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Noche de sexo en la terraza

Conocí a Jorge el primer día de universidad. No era deesos chicos que llaman la atención con solo verlos llegar, pero con unos pocosinstantes de conversación noté que quería seguir descubriéndolo. Era inteligente,y eso me calienta mucho más que un buen cuerpo. Nos hicimos cómplices desde elprimer momento. Éramos dos seres totalmente opuestos. Él, barba, algunos kilosde más y una mirada que no decía absolutamente nada. Yo, flaquita, alta, ojosclaros, buenas tetas y un culo imposible de no voltearse a mirarlo. Además,nuestras personalidades también se oponían. Él súper tranquilo, sereno, medidoen sus palabras. Yo me comía el mundo con cada paso.
Una tarde, mientras tomábamos mate en mi balcón, lepregunté si le pasaba algo conmigo. La pregunta le cayó totalmente porsorpresa, del mismo modo que a mí al hacerla. No me atraía físicamente, nopensaba en él como hombre, como romance o conquista. Él tampoco había dadoindicios de un interés mayor que al de hacernos compañía. Me ayudaba mucho enlas tareas, me hacía reír y me escuchaba como nunca antes lo habían hecho. ¿Porqué le hice esa pregunta entonces? Sigo sin saberlo. Lo único que sé es quedesencadenó una serie de encuentros calientes dignos de una saga XXX.
El episodio que voy a relatar ahora no es el primeroni el último, pero es uno de los que más recuerdo por más de un motivo. Podríadecirse que estábamos de novios, aunque nadie más que nosotros dos lo sabíamos.Pasábamos casi todo el tiempo, cuando no estábamos en la universidad, en midepartamento. Ya habíamos tenido sexo en todos los rincones. Y esa noche, sinproponérnoslo, tachamos otro sitio de la propiedad: la terraza.
Era una noche de otoño, fresca y de cielo claro.Llevamos a la terraza varias frazadas y almohadas y nos tiramos a mirar lasestrellas. Algo sucedía en el cielo: luces extrañas se movían de formasincoherentes, dándole vida a un espectáculo magistral. Al principio,comentábamos sobre el hecho tratando de buscarle alguna explicación, para luegocontemplarlo en silencio. El aire fresco era una bendición, por lo que elegídejar la frazada al costado. Simplemente vestía un short muy pequeño y un topmás diminuto todavía. Mis pezones estaban duros e inmensos, lo que él me hizonotar con un comentario divertido. Le dije que sería interesante que hubieseotras cosas duras e inmensas, llevando una de mis manos directamente a su entrepierna, para llevarme la sorpresa de que realmente su pija se sentía totalmenteapetecible. Le dije que mejor volviéramos al departamento, pero me dijo estaríabueno probar algo diferente esa noche. Sin siquiera dejarme pensar en lo quehabía dicho, de un manotazo me bajó el top dejando al descubierto mis lindas,grandes y redondeadas tetas. Le pregunté que si estaba loco. Me dijo que sí, “locoy caliente”. Con muchas ganas de cogerme ahí nomás.
De inmediato se montó sobre mí y empezó a chuparme lastetas con intensidad, pero con delicadeza. Sentía como su enorme pija rozabacada vez con más violencia sobre mi conchita que de a poco comenzaba ahumedecerse. No aguanté más y metí una mano en sus pantalones. Primero,acariciándolo con suavidad, para pasar a pajearlo con fuerza. Luego de unosminutos así, me dijo que no daba más. Me besó con una intensidad abrumadora,para luego, de un salto, meter esa enorme y húmeda pija en mi boca. Me la cogiómientras con una mano me masajeaba la concha por encima del short. Me dijo queestaba por acabar, así que lo empujé para que no lo hiciera. En un solomovimiento me saqué el short y le pedí que me la pusiera. Lo cual hizo sinpensarlo ni un segundo.
Apenas sentí esa cosa dura y húmeda adentro mío, untremendo orgasmo se apoderó de mí, lo que pareció encenderlo aún más y comenzóa cogerme con una violencia arrasadora. Acabé una vez más antes de quecambiemos de posición. Le pedí que se acostara y me senté sobre su pija paracabalgarlo con locura. Así estuvimos unos quince minutos, en los cuales acabéuna vez más. El aguantaba como un campeón, hasta que finalmente estalló como unvolcán adentro mío. Su leche hervía, me quemaba por dentro. Saqué su pija de miconcha para meterla nuevamente en mi boca y saborear ese delicioso manjar.Seguía grande y dura como al principio, por lo que se la seguí chupando hastaque acabó de nuevo. Caí rendida sobre su cuerpo. Mis tetas bailaban al ritmodel latir de su corazón y eso me hacía muy feliz.
Cuando levantamos la vista, no solamente lucesextrañas nos miraban desde el cielo, sino que una docena de ojos eran testigosde nuestro amor desde las ventanas de los edificios colindantes. Eso nos excitóaún más. Su pija, siempre erecta, estaba preparada para un round más, por loque me puso en cuatro y volvió a hacerme suya. Ya no éramos nosotros dos y elfirmamento, estábamos amándonos para nuestros vecinos. Ojalá les haya servidopara las mejores pajas de su vida.
De ahí en más, se nos hizo costumbre coger para quenos vean. Y no solamente en la terraza, pero de eso les contaré en otraocasión.
 

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