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Ascensores rumbo al Bailando IV

Sábado


 Me resultaba muy sencillo quedarme dormido, especialmente después de una buena sesión de sexo, aunque también perdía el sueño con mucha facilidad. Esa noche me despertó un portazo. Durante un instante pensé que ya era de día y me tocaba enfrentarme de nuevo a mis obligaciones, pero la oscuridad me confirmó que todavía tenía por delante unas cuantas horas para dormir.
Tardé unos segundos, pero al final caí en la cuenta de que Clara, mi novia, debería estar en la cama conmigo y no estaba. Pensé que habría ido al cuarto de baño, pero tras varios minutos, acabé asociando su ausencia con el ruido que me había despertado. Lo lógico hubiera sido preocuparme, si no la conociera. Tras medio año de relación, me había acostumbrado a sus desapariciones. Aun así decidí llamarla.
- Clara, ¿te acabas de ir?
- Lo siento, no quería despertarte.
- Son las tres de la madrugada.
- Es que un amigo me ha enviado un mensaje por si quería tomar algo.
- ¿Un amigo?
- Bueno, en realidad era mi ex novio.
- ¿Y te escapas en mitad dela noche para verlo?
- No te enfadas, ¿no?
- Muy feliz no me hace, la verdad.
- ¿Es que no confías en mí?
- Sí, pero...
- Vamos, te acabo de comer la pija. Eso solo lo hago por amor.
- Ten cuidado, ¿Ok? Y recuerda que que por la noche tenemos la cena con mis padres.
- Ya, estoy deseando conocerlos.
Por entonces yo tenía veinticinco años, pero siempre me habían gustado más jóvenes que yo. No solo me gustaba la carne lo más fresca posible, además prefería las facilidades de salir y tener sexo sin compromiso con esas muchachas. Hacia valer mi físico para conquistar a la que me diera la gana y, tras un polvo, después no las volvía a ver.
Pero con Clara todo fue diferente. Me hizo romper mi norma de no enamorarme. No sé si fue su habilidad en la cama, su alegría, la forma que tenía de hacerme sentir especial o todo ala vez, pero caí en sus redes casi de inmediato. Ella también estaba a gusto conmigo, así que ambos decidimos iniciar algo parecido a una relación formal.
Al principio todo iba bien, nos divertíamos juntos tanto dentro como fuera de la cama. Yo me contagiaba de su vitalidad y a ella le venía bien tener cerca a alguien más maduro que contuviera sus arrebatos infantiles. Mi solvencia económica también ayudó a mantenerla a mi lado, ya que le concedía todos los caprichos que tenía.
Nadie me había regalado el dinero que tenía, así que podía gastarlo a mi antojo. Al poco de terminar la carrera tuve suerte y pude entrar en la principal productora de espectáculos del país. Fue un éxito rotundo que me dio prestigio dentro de mi profesión y me llenó los bolsillos de billetes. No me importaba gastar lo que hiciera falta con Clara, aunque sus constantes salidas de tono comenzaban a hartarme.
Aunque no me gustaba nada que estuviera con su ex, esa noche volví a dormirme sin problema. Me esperaba un largo sábado de trabajo para seguir manteniendo mi nombre en lo más alto. Esperaba que Clara no me fuera infiel, pero empezaba a pensar que si lo era me quitaría un gran peso de encima, aunque sufriera por amor durante un tiempo.
Sonó el despertador y tenía la sensación de no haber descansado nada. Lo primero que hice fue enviarle un mensaje a Clara, pero, tal y como esperaba, no obtuve respuesta. Tras una breve ducha y un buen desayuno, me fui a trabajar a mi oficina, situada en la decimonovena planta del edificio más emblemático de de la ciudad.
Fue una mañana dura de reuniones con clientes, pero estaba satisfecho con el resultado. Al mediodía recibí la respuesta de Clara, se acababa de despertar. Le recordé que esa noche teníamos la cena con mis padres y mi hermana, para que al fin se conocieran, y me dijo que estaría allí sin falta. Por la tarde no me quedaba demasiado por hacer, pero seguí en mi despacho, por el simple placer que las vistas me ofrecían.
Al salir del trabajo fui directo a mi casa para recoger a Clara, ya que habíamos quedado allí. Como era de esperar, no estaba, porque siempre llegaba tarde. Decidí darle tiempo mientras me cambiaba de ropa, incluso cuando bajé a comprar una botella de vino para la cena. Pero seguía sin aparecer. No me quedó más remedio que llamarla por teléfono, por si le había sucedido algo.
- Llevo una hora esperándote.
- ¿Habíamos quedado?
- Claro, para la cena con mi familia.
- Es verdad, se me había olvidado por completo.
- Pero si te lo he recordado hace un rato. ¿Has fumado?
- Un poco... es que estoy aquí con un amigo.
- ¿Otra vez?
- Sí, pero enseguida voy para allá.
- Ni se te ocurra, no quiero que mis padres te vean así.
Siempre supe que solo debía obedecer a mi pija y no al corazón, pero con Clara había cometido el error de hacer una excepción. Aquella fue la gota que colmó el vaso, pero aun así decidí no tomar una decisión definitiva en caliente. Igualmente fui a cenar a casa de mis padres con la idea de poner una excusa que no me dejara como el imbécil queme sentía en ese momento.
La cena fue bastante bien, solo tuve que decirles que Clara no se encontraba bien. Mis padres, que eran mucho más inteligentes de lo que hacían ver, no quisieron preguntarme demasiado, ya que suponían lo difícil que era llevar una relación con una niña tan inmadura. Solo mi hermana parecía dispuesta a interrorgarme, aunque con cautela, porque tenía algo que pedirme.
- ¿Te he hablado alguna vez de mi amiga Lola?
- No que yo recuerde.
- Es actriz pero de momento no tiene trabajo.
- Bueno, ya encontrará algo.
- Estaba pensando en que tú podrías darle una oportunidad.
- No contrato a nadie sin recomendación.
- No seas así, no todo el mundo puede hacer lo que tú hiciste.
- ¿Está buena?
- Eh, tenes novia.
- ¿La ves aquí?
- Solo te pido que le hagas una entrevista.
- Está bien, que se pase el lunes a las doce por mi oficina.
Le dije que sí a mi hermana para evitar que siguiera insistiendo, pero no tenía ninguna intención de contratar a su amiga.


