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DETRAS DEL TAPIAL
A veces es difícil contar una historia porque no sabes realmente cuando comenzar, y yo no sé cuándo comenzó la mía, si el universo tiene ya un libreto escrito para cada uno, o si las cosas solo se dan al azar, pero a veces es solo estar en el momento justo en el sitio justo
Tal vez debería indicar que Celeste y yo nos habíamos conocido en los días de infancia, nuestros padres eran vecinos y nos pasábamos muchas horas libres jugando juegos de niños, en esos días de inocencia, muchas veces iba a su casa a pasar la tarde, conocía a sus padres, era única hija, la mimada, con ella pasaba otro tanto, venía mucho a mi casa, conocía a los míos y yo también era único hijo
De casualidad se daba como una gran familia de amistad entre vecinos donde podía verse a nuestros padres compartiendo alguna que otra cerveza, incluso improvisando algún que otro brindis al llegar cada año nuevo
Crecimos, y la relación se mantuvo inalterable, solo que naturalmente nos distanciamos, ya teníamos nuestros estudios, nuestras responsabilidades, yo tenía mis amigos, ella los suyos, me hice hombre, se hizo mujer
Nos cruzábamos esporádicamente, apenas para cambiar unas palabras de tanto en tanto, como iba su vida, como iba la mía, me contó de su primer novio, le conté de mi primer amor, y solo así se pasaban los días
Un viernes por la noche, como tantos viernes, salimos a dar vueltas con mis amigos, íbamos por unas cervezas sobre la avenida principal, por donde andaban todos los chicos de nuestra edad deambulando y disfrutando
Ella estaba en una heladería con sus amigos, estaba muy bonita y creo que por primera vez no la ví solo como a mi vecinita de toda la vida, fui por un helado y nos pusimos a hablar, y cuando nos dimos cuenta, ni mis amigos, ni sus amigas estaban con nosotros, y solo caminamos, recordamos con risas cada situación loca que habíamos vivido
Creo que disfrutamos mucho ese momento, al menos yo si lo había hecho, y volvimos a nuestras domicilios como dos tontitos que recién se conocían, antes de entrar a su casa le dije en un susurro para no despertar a nadie, que la había pasado muy lindo a su lado, ella me sonrió, se estiró en puntas de pies para darme un beso en la mejilla, pero me sorprendió al posar sus labios sobre los míos, muy dulce, muy tierno, entonces viendo que ella se mostraba permeable la tomé por la cintura y solo le di un enorme beso que jamás olvidaríamos, eterno, perfecto, caliente
Y sin pensarlo, un día Celeste y yo fuimos novios, la pasamos bien, la pasamos mal, altibajos, peleas y reconciliaciones, pero con veintitrés años cumplidos decidimos contraer matrimonio
En verdad, ni ella, ni yo estábamos muy convencidos en un compromiso tan formal, casamiento por civil y por iglesia, a la vieja usanza, pero bueno, nuestros padres esperaban algo así y tan solo por verlos contentos avanzamos en ese sentido
Ciertamente siempre habíamos sido familias de bajos recursos, no teníamos mucho mas que lo que nos permitía tener los magros ingresos de nuestros empleos, por lo cual, los padres de Celeste nos ofrecieron por algún tiempo establecernos en un departamentito interno, era la casita de sus abuelos, que habían fallecido, y se estaba cayendo a pedazos en medio del paso del tiempo
Nos pusimos manos a la obra, había mucho por hacer, limpieza, pintura, reparaciones, reordenar todo hacernos a la idea de vivir juntos nuestra vida de pareja
Empezamos a sociabilizar con nuevas personas, Jaime, el gordo bonachón de la esquina, que tenía una despensa donde podías encontrar de todo a toda hora, María, la vieja chusma que se pasaba todo el día barriendo la vereda de frente, a quien le podías preguntar todo de todo, ella siempre sabía y lo que no sabía lo inventaba, la familia Cortez, famosos por los problemas familiares que tenían donde cada tanto llegaba la policía para hacer de intermediarios, Nora, la viejita del departamento contiguo, la que siempre te contaba las mismas historias repetidas y la que siempre esperaba en vano la visita de sus hijos que parecían haberla abandonado a su suerte, y entre muchas personas más que podría resumir, también estaba ella, Sandra, la vecina que vivía pegada a nuestra casa, con la cual compartíamos un pequeño patio trasero, separados por un pequeño tapial
