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Ascensores rumbo al Bailando V

Sábado

 Llevaba tres meses en el departamento de mi amigo y todavía no me había acostumbrado a despertar en una cama que no era la mía. Fue una decisión muy complicada, pero creí que lo necesario era alejarme un tiempo de casa para ver las cosas con otra perspectiva y evitar que se estropeara del todo la relación con mi familia.
Al principio volvía todos los fines de semana a mi casa, pero dejé de hacerlo cuando vi que las cosas seguían sin mejorar. Los sábados en el edificio no había casi nadie y se convertían en un auténtico aburrimiento, pero al menos estaba tranquilo y podía concentrarme en estudiar y en intentar ligar con las pocas chicas que quedaban.
Ese era mi plan para aquel sábado, entrarle a la rubia del 3° C que estaba allí como alumna de intercambio y no tenía a donde ir. Llevaba un tiempo enviándole señales, miraditas que esperaba que en su país se interpretaran de la misma manera, pero todavía me faltaba dar el paso definitivo. Estaba todavía estirado en mi cama, con la calefacción a tope, trazando el plan, cuando me llamó mi hermana.
-Julián, ¿cuándo vas a volver?
-Para Navidad sí o sí, pero me estoy pensando ir en el finde largo de dentro deunos días.
-Necesito que vengas ya.
-¿Qué pasa?
-He descubierto una cosa muy fuerte.
-Pues cuéntamela.
-No, por teléfono no.
-Flor, no me estás chamuyando solo para que vaya, ¿verdad?
-Te prometo que no. Tiene que ver con mamá.
-¡Como siempre! Pero sabes que ya no la llamo así.
-Sisi, es la costumbre.
-Pregúntale a papá si quiere que vaya a pasar el fin de semana allí.
-No hace falta, sé de sobra que está deseando.
-Entonces en unas horas estoy allí.
-Gracias, hermano.
-Más te vale que sea importante.
Esamujer a la que siempre había llamado "mamá" no era más que la mujerde mi padre y el principal motivo por el que seleccioné una universidad lejanaen vez de la de al lado de casa. Nos crió como a hijos después de que nuestropadre rehiciera su vida con ella, pero en los últimos años su actitud habíacambiado demasiado y eso se convirtió en fuente de conflictos constantes.
Sabía que Lourdes, que era como se llamaba, era capaz de casi cualquier cosa, por eso decidí tragarme el orgullo y acudir a la llamada de auxilio de mi hermana. Aunque fuese para mal, solo ella podía conseguir que dejara a un lado mi plan de conquistar a la rubia que tan cachondo me ponía y me tragara un viaje de hora y media en tren.
Taly como Flor me había dicho, mi padre me recibió con los brazos abiertos. Elparecía no enterarse, o no aceptar, el conflicto que teníamos con su mujer.Creía que todo seguía siendo idílico como cuando éramos pequeños y nos lapresentó, pocos meses después de que nuestra madre muriera. En ese momento noshubiéramos aferrado a cualquier cosa, pero poco quedaba de la mujer amable ycariñosa que conocimos en aquella época.
-Hijo, cuánto tiempo sin verte.
-Hola, papá. Últimamente he estado muy ocupado con los estudios.
-Lo entiendo y estoy muy orgulloso de ti.
-¿No está Lourdes en casa?
-¿Por qué ya no la llamas mamá?
-Mesiento más cómodo así, por respeto a mi verdadera madre.
-Como quieras. No, no está, salió temprano a hacer la compra y aún no ha vuelto.
-Mejor, así nos ponemos vos y yo al día.
-Claro, vení a la cocina a tomar algo.
-¿Cómo va el trabajo?
-Bien, ahora tenemos una tarea muy interesante.
