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Ascensores rumbo al Bailando II

Sábado

 Ni siquiera los fines de semana me dejaban dormir. Si no era mi hija pequeña, lo hacía la mayor, pero siempre una de las dos me despertaba con cualquier excusa. Yo fingía no escucharlas, para seguir dando vueltas en la comodidad de mi cálida cama, pero como decía mi mujer, ese era el precio a pagar por haberme empeñado en tener dos hijas.
Hubo una época en laque madrugaba encantado para llevarlas a sus clases de danza los sábados a la mañana, pero ambas se pusieron de acuerdo en que esa disciplina no les gustaba en absoluto. Para mí, que me había hecho una carrera de productor de espectáculos, fue toda una decepción, pero pensé que al menos podría dormir apierna suelta. Ese sábado en concreto, fue mi hija mayor la que se encargó de despertarme.
- Papá, despierta.
- ¿Qué queres, dulzura?
- Ya soy muy mayor para que me llames así.
- Sí, eres una señora de siete años, estás al borde de la jubilación.
- Dijiste que hoy iríamos a comprar los regalos de mi cumple.
- Pero no dije que fuese a primera hora de la mañana, iremos esta tarde.
- No puedo, voy a tomar la leche con una amiga.
- ¿Con qué permiso?
- Con el de mamá.
- ¡Culpable! - Dijo mi mujer mientras trataba de seguir durmiendo.
- Olivia, quedan más de tres semanas para tu cumple.
- Sabés que me hace mucha ilusión.
- Rendite, Pedro, sabes que te va a derrotar. - Se burló mi mujer.
- Eso, Pedro, ríndete.
- No podés llamarme por mi nombre, enana.
- ¿Vamos?
- Está bien, pero vestite sin que tu hermana se despierte.
- Claro, papi.
Esa niña pelirroja me traía loco desde el mismo día en que nació. Al igual que su hermana, que solo tenía tres años, sabía que podía hacer conmigo lo que quisiera y no dudaba en usar ese poder. A veces me tocaba llevarla a sitios y otras tener que comprarle el último capricho.
Olivia se había vestido a toda velocidad y ya estaba en el auto esperándome mientras yo aún no había salido de la cama. Sabía que me lo haría pagar caro, pero hacía un frío espantoso, no apetecía nada levantarse. Tras media hora esperándome, mi hija me regañó al verme aparecer, dispuesto a pasar la mañana con la niña de mis ojos.
Fuimos al centro comercial más cercano, ya que allí había todo tipo de jugueterías y tiendas de ropa, que era lo que suponía que Olivia quería.
- ¿Qué tenes pensado comprarte?
- Todo lo que no me trajo Papá Noel la última Navidad.
- ¿Todo? Si era una carta de dos hojas.
- Tenemos plata suficiente, ¿no?
- Sí, hija, pero no podés tener todo lo que quieras.
- Me haría la niña más feliz del mundo.
- Esa es una felicidad momentánea. Cuando yo era pequeño...
- Ya sé, no tenías nada pero igual estabas contento.
- Siempre les quise enseñar eso.
- Pero ahora trabajas con millonarios.
- Elegí la mitad de lo que pone en la carta, es lo que vamos a comprar.
- ¿Solo la mitad?
- Seguí preguntando y te compro un juego de lápices nomás.
- Ok ok.
Una vez que conseguí que entrara en razón, Olivia y yo pasamos una mañana muy agradable. Fuimos de tienda en tienda comprando lo más destacado que mi hija había apuntado en su lista.
Cuando ya estábamos apunto de irnos, Olivia reconoció entre la multitud a Camarda, un buen amigo y exsocio. Él también tenía tres hijas, aunque en realidad eran sus hijastras, hijas de su mujer. En lo de tener hijas era en lo único que seguíamos coincidiendo, ya que nuestro estilo de vida se distanció mucho en los últimos años.
- Camarda, ¿qué haces por aquí?
- Aprovechando una oferta para comprar ya los regalos de las chicas.
- Yo también estoy con los de la pequeña, Olivia se ha empeñado.
- Pero dudo que también estés mirando con lupa los precios.
- ¿Cómo están las niñas?
- Muy bien, aunque desgraciadamente, de niñas tienen ya muy poco.
- A ver si arreglamos para juntarnos un día, que tengo muchas ganas de verlas.
- En verdad...
- ¿Qué?
- No, nada, déjalo...
- Con confianza, decimelo que sea.
- Tanto Lola como Camila son fanáticas de tu jefe.
- Me imagino. Supongo que quieren seguir los pasos de su hermana mayor, ¿no?
- ¿Sería posible que lo conocieran?
- Sí que sería posible, pero no será fácil.
- Da igual, Pedro, no quiero buscarte problemas.
- Hago un par de llamadas y te digo algo, ¿ok?
- Dale, pero solo si no es demasiada molestia.
- Tranquilo, yo también haría cualquier cosa por mis hijas.
Que las hijas de mi amigo pudieran conocer a su ídolo me parecía lo mínimo que podía hacer por ellas, pero era cierto que ese hombre en concreto no tenía un carácter demasiado sencillo. Por suerte para ellas, teníamos pendiente una reunión para hablar de cómo pensábamos abordar mi inminente renovación de contrato. Hablaría con él por teléfono y trataría de convencerlo para que las recibiera y se hiciese un par de fotos con ellas.