Sandra no sería solo una vecina más, por el contrario, se transformaría en eje de mi vida, podría haber sido al menos su hijo, hasta su nieto llegado el caso, recién había pasado los sesenta pero se mantenía muy en forma para una mujer de su edad, lógicamente, no era una modelo de tapas de revistas pero se notaba que ella era muy femenina, coqueta, de esas que se preocupan por su silueta a pesar del tiempo
Ella era docente ya jubilada, divorciada, de su primer y segundo esposo, y eso le daba un toque especial, como esas mujeres que siempre intentan verse en la vidriera, como alguien disponible, a la espera del indicado
Tenía dos hijas, ambas eran mayores que yo, incluso era abuela y cada tanto sus nietos venían a hacerle compañía y créanme que esos pequeños demonios no pasaban desapercibidos
En principio, yo era solo un buen vecino, cada tanto me llamaba, cuando necesitaba una mano masculina, para colgar un cuadro, arreglar alguna canilla, cambiar una lámpara en altura, y sonseras como esas, y si no podía repararlo, al menos podía darle un consejo. Ella era muy amable conmigo, siempre me regalaba algún pastel de coco, mi favorito, que hacía con sus propias manos, y aunque yo no quisiera, casi me obligaba a aceptarlo
Por el contrario, con Celeste, no pegaban onda, mujeres, para ser justos, mi mujer casi que no se daba con ningún vecino, a ella no le interesaba socializar y solo quería vivir 'puerta adentro'
En esas visitas a la casa de mi vecina, me contaba un poco de lo que ya comenté antes, su familia, en especial los nietos y por mi lado, toda mi curiosa historia de amor con mi querida esposa
También es cierto que Sandra era una mujer un tanto desprolija o descuidada, alguna vez había encontrado alguna que otra ropa interior olvidada en algún sitio, y eso me suponía un tanto de intriga disimulada
Mi vida de pareja distaba de ser lo que había imaginado que sería, Celeste me recriminaba que era un haragán con las cosas de casa, que no la ayudaba, y que porque ella fuera la mujer no era justo que se ocupara de todo, por mi lado, tenía un apetito sexual no satisfecho, ella nunca tenía ganas, siempre estaba cansada, siempre de mal humor
La bola de nieve poco a poco se fue haciendo mas y más grande, discutíamos por cualquier cosa, por el dinero, por las compras, por la ropa sucia, por la cama sin arreglar, por los platos de la noche anterior, por la poca paga de mi empleo, por mi familia, por la suya, por su adicción a las novelas y hasta por quien limpiaba la caca de la mascota
Era loco, era increíble, el contraste del presente con la otra Celeste, la niña de la infancia
Las cosas iban de mal en peor, y nuestro dormitorio, nuestra cama se había transformado en un cuadrilátero de lucha, y cada noche, antes de dormir, saltaba la podredumbre de nuestra tóxica relación
Al otro lado, Sandra, la vecina, era testigo de todo, su dormitorio estaba pegado al nuestro, su cama incluso pegada a la nuestra, pared mediante
Era evidente que cada vez que estuviera en su casa, el tema saliera a la luz, ella me decía una y otra vez como era posible, a nuestra edad, si solo esperaba a que la despertáramos con gemidos para envidiarnos un poco y recordar viejos tiempos, pero en cambio, solo eran discusiones
Y le tomé afecto a ella, porque hablábamos mucho, estaba bien con ella, y me sorprendí a mi mismo mirándola como mujer, algún jean ajustado que le marcaba una linda cola, o alguna camisa entreabierta que dejara notar el nacimiento de sus pechos, tal vez un short de entrecasa dejando a la vista unos lindos muslos, y si no, me conformaba con su perfume, o con sus uñas esculpidas, o con el ruido de las pulseras que adornaban sus muñecas
Y ella también transitaba caminos peligrosos, a veces su mirada se sentía impertinente, hablaba de mi juventud, de mi virilidad, y cosas que sonaban demasiado a insinuación, me contaba de las frustraciones de ser una mujer sola, sin una figura masculina, sin alguien a quien dar amor, y hasta su casi confesión encubierta de cuanto extrañaba tener una buena verga, que sus hijas, que sus nietos, que lo eran todo, pero ella necesitaba otra cosa, aun se sentía joven
Pero eran solo palabras, Celeste estaba en el medio y entre ambos había un salto generacional imposible de evitar, así que solo cerrábamos nuestras charlas con un beso en la mejilla, como buenos vecinos
Las cosas con Celeste estaban mal, pero irían aún peor...
