Al siguiente día me levanté como de costumbre a realizar mi desayuno en eso escucho una notificación de mi celular volteo mi celular y veo que es un número desconocido diciendo hola soy Juan el chico del antro, ayer te intente hablar, yo le respondo amablemente diciéndole qué tal? buenos días , me responde: que no mejor que yo, porque yo le quite al día todo lo bueno, sentí una sensación rara pero me empezaba a gustar la forma en la que me hablaba sin embargo dejé de hablarle durante dos semanas con pretextos vagos con que yo estaba muy ocupada.
Mis visitas al antro se volvieron parte de mi rutina semanal. Cada viernes, Roberto, Susana y yo nos reuníamos allí para relajarnos después de una larga semana. El antro era un lugar donde me sentía libre y podía disfrutar de la música y la compañía de mis amigos. Pasado el tiempo me hacía falta una buena cogida, sentirme mujer, para mi suerte Juan insistía mandándome mensajes pues casi siempre lo veía en los antros.
**Juan:** (mensaje de texto) — ¿Podemos hablar en otro momento? Me gustaría saber más de ti.
Sus mensajes eran persistentes, y aunque traté de evitar sus invitaciones, no pude evitar sentir una atracción hacia él, una mezcla de curiosidad y deseo que me resultaba difícil de manejar.
Acepté una cita en una plaza al norte de la ciudad, Juan me recogió en un impresionante Camaro deportivo negro, con un rugido del motor que llamó la atención de quienes estaban cerca. Me subí al auto, y mientras me acomodaba en el asiento, noté una pistola en la guantera, parcialmente visible. Mi corazón empezó a latir con fuerza al verla, y el miedo me invadió por un momento.
**Qiaoniu:** (tratando de mantener la calma) — Juan, vi la pistola en la guantera. ¿Qué está pasando?
**Juan:** (con una sonrisa forzada) — Oh, lo siento mucho. No es lo que parece. Solo la tengo por precaución. Prometo que no hay motivo para preocuparse.
A pesar de sus palabras, no podía dejar de sentir un escalofrío ante la presencia del arma. Pero al mismo tiempo, había algo en la manera en que Juan manejaba el Camaro y en su mirada que me resultaba atractivo. Su actitud, su estilo de vida, todo tenía una intensidad que me fascinaba, me exitaba pues me imaginaba mamandosela mientras manejaba.
La cena transcurrió con una conversación fluida. Juan se mostró amable y atento, y su comportamiento parecía sincero en sus disculpas y en su interés por conocerme mejor.
**Juan:** — Eres una persona increíble, Qiaoniu. Siempre que te veo, no puedo evitar pensar en lo hermosa que eres. De verdad creo que eres muy especial.
Sus cumplidos me hacían sentir cómoda, la mezcla de peligro y atractivo en Juan era una fuerza poderosa que me atraía cada vez más, no me contube y le dije que terminando fuéramos a un lugar más solitario.
El se comenzó a reír, rápidamente pidió la cuenta y nos fuimos durante el camino Juan me iba tomando fotos y yo con falta de verga durante mucho tiempo comencé a quitarme la ropa
Mis visitas al antro se volvieron parte de mi rutina semanal. Cada viernes, Roberto, Susana y yo nos reuníamos allí para relajarnos después de una larga semana. El antro era un lugar donde me sentía libre y podía disfrutar de la música y la compañía de mis amigos. Pasado el tiempo me hacía falta una buena cogida, sentirme mujer, para mi suerte Juan insistía mandándome mensajes pues casi siempre lo veía en los antros.
**Juan:** (mensaje de texto) — ¿Podemos hablar en otro momento? Me gustaría saber más de ti.
Sus mensajes eran persistentes, y aunque traté de evitar sus invitaciones, no pude evitar sentir una atracción hacia él, una mezcla de curiosidad y deseo que me resultaba difícil de manejar.
Acepté una cita en una plaza al norte de la ciudad, Juan me recogió en un impresionante Camaro deportivo negro, con un rugido del motor que llamó la atención de quienes estaban cerca. Me subí al auto, y mientras me acomodaba en el asiento, noté una pistola en la guantera, parcialmente visible. Mi corazón empezó a latir con fuerza al verla, y el miedo me invadió por un momento.
**Qiaoniu:** (tratando de mantener la calma) — Juan, vi la pistola en la guantera. ¿Qué está pasando?
**Juan:** (con una sonrisa forzada) — Oh, lo siento mucho. No es lo que parece. Solo la tengo por precaución. Prometo que no hay motivo para preocuparse.
A pesar de sus palabras, no podía dejar de sentir un escalofrío ante la presencia del arma. Pero al mismo tiempo, había algo en la manera en que Juan manejaba el Camaro y en su mirada que me resultaba atractivo. Su actitud, su estilo de vida, todo tenía una intensidad que me fascinaba, me exitaba pues me imaginaba mamandosela mientras manejaba.
La cena transcurrió con una conversación fluida. Juan se mostró amable y atento, y su comportamiento parecía sincero en sus disculpas y en su interés por conocerme mejor.
**Juan:** — Eres una persona increíble, Qiaoniu. Siempre que te veo, no puedo evitar pensar en lo hermosa que eres. De verdad creo que eres muy especial.
Sus cumplidos me hacían sentir cómoda, la mezcla de peligro y atractivo en Juan era una fuerza poderosa que me atraía cada vez más, no me contube y le dije que terminando fuéramos a un lugar más solitario.
El se comenzó a reír, rápidamente pidió la cuenta y nos fuimos durante el camino Juan me iba tomando fotos y yo con falta de verga durante mucho tiempo comencé a quitarme la ropa
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