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PDB51 Yo también quiero probar tu sushi… (IX)




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Compendio III


Disculpen mi arrogancia al escribir esto, pero los viernes por la noche con Marisol los veo como limpiadores de paladar en nuestra relación: no se trata de que hagamos recapitulaciones de los escarceos más ardientes que tuve dentro la semana, sino que una oportunidad de expresar mis deseos sexuales por mi ruiseñor. Para Marisol, por otra parte, es una de sus noches más esperadas, puesto que mi único enfoque es concederle la mayor cantidad de placer en cualquier postura que se me apetezca.

Por esos motivos, a medida que embestía vigorosamente su conchita por detrás, mi ruiseñor daba su mejor esfuerzo posible por aguantarse en cuatro patas sobre la cama. Gemidos de intenso placer y ruidos curiosos llenaban la habitación, mientras que nuestras hijas dormían tranquilamente en sus dormitorios.

PDB51 Yo también quiero probar tu sushi… (IX)

Los sonidos de nuestros cuerpos azotándose mutuamente permeaban la habitación, con un golpeteo rítmico que se hacía más fuerte con el paso de los segundos.

Mi ruiseñor cerraba sus ojitos mientras la iba penetrando con mayor fuerza, con mis manos sujetándola poderosamente por las caderas. Podía sentir los deseos del amor de mi vida buscando que la reclamase. De demostrarme que era mía. Era un instinto primario, animalesco, que la envolvía hasta el alma.

+¡Marco! – gimió mi ruiseñor, con una voz fina y suplicante. - ¡Más!

Le respondí con un gruñido, haciendo mis embestidas más profundas y enérgicas. Intentaba contenerme, porque no quería que sus placenteros gemidos despertaran a mis hijas, pero a mi esposa no le importaba. Mi esposa necesitaba esto, que la llenase por completo, que me hiciera borrar el recuerdo de las caricias de cualquier otra mujer.

Repentinamente, Marisol bajó la mano y la introdujo entre sus piernas para frotarse su distendido clítoris al ritmo de mis embestidas. La sensación adicional para mi mujer la sobrepasó, tensando su cuerpo aun más en torno a mí. Su orgasmo iba llegando poco a poco, en una espiral de placer infinito que parecía estrecharse más y más.

Me incliné sobre ella, susurrándole al oído:

-¡Eres tan hermosa! ¡Tan perfecta! ¡La mejor!

Palabras que le brindaron un placer desbordante a mi mujer. Que no se trataba de hacer el amor solamente, sino que de reafirmar nuestro vinculo. De demostrarnos mutuamente que éramos el uno propiedad del otro.

Cuando la mujer de mi vida alcanzó el clímax, soltó un grito agudo y su cuerpo se apegó hacia mí. Comprendí lo que deseaba y aumenté el ritmo de mis embestidas, penetrándola con todas mis fuerzas. Podía sentir cómo me iba hincando más en su interior, presionando y comprimiendo su vientre, en una lucha desenfrenada por alcanzar mi propio orgasmo.

Caímos juntos sobre la cama, con ruidos amortiguados por las almohadas. Por un momento, éramos una masa sudorosa y jadeante, entremezclada en un apasionado abrazo.

Luego de unos minutos, logré deshincharme lo suficiente para poder sacarla de ella y desplomarme a su lado, con el pecho agitado por tamaño esfuerzo. La estreché entre mis brazos, mientras todavía dábamos bocanadas por recuperar el aliento.

Marisol se inclinó cariñosamente hacia mí, sintiendo el calor de nuestros cuerpos.

+¡Te amo! – murmuró hermosa, con voz sincera.

Besé su linda frente y acaricié su espalda trazando suaves círculos para tranquilizarla.

-¡También te amo, ruiseñor! – le respondí, tan emocionado como ella.

Sin importar la dificultad para respirar, Marisol no paraba de sonreír. La había hecho acabar como una loca. Pero, aun así, seguía siendo el mismo tipo estoico del que se enamoró.