El repentino fallecimiento de Antonio, mi suegro, sería devastador, lloré como un niño cuando sucedió, lo conocía de pequeño y me quería como a un hijo, y bueno, toda la situación fue muy triste
Pero entonces, en poco tiempo, mi suegra, ahora viuda, se metería como piedra en el zapato en nuestra relación, en apenas un par de años, su hija había dejado el nido, y ahora estaba sin el hombre de su vida
La madre de Celeste, tomó un papel de víctima de la vida, se la pasaba llorando, y solo montó ese teatro barato de disputar a su hija, mi mujer, como un botín, y vio en mi a un enemigo
Las cosas cambiaban tan rápido que parecía una locura, Celeste cayó en la trampa de su madre y si ella no iba a hacerle compañía, pues la vieja se instalaba en casa, y no dejaba pasar la oportunidad para aguijonearme y recordarme que de alguna manera yo estaba en esa casa de 'okupa' y que era la casita de sus padres
La relación con mi esposa se pudría demasiado rápido, excusas para estar distanciados sobraban, y razones para gritarnos cada noche también
Sandra, mi vieja vecina, se había transformado sin quererlo en mi válvula de escape, mi confidente, y solo me sentía a gusto usándola como una psicóloga improvisada
Ella solía contarme de sus vivencias, y que ella solo discutía con sus ex durante el día, porque a la noche, no... en la noche solo hacía chirrear las patas de la vieja cama.
Sin embargo, asumía ser una mujer de carácter complicado, lo que le había valido dos rupturas y ya resignarse a vivir en soledad
Esa noche no sería una noche más, la discusión de cada día había empezado cuando ya estábamos por ir a dormir, los temas de siempre, nada nuevo.
En medio de la discusión, justo llamaría mi suegra, estaba deprimida con ataques de pánico y claro, necesitaba que Celeste fuera a hacerle compañía, y claro, todo fue demasiado, para ella era su sufrida madre, para mi, una vieja conchuda que siempre se metía al medio, fue la primera vez que de las palabras pasamos a la agresión física, mi mujer me arrojó un florero de adorno que fue a estrellarse justo contra la pared que daba al dormitorio de nuestra vecina estallando en mil pedazos
Se puso a llorar, como de costumbre, me quedé en silencio, si entender, tomó algunas de sus cosas y me dijo
Me voy a dormir de mamá
Solo eso, salió y la seguí hasta la puerta, la vi marcharse
A un lado, Sandra permanecía en silencio bajo el marco de la puerta de su casa, alarmada por todo lo que había sucedido, la miré, estaba con un camisón de cama, seguro ya se había acostado, y solo me invitó a ir un rato, como siempre pasaba
Me senté a la mesa, la cabeza me daba vueltas, fue a prepararme un café, y en esos instantes mis ojos la vieron como mujer, ella estaba apetecible, en su edad sus curvas aun eran llamativas y mientras me daba la espalda, observaba ese camisón que nada me dejaba ver, solo imaginar
Volvió con la taza y la dejó frente a mi, se sentó cerca, me acarició los cabellos como si fuera su pequeño, y luego mi rostro, mi mejilla, la miré, y ella me miraba, pero no como a un niño, si no como a un hombre, entonces besé su mano y solo era el momento, la levanté en brazos y la llevé al dormitorio, a esa vieja cama que se quejó en demasía el tirarla sobre ella
Solté el lazo que anudaba su cintura y dejé caer ese camisón, sus pechos desnudos me parecieron grandiosos y un culote negro calado de una mujer propia de su edad le daba un toque exquisito
Me tiré sobre ella y mientras ella me quitaba las prendas nos fundimos en besos eternos, y sentí en ese momento que la diferencia de edad no sería un obstáculo
Bajé por su pecho y me tomé todo el tiempo del mundo para comerle las hermosas tetas, fui por su vientre enganché su ropa interior entre mis dedos para terminar de desnudarla, le besé las piernas y luego me enterré en su sexualidad, la sentí suspirar y gemir, su rostro estaba ladeado y se mordía los nudillos de sus dedos, solo para para acallar lo que se negaba a largar
La giré, casi a la fuerza, casi sin pedir permiso, tomé sus ricas nalgas en mis manos y me llené con ellas, le regalé mis besos y mis besos fueron a su culito, ella me permitió llegar a su esfínter y mi lengua lo atravesó casi sin inconvenientes, eso me calentó demasiado
Vieja puta! - pensé - las de vergas que se habrá tragado este culo!