Domingo


Por fin conseguí dormir el mínimo de ocho horas que necesitaba. Iba por la casa feliz y relajada, a pesar de que mi mujer se había vuelto a negar a tener sexo, algo habitual desde que tuvimos a la última niña. Pero ya me había acostumbrado. Al principio valoré seriamente la opción de serle infiel aprovechando mi influencia, aunque ese mismo poder probablemente hubiera hecho que cualquier aventura se hiciera pública.
Aproveché el resto dela mañana para leer y escuchar música, actividades cotidianas que en los últimos meses no había tenido tiempo para hacer por culpa del trabajo. Pretendía pasar la tarde viendo algún partido o quizás una película. Disfrutaba del domingo sin recordar que me había comprometido a hacerle un favor a mi amigo. Por suerte, Olivia no iba a permitir que se me olvidara.
- Papá, ¿has hecho las llamadas que le prometiste a don Camarda?
- Mierda, se me había olvidado por completo.
- ¿Vas a llamar ahora?
- Ya es un poco tarde, no quiero molestarlo.
- Le diste tu palabra.
- Lo sé, hija, pero no me conviene tener a mi jefe de mal humor.
- Pero lo prometiste.
- No me lo pongas más difícil.
- ¿No te gustaría que alguien hiciera algo así por nosotras?
- Porque sabes que tengo razón.
- Sí, al menos en este caso.
Corría el riesgo de que se molestara, pero mi pequeña tenía razón, si alguien pudiera tener un detalle así con mis hijas me gustaría que lo tuviera. Además, Camarda merecía que hiciera algo por él.
Por si no fuese todo suficientemente complicado, mi jefe estaba teniendo problemas para reclutar estrellas para el próximo año, así que lo iba a agarrar todavía de peor humor. Por suerte, le gustó mi enfoque y arreglamos para el día siguiente en mi oficina.
Un par de años atrás se había inaugurado unas oficinas de la productora en un gran edificio del centro de la ciudad.
Llamé a Camarda para contárselo todo y quedamos en que yo mismo recogería a las jóvenes en su casa y las llevaría a mi oficina, sin importarle que se perdieran una mañana de colegio. Me fui a dormir bastante más tranquilo

Lunes

Ni siquiera la expectativa de sacar un buen contrato hacía más llevadero madrugar, pero no me quedaba más remedio. Intenté meter un mañanero a mi mujer, pero se dio media vuelta, dejándome claro que ese tampoco iba a ser mi día. Tocaba pasar por el cuarto de baño para asearme y después empezaría un nuevo día. Al salir, Olivia me estaba esperando.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿Tú qué crees? Tengo que entrar.
- ¿Y por qué no vas al otro baño?
- No queda papel.
- Pero si puse un rollo nuevo ayer.
- La peque se entretiene tirándolo por el inodoro.
- Voy a tener que hablar con ella.
- ¿Me llevas al colegio?
- Te busca el transportista como todos los días.
- ¿De qué nos sirve ser ricos si no podés compartir tiempo conmigo?
- Hoy no, hija, que tengo que recoger a las hijas de Camarda.
- Tené mucho cuidado.
- ¿Por qué?
- Porque Camarda te ha dicho que sus hijas son fans de tu jefe.
- Sí, ¿y qué?
- Apuesto lo que sea que solo les interesa porque quieren que las contrate para el show del año que viene.
- No digas tonterías, sino son famosas.
- Su hermana mayor ya está metida ahí. Y ellas son mucho más lindas.
- ¿Qué tiene que ver…?
No continue. Es evidente que hay formas de aprovechar la belleza para conseguir ese tipo de recompensas. Sobre todo en una charla a solas con el máximo jefe de la productora. Si Olivia tenía razón y las chicas solo querían seducirlo para conseguir un lugar en el próximo Bailando, no sería asunto mío, solo debía cumplir con la palabra que le había dado a mi amigo.
Conduje hasta la casa de Camarda pensando en que mi hija no podía tener razón, hasta que vi a las hermanas. No solo me sorprendió lo mucho que habían cambiado en el tiempo que llevaba sin verlas, sino el atuendo que lucían. Pese al frío que hacía, ambas llevaban shorts exageradamente cortos que mostraban casi por completo sus perfectas piernas, y tops apretadísimos que resaltaban sus incipientes tetas, sin contar con el exuberante labial. Mi amigo me miró con cara de resignación y yo,tratando de contenerme, mostré mi lado más amable.

