parte baja de la camiseta, pero como podéis comprender… me importaba entre cero y nada.
—¡Buenos misiles…! —comentó Julia meciéndome lentamente la piel y con una sonrisa de oreja a oreja— ¿Te has reservado para mí? Porque menudos charcos. Te tengo que poner muy cachondo, ha sido el trabajo más sencillo de la noche…
Empezó a reír a carcajadas y la verdad, que su risa se me pegó. Estaba allí, en medio de ese polígono, con la polla fuera y mi tía masturbándome, las risas no venían a cuento, no obstante, llenaron el coche.
—Julia… —me miró mientras buscaba un clínex y me lo lanzó en la oscuridad de la noche— No pienso irme de aquí sin metértela.
—No, Mikel, cariño… —su tono había cambiado, quizá por tal corrida, quizá por mi pene o… porque se había puesto cachonda al mamármela— Es hora de que vuelva a trabajar.
—Cien un completo… —solté con una respiración agitada y al estar a mi lado, la rodeé con mi brazo derecho. No hizo nada y de la misma, sin oposición, la subí encima de mis piernas— No estás perdiendo el tiempo.
—Serás… —esta vez no respondió nada malo, sino que se rio al notar mi polla dura en la parte trasera de su culo— Eres un puto depravado asqueroso, ¿lo sabías?
—Claro que sí.
Mis manos se fueron a sus nalgas, donde apreté con ganas a la par que mis ojos devoraban esas enormes tetas. No me podía contener, tenía que ser mía y la cara de mi tía… parecía más dispuesta que antes.
—Follamos con condón —comenté dándole un primer beso sobre su pecho—. No te diré que no a eso. Uno rápido, me vas a sacar la corrida pronto, estás demasiado buena. Luego te piras a por otros que la tengan pequeña y no te llenen. —mordisqueé ligeramente su seno y Julia se rio.
—A ver… —sonó algo remolona y supe que era mi momento. Lamí su seno con insistencia y su cuerpo se agitó— Prométeme… Que tu gran rabo de toro, se va a correr rápido. Venga… promételo, Mikel.
—Prometido.
Sus manos se pasaron por mi nuca y sus dedos se escurrieron por mi pelo. Con una ligera fuerza, me atrajo hacia sus senos y los empecé a comer con más ganas.
—¡Cómo digas esto a tus padres…! ¡Mmm…! —gimió golosa con uno de mis mordiscos— Te juro que te la corto. —cogió el condón que descansaba en el asiento y me lo dio a la mano— Que sea rápido… —con un vistazo veloz a su espalda, donde mi polla seguía bien tiesa, añadió— Es que… es una polla que no me pienso perder.
Me puse el “globito” lo más rápido que pude, al mismo tiempo que Julia, se bajaba tanto las medias como las bragas. Me imaginé que no estaría lista, que aquello sería un páramo seco, pero cuando se colocó mi punta sobre su entrada, incluso a través la capa del condón pude sentir la humedad de sus labios vaginales.
—¡Aahh…! —gimió con alevosía al introducirse la mitad sentada sobre mis piernas— ¡Dios…! Esta es mejor que cualquier otra.
—Tía, no hace falta que me mientas…
Mis manos se fueron a su pequeña camiseta y la bajaron junto al sujetador, sacando ambos pechos con los pezones de punta. Después, volví a poner mis diez dedos en sus dos duras nalgas, viniéndome un pensamiento muy lógico… “¿Cuántas veces la habrán reventado el culo?”.
—Si te gusta, bien —continué a la par que le lamía un rico pezón— Lo que no quiero que hagas, es que me pongas de gran follador y que te doy más placer que nadie…
—A ti… —movió la cadera con fuerza, metiéndosela entera y sollozando de placer— No… No te miento.
Julia empezó a follarme de una manera increíble, supe lo que era el sexo cuando su cadera se mecía adelante y atrás entre poderosos gemidos. Era una profesional y bastante buena, al menos, para mi poca experiencia. Aunque lo mejor de todo no era ese placer increíble, sino que podía soportarlo por haberme corrido instantes atrás.
Su cara estaba roja y yo, trataba de darle el mismo amor a ambos pezones, primero mordía uno, después, devoraba el otro. Aquellas tetas fueron mi fijación desde la niñez y no pensaba dejarlas a un lado, siempre que las tuviera a tiro, las chuparía.
—¡Buf…! —bufó Julia como un animal en celo, cayendo sobre mi pene con la fuerza de una leona— Esto no me lo esperaba… —la miré con curiosidad con su pezón entre mis labios y me confesó— Vas a hacer que me corra.
—¿¡De verdad!? —asintió con los labios apretados y moviéndose más rápido sobre mi cuerpo.
Mi reacción fue inmediata y cambiando mis manos a su cintura, la ayudé en el movimiento con severas ganas. Mi pene la penetraba sin parar, haciendo que mis huevos golpearan su ano cada vez que caía. Nuestros cuerpos se movían al unísono y cuando entraba por completo, el sonido del golpe sexual llenaba el coche.
