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El nuevo pene de Lady D

La madre Miranda estaba empezando a sospechar que había cometido un error. Cuando Lady Dimitrescu se levantó de la humeante piscina, Miranda dio medio paso atrás, mordiéndose el labio con anticipación y preocupación. Primero, las enormes y pesadas ubres de Lady Dimitrescu salieron de la piscina, causando una pequeña caída en el nivel del agua cuando su gigantesco peso estalló al descubierto. Luego, su vientre tenso y suave, mientras la pendiente de sus caderas se revelaba... mientras sus nalgas se hinchaban a la vista, y la parte superior de sus muslos.





Luego llegó la gran revelación, la nueva "adición" que la Madre Miranda le había proporcionado a su adorable Alcina. Lady Dimitrescu dejó escapar un suspiro sensual cuando su inmensa polla emergió del agua, completamente erecta y palpitante, de más de un metro de largo y más gruesa que su brazo en circunferencia. Cada paso que daba hacía que su inmensa polla monstruosa subiera y bajara, golpeando la superficie del agua, hasta que subió los escalones del borde de la piscina y emergió completamente fuera del agua. Sus testículos eran más grandes que la cabeza de la Madre Miranda, cada uno, y emitían un ruido audible mientras miraba a su creadora.





—Me encanta —ronroneó Lady Dimitrescu, apoyando una mano en la base de su enorme y nueva polla—. ¿De verdad? No puedo esperar a probarlo. ¿Tenías en mente algún tema en particular o…?





La forma en que los ojos de Lady Dimitrescu se llenaron de hambre, la forma en que miró a Miranda, obligaron a la mujer más pequeña a reprimir un escalofrío, apretando y aflojando los puños mientras imaginaba las posibilidades. Por supuesto, no le había dado a Alcina un enorme martillo destroza agujeros para que pudiera usarlo contra los aldeanos (por muy divertido que fuera verlo), sino para usarlo en sus propios agujeros, para abrirla de par en par y follarla hasta que ambos quisieran. Pero ahora, al contemplar esa enormidad, Madre Miranda no estaba segura de poder soportarlo.





—Ven conmigo —dijo Miranda con voz entrecortada y se alejó con rigidez de su mascota, pavoneándose a través de las puertas dobles abiertas hacia un cálido salón, uno cuyos muebles estaban hechos a medida para el tamaño de Alcina. Miranda hizo un gesto hacia el sofá frente al fuego y Lady Dimitrescu parpadeó burlonamente mientras estacionaba su pálido baúl sobre los cojines, con las piernas bien abiertas y la polla sobresaliendo frente a ella, todavía acariciándola con una mano curiosa. Era demasiado para que Miranda lo viera. Después de un momento de vacilación, Miranda saltó para sentarse a horcajadas sobre uno de los gruesos muslos de Alcina, empujando hacia adelante hasta que pudo enterrar su cara en un pecho gigantesco y sorber su pezón. Alcina canturreó, enroscando sus dedos en el cabello de Madre Miranda y animándola a beber. Muy pronto, la dulce leche burbujeó en la boca de Miranda, y succionó contenta mientras Lady Dimitrescu emitía débiles gemidos... y acariciaba su polla más fuerte y más rápido. Aquella cosa estaba hirviendo de necesidad, cada latido emanaba oleadas de calor contra la piel de Miranda. No pudo evitar extender la mano para tocarla, pasando la palma de la mano de arriba a abajo por su gruesa parte inferior, sintiendo que se movía y se sacudía en respuesta a su lenta exploración. Alcina gimió de deseo, deslizó una mano alrededor del trasero de Miranda y le dio un apretón, haciéndole saber lo lujuriosa que se sentía.





—¿Ya has bebido hasta saciarte? —ronroneó Lady Dimitrescu, tocándose los labios con la lengua mientras resoplaba y jadeaba en busca de aire. Madre Miranda tomó un último y profundo sorbo, inclinándose hacia atrás y estirando el pezón lo más que pudo, antes de soltarlo y lamerlo alrededor de su boca.





—Sí, estoy lista, querida. Vamos...