-Me alegro mucho. ¿En qué consiste?
-Estamos organizando el próximo año del Bailando.
-Pero es un pedazo de trabajo ese.
-Sí, llevamos ya casi un mes, estamos a punto de terminar.
-Sos un genio.
Seguíponiéndome al día con mi padre y mi hermano, aprovechando la tranquilidad quenos ofrecía la ausencia de Lourdes. Pero no podía durar eternamente. A pesar deque hacía horas que se había ido a la compra, esa mujer volvió con las manosvacías y una sonrisa que le desapareció nada más verme, aunque fingió estar encantadade reencontrarse conmigo.
-Julián, no sabía que venías.
-Ha sido una decisión de última hora.
-Pues me alegro de verte.
-Igualmente, Lourdes.
-¿Todavía sigues con esa tontería de llamarme por mi nombre?
-¿No te gusta?
-Es tu decisión, pero me gustaba más cuando me llamabas mamá.
-Lo intentaré.
-Con eso me basta. ¿Tienes hambre?
-La verdad es que sí.
-Me cambio de ropa y te preparo tu plato favorito.
Duranteunos segundos me pareció estar delante de la Lourdes buena,. Pero laexperiencia, y sobre todo la mirada de mi hermana, me decía que no debíaconfiarme. Mi padre me llevó al salón para enseñarme las últimas reformas quehabía hecho en la casa y eso impidió que Flor me explicara el motivo por el queme había hecho volver.
Lacomida siguió por la misma línea que el recibimiento. La mujer de mi padre semostró encantadora y no paró de hacerme preguntas respecto a mi periplouniversitario. No quería confiar en ella, pero tampoco podía estar todo el ratoen tensión, a la espera de una mala palabra para que volvieran las habitualesdiscusiones entre nosotros.
Una vez que terminamos de comer me fui a mi habitación con la intención de descansar un rato. Hasta ese momento todo había ido bien, al menos el ambiente era más tranquilo que cuando me fui. Estaba a punto de quedarme dormido cuando mi hermana irrumpió en mi cuarto. Cerró la puerta con mucho sigilo y se sentó en mi cama, dispuesto a contarme todo.
-¿Me vas a decir ya lo que pasa?
-Lourdes le pone los cuernos a papá.
-¿Cómo lo sabes?
-El otro día se fue a la ducha y se dejó el móvil desbloqueado.
-¿Y se lo espiaste?
-Le llegó un mensaje y no lo pude evitar.
-¿Estás seguro?
-Sí, lleva meses cogiendose a otro.
-Hija de puta... no se lo habrás dicho a papá, ¿no?
-Claro que no, lo destrozaría.
-Voy a intentar averiguar por mi cuenta antes de irme.
Me esperaba casi cualquier cosa de Lourdes, pero nunca me había planteado la opción de que le fuese infiel a mi padre. Probablemente encajaba en su perfil de mujer fría, pero con él siempre la vi bien. Me dolió mucho que se hubiera atrevido a traicionarlo de esa manera, pero, en el fondo, llegaba a ser capaz de comprenderlo.
Ni siquiera cuando era pequeño podía entender qué hacía una mujer tan joven y atractiva con mi padre. Al menos en los inicios él conservaba parte de su juventud, pero con el paso del tiempo la balanza se había decantado exageradamente hacia el lado de ella. Lourdes tenía treinta y cinco años y era normal que siguiera atrayendo a los hombres.
Pero eso no justificaba la infidelidad. Si se había cansado de mi padre o buscaba cosas que él ya no le podía dar lo normal era que fuese de cara y le planteara el divorcio. La hubiera odiado igual, pero al menos nadie podría acusarla de desleal. No tenía ni idea de cómo iba a afrontar ese dilema, solo veía claro que debía tomarme el resto del sábado para reflexionar.