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+Así que… mañana vas a ver… a Cheryl y su amiga Maya… ¿No? – preguntó con la voz todavía agitada.

-¡Sí! - le suspiré en respuesta. -… aunque no creo que me acueste con ella, si eso te preocupa.

Marisol soltó una risita suave y tierna.

+¡Por eso te amo tanto, mi amor! - me dijo, acariciando mi rostro cariñosamente. - ¡Todavía no te das cuenta de lo tierno, guapo y sexy que eres!

Traté de sonreír con humildad.

-¡Vamos, Marisol! - le pedí casi en tono de queja. – Maya sigue siendo virgen… y una mujer casada… e hindú… o sea, hay tantos factores que considerar antes de saltar a la cama.

Mi esposa me besó suavemente en los labios…

+¡Lo sé, mi amor! – dijo mirándome amablemente, como si le complicase que no pudiese ver las cosas desde su perspectiva. – Pero eres un buen partido: eres guapo, sexy, valiente, encantador… ni te das cuenta de la cantidad de mujeres que andan locas por ti, mi amor.

-¡Ruiseñor, estamos hablando de quitarle la virginidad a una mujer! – repliqué con seriedad.
Volvió a sonreírme con picardía.

+¿Y eso qué? ¡Tú tomaste la mía y no me estoy quejando! – respondió en tono burlón. – Mi amor, por favor entiende que no eres un mujeriego. Es cierto, admito que te pido que te acuestes con un montón… pero lo que te quiero decir es que cuando tomaste la mía, realmente te preocupaste por mí. Fue bueno sentirme segura y tener a alguien responsable con más conocimiento sobre lo que intentábamos hacer.

-Pero ruiseñor, hay factores culturales…- volví a insistir.

+¿Y eso qué? ¡Están locos y equivocados! – Me ladró mi esposa. - ¡Por favor, cariño!... cuando te conocí, apenas podía contener mis manos para no besarte, abrazarte o entregarme allí mismo para ti. Krishna conoció a Maya y se fue, sin hacerle nada. Así que, ¿Por qué no le “llenas ese espacio”, literalmente?

Marisol se giró hacia mí, con sus preciosos senos presionando sobre mi pecho, mirándome a los ojos. Lo bueno de estar casado con mi ruiseñor es que mi esposa puede discernir bien mi conflicto interno: la lucha entre mis deseos por complacer sus gustos y mi propia brújula moral.

+¡Amor! – me dijo suavemente, con una voz comprensiva. – Te conozco y sé que no harás nada que la haga sentir incómoda… y de verdad, mi amor, te prometo que no te estoy forzando a nada… solo digo que no te cierres a la idea que ella no quiere… veo tus ojos y sé que eres sincero… y es por eso por lo que me entrego a ti, mi amor.

Miré las preciosas esmeraldas de sus ojos, buscando cualquier atisbo de dudas o celos. Lo que encontré fue amor, puro e incondicional. Sabía que Marisol me era honesta. Que me respetaba a pesar de mis manías y creencias.

Y le planteé mis preocupaciones: de haber crecido en una familia creyente, de la visión de la monogamia que adopté (Porque a pesar de todo, la única mujer que miro y quien realmente me interesa compartir mi vida sigue siendo mi esposa), de la idea de romper dogmas instaurados por nuestras creencias religiosas.

Marisol escuchó pacientemente mis argumentos, punto por punto, y me acarició. Me dijo que, a pesar de todo, la decisión seguía siendo de Maya y que solamente esperara y viera cómo se iban dando las cosas.

-¡Gracias, ruiseñor! - susurré, besándole la frente. - ¡Siempre sabes qué decir!

Marisol se ruborizó, puesto que, a pesar de nuestros años de casados, todavía la puedo hacer sonrojar como cuando recién nos conocimos.

La habitación volvió a quedar tranquila, con nuestras respiraciones más calmadas. Nos mirábamos y nos besábamos ocasionalmente, siempre acariciándonos. Pero a medida que la noche avanzaba, el cansancio nos fue abrazando hasta hacernos dormir.