Sandra suplicó que la cogiera, quería que la cogiera, solo fui sobre ella, le tomé las caderas entre mis manos para levantarle la cola y se la metí toda, ella gimió y se retorció de placer, su conchita estaba seca, obviamente la edad le jugaba en contra, pero fue hermoso de todas maneras, le besaba la nuca, le besaba la oreja y ella solo gemía, mientras las patas oxidadas de la cama protestaban en cada embate
La gire nuevamente, ahora boca arriba, abrí sus piernas y volví a metérsela, ahora con mas fuerzas, ella gemía, le pedí que soltara sus demonios, me encantaba cunado una mujer gritaba por mi culpa, ella se aferró con las manos al barral posterior de la cama y todo fue el mismo infierno
Sandra era esa mujer terrible, que en algún momento solo se había retirado de las grandes ligas, pero que su llama aun seguí viva, y solo bastaba el momento indicado para que volviera a encenderse, era esa mujer que solo se había resignado a yo una tener una verga disponible en su cama, pero que sin dudas la añoraba demasiado
La pobre cama pedía clemencia en cada embate, y el barral repiqueteaba una y otra vez contra la pared que separaba su dormitorio del mío, ella, en algún punto dijo
Pará! pará! vamos a romper todo! vení, vení conmigo...
Hizo que fuera sobre ella, de lado, se acomodó de manera de rodear mi pija dura entre sus pechos, y empezó a acariciar mi sexo entre ellos, fue muy rico, muy perfecto, me mordí los labios en placer y sus tetas se sentían tan suaves como gloriosas, una vez, otra vez, sus ojos estaban clavados en los míos y una sonrisa macabra se pintaba en sus labios, esperando el final que no tardaría en llegar
Como una fuente de parque mi semen caliente empezó a saltar, y ella empezó a reírse, mi leche bañaba sus tetas, sus manos, su pecho, hasta su rostro, y mi propio vientre y mis piernas
Sandra solo dejó sus pechos de lado y empezó a chupármela muy rico, y ver sus labios y su lengua que se tornaban blancuzcos por mis jugos derramados se me hizo muy erótico, y solo logró mantener mi erección después de chupadas muy profundas
Entonces fue su turno, me empujó hacia atrás y vino a cabalgarme, glorioso, perfecto, mis manos recorrían sus glúteos, su cintura, sus pechos aun llenos de leche y mientras se movía como una locomotora llevé un par de dedos a su culito, y él que ella no dijera nada, solo precipitó el final y más rápido de lo que hubiera deseado le llené la conchita de leche
Ella se recostó sobre mi pecho y solo no dijimos nada, la abracé por la espalda y ella se tomó unos minutos para llenarme de caricias
Nos cambiamos, volvimos al comedor, y esta vez ella trajo algunas bebidas blancas y tomamos unas copas y otra vez, como tantas, terminé haciendo catarsis con mi vecina
Era hora de volver a casa, y para mi sorpresa Celeste, mi esposa me estaba esperando
Se puede saber donde estabas? - pregunto
Salí a caminar y a tomar una copas - respondí - porque se supone que vos estarías con tu vieja, no es que se estaba muriendo?
Fui sarcástico y devolví la pelota a su campo, entonces siguió y bajando la guardia dijo
Solo se que estuve mal con lo del jarrón y quería disculparme...