—¡Cabrón…! Tu polla lo va a lograr… lo va… lo va… —cayó por completo, haciendo que mi punta la moviera los intestinos de un lugar y a otro, y su boca, dibujara un amplio círculo— ¡Lo logró! ¡Lo logró! ¡¡CABRÓN, LO LOGRÓ!!
Pareció volverse gelatina, abriéndose de piernas todo lo que le permitieron las medias y gozar como nunca vi a una mujer. Tenía media sonrisa, con los ojos cerrados y miles de venas tan gordas como las de mi polla rodeando su cuello. No pude hacer otra cosa que dejarla tranquila, y me costó, porque me encontraba más cachondo que antes.
—Eso… Estuvo bien, chaval… —me cogió del cuello y me dio un mordisco bien duro en mis labios, hasta el punto de hacerme daño— Me vas a alegrar la puta noche con tu polla.
—¡Joder, tía!
Sucumbí a mis instintos y la dejé en el asiento para ponerla como yo quería. Me separé de la mejor manera que pude, moviendo el coche en el intento y también, a Julia. La agarré de las piernas, dándola la vuelta a esas botas tan largas y dejándola con el culo mirando al techo.
Lo comprendió al instante y de la misma forma que si me leyera la mente, se puso de la manera que deseaba. Viró su cuello, provocando que su peluca dorada bailara en el aire y me miró con absoluto descaro.
—¿Más?
Se la metí a cuatro patas, de golpe, sin esperas, haciendo que pusiera la cabeza de nuevo para adelante y empecé a montarla como un potro salvaje.
Tengo que admitir que apreté de lo lindo, recostándome sobre ella para rodearla con mis brazos y coger sus tetazas entre ambas manos. Estaba demasiado salido, cumpliendo mi gran deseo sexual con la dueña de mis pajas por tantos años.
No paré de follarla por casi unos diez intensos minutos, en los que mi polla entraba y salía y Julia, apenas podía articular más que gemidos de placer.
—¡Me corro…! —soltó para mis asombrados oídos— ¡Mikel, eres un animal…!
—Me vas a tener que pagar tú a mí.
—¡¡Aaahhh!! —aulló con fuerza para todo el polígono— ¡Puto imbécil…! ¡Usa tu polla de caballo y haz que me corra!
—¡Te va a gustar que tu sobrino te folle, eh! ¿Quién es el guarro ahora? —la apreté con fuerza y mi polla se clavó entera en su interior, dejando que mis huevos acariciaran su clítoris— Ya no soy el único cerdo de la familia.
—¡Joder, sí…! —su cuerpo se tensó y la di un azote que le marcó el culo— ¡Sí, puto cabrón! ¡No me trates como a tu tía, házmelo como a una puta…! ¡Eso es lo que soy!
Acabó clamando al cielo, sin que parase de darla e imprimiendo tanta fuerza como me era posible. Mi polla la atravesó por completo, dilatándola por dentro hasta el punto que tuvo que tirarse sobre los asientos y sacársela de su palpitante coño.
Se corrió en abundancia, disparando unas pocas gotas de flujo, que volaron sin control hasta los asientos de mi coche. Cuando las vi brillar en la oscuridad de la noche, supe que no las iba a limpiar en ningún momento de mi vida, quedarían allí como recuerdo del que probablemente sería uno de mis mejores recuerdos.
—¡Sobrinito, eres único…! —confesó sollozando con la cara contra el asiento, mientras su cadera todavía daba espasmos.
Aguantármelo era imposible y me saqué el condón de la misma tirándolo a la parte delantera. La cogí con rudeza, en esa ocasión no quería que disfrutase, sino que necesitaba usarla. Iba a hacer lo que me dijo… utilizarla como si fuera mi puta.
La coloqué de rodillas en los asientos, con la peluca medio movida y una cara rota de placer. De nuevo estábamos como al inicio, con la polla endurecida hacia el cielo, mis piernas bien abiertas y mi tía a mi lado. Aunque algo había cambiado, por ejemplo, que sus tetas estaban fuera y que, su rostro…, parecía salido del fuego.
Sin embargo, la diferencia más relevante fue que antes de decirla nada, abrió su boca y se inclinó para volver a mamármela.
—¡Tía, que me vas a chupar hasta el alma! —solté sintiendo esa lengua juguetona con muchísima efusividad.
—Me has dado la mejor follada del año… —jadeaba y succionaba a partes iguales.
—Si fuera Carlos…, te follaba a diario, joder. ¡Puto suertudo…! ¡Ahh…! —gemí de puro placer cuando trató de metérsela entera, pero no fue capaz.
—Ese no me folla ni una vez al mes. No me hables de tu tío ahora, prefiero centrarme en tu preciosa polla.