Eran las 10 de la mañana cuando decidí ducharme. Tras haber atendido oralmente el sexo de mi esposa durante 3 horas, creí que ella había tenido suficiente. La sonrisa de Marisol era traviesa y de satisfacción.

Para las gemelas, la novedad de los “sábados de sushi” ha pasado un poco de moda, aunque todavía me dan sus preferencias sobre lo que quieren comer el domingo. Para Marisol, en cambio, es vigorizante enviar a su marido a satisfacer otras 2 mujeres.

+Así que… si decides pasar la noche allá… me avisas, ¿Ok? – me dijo, apenas calmando su entusiasmo.

-¡De ninguna manera, ruiseñor! – le respondí, mirándola con extrañeza. -¡Quiero acostarme contigo!

De nuevo, Marisol enrojeció. No puede entender por qué la quiero tanto. Estaba segura de que, si yo fuese otra persona, la idea de pasar la noche con 2 mujeres me parecería irresistible. Aun así, sigo prefiriendo a mi mujer.

-Solo para dejar las cosas en claro, no vas a encerrarte en nuestro dormitorio para masturbarte, ¿Verdad? – le consulté con genuina preocupación.

+¡No! ¡Claro que no! – me respondió, aunque esquivaba la vista de mis ojos inquisidores…

Solté un suspiro…

-Solo… no dejes que te pillen… ¡Por favor! – le imploré suplicando con una sonrisa.

+¡No te preocupes! ¡No lo haré! - me respondió, aumentando la intensidad del vibrador en su interior.

Nos besamos y Marisol se despidió con la mano, ansiosa por lo que me esperaría esa tarde…

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Cuando llegué al estacionamiento del departamento de Cheryl, la visión que me esperaba era despampanante: Cheryl llevaba una camiseta de tirantes ajustada, escotada y de color lavanda, que permitía que sus enormes pechos se agitaran como gelatina; una minifalda blanca, corta y fluida, hasta la rodilla, que abrazaba sus seductoras nalgas como un sueño, aros en las orejas y sandalias. Y el beso y el abrazo que me dio me provocaron una erección en el acto.

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•No te importa que te salude así, ¿Verdad? - me preguntó avergonzada, echando un vistazo a la forma de mis pantalones.

Cuando subió las escaleras, me sentí feliz y decepcionado a la vez, al ver su ropa interior negra de encaje, sabiendo que las semanas anteriores había estado completamente desnuda. Sin embargo, cuando llegó al último peldaño de la escalera y se detuvo, no dudé en lamerle el culo con locura. Ella gimió ligeramente, pidiendo a duras penas que parara, mientras yo mordisqueaba juguetonamente su seductor culo.

En la intimidad de su apartamento, dejé la olla arrocera, compartiendo tiernas miradas mientras rememorábamos las primeras veces que nos conocimos. La besé, sentándola sobre la encimera, abriendo sus piernas mientras manoseaba sus pechos. Empezó a gemir ligeramente, acercándose a mi virilidad y frotando su conchita sedienta sobre ella.

•¡Marco, detente! - me suplicó cuando estaba a punto de penetrarla. - ¡Maya está a punto de llegar!

Aunque tuvo algo de sentido común, Cheryl seguía queriendo sentirme dentro de ella, sobre todo después de ver mi pene hinchado, luchando por salir de mis pantalones. No me facilitó la tarea, ya que sus piernas abiertas me mostraron su conchita húmeda, deseosa de ser profanada.

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Vi en sus ojos su deseo por chupármela, pero dadas las condiciones, lo mejor era ir al baño, lavarme la cara y refrescarme. No hizo maravillas, pero seguía siendo manejable.