Yo solo la ignoré, mi mente estaba en otro sitio, Celeste casi no tenía pechos y recordé como mi vecina me había hecho acabar envolviendo mi verga con sus tetas, cosas que mi mujer, jamás intentaría hacer, y me tenté a reir
Que es lo gracioso? - pregutó -
Nada, no me hagas caso...
Fuimos a la cama, sin hablar, había cosas que ya no tenían retorno, entonces ella dijo
Te perdiste el show de tu vecina, la vieja parece que se consiguió un chongo que le moviera las plumas
Tragué saliva, ella prosiguió
Parecía que había un terremoto, la cama pegaba en la pared sin parar, ja! mañana va a estar contenta la puta...
Yo no sabía si tenía que leer entre líneas y que ella estuviera adivinando que yo, era ese chongo
No le seguí la conversación para no comenzar una nueva discusión, y solo me recosté a dormir, en verdad ya estaba cansado
Celeste, curiosamente, estaba mimosa y quería tener relaciones, tal vez por el peso de su conciencia con el tema del jarrón, tal vez excitada por lo que había escuchado en la casa contigua, pero ella no tendría suerte
En poco tiempo, mi matrimonio llegaría a su fin, toda la historia, el adiós a Celeste, ella volvió a casa de su madre y el departamento quedaría nuevamente abandonado a sus suerte, con un cartel de venta que aun hoy puede verse en la puerta
Cuando paso a visitar a mis padres trato de evitarlas, si se diera el caso, Celeste y yo apenas cruzamos unas palabras, una sonrisa forzada, y comprendimos que el matrimonio había sido una mala idea, éramos mejores amigos y no debimos pasar esa línea
Su madre me odia, no me saluda, y bueno, ese será su problema
Seguí mi camino, Sandra fue una experiencia increíble en mi vida, tuvimos algunos encuentros más como amantes a escondidas pero solo eso, no había un futuro juntos, era imposible, ella bromeaba y decía que en pocos años la visitaría en un geriátrico para aliviar su previsible abandono, pero mientras sus hijas no se enteraran, podríamos solo jugar por lo que durara, sin compromisos, sin ataduras
No se, si tal vez ella hubiera sido mas joven, si tal vez yo hubiera sido mas viejo, solo tal vez...
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A veces es difícil contar una historia porque no sabes realmente cuando comenzar, y yo no sé cuándo comenzó la mía, si el universo tiene ya un libreto escrito para cada uno, o si las cosas solo se dan al azar, pero a veces es solo estar en el momento justo en el sitio justo
Tal vez debería indicar que Celeste y yo nos habíamos conocido en los días de infancia, nuestros padres eran vecinos y nos pasábamos muchas horas libres jugando juegos de niños, en esos días de inocencia, muchas veces iba a su casa a pasar la tarde, conocía a sus padres, era única hija, la mimada, con ella pasaba otro tanto, venía mucho a mi casa, conocía a los míos y yo también era único hijo
De casualidad se daba como una gran familia de amistad entre vecinos donde podía verse a nuestros padres compartiendo alguna que otra cerveza, incluso improvisando algún que otro brindis al llegar cada año nuevo
Crecimos, y la relación se mantuvo inalterable, solo que naturalmente nos distanciamos, ya teníamos nuestros estudios, nuestras responsabilidades, yo tenía mis amigos, ella los suyos, me hice hombre, se hizo mujer
Nos cruzábamos esporádicamente, apenas para cambiar unas palabras de tanto en tanto, como iba su vida, como iba la mía, me contó de su primer novio, le conté de mi primer amor, y solo así se pasaban los días
Un viernes por la noche, como tantos viernes, salimos a dar vueltas con mis amigos, íbamos por unas cervezas sobre la avenida principal, por donde andaban todos los chicos de nuestra edad deambulando y disfrutando
Ella estaba en una heladería con sus amigos, estaba muy bonita y creo que por primera vez no la ví solo como a mi vecinita de toda la vida, fui por un helado y nos pusimos a hablar, y cuando nos dimos cuenta, ni mis amigos, ni sus amigas estaban con nosotros, y solo caminamos, recordamos con risas cada situación loca que habíamos vivido