Domingo

No se me ocurría nada. Una noche entera sin apenas poder dormir solo me sirvió para trazar planes que no llevaban a ninguna parte. No me atrevía a decirle claramente lo que sabía, pero tampoco veía la forma de llegar a una situación en la que yo pudiera pillarla y a ella no le quedara más remedio que confesar.
Seme ocurrió que el mayor favor que podía hacerle a mi padre mientras estuviera ahí era evitar que su mujer le fuera infiel de nuevo. Para ello tuve que pegarme mucho a Lourdes, estar pendiente cada vez que le sonaba el móvil o la veía escribiendo. Esa presión la estaba aplicando en casa, pero era aún más importante que lo hiciera fuera.
-Julián, voy a comprar el pan, ¿quieres algo?
-Me gustaría acompañarte.
-Si es solo ir a la esquina y volver.
-¿Nada más?
-Bueno, quizás aproveche para dar un paseo.
-Pero si está diluviando.
-Para eso están los paraguas, ¿no?
-Tienes razón, voy contigo.
Quizás era cierto que solo quería pasear, pero la información que poseía convertía cada movimiento suyo en sospechoso. Lourdes no tuvo más remedio que aceptar quela acompañara a comprar el pan y después dimos ese paseo bajo la lluvia. Su comportamiento fue correcto, pero ya no derrochaba la misma simpatía de día anterior. Tampoco se atrevía a contestar las llamadas en mi presencia.
Decidí quedarme  en mi casa toda la semana, ya que presentía que todo estaba a punto de saltar por los aires. Flor insistía en que debíamos hacer algo, pero yo prefería esperar hasta que Lourdes se pusiera nerviosa y acabara metiendo la pata.
Lunes
- Julián, desperta.
-¿Qué pasa?
-Me tengo que ir a la facu.
-Bueno, andá.
-Si te quedas durmiendo, Lourdes va a aprovechar para irse.
-Mierda, es verdad.
-Tenes que dejar ya la tontería de seguirla y enfrentarte a ella.
-¿Te crees que lo va a aceptar sin más?
-Pues entonces se lo tendremos que decir a papá.
-No lo superaría, vos mismo lo dijiste.
-Ok, pues que esa zorra se salga con la suya.
-Andá, ya se me ocurrirá algo.
-Llevas dos días diciendo lo mismo.
Flor se fue a la facu y yo tardé menos de cinco minutos en vestirme para ir a desayunar, pero fue tiempo suficiente para que Lourdes se arreglara y estuviera a punto de salir a la calle. Solo por su pinta ya era obvio que no iba otra vez de paseo. Llegué por los pelos a interceptarla y decidí que era el momento idóneo para cambiar de estrategia e intentar ganarme su confianza por las buenas.

Ascensores rumbo al Bailando  V

-¿Dónde vas, mamá?
-Tu padre se ha dejado la comida, voy a llevársela.
-Te acompaño.
-No hace falta, Julián, si ni siquiera has desayunado.
-No te preocupes, estoy acostumbrado.
-Está lloviendo muchísimo.
-Podemos esperar a ver si para.
-Pero es que tengo prisa.
-¿Por qué? Son las nueve de la mañana, papá no va a comer todavía.
-Tengo que ir en micro y seguro que el tráfico hoy está fatal.
-Nunca he estado dentro de ese edificio, haceme ese favor.
-Está bien.
Una vez más volví a salirme con la mía y conseguí que hiciese lo que yo quería. Como venganza personal, decidí desayunar muy lentamente para que Lourdes se desesperara pensando que no iba a llegar a donde fuese que tuviera planeado ir en realidad. Aunque realmente mi padre se había olvidado la comida, era obvio que esa mujer tenía otras cosas que hacer primero.
El humor de Lourdes ya casi volvía ser el de los últimos tiempos, aunque aún parecía contenerse. Paraguas en mano, llegamos como buenamente pudimos a la parada de autobuses y un rato después nos subimos en uno que iba abarrotado.
Me sujeté como pude y Lourdes hizo lo mismo. Nuestros cuerpos quedaron muy pegados. Yo era más alto que ella, pero sus tacones nos igualaron, haciendo que mi paquete quedara a la altura de su culazo. Fue un momento muy tenso, pero si me movía solo iba a conseguir refregárselo. Estuvimos así durante un buen rato, tiempo suficiente para excitarme en contra de mi voluntad, pero finalmente llegamos.