Maya no tardó en llegar. Tenía un aspecto divino. Aunque la mayoría de las veces la había visto en bañador o con ropa deportiva, verla con ropa normal era algo completamente distinto. Llevaba una blusa azul ajustada con el menor escote posible, que dejaba entrever su abundancia mamaria; unos llamativos jeans de cintura alta que acentuaban su figura sin dejar de ser elegantes, un elegante cinturón a juego con los jeans, unos sencillos pendientes de aro y un par de zapatos planos.

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>¡Hola! - Nos saludó tímidamente, echando un breve vistazo a la forma de mi pantalón, que, aunque no estaba totalmente erecto, aún parecía hinchado.

Hice todo lo posible por disimularlo y ella tuvo la amabilidad de centrarse mientras tanto en Cheryl. Charlamos un rato, pero fue idea de Cheryl entrar directamente en la materia. Ver a las chicas apoyadas junto a la encimera fue increíble. Las dos tenían su encanto y el espacio era tan reducido que justificaba que me rozara con ellas.

El menú de ese día serían rollos California, como los primeros que les enseñé a Cheryl, quien se mostró contenta al ver cómo volvíamos a nuestros primeros pasos. Empezamos a enseñarle las nociones básicas: cómo preparar el arroz, cómo envolver los rollos, etc.

•¡Lamento que mi cocina sea tan estrecha! - Cheryl se disculpó con Maya, aunque no dudó en inclinar su culo hacia mi ingle, rozándome levemente y jadeando un poco.

Y aunque yo quería ser un caballero y hacer las cosas bien, Maya hizo lo mismo que Cheryl. En este punto, mi pene estaba a punto de perder el control, puesto que mi erección se cernía hinchada justo encima de la costura de su hendidura trasera.

Peor fue todavía que Maya empezó a imitar cómo Cheryl me cortaba el paso con su trasero, obligándome a manosear a ambas para poder atravesar la cocina. Pero, aun así, nos las arreglamos para hacer unas tandas de arrollados California.

Pero mientras le enseñábamos, ocurrió algo interesante. Mientras le enseñábamos a cómo extender el arroz de sushi uniformemente sobre la lámina de nori, asombrada por la destreza de Cheryl en sus precisos movimientos, Maya sugirió un cambio inesperado en nuestra preparación, ya que consideraba que podía darle un poco más de sabor.

Sorprendidos, vimos que buscó en su bolso y sacó un frasco pequeño con ajíes verdes picados y unas mezclas de especias indias que incluían comino, cilantro e incluso un toque de garam masala.

Lo mezcló con el relleno y añadió una pizca de la mezcla de las especias. Extendió la mezcla picante sobre el arroz y lo enrolló con facilidad.

Corté el rollo de Maya en trozos de tamaño de bocado y los coloqué en un plato. Maya nos miraba expectante cómo sabría.

El sabor era completamente increíble. A pesar de que no soy adepto a la comida picante, el picor estaba dentro de mis márgenes y le daba mayor vida al sabor.

Mientras comíamos, la conversación fluyó fácilmente, pero los deseos sigilosos entre nosotros fueron creciendo con el paso de los minutos. Los rollos estaban deliciosos, pero el verdadero banquete era en la forma que nos tocábamos y coqueteábamos, con nuestros cuerpos hablando un lenguaje que iba más allá de las palabras.

Finalmente, cuando no pudo aguantar más, Cheryl se inclinó a mi lado y me susurró al oído:

•¿Puedes seguirme?

Los ojos de Maya se abrieron en sorpresa al ver lo que pasaba delante de ella. Cheryl me tomó de la mano y me llevó al cuarto de estar, pidiendo que Maya nos siguiera. Nos sentamos en el sillón y nos empezamos a besar delante de Maya.

Me tomó de sorpresa, ya que no me esperaba que Cheryl pudiese actuar de manera tan agresiva. Agarró mis manos y las enterró en sus pechos, dando a entender que estaba hablando en serio.

•¿Sabes, Maya? La verga de Marco es enorme. – Dijo Cheryl, sonriendo a su amiga.

>¿Qué? No, no es así…- traté de disuadirla.