Creo que disfrutamos mucho ese momento, al menos yo si lo había hecho, y volvimos a nuestras domicilios como dos tontitos que recién se conocían, antes de entrar a su casa le dije en un susurro para no despertar a nadie, que la había pasado muy lindo a su lado, ella me sonrió, se estiró en puntas de pies para darme un beso en la mejilla, pero me sorprendió al posar sus labios sobre los míos, muy dulce, muy tierno, entonces viendo que ella se mostraba permeable la tomé por la cintura y solo le di un enorme beso que jamás olvidaríamos, eterno, perfecto, caliente
Y sin pensarlo, un día Celeste y yo fuimos novios, la pasamos bien, la pasamos mal, altibajos, peleas y reconciliaciones, pero con veintitrés años cumplidos decidimos contraer matrimonio
En verdad, ni ella, ni yo estábamos muy convencidos en un compromiso tan formal, casamiento por civil y por iglesia, a la vieja usanza, pero bueno, nuestros padres esperaban algo así y tan solo por verlos contentos avanzamos en ese sentido
Ciertamente siempre habíamos sido familias de bajos recursos, no teníamos mucho mas que lo que nos permitía tener los magros ingresos de nuestros empleos, por lo cual, los padres de Celeste nos ofrecieron por algún tiempo establecernos en un departamentito interno, era la casita de sus abuelos, que habían fallecido, y se estaba cayendo a pedazos en medio del paso del tiempo
Nos pusimos manos a la obra, había mucho por hacer, limpieza, pintura, reparaciones, reordenar todo hacernos a la idea de vivir juntos nuestra vida de pareja
Empezamos a sociabilizar con nuevas personas, Jaime, el gordo bonachón de la esquina, que tenía una despensa donde podías encontrar de todo a toda hora, María, la vieja chusma que se pasaba todo el día barriendo la vereda de frente, a quien le podías preguntar todo de todo, ella siempre sabía y lo que no sabía lo inventaba, la familia Cortez, famosos por los problemas familiares que tenían donde cada tanto llegaba la policía para hacer de intermediarios, Nora, la viejita del departamento contiguo, la que siempre te contaba las mismas historias repetidas y la que siempre esperaba en vano la visita de sus hijos que parecían haberla abandonado a su suerte, y entre muchas personas más que podría resumir, también estaba ella, Sandra, la vecina que vivía pegada a nuestra casa, con la cual compartíamos un pequeño patio trasero, separados por un pequeño tapial
Sandra no sería solo una vecina más, por el contrario, se transformaría en eje de mi vida, podría haber sido al menos su hijo, hasta su nieto llegado el caso, recién había pasado los sesenta pero se mantenía muy en forma para una mujer de su edad, lógicamente, no era una modelo de tapas de revistas pero se notaba que ella era muy femenina, coqueta, de esas que se preocupan por su silueta a pesar del tiempo
Ella era docente ya jubilada, divorciada, de su primer y segundo esposo, y eso le daba un toque especial, como esas mujeres que siempre intentan verse en la vidriera, como alguien disponible, a la espera del indicado
Tenía dos hijas, ambas eran mayores que yo, incluso era abuela y cada tanto sus nietos venían a hacerle compañía y créanme que esos pequeños demonios no pasaban desapercibidos
En principio, yo era solo un buen vecino, cada tanto me llamaba, cuando necesitaba una mano masculina, para colgar un cuadro, arreglar alguna canilla, cambiar una lámpara en altura, y sonseras como esas, y si no podía repararlo, al menos podía darle un consejo. Ella era muy amable conmigo, siempre me regalaba algún pastel de coco, mi favorito, que hacía con sus propias manos, y aunque yo no quisiera, casi me obligaba a aceptarlo
Por el contrario, con Celeste, no pegaban onda, mujeres, para ser justos, mi mujer casi que no se daba con ningún vecino, a ella no le interesaba socializar y solo quería vivir 'puerta adentro'
En esas visitas a la casa de mi vecina, me contaba un poco de lo que ya comenté antes, su familia, en especial los nietos y por mi lado, toda mi curiosa historia de amor con mi querida esposa