Antes de que pudiera decir nada más, Miranda gritó, ¡mientras Alcina la agarraba de los muslos y la levantaba en el aire! La punta de ese inmenso y palpitante miembro sexual estaba de repente contra su coño, frotándose con fuerza contra su descubierta y necesitada feminidad mientras se veía obligada a agarrarse a los hombros de Lady Dimitrescu para sostenerse, con la línea de los ojos ligeramente por encima de la de su enorme mascota. Alcina la besó profundamente, metiendo esa lengua gorda en su boca y luego por su garganta en un beso amoroso, gorgoteante y gorgoteante. Miranda tosió y farfulló, pero no pudo evitar devolver el beso, derretirse contra los labios regordetes de Alcina y gruñir de placer. En las manos de Lady Dimitrescu, era como una muñeca, temblando a medida que se aplicaba una presión cada vez mayor sobre su coño. Esa polla era tan gruesa que podía meter todo su brazo dentro de ella; ¿era posible que algo así la penetrara? Se preparó, sabiendo la fuerza de Alcina, y cuando llegó el momento, no se decepcionó.





Lady Dimitrescu se puso de pie y sus músculos se abultaron bajo su pálida piel mientras levantaba a Miranda más alto... más alto... sujetándola sobre esa enorme y palpitante polla de vampiro. Miranda envolvió sus brazos alrededor del cuello de Alcina y dio un profundo gemido en su boca, ¡solo para chillar cuando la giganta la embistió con toda su fuerza, empujando brutalmente sus labios vaginales sobre ese enorme eje y obligándolo a estirarse! Miranda disfrutó de la sensación de su coño estirado más ancho que su pata delantera, y de ver el rostro de Alcina retorcerse en una máscara de puro placer, los labios pintados retirándose de los dientes apretados mientras se hundía profundamente en su amada Madre Miranda. El vientre de Miranda se abultó horrendamente alrededor de la circunferencia de Alcina, y su coño abierto se apretó y flexionó frenéticamente, mientras sus uñas mordían la piel de la giganta. "¡AaaAAAaaahhn~!" Miranda chilló mientras se corría patéticamente, chorreando una y otra vez, bizcando mientras el sudor le cubría la piel. Se aferró a Alcina con todas sus fuerzas, queriendo un momento para recuperar el aliento... pero ese respiro no llegó. La giganta comenzó a bombearla arriba y abajo sobre esa gigantesca verga, empujando su coño estirado arriba y abajo, arriba y abajo por su longitud envuelta en venas. Alcina gimió de profundo placer, sus propios ojos se nublaron mientras hundía sus dedos en las gruesas nalgas de Miranda, sus caderas se tambaleaban hacia adelante y hacia atrás, empujando más profundo con cada embestida.

—¡Oh, esto es... divino! —gritó Alcina, incapaz de ocultar su intenso placer. Sus pesadas bolas se balanceaban de un lado a otro, más frenéticamente a cada segundo, hasta que esas bolas de demolición golpearon contra las nalgas de Miranda y enviaron ondas a través de su carne. ¡WHAP! ¡WHAP! ¡WHAP! Golpeó fuerte y profundo, ordeñando una gran cantidad de líquido preseminal transparente de los labios tensos de la vagina de Miranda; la baba goteaba por el eje de Alcina y fuera de sus bolas en una red pegajosa, haciéndose más copiosa en volumen a medida que su placer crecía. Solo logró empujar la mitad de su polla dentro de Miranda, abultándola hasta sus pechos, antes de encontrar un bloqueo. Follándola de pie simplemente no iba a funcionar; Alcina necesitaba más agarre si quería ir más profundo.





Sin pedir permiso, Lady Dimitrescu se dio la vuelta y tiró a Miranda sobre el sofá, inclinándose sobre ella y plantando las manos en los cojines a ambos lados de su cabeza. Miranda estaba prácticamente boca abajo, con el culo en alto y los pechos moviéndose sobre su pecho mientras Alcina buscaba el ángulo perfecto. Al mirar fijamente a los ojos lujuriosos de la giganta sudorosa, Miranda casi soltó una súplica de piedad, ¡pero ni siquiera tuvo la oportunidad de avergonzarse, ya que Alcina se alineó, gruñó y embistió con todas sus fuerzas!





¡ SCHLUKK! Miranda jadeó cuando su vientre sobresalió de repente junto a su cabeza, sobresaliendo entre sus tetas y rechinando contra el respaldo del sofá. "¡Hnnnghk!" Apretando los dientes, con los ojos desorbitados por el pánico y el placer, Miranda miró hacia abajo y vio las caderas de Alcina apoyadas contra las suyas, la base de su polla palpitando contra los labios de su coño, ¡enterrada hasta las bolas en su interior! Entonces Miranda se corrió una segunda vez, su lengua se movió hacia afuera y un débil gemido estalló de sus labios mientras se ahogaba en placer.