•¡Silencio, Marco! – ordenó Cheryl, cerrándome la boca con su dedo, mientras me bajaba la cremallera del pantalón. – Soy la única que ha estado con más hombres aquí… y puedo decir que eres el más grande que he tenido.

Maya nos miraba impresionada. Probablemente, mi pene era el primero que vio en vivo. Y aunque yo protestaba, Maya reconoció que Cheryl tenía razón.

Cheryl no quiso esperar que Maya reaccionara y me sacó el pene de los pantalones, liberando mi miembro erecto. Ella se inclinó y la metió en su boca, con sus mejillas ahuecándose mientras me chupaba con locura.

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Mis protestas se convirtieron en gemidos de placer mientras que la lengua de Cheryl jugueteaba con la punta de mi pene. No podía creer lo que pasaba, pero me sentía demasiado bien para que parase.

Los ojos de Maya estaban pegados en nosotros. Parecía que nunca había visto algo así antes. La manera en que la boca de Cheryl subía y bajaba sobre mi pene, succionando las mejillas, los sonidos que hacía… parecían que la ponían caliente.

Podía ver la calentura de Maya esparcirse a través de todo su cuerpo, llevando su mano entremedio de sus piernas mientras nos miraba. Se lamía los labios, pudiendo ver cómo sus deseos se hacían más fuertes…

•¡Maya! – Dijo Cheryl, sacándose mi pene de la boca con un chasquido húmedo, mirándola con una sonrisa traviesa. - ¿Te gustaría verla más de cerca?

PDB51 Yo también quiero probar tu sushi… (IX)

Maya asintió, como un ente mudo. Cheryl tomó su mano y la ubicó sobre mi erección, guiándola sobre cómo debía masajearme. Una vez más, quise oponerme, pero al sentir la tibia palma de su mano, puse los ojos en blanco con su suave tacto.

La habitación estaba llena de sonidos de respiraciones agitadas y uno que otro gemido. La mano de Cheryl se movió hacia la blusa de Maya, desabrochándola lentamente. Reveló un par de pechos enormes en forma de lágrima, cuyos pezones ya estaban duros por la excitación.

Maya suspiró a medida que la mano de Cheryl se movía hacia su propio pecho, revelando sus voluminosos pechos, imitando la acción. Las 2 se sentaron a mi lado, con sus pechos afuera, masturbándome juntas, con los 3 enganchados en un acuerdo silencioso de lujuria y deseo.

•Pues… como te dije… es una bastante grande… todavía podemos compartirla. – Le dijo Cheryl, ofreciéndole la punta.

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La mirada de Maya se iluminó en calentura. Nunca había sentido algo así antes, el deseo de probar el pene de un hombre, pero por la forma que Cheryl lo mencionaba le parecía tentadora.

Se acercó a mi lado, su tibia respiración en mi vientre augurando lo que se me venía…
Y tomó la punta en su boca.

No pude contener mis gemidos a medida que la suave lengua de Maya bailaba en torno a mi cabeza sensible, palpando con curiosidad el sabor de mi pene.

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Cheryl observaba embelesada cómo Maya lamía y chupaba mi pene. Su sonrisa mostraba un poco de orgullo.

Como si estuviera iniciando a Maya en su propio club secreto de placer sexual…

Repentinamente, sus miradas se cruzaron, animando a Maya a respirar profundamente y a deslizar más verga en su boca, llenándola por completo. Cheryl le guió, mostrándole cómo ha aprendido ella para usar su lengua y manos para volverme loco.

A causa de esto, mis caderas se menearon con locura y tuve que aferrarme a los cojines del sofá hasta con los dientes, tratando de aguantar. Me sentía tan cerca del orgasmo, pero no quería arruinar el momento. En un momento de claridad mental, las miré brevemente, mientras conversaban casualmente, como si fuese lo más normal del mundo.

•¿Te gustó? - le preguntó Cheryl a Maya, con una voz sensual, coqueta y gatuna.

Maya asintió sin soltar mi pene de la boca, con sus mejillas coloradas. Por un intervalo breve, suspiró y le respondió:

>¡Es sorprendente!