También es cierto que Sandra era una mujer un tanto desprolija o descuidada, alguna vez había encontrado alguna que otra ropa interior olvidada en algún sitio, y eso me suponía un tanto de intriga disimulada
Mi vida de pareja distaba de ser lo que había imaginado que sería, Celeste me recriminaba que era un haragán con las cosas de casa, que no la ayudaba, y que porque ella fuera la mujer no era justo que se ocupara de todo, por mi lado, tenía un apetito sexual no satisfecho, ella nunca tenía ganas, siempre estaba cansada, siempre de mal humor
La bola de nieve poco a poco se fue haciendo mas y más grande, discutíamos por cualquier cosa, por el dinero, por las compras, por la ropa sucia, por la cama sin arreglar, por los platos de la noche anterior, por la poca paga de mi empleo, por mi familia, por la suya, por su adicción a las novelas y hasta por quien limpiaba la caca de la mascota
Era loco, era increíble, el contraste del presente con la otra Celeste, la niña de la infancia
Las cosas iban de mal en peor, y nuestro dormitorio, nuestra cama se había transformado en un cuadrilátero de lucha, y cada noche, antes de dormir, saltaba la podredumbre de nuestra tóxica relación
Al otro lado, Sandra, la vecina, era testigo de todo, su dormitorio estaba pegado al nuestro, su cama incluso pegada a la nuestra, pared mediante
Era evidente que cada vez que estuviera en su casa, el tema saliera a la luz, ella me decía una y otra vez como era posible, a nuestra edad, si solo esperaba a que la despertáramos con gemidos para envidiarnos un poco y recordar viejos tiempos, pero en cambio, solo eran discusiones
Y le tomé afecto a ella, porque hablábamos mucho, estaba bien con ella, y me sorprendí a mi mismo mirándola como mujer, algún jean ajustado que le marcaba una linda cola, o alguna camisa entreabierta que dejara notar el nacimiento de sus pechos, tal vez un short de entrecasa dejando a la vista unos lindos muslos, y si no, me conformaba con su perfume, o con sus uñas esculpidas, o con el ruido de las pulseras que adornaban sus muñecas
Y ella también transitaba caminos peligrosos, a veces su mirada se sentía impertinente, hablaba de mi juventud, de mi virilidad, y cosas que sonaban demasiado a insinuación, me contaba de las frustraciones de ser una mujer sola, sin una figura masculina, sin alguien a quien dar amor, y hasta su casi confesión encubierta de cuanto extrañaba tener una buena verga, que sus hijas, que sus nietos, que lo eran todo, pero ella necesitaba otra cosa, aun se sentía joven
Pero eran solo palabras, Celeste estaba en el medio y entre ambos había un salto generacional imposible de evitar, así que solo cerrábamos nuestras charlas con un beso en la mejilla, como buenos vecinos
Las cosas con Celeste estaban mal, pero irían aún peor...
El repentino fallecimiento de Antonio, mi suegro, sería devastador, lloré como un niño cuando sucedió, lo conocía de pequeño y me quería como a un hijo, y bueno, toda la situación fue muy triste
Pero entonces, en poco tiempo, mi suegra, ahora viuda, se metería como piedra en el zapato en nuestra relación, en apenas un par de años, su hija había dejado el nido, y ahora estaba sin el hombre de su vida
La madre de Celeste, tomó un papel de víctima de la vida, se la pasaba llorando, y solo montó ese teatro barato de disputar a su hija, mi mujer, como un botín, y vio en mi a un enemigo
Las cosas cambiaban tan rápido que parecía una locura, Celeste cayó en la trampa de su madre y si ella no iba a hacerle compañía, pues la vieja se instalaba en casa, y no dejaba pasar la oportunidad para aguijonearme y recordarme que de alguna manera yo estaba en esa casa de 'okupa' y que era la casita de sus padres
La relación con mi esposa se pudría demasiado rápido, excusas para estar distanciados sobraban, y razones para gritarnos cada noche también
Sandra, mi vieja vecina, se había transformado sin quererlo en mi válvula de escape, mi confidente, y solo me sentía a gusto usándola como una psicóloga improvisada
Ella solía contarme de sus vivencias, y que ella solo discutía con sus ex durante el día, porque a la noche, no... en la noche solo hacía chirrear las patas de la vieja cama.