Alcina comenzó a embestir a la Madre Miranda con toda la fuerza de una pesada máquina industrial, aplaudiendo y golpeando sus caderas contra los muslos de Miranda, azotando ese trasero con sus gigantescas bolas, sin mostrar piedad hacia la amada líder del culto, ¡disfrutando haciendo rebotar esas mejillas ! Alcina dejó que su voz se escuchara, gimiendo abiertamente mientras enterraba su sensible nueva losa de follar en el delicioso coño de la Madre Miranda, agitando sus entrañas y reorganizándolas en la forma de su polla. "¡Joder!", canturreó Alcina, disminuyendo la velocidad por un momento, jadeando al borde del orgasmo. Sus enormes bolas se apretaron y gorgotearon rítmicamente, descansando sobre el trasero de Miranda.





—¡Voy a… estallar…! —gruñó Alcina, obviamente luchando por reprimir su verdadero deseo—. ¿Quieres… tomar mi carga, Madre Miranda…?





Miranda tenía la sensación de que, incluso si decía que no, Alcina se desataría. Recuperó el aliento y logró hablar mientras sostenía el inmenso bulto que se deformaba en su torso. “Mmmngh… Por supuesto, querida. Deberíamos probar… tus capacidades…”





Alcina soltó un largo y lujurioso suspiro, luego se tambaleó hacia adelante y comenzó a GOLPEAR a Miranda fuerte y rápido, levantando y bajando sus monumentales caderas en monstruosos movimientos que llenaron los pasillos del castillo con todo tipo de ruidos húmedos. Agarró los tobillos de Miranda y los levantó en alto, poniéndola en una apretada presión de apareamiento y presionando sobre ella con todas sus fuerzas. Las gigantescas tetas de Alcina se sacudieron sobre la cabeza de Miranda, golpeando contra el respaldo y aplastando contra las almohadas mientras el propio trasero de la giganta comenzaba a CLAP, CLAP, CLAP , ¡moviéndose involuntariamente con cada embestida! Alcina apretó los dientes, las venas de su frente se destacaron mientras resistía y resistía, negándose a sucumbir todavía, ¡pero su orgasmo estaba a solo unos segundos de distancia! ¡Incluso con su fuerza, no podía contenerse para siempre!





—¡Nnnnnghhh~! —rugió finalmente Alcina, echando la cabeza hacia atrás y soltándose. Ver a una mujer de su tamaño atrapada en medio de un orgasmo era... abrumador. Lady Dimitrescu gruñó como un animal, sacudiéndose y sacudiéndose, sosteniendo a Miranda como una muñeca desechable mientras sus bolas se apretaban y disparaban volúmenes anormales de semen por su eje. Miranda estaba vulnerable, indefensa, nada más que un basurero de semen en ese momento, y cuando la carga de Alcina golpeó, su vientre se infló de inmediato a su alrededor. Miranda aulló de desesperación placentera, casi desmayándose bajo la ráfaga de semen caliente que bombeaba su vientre, agarrándose su propio abdomen mientras se hinchaba hacia afuera para llenar el espacio entre su cuerpo y el de Lady Dimitrescu. Pronto presionó contra el testículo de Alcina y se desparramó hacia los lados, gorjeando y gorjeando todo el tiempo. —¡Haaaah...! Alcina gimió de éxtasis, dando unas cuantas embestidas más fuertes, meciendo el sofá hacia adelante y hacia atrás mientras sus bolas golpeaban el trasero de Miranda, vaciando su contenido en el dispuesto globo de esperma que era el útero de Miranda.





Los ojos de Miranda se pusieron en blanco y el único ruido que emitió fue un leve gorgoteo, al final del orgasmo de Alcina. La giganta siguió meciéndose lentamente sobre ella, frotando la base de su polla en el coño retorcido de Miranda, jadeando y gimiendo y jadeando en busca de aire, hasta que finalmente se sintió lista para salir. Schloooooorp... La cabeza de su polla abandonó el coño de Miranda, que rezumaba una crema espesa y fértil por todo el sofá, mientras la belleza bombeada de semen continuaba retorciéndose y gimiendo.

—Mmmh... —Alcina se acarició la polla, todavía dura como una piedra, y la dio unas palmaditas contra el vientre hinchado de Miranda, dejando caer una espesa crema por los lados de su pendiente. Miranda se movió, abrió los ojos entrecerrados para mirar a Alcina: la majestuosidad de la giganta que se alzaba sobre ella, con el sudor y el semen goteando sobre su cuerpo. Miranda no pudo disimular la expresión de felicidad que se apoderó de su rostro en ese momento, y Lady Dimitrescu se rió entre dientes con sensual diversión.