•Mhm, sabía que te gustaría. – le respondió, lamiéndole los labios.

Se deslizó sobre ella y besó a Maya profundamente, con sus lenguas bailando juntas. El sabor de mi liquido preseminal se entremezclaba en sus salivas y claramente se veía que Maya nunca había experimentado algo así.

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El beso se hizo más intenso y Cheryl tomó los pechos de Maya, presionándolos levemente. Maya gimió dentro de la boca de Cheryl, sintiendo cómo sus pechos se endurecían con cada toque.

El beso se rompió y ambas me miraron a mí y a mi erección, la cual prácticamente la sentía saltar, demandando su atención. Maya la volvió a tomar en su boca, ansiosa de explorar más. Cheryl la observó por un momento, antes de unírsele, con sus propias ganas de probarme haciéndose más fuertes.

Juntas, se tomaron turnos chupando y lamiéndome, mientras que sus manos exploraban sus propios cuerpos. La mano de Cheryl se deslizó bajó los pantalones de Maya, haciéndole jadear brevemente al encontrarla mojada y dispuesta. Le acarició suavemente, brindándole un placer que por milagro, no la hizo acabar al instante.

El placer que sentía era sobrenatural a medida que la mano de Cheryl estrujaba mi verga, mientras que Maya se dedicaba a chuparme profundo en su boca. Sabía que no me iba a poder aguantar por mucho tiempo.

-¡Me voy a correr! – les avisé, con voz agitada.

Pero en lugar de correrse, ambas sonrieron felices.

Cheryl me soltó, acarició mi cabeza y me preguntó:

•¿Por qué no te corres en el rostro de Maya? – sugirió en una voz traviesa y lujuriosa.

Créanme que en esos breves 5-10 segundos, me planteé las implicancias de mis acciones: habíamos corrompido a Maya, que era una mujer casada aunque fuera solamente en papel, le habíamos enseñado a ser infiel, a mamar la verga de otro hombre que no era su esposo, y en esos momentos, estaba a punto de ser mancillada con el semen de su primer amante.

Maya me miró, con ojos ansiosos en una mirada entremezclada en miedo y excitación. Asintió con la cabeza, casi suplicante y Cheryl tomó su mano, ubicándola junta a la suya en la base de mi verga.

Mi cuerpo se tensó, sintiendo la ligera presión de ambas y con un gemido gutural, me vine, cubriendo el rostro de Maya y sus pechos con chorros y chorros de semen caliente, pegajoso y oloroso. Ella suspiró, asombrada por la sensación, pero no se hizo a un lado.

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El cuarto guardó silencio, salvo nuestra respiración agitada. Nos miramos brevemente a los ojos, sonriendo por el secreto que acabábamos de compartir.

Sin embargo, la lengua y boca de Cheryl empezó a explorar el moreno busto de su amiga, lamiendo y succionando cada gota de mi corrida en su boca, calentando un poco más a Maya. Pero como si fuera un ave alimentando a un polluelo, besó a Maya en los labios, depositando parte de mi semen en su boca, entremezclando sus lenguas en un beso intoxicante.

Y como si la misma Maya no pudiese creer el sabor que Cheryl le llevó a la boca, por su propia iniciativa, succionó los grumos que cayeron en su mano, volviendo a besarse ocasionalmente, a medida que la piel de Maya iba quedando “limpia y brillante”, producto de la saliva de Cheryl y restos de mi semen.

Por esos motivos, mi verga se mantuvo alzada ante la visión de ambas…



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2 comentarios - PDB51 Yo también quiero probar tu sushi… (IX)

eltrozo896 +1
Muy excitante !!!
Desde tus dialogos con Marisol hasta el final.
metalchono
Muchas gracias. Espero que te guste lo que sigue. Gracias por comentar.
meneku +1
Joderte quería que corrompieran a la Maya
metalchono
Esa tarde todavía no terminaba... Gracias por comentar.