—¡Pues tú a mamar, que yo me callo! ¡Aahh…!
La cogí de la peluca y llevé su cabeza al destino que tenía reservado. Chupó sin descanso por un minuto, hasta que mi pene pidió clemencia y se abrió a mi querida tía. Volvió a sacarme la esencia con una paja frenética, soltando los restos que quedaban de la anterior corrida y manchando tanto mi mano como sus diestros dedos. Ver esa imagen me puso más que una película porno, era increíble.
Nos quedamos tirados en los asientos traseros, con la ropa a medio poner y unos jadeos muy pronunciados que no escapaban del coche. Lo siguiente apenas lo recuerdo, porque estaba en una nube, literalmente, drogado de felicidad. La dejé en su puesto de trabajo, con un beso en los labios que no me sonó a despedida, si no a un… hasta pronto.
****
Pasaron tres meses y solo hice dos visitas más al sucio polígono donde trabajaba mi tía. Eso sí, tengo que decir que no fue de la misma manera que en la primera ocasión. En esas dos veces, fue la propia Julia la que me avisó de que trabajaría esa noche.
Me hizo precio familiar y volvimos a follar con ganas en la parte trasera de mi coche. Lamentablemente, la mujer decidió dejarlo después de que pasaran otros dos meses. No la culpo, esa vida era dura y prefería pasar las noches con su familia.
Sin embargo, nuestra vida familiar sigue siendo la misma. Solía venir a comer a casa, junto con Carlos y mis dos primas pequeñas. En una de esas entrañables ocasiones es la que me atañe, puesto que justo en el momento que acabamos de comer y me fui al baño con una sonrisa que me era imposible esconder.
Lo único, que no tenía que hacer ninguna deposición y en un descuido muy casual y nada premeditado… que se note la ironía… no entré solo. De un segundo a otro, tenía a Julia como la gustaba, con la familia a escasos pasos de distancia, al otro lado de una puerta de madera, y ella… arrodillada en medio del baño con la polla que más amaba en la boca.
—¡No me voy a cansar jamás de que me la chupes…! —susurré con mis manos arremolinando su pelo en su nuca para simular una coleta.
Apreté su cabello moreno, muchísimo mejor que su fea peluca, y a la par que me dedicaba una de esas lascivas miradas, le hacía tragar mi polla sin descanso.
—Tenemos que quedar para follar. —se la sacó un momento para contestar y se lo permití.
—Tengo que ahorrar un poco…
—¡Venga, sobrino! Por cincuenta euros me tienes una noche. —me la machacaba sin descanso, con esa sonrisa perfecta y la camisa abierta hasta el ombligo para mostrarme sus enormes tetas— Esta mamada solo son quince. Te quejarás de mis exclusivos precios.
—¡Buf…! Me enamora que seas mi puta.
—¡Y la mejor…!
—Sí… La mejor… —contesté ahogándola con mi polla para que mamara hasta el fin.
Lo hizo, chupando mi pene mientras con una mano me pajeaba y la otra me mecía los genitales igual que si fueran dos canicas de fuego. Era su modo habitual de proceder cuando deseaba sacarme todo el exceso de semen y, de la misma manera que en las anteriores ocasiones, lo iba a conseguir. Además, tener a la familia tan cerca… me ponía demasiado cachondo…
—¡Los melones, tía! ¡Los melones! —susurré con ansia mientras se la sacaba de la boca y ponía las tetas para recibir mi esencia.
Se la di toda, entera. Un cumulo blanco de pura leche caliente que adoraba. La manché del cuello hasta los senos y parte del sujetador. Me sacudí en mil espasmos, soltando el billete de veinte al suelo y suspirando en un orgasmo silencioso que nadie escucharía jamás.
—Qué… Quédate con el cambio…
Recogió el billete y me dio un golpe duro en el muslo, con una sonrisa de oreja a oreja que le sentaba de maravilla.
—¡Cabrón…! —murmuró casi riéndose, pasándose el dedo índice por los labios— Me has pringado el sujetador…
—Con esa pasta te puedes comprar otro.
Cuando se puso en pie, con todo ese calenturiento mejunje en sus tetas, me dio un beso en los labios de pura pasión y nuestras lenguas pelearon con ímpetu hasta que se vio satisfecha.
—¡Lárgate, anda! —obedecí, levantándome la ropa y saliendo con el mejor de los disimulos. Aunque su voz, me detuvo— Mikel… Ahorra un poco, te doy par de semanas. Necesito que me folles.
—Lo haré.
Trabajaría cuanto hiciera falta, pero ese dinero que necesitaba iba a llegar a mis manos, con el único fin de gastarlo en mi único vicio: La puta de mi tía.
FIN
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Muchas gracias por leer el relato y espero que os haya gustado

3 comentarios - Incesto con mi tía puta

JolineVanHause +1
De los mejores relatos de tía y sobrino 😳🔥