—Esto es un buen aspecto para ti, madre Miranda —dijo, haciendo rodar un dedo por la pendiente del vientre de Miranda—. Sabes, puede que te haya dejado embarazada. Puedo sentir lo viril que me he vuelto, lo... fértil. —Apretó la cabeza de su pene contra la cara de Miranda y tarareó mientras la pequeña zorra chupaba crema directamente de su raja—. Bien...





Alcina se inclinó y tomó el rostro de Miranda entre sus palmas, luego la besó profundamente. La lengua de Miranda azotó la suya, llenando su boca con crema caliente, y Alcina la aceptó, intercambiando semen entre sus lenguas, hasta que se tragaron hasta la última gota.





Cuando terminaron el beso, Alcina agarró el cabello de Miranda y la arrastró hacia el sofá, recostándola con la cabeza colgando del borde. Golpeó suavemente la cabeza de su pene contra la cara de Miranda varias veces, provocándola. "Abre bien los ojos".





Miranda hizo lo que le dijeron, bostezando con la mandíbula lo más que pudo y sacando la lengua, ofreciendo su garganta a Lady Dimitrescu. Alcina puso una mano sobre el cuello de Miranda y presionó la cabeza de su pene contra esos dulces labios, antes de que, con un fuerte empujón, ¡metiera su pene en ese pequeño y apretado gaznate! El cuello de Miranda se abultaba alrededor de la circunferencia de Alcina, y ella se atragantó y farfulló, pero la giganta no se detuvo, simplemente siguió empujando hacia adelante, siguió metiendo su monstruoso miembro en la garganta de Miranda... y el estómago... y las entrañas... hasta que su pelvis besó la cara de Miranda, y la cabeza de su pene descansó en algún lugar de su intestino delgado, abultando su vientre hasta el fondo.





Alcina comenzó a bombear de nuevo, golpeando sus bolas contra la cara de Miranda suavemente al principio, pero ganando fuerza y velocidad a medida que se ponía más caliente y cachonda. "Haa... haa..." Alcina jadeó en busca de aire, sus pechos subían y bajaban mientras sus caderas trabajaban horas extras. ¡SCHLOP, SCHLOP, SCHLOP, SCHLOP, SCHLOP! Sus bolas se volvían más ruidosas con cada segundo que pasaba, sus nalgas chocaban y chocaban, y su lengua corría por sus gruesos y rojos labios. "Auhhn.~" Echó la cabeza hacia atrás, retorciéndose de felicidad, sabiendo de alguna manera que su segundo orgasmo sería tan grande como el primero. "¡Prepárate...!"





Alcina se abría paso con fuerza y rapidez, sin siquiera molestarse en limpiarse el sudor de la frente, tragando grandes bocanadas de aire mientras se empujaba frenéticamente más allá de sus límites sobrehumanos. Sus caderas se volvieron borrosas y comenzaron a empujar todo el sofá por el suelo, centímetro a centímetro, hasta que chocó contra la pared y plantó las manos contra la dura superficie para apoyarse. —¡Oh...!





Alcina se corrió. ¡ SPLRRRRRTCH! El vientre de Miranda no se hinchó más, pero eso fue solo porque la carga de Alcina explotó directamente de su ano y empapó el respaldo del sofá. ¡ SPLRRRT, SPLRRRRT, SPLRRRRRTCH! Un denso géiser de crema blanca se derramó sobre los cojines y se derramó del sofá como una cascada, y todo el tiempo Alcina se estremeció y gruñó de felicidad, sus hombros temblando y su labio chupándose entre sus dientes. Cuando su carga finalmente se calmó, suspiró y se secó el cabello por fin, dando un paso atrás lentamente, retirándose de la garganta abierta de Miranda.





—Guhhh… —Miranda se había desmayado; no respondió ni siquiera cuando Alcina la empujó. Sonriendo, Lady Dimitrescu se volvió hacia la puerta, que estaba parcialmente abierta. Los ojos curiosos de sus tres hijas miraban por el borde, brillando con interés.





Alcina plantó sus manos sobre sus anchas y prominentes caderas y empujó su polla hacia ellas, haciéndola oscilar hacia arriba y hacia abajo, goteando espesos hilos de crema que se rompieron y salpicaron en el suelo.





—Necesito tener más chicas —declaró Alcina con descaro, mientras sus hijas entraban en la habitación—. Me pregunto si todas ustedes serán capaces de saciar mi sed.





Riendo, Alcina se pavoneó hacia las tres rubias, su polla balanceándose de un lado a otro con el ritmo y la inclinación de sus caderas, sus tetas gigantes moviéndose levemente, su lengua acariciando sus labios.

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