anal

Desde fuera, el edificio era imponente, pero por dentro me decepcionó bastante. Lourdes preguntó en recepción dónde podría encontrar a mi padre y le dijeron que ese día estaba en la cuarta planta. Por lo visto, habían empezado por la más alta y después iban descendiendo, así que ya solo les quedaban cuatro por adornar.
Yo tenía la intención de subir por las escaleras, pero Lourdes no iba cómoda con los tacones y prefirió hacer cola para coger el ascensor. Como no me fiaba, fui detrás de ella. Cinco minutos después al fin pudimos subir, concretamente en el número seis. Tuve la tentación de volver a pegarme a ella como en el micro.
Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salimos en busca de mi padre. Lo encontramos adornando uno de los despachos y se llevó una gran alegría al vernos. Tras entregarle la comida, Lourdes le sugirió que me enseñara el edificio, cosa que me hubiera encantado, pero leí enseguida sus intenciones y no podía dejar que se fuera ella sola.
Le puse una excusa a mi padre y salí corriendo detrás de Lourdes, que ya esperabadelante de la puerta del ascensor número cinco. Ni siquiera se molestó en disimular su desagrado cuando me vio aparecer de nuevo. Lo más seguro era que no pudiese seguirla eternamente, pero al menos no iba a salir del edificio sin mí.
A los diez segundos de subir, el ascensor se paró. Me hizo gracia lo mal que selo tomó Lourdes, confirmando casi sin querer que tenía otros planes a los que ya era seguro que no iba a llegar. Al verme reír, salió toda la ira contenida durante los últimos días. No me esperaba esa reacción, pero era justo lo que necesitaba para soltar lo que llevaba dentro.
-¿Qué te hace tanta gracia?
-¿A mí? Nada.
-Llevas molestandome desde que volviste.
-Yo nunca haría eso, mamá.
-No sé qué te traes entre manos, pero conmigo no vas a poder.
-¿Te huele a cuerno quemado?
-Exacto.
-¿Cuernos como los que le pones a mi padre?
Lacara de Lourdes cambió por completo. Mi actitud de los últimos días no le hizo sospechar en ningún momento que pudiera saber lo que estaba ocultando. Se tomó unos segundos para pensar lo que iba a decir. Ninguno de los dos parecíamos ser conscientes de que estábamos atrapados en un ascensor, aunque fuese a muy pocos metros del suelo.
-¿Cómo te has enterado?
-Eso no es asunto tuyo.
-¿Tienes pensado decírselo a tu padre?
-No lo sé, no quiero romperle el corazón.
-No se lo cuentes, por favor.
-¿Por qué sigues con él?
-Porque lo quiero.
-Sí, claro...
-Te lo digo en serio, Julián, tu padre es el hombre de mi vida.
-Pero no el de tu cama.
-No lo entenderías.
-Puede que sí, ahora soy universitario.
-Y seguro que has conocido allí a muchas que te ponen a mil.
-A unas cuantas, sí.
-¿Las querrías para una relación seria?
-Para nada que dure más de unas horas.
-Pues justo eso me ha pasado a mí.
-Has conocido a un tío que hace que la concha te dé palmas, ¿no?
-La concha, el culo y el cuerpo entero.
-¿El culo?
-Sí, yo tampoco lo hubiera imaginado, pero con él he descubierto muchas cosas.
-¿Todavía te acuestas con mi padre?
-Julián...
-Te he hecho una pregunta.
-Claro que sí, pero es algo mucho más romántico.
Lo que peor me sentó de aquella conversación fue que podía entenderla. A mí nunca me había llegado el amor, pero siempre me pregunté por qué el ser humano se empeñaba en ser fiel cuando el sexo era algo sano y divertido que no necesariamente tenía que estar ligado al amor. Pero esa idea cambia cuando es tu propio padre el engañado.
Al cabo de media hora comenzamos a darnos cuenta de que lo del ascensor no era ninguna tontería. Seguíamos atrapados y nada hacía pensar que nos fuesen asacar de forma inmediata. Lourdes se quitó los tacones y el abrigo y se sentó en el suelo. Desde mi posición podía verle perfectamente el escote. No pude evitar pensar en la suerte que tenía su amante, se la podía follar sin tener que aguantarla.

Culo

-¿Por qué cambiaste con nosotros?
-Por miedo, estaba siempre a la defensiva.
-No lo entiendo.
-Tu padre es demasiado bueno para desconfiar, pero Flor y vos podían atraparme.
-Pero eras mi madre.
-Te puedo asegurar que así me sentía y me sigo sintiendo.
-Esa aventura tuya lo ha jodido todo.
-Estamos a tiempo de arreglarlo, vuelve a casa.
-Si no se lo cuento, no podría mirar a mi padre a la cara.
-Julián, por lo que más quieras.
-Lo que más quiero es él.
-¿Qué tengo que hacer para que me guardes el secreto?
-Nada.
-He visto que te cambiaba la cara cuando te he dicho lo del culo.
-Sí, no me lo esperaba.
-¿Lo has hecho alguna vez?
-No, pero ganas no me faltan.
-Prueba conmigo.
-¿Qué?
-Te lo ofrezco a cambio de tu silencio.
-No le voy a hacer eso a mi padre.
-¿Seguro?
Lourdes desabrochó un par de botones de su blusa, haciendo que su escote luciera todavía más irresistible. Tenía segundos para decidir entre varias opciones, pero ninguna parecía buena. Contarle la verdad a mi padre destrozaría la familia, pero no hacerlo haría que tuviese remordimientos durante toda la vida.
Por otro lado, no podía evitar pensar que mi padre ya era cornudo, si aceptaba la propuesta de Lourdes solo sería un insignificante polvo más. Como era de esperar en un chaval de dieciocho años, la batalla entre el corazón y la cabeza la ganó la polla. Sacármela fue la única respuesta que fui capaz de darle.
Verme la tranca hizo que se pusiera de pie y terminara de desabrocharse la blusa. A partir de ese momento no hizo nada más, pero dejó que yo la manejara a mi antojo. Lo primero que hice fue quitarle el sujetador y abalanzarme a por sus pechos, tan perfectos como siempre había intuido. Tras agarrarlos a dos manos, me centré en el entretenimiento que podían darme sus pezones.
Como si fuera una más de las pendejas a las que estaba acostumbrado, le comí las tetas de forma salvaje. Lamí y succioné sus duros pezones, incluso los mordí, mientras ella trataba de contener algún que otro gemido. Estuve mucho rato centrado en esas dos grandes masas de carne, sin prisa por llegar al destino deseado.