Domingo


El celu me despertó a primerahora de la mañana. Después de maldecir el día en que decidí hacerme abogado, tome el teléfono pensando que era trabajo, que ni los domingos me dejaban descansar, pero era Clara. Con la habitual voz de niña buena que ponía cuando sabía que había metido la pata, me dijo que quería verme.
El día no comenzó demasiado bien. Tras el madrugón, no me quedó más remedio que ponerme a adelantar faena para así hacer un hueco para la entrevista a la amiga de mi hermana. Después pedí comida a domicilio, que llegó tarde y fría.


Lunes


Me desperté a las seis de la mañana con la energía renovada. Estaba deseando llegar a la oficina para centrarme en temas laborales y olvidar lo mal que me iba en todo lo demás. Tras desayunar y darme una ducha, bajé al garaje a por el coche. Estaba lloviendo, pero no me importaba siempre que no tuviera que mojarme.
De camino al trabajo recordé que tenía la entrevista con la amiga de mi hermana. Ya había llegado a la conclusión de que Clara debía desaparecer de mi vida, así que quizás esa muchacha pudiera ser su sustituta en mi cama. No sería la primera vez que hacía creer alguna aspirante que tenía opciones solo para acostarme con ella.
Una vez llegué al edificio me dirigí al ascensor. A esa hora no solía haber todavía demasiada gente y podía subir yo solo, todo un privilegio teniendo en cuenta lo mal que llevaba compartir un espacio reducido con desconocidos. En le despacho me tomé un café bien cargado e inicié una nueva jornada laboral.
Pero ese día no lograba concentrarme en nada. Tras varias horas terminando informes y hablando con varios clientes, necesité salir del despacho en varias ocasiones para despejarme. Dentro me distraía viendo la lluvia caer de forma tan abundante, pero fuera podía recorrer los largos pasillos de las plantas, subir y bajar escaleras mientras ordenaba mis pensamientos.
En uno de esos pasillos me topé con dos jovencitas que iban vestidas de forma muy provocativa. Volví a la planta diecinueve porque se acercaba la hora de la entrevista a la tal Lola, quedándome la tarea pendiente de averiguar si esas dos muchachas estaban ya en edad legal. Por su parecido físico debían de ser hermanas, eso siempre fue una fantasía erótica para mí.
Llegué de nuevo a mi despacho y consulté la hora. Quedaban quince minutos para la entrevista, no era conveniente que me moviese de allí, pero esas dos adolescentes se me habían metido en la cabeza y necesitaba saber más de ellas. Pensé que me daría tiempo, solo tenía que subir seis plantas en el ascensor y volver a bajar rápido, en cuanto averiguara algo.
Nada más abrirse las puertas pude verlas, yo en el ascensor cuatro y ellas esperaban al dos. Iba a acercarme, pero entonces vi que estaban Pedro Alfonso, el famoso productor. Sabía que él tenía dos hijas, pero obviamente eran bastante más jóvenes que esas chicas. Aun así decidí no acercarme y pulsé disimuladamente el botón de mi planta para desaparecer de allí lo antes posible.
Justo cuando se estaban cerrando las puertas entró una mujer vestida de forma muy estrafalaria. Odiaba compartir ascensor pero no podía salir y esperar al siguiente porque ya iba justo de tiempo para la entrevista y no quería comerme una cagada a pedos de mi hermana. La señora pulsó el botón de la planta cero y comenzamos a descender.
- Buenos días, señor.
- Igualmente.
- No tiene pinta de que la lluvia vaya a parar.
- No, no lo parece.
- Detesto mojarme, pero es que me tengo que ir ya.
- Muy bien.
- Todavía no ha terminado mi jornada, pero tengo que ir al médico.
- Lo lamento. 
- Yo también, porque hace cinco meses que me dieron la visita y...
- Me tengo que bajar, espero que vaya todo bien.
En vez de abrirse las puertas del ascensor, se apagaron las luces. La mujer dio un respingo y comenzó a pulsar todos los botones, incluido el de emergencia, pero no daba ningún resultado. Esperaba que fuese algo momentáneo, porque la expectativa de estar ahí atrapado con esa señora no me agradaba en absoluto.
Yo me mantuve en calma, confiado en que se solucionara enseguida, pero ella estaba muy nerviosa. No paraba de repetir lo mucho que le había costado que le dieran cita en el médico y lo importante que era que la viesen lo antes posible. A mí me daba igual que llegara o no, incluso no me importaba la entrevista, solo quería dejar de compartir mi espacio con esa señora tan pesada.
- Llevo poco tiempo trabajando aquí, ¿esto sucede a menudo?
- Yo llevo dos años y es la primera vez.
- Y tenía que suceder justo hoy...
- Habrá sido por la lluvia.
- Pues no me conviene nada agobiarme.
- ¿Tienes problemas de corazón?
- No sé, eso es justo lo que deberían decirme hoy. Pero estoy segura que no. En realidad estoy yendo para que el cardiólogo me diga que está todo perfecto y así me dejan de romper las bolas con el corazón, el seguro, bla bla bla…
- Confiemos en que esto se solucione pronto.
Media hora después, hasta yo comenzaba a desesperarme. Nos habíamos quedado a centímetros de llegar a la planta, así que podíamos escuchar a la gente que pasaba por delante del ascensor. Alguno incluso intentó abrir la puerta a la fuerza, pero enseguida desistían y nos dejaban allí encerrados, sin darnos respuestas sobre si se estaba haciendo algo para solucionarlo.
La mujer comenzó lamentarse a los gritos, haciendo que me pusiera más nervioso. Parecía tener unos cincuenta o sesenta años, pero por sus cirugías podría tener más de los que parecía. Sabía que no había que juzgar a nadie por sus apariencias, pero sus uñas largas pintadas de rojo y el exceso de escote incluso en el trabajo me confundían.