Ascensores rumbo al Bailando  II


Subimos los tres en el auto y ellas no dejaron de hablar en todo el trayecto. En ningún momento hicieron mención del talento de su supuesto ídolo, solo se preguntaban cómo iría vestido y si permitiría que le dieran un par de besos y se hiciesen fotos con él. No quería quitarles la ilusión pero, conociéndolo, era difícil que todo aquello sucediera.
Llegamos al edificio y subimos las veinticinco plantas en el ascensor. Todavía quedaba un rato para que mi jefe llegara, así que les enseñé la oficina y las vistas que desde allí tenía. Aunque procuraba quitármelo de la cabeza, no podía evitar pensar que para vistas las que la parte trasera de sus shorts me proporcionaban.
- ¿Falta mucho para que llegue? - Quiso saber Lola.
- La puntualidad nunca ha sido su fuerte, la verdad.
- Pero si es perfecto.- Dijo Cami.
- Frente a la cámara quizás sí.
- Algún día saldré en cámara con él. - Intervino Lola.
- Estás loca, yo saldré con él. - Respondió su hermana.
- A ti no te va a mirar ni una vez. - Replicó Lola.
- Chicas, no peleen.
Llegó casi una hora tarde y durante ese tiempo no dejaron de pelearse en ningún momento, pero todo cambió al verlo aparecer. Yo no conseguía salir de mi asombro al ver lo que esas muchachas eran capaces de hacer para captar su atención y provocarlo. Pero más me sorprendió ver que él entraba al trapo y se hacía fotos con ellas. Desconocía que tuviese un lado amable.
Ellas se hubieran quedado ahí toda la mañana, pero les tuve que pedir que se dieran una vuelta por el edificio para yo poder negociar con mi jefe. Como él tenía prisa fue una reunión rápida. Acordó darme un aumento del cincuenta por ciento a cambio de extender mi contrato durante cuatro años más. También me llevaría la quinta parte de los beneficios del show del próximo año.
Para cuando terminamos, fuera estaba cayendo una lluvia torrencial y él llamó a su chófer para que le trajera el coche hasta la misma puerta. Las chicas aparecieron como polillas atraídas por la luz y volvieron a pedirle fotos y autógrafos. Sin que él protestara, lo besaron y toquetearon por todas partes. Incluso le dieron sus números de teléfono. Parecía que su plan iba viento en popa.
Cuando el chófer le avisó de que ya estaba abajo, se despidió dando a cada una de las chicas un beso en los labios que duró demasiado tiempo. Por primera vez, se quedaron en silencio. Estaban coloradas, calientes como seguramente no lo habían estado nunca. No megustaba devolverlas a su casa en ese estado, pero yo tenía que seguir con mi jornada laboral. Nos dirigimos a la zona de ascensores y subimos en el número dos, que fue el primero en llegar.
Cami y Lola seguían como extasiadas, tanto, que ni se dieron cuenta de que, a los cinco segundos de subir, el ascensor se paró y saltaron las luces de emergencia. Cuando al fin reaccionaron, el incidente pareció hacerles gracia, pero para mí era una auténtica cagada, porque tenía toda la mañana plagada de compromisos.
- Seguro que ha sido culpa de la tormenta.
- Si hubiéramos subido en el siete ahora estaríamos encerradas con él. - Dijo Lola.
- No sé si hubiera aguantado sin cogermelo. - Respondió Cami.
- ¿Te imaginás? Sería súper morboso. - Contestó su hermana.
- Claro que me lo imagino...y me pongo más caliente todavía. - Contestó Cami.
- Yo tengo el tanga empapado, te lo juro. - Añadió Lola.
- Te creo, yo estoy igual. - Sentenció la otra.
No me hizo sentir orgulloso, pero esa conversión consiguió que me empalmara a lo bestia. En ese espacio tan pequeño ningún olor se escapaba, y el de la excitación de esas dos muchachas era muy evidente. Ellas mismas habían dicho que estaban mojadas y no dejaban de llevarse la mano a sus partes para recolocarse el tanga.
Iban pasando los minutos y yo me comenzaba a agobiar, pero ellas seguían de lo más entretenidas viendo una y otra vez las fotos que se habían hecho. Se contenían en repetir lo mucho que les gustaría acostarse con él, que incluso estarían dispuestas a hacerlo las dos a la vez y dejar que él les hiciese lo que quisiera.
- Chicas, ¿no tienen frío?
- Para nada, yo estoy ardiendo. - Contestó Lola.
- Habéis elegido unos pantalones muy cortos.
- Y no somos las únicas. - Dijo Cami.
- ¿No?
- No, abajo había una rubia con vestido negro cortísimo. - Explicó Cami.