culazo

Corría el riesgo de que nos rescataran antes, pero no podía dejar de recrearme con sus senos. Finalmente me animé a bajar las manos y palpé por primera vez sus nalgas, pero rápidamente pasé las manos a la parte delantera, para comprobar que Lourdes se había mojado, que se sentía tan excitada como yo. Ya estaba preparado para dar el paso definitivo, el que ya no tenía vuelta atrás.
-Voy a encularte como vos me has ofrecido.
-De acuerdo, pero ya sabes lo que quiero a cambio.
-Ahora no estás en condiciones de exigir nada.  
-Si se lo cuentas, también se enterará de esto.
-Tranquila, mi padre nunca sabrá que te rompí el culo.
Ella misma se bajó el pantalón y me dejó a mí la tarea de deshacerme de su bonito tanga negro. Me pidió que primero humedeciera mi traca con sus fluidos vaginales y lo hice encantado. El calor que desprendía su rajita era muy excitante, me tentó la idea de metérsela por ahí, pero era consciente de que el auténtico morbo estaba en el otro agujero.
La mujer de mi padre se apoyó contra la puerta del ascensor y echó el trasero hacia atrás para ponérmelo en bandeja. Me sujeté la verga, dispuesto a penetrarla, y la acerqué poco a poco, hasta que metí la punta en su ano. Lourdes gritó y golpeó con fuerza la puerta, pero yo seguí empujando hasta que se la clavé entera.

ascensor

No era lo mismo que tenerla metida en una dilatado y jugosa conchita, pero conseguí bombear, al principio con delicadeza. Lourdes colocó cada mano a un lado de la puerta del ascensor y se sujetó para recibir mis embestidas. Su cara rebotaba contra el metal, pero me pedía que le siguiera dando. Me fui acostumbrando a su estrechez y cada vez me la follaba con más fuerza.
-No voy a aguantar mucho más.
-Córrete sin miedo.
-Allá voy.
-Tu leche señalará nuestro pacto.
Di tres empellones más y después un cuarto con todas mis fuerzas. Fue ese último el que me hizo descargar todo el semen en el recto de esa mujer a la que durante muchos años llamé madre. Ninguno de los dos nos habíamos dado cuenta de que e ascensor volvía a estar en marcha ni que el dolor había provocado que Lourdes golpeara el botón que hizo que subiera en vez de bajar.
Seguía con la polla metida en su culo cuando las puertas se abrieron. Mi padre y sus empleados estaban allí presentes, llevaban hora y media tratando de rescatarnos. Aquel encierro sirvió para que le rompiera el culo a mi madre y el corazón a mi padre, lo que siempre había querido evitar.
Me subí los pantalones y bajé por las escaleras los cuatro pisos a toda prisa. Cuando llegué a la planta baja vi a decenas de personas justo delante del cuarto ascensor. A pesar de todo, no pude evitar asomarme para cotillear, aunque hubiera preferido no hacerlo. La mujer que había muerto en pleno polvo me hizo pensar que había gente con peor suerte que yo, condenado a desaparecer durante mucho tiempo.

1 comentarios - Ascensores rumbo al Bailando V

Franco072210fet
Hace otro de lourdes sanchez en tulum con sus amigos