Ascensores rumbo al Bailando  IV

- Dios mío, ya no llego a la consulta.
- Ya te darán otra cita.
- Puede que para entonces ya sea tarde.
- Quizás lo que tengas no sea grave.
- Los médicos dicen que sí, llevo casi un año con pinchazos en el pecho. Pero yo me siento como nueva, trabajo todas las noches y no dejo de brillar como nadie
- Es posible que sea algo muscular, señora.
- Me llamo Moria.
- Yo soy Maxi.
- Encantada, seguramente seas de las últimas personas que conozca.
- Siendo tan pesimista solo te pones peor.
- Estoy bromeando.
- Mira, valoro tu sentido dela ironía, pero callate de una vez, por favor.
Moria se calló al instante, intimidada por la forma en la que le había hablado. Me arrepentí enseguida, pero realmente necesitaba que cerrara la boca durante un rato. En cualquier caso, ya había tomado la decisión de pagarle lo que hiciera falta si la obligaban a esperar de nuevo durante meses.
Se mantuvo en silencio durante al menos media hora. Sentí mucha pena por esa mujer, pero había sido tan antipático con ella que no me atrevía a dirigirle la palabra. Hasta que ví que se llevaba la mano al pecho y parecía presentar dificultad para respirar.
- ¿Estás bien?
- Sí, es solo un pequeño pinchazo.
- Intenta respirar.
- No es nada, de verdad. En realidad, yo ni siquiera quería ir al médico.
- ¿Por qué?
- No quería que me diera ningún resultado mal. Ante la mínima duda, los idiotas de los productores me mandarían a mi casa a descansar. Y yo necesito venir acá, no puedo quedarme sola y aburrida en mi habitación.
- ¿Te sientes sola?
- No, porque nunca me falta compañía... ya me entiendes.
- Yo también frecuento ese tipo de compañías de usar y tirar.
- Con lo guapo que eres te imaginaba con una buena novia.
- Buscaba diversión y acabé encontrando un mal compromiso.
- A mí me sucedió justo lo contrario, pero que me quiten lo bailado.
- Para que yo me aclare...estamos hablando de sexo, ¿no?
- Sí, ¿piensas que ya no tengo edad?
- No, no quería decir eso.
- Menos mal, porque a uno como tú me lo meriendo en cinco minutos.
- No lo dudo, pero quizás no conviene forzar tanto el corazón.
- Pero dicen que el ejercicio es bueno.
- En tu circunstancia igual no tanto.
- ¿Te estoy intimidando?
- Para nada.
- Mejor, porque quizás acabemos echando un polvo de despedida.
En cuanto le di confianza apareció la verdadera Moria. En su mirada se seguía viendo la angustia, pero también las ganas de probarme. Yo nunca había sentido interés por mujeres más mayores que yo, y mucho menos por las que me doblaban la edad, pero ella tenía un morbo especial, me daba la sensación de que podría hacer maravillas conmigo.
De todos modos, aquel no era el sito indicado para probar nuevas experiencias. Solo quería salir de allí lo antes posible y asegurarme de que tuviera la mejor atención. Pero a Moria ya sele había metido en la cabeza la idea de que iba a morir y quería darse un homenaje conmigo, que por edad podría ser su hijo.
- Concédele ese deseo hasta vieja moribunda.
- No te estás muriendo, Moria.
- Razón para celebrar.
- Aquí no hay sitio para mantener relaciones.
- Tú no eres demasiado alto, podrías tumbarte en el suelo.