- Pero ella seguramente llevaba corpiño. - Añadió su hermana.
- ¿Vosotras no?
- Queríamos aprovechar el frío para que se marcaran los pezones. - Respondió Lola.
No había tenido el valor de fijarme hasta ese momento, pero era cierto que a las dos se les marcaban los pezones. Cada vez venían ideas más siniestras a mi cabeza. Esas dos estaban demasiado buenas para resistir a una situación tan morbosa y a la cantidad de tiempo que llevaba sin meterla en caliente. Sabía que existía una opción, pero podía arruinarme la vida.
Después de hablar sobre sus pezones marcados, ambas comenzaron a discutir, en esa ocasión por ver cuál de las dos tenía las tetas más grandes. Yo las veía prácticamente idénticas de tamaño, pero tanto la una como la otra creían ser las poseedoras de las mejores gomas. Si había diferencia, debía ser mínima, a mí me daban ganas de enterrarla cara entre los dos pares por igual.
Todo se puso peor cuando decidieron que la mejor manera de salir de dudas era enseñarme a mí los pechos. Consciente de lo que podía suponer, intenté que no lo hicieran, pero estaban decididas a que las sacara de dudas. Las chicas bajaron los tirantes de sus tops dejando al descubierto sus perfectamente redondeadas tetas.
Tuve que reunir un poder de contención que no sabía que tenía para no lanzarme a por ellas. Sabía que no podía hacer eso y mucho menos cometer el error de decidir cuál de las dos las tenía más grandes, aunque si no me hubiera quedado más remedio, me hubiese decantado por Lola, aunque por muy poca diferencia.
- Chicas, son iguales...
- ¿Crees que a él les gustamos? - Preguntó Cami.
- Claro, ¿quieren volver a verlo y se lo preguntamos?
- ¡Sí! - Respondieron al unísono.
- ¿Qué están dispuestas a hacer para que eso suceda?
- Cualquier cosa. -Dijo Cami.
En ese momento las dos hermanas ya habían dejado caer sus escasas ropas y estaban en tanga ante mis ojos. En mi cabeza resonaban cinco palabras: "no te las podes coger". Pero había muchas más cosas, tan divertidas como placenteras, que podía hacer con ellas. Agarré a Cami de la mano y tiré de ella para colocarla justo delante de mí. La miré a los ojos y supe que realmente estaba dispuesta a cualquier cosa para salirse con la suya.
Sin darle más vueltas, le metí la lengua en la boca. Cami me correspondió sin pensárselo y yo le sujeté el culo a dos manos de inmediato. Pese al frío, su cuerpo estaba ardiendo y sus menudos pezones se clavaron en mi pecho. Perdí la noción del tiempo mientras Cami y yo nos besábamos y solo volví a la realidad al sentir que Lola se abría paso entre nuestras piernas.
La hermana más chica no quería quedar excluida de lo que creía que era su pasaporte hacia el hombre que podía garantizar que se cumpla su sueño. No tuve que decirle nada, mientras mis dedos comenzaban a abrirse paso hacia la humedad de su hermana, Lola me bajó la bragueta y me liberó la pija, ansiosa por entrar en acción.
Se colocaron de tal forma que pude seguir besando a Cami mientras Lola me la chupaba. Lo hizo poco a poco, empezando sutilmente por la punta. Mientras más centímetros engullía, con más fuerza apretaba yo las perfectas curvas de su hermana. Empecé a menearla cadera de forma instintiva, para que se la tragara entera.
Ya nadie tenía frío enese ascensor. Solo pensaba en rellenar de semen la boca de Lola y después ponera su hermana contra la pared y cogermela duro. Pero no iba a haber tiempo paratanto. La mamada llegó a su punto álgido y yo sentía que no podía más. Tiré confuerza hacia atrás del pelo de Cami y le metí la lengua hasta la gargantamientras me corría a lo bestia en la boquita de su hermanita.
Y de repente volvió la luz. Teníamos el tiempo que tarda un ascensor en bajar unos veinte pisos para vestirnos y salir de allí como si nada. Tenía miedo de que nuestro desaliñado aspecto llamara la atención de los que estuvieran abajo esperando, pero resultó que todo el mundo estaba pendiente de lo que sucedía en el ascensor cuatro, que también acababa de bajar. Salimos del edificio evitando las miradas de los curiosos.
- Hablaré con él y en breve les diré algo.
- Gracias, Pedro, pero que sepas que queremos con él lo mismo que contigo.

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