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Luciana y los Hermanos parte final

Parte 2
Luego, me hicieron acostarme en la cama. Diego se posicionó detrás de mí y Alex frente a mí. Sin previo aviso, me penetraron al mismo tiempo. La sensación de doble penetración era abrumadora. Sentía sus penes llenándome completamente, moviéndose rítmicamente mientras gemidos incontrolables escapaban de mis labios.
—Mira cómo la disfrutamos, hermano —dijo Alex mientras embestía con más fuerza.
Después de un rato, me levantaron y me hicieron pararme. Alex me penetró desde atrás mientras Diego me penetraba la boca. Sus movimientos eran sincronizados y feroces. La intensidad del acto me dejaba sin aliento, y no podía hacer nada más que dejarme llevar por sus demandas.


En un momento, me hicieron acostarme nuevamente en la cama. Ambos se colocaron a mi lado y comenzaron a masturbarme al mismo tiempo, sus manos moviéndose hábilmente por mi cuerpo. Luego, tomé sus penes en mis manos y comencé a masturbarlos a ambos juntos, sintiendo cómo sus cuerpos se tensaban bajo mi toque.
Ellos eyacularon cuatro veces cada uno durante la hora que duró todo. Sus gemidos y el calor de sus cuerpos eran una prueba de su satisfacción.


Cuando todo terminó, me arreglé rápidamente y me senté en la cocina. No pasó mucho tiempo antes de que Carla llegara a casa.
—¡Luciana! —exclamó Carla con una sonrisa—. Siento la tardanza. ¿Cómo has estado?
—Bien, Carla, no te preocupes. He estado aquí charlando con Alex y Diego —respondí, tratando de mantener la compostura.
—Oh, me alegra escuchar eso. ¿Te han tratado bien?
—Sí, muy bien —dije, notando cómo los chicos pasaban por detrás de ella, lanzándome miradas cómplices.


Finalmente, me despedí de Carla y salí de la casa, sintiendo un peso enorme sobre mis hombros. Mi mente seguía procesando lo que había pasado, y me costaba mantener una apariencia tranquila mientras caminaba hacia mi coche.
Al llegar a mi auto, saqué mi teléfono y vi que tenía varias notificaciones. Entre ellas, había un mensaje de Alex y Diego. Mi corazón se aceleró y una sensación de pánico se apoderó de mí mientras abría el mensaje.
El mensaje decía: "Miren la fiesta que hicimos con la hermosa Luciana." Incluía un enlace a un video. Con manos temblorosas, abrí el enlace y, para mi horror, vi que habían subido un video de lo que había pasado en la casa. El video mostraba claramente mi rostro y cada detalle explícito de lo que me habían obligado a hacer.
Los comentarios en el video comenzaron a aparecer rápidamente:
"¡Wow, Luciana es increíble! ¡No puedo creer que finalmente la haya visto en acción!"
"Esos chicos tienen suerte. Ojalá pudiera estar ahí."
"Luciana, nunca pensé que fueras así. ¡Esto es oro puro!"
"¡Miren cómo la hacen gritar! Esos gemidos son música para mis oídos."
"¿Alguien sabe dónde puedo encontrar más videos de Luciana? Esto es lo mejor que he visto en mucho tiempo."
Sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies. La humillación y el miedo se apoderaron de mí mientras leía los comentarios uno tras otro. La realización de que mi vida nunca volvería a ser la misma me golpeó con una fuerza abrumadora.
Me quedé en mi coche, mirando fijamente la pantalla, incapaz de moverme o pensar con claridad. Los chicos habían cumplido su amenaza, y ahora mi vida y mi carrera estaban en ruinas. Tenía que encontrar una manera de lidiar con esto, de recuperar el control, pero en ese momento, todo lo que podía hacer era sentarme y tratar de no derrumbarme por completo.

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