- Ni siquiera nos conocemos.
- Lo he hecho con otros en menos tiempo todavía.
- No puede ser.
- No creo que seas capaz de decir que no te gustan estas tetas.
- Tápate, por favor.
- Y voy depilada, porque nunca sabes dónde va a mirar el médico.
- En realidad estoy saliendo con una chica.
- ¿Con experiencia?
- Bueno... es un poco joven.
- Deja que yo te enseñe lo que es una hembra de verdad.
Estaba dispuesto a resistirme hasta el final, porque no contaba con que se lanzaría a mi paquete. Me lo apretó con fuerza hasta que me hizo caer al suelo. Unas vez tumbado, tal y como ella quería, se colocó encima para impedir que me moviera. Aún no sabía la experiencia que tenía cogiendo, pero si demostró maestría desvistiéndome.

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En un abrir y cerrar de ojos, Moria me había desnudado de cintura para abajo y estaba haciendo lo mismo con su propia ropa. Mi insistencia en que no quería que eso ocurriera quedó en evidencia cuando me vio la pija erecta. Su mano helada me la sujetó y ese simple contacto me hizo saber que aquello iba muy en serio, que iba a hacerme disfrutar.
Estuvo un rato bombeando mientras yo sentía la humedad de su sexo en mi pierna, incluso se la llevó a la boca, haciéndome gemir por primera vez. Pero Moria no tenía tiempo que perder. Con un ágil movimiento se metió mi punta en la vagina y comenzó a descender muy despacio. Enseguida me envolvió su calidez.
Esperaba algo lento, suave, pero comenzó a moverse con gran velocidad desde el principio. Moria subía y bajaba a toda prisa, haciendo que el ascensor temblara por sus movimientos. Mientras ella seguía cabalgando, le quité la parte de arriba del uniforme y le desabroché el corset. Sus enormes tetas se desparramaron, yendo sus pezones directos a mi boca para darme de mamar.
Ella se mostraba desatada y yo no lo estaba menos. Comencé a palmear sus nalgas mientras ella tenía un orgasmo que la hizo temblar y gemir a pleno pulmón. Me preocupaba que le pasaraalgo, pero ya no era momento de parar, yo también estaba a punto de correrme. Todo era una absoluta locura.

ascensor

- Un poquito más, Moria.
- Tranquilo, te sigo cogiendo hasta que te corras.
- ¿Has disfrutado?
- Sí, ha sido espectacular. Si es el último polvo, ha merecido la pena.
- No digas eso, está claro que tienes cuerda para rato.
- Sí, yo creo que tam...
- ¿Moria? No es momento de bromas. ¿Me oyes?
Dejando la frase a medias, Moria se desplomó sobre mi cuerpo. No hablaba ni se movía, ni siquiera parecía respirar. En ese momento el ascensor se puso en marcha con un brusco movimiento que me hizo eyacular. Las puertas no se abrieron, estaba bajando hasta la planta cero. Intenté por todos los medios quitármela de encima, pero no hubo manera.
Piso a piso me iba desesperando más, hasta que llegamos a la planta baja. En ese momento las puertas sí se abrieron y decenas de personas me vieron tumbado en el suelo, con el cadáver desnudo de Moria encima y mi pija todavía en su interior. Lo único que alcancé a ver entre las piernas del gentío fue a las hermanas que había estado persiguiendo.

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