Sin embargo, asumía ser una mujer de carácter complicado, lo que le había valido dos rupturas y ya resignarse a vivir en soledad
Esa noche no sería una noche más, la discusión de cada día había empezado cuando ya estábamos por ir a dormir, los temas de siempre, nada nuevo.
En medio de la discusión, justo llamaría mi suegra, estaba deprimida con ataques de pánico y claro, necesitaba que Celeste fuera a hacerle compañía, y claro, todo fue demasiado, para ella era su sufrida madre, para mi, una vieja conchuda que siempre se metía al medio, fue la primera vez que de las palabras pasamos a la agresión física, mi mujer me arrojó un florero de adorno que fue a estrellarse justo contra la pared que daba al dormitorio de nuestra vecina estallando en mil pedazos
Se puso a llorar, como de costumbre, me quedé en silencio, si entender, tomó algunas de sus cosas y me dijo
Me voy a dormir de mamá
Solo eso, salió y la seguí hasta la puerta, la vi marcharse
A un lado, Sandra permanecía en silencio bajo el marco de la puerta de su casa, alarmada por todo lo que había sucedido, la miré, estaba con un camisón de cama, seguro ya se había acostado, y solo me invitó a ir un rato, como siempre pasaba
Me senté a la mesa, la cabeza me daba vueltas, fue a prepararme un café, y en esos instantes mis ojos la vieron como mujer, ella estaba apetecible, en su edad sus curvas aun eran llamativas y mientras me daba la espalda, observaba ese camisón que nada me dejaba ver, solo imaginar
Volvió con la taza y la dejó frente a mi, se sentó cerca, me acarició los cabellos como si fuera su pequeño, y luego mi rostro, mi mejilla, la miré, y ella me miraba, pero no como a un niño, si no como a un hombre, entonces besé su mano y solo era el momento, la levanté en brazos y la llevé al dormitorio, a esa vieja cama que se quejó en demasía el tirarla sobre ella
Solté el lazo que anudaba su cintura y dejé caer ese camisón, sus pechos desnudos me parecieron grandiosos y un culote negro calado de una mujer propia de su edad le daba un toque exquisito
Me tiré sobre ella y mientras ella me quitaba las prendas nos fundimos en besos eternos, y sentí en ese momento que la diferencia de edad no sería un obstáculo
Bajé por su pecho y me tomé todo el tiempo del mundo para comerle las hermosas tetas, fui por su vientre enganché su ropa interior entre mis dedos para terminar de desnudarla, le besé las piernas y luego me enterré en su sexualidad, la sentí suspirar y gemir, su rostro estaba ladeado y se mordía los nudillos de sus dedos, solo para para acallar lo que se negaba a largar
La giré, casi a la fuerza, casi sin pedir permiso, tomé sus ricas nalgas en mis manos y me llené con ellas, le regalé mis besos y mis besos fueron a su culito, ella me permitió llegar a su esfínter y mi lengua lo atravesó casi sin inconvenientes, eso me calentó demasiado
Vieja puta! - pensé - las de vergas que se habrá tragado este culo!
Sandra suplicó que la cogiera, quería que la cogiera, solo fui sobre ella, le tomé las caderas entre mis manos para levantarle la cola y se la metí toda, ella gimió y se retorció de placer, su conchita estaba seca, obviamente la edad le jugaba en contra, pero fue hermoso de todas maneras, le besaba la nuca, le besaba la oreja y ella solo gemía, mientras las patas oxidadas de la cama protestaban en cada embate
La gire nuevamente, ahora boca arriba, abrí sus piernas y volví a metérsela, ahora con mas fuerzas, ella gemía, le pedí que soltara sus demonios, me encantaba cunado una mujer gritaba por mi culpa, ella se aferró con las manos al barral posterior de la cama y todo fue el mismo infierno
Sandra era esa mujer terrible, que en algún momento solo se había retirado de las grandes ligas, pero que su llama aun seguí viva, y solo bastaba el momento indicado para que volviera a encenderse, era esa mujer que solo se había resignado a yo una tener una verga disponible en su cama, pero que sin dudas la añoraba demasiado
La pobre cama pedía clemencia en cada embate, y el barral repiqueteaba una y otra vez contra la pared que separaba su dormitorio del mío, ella, en algún punto dijo
Pará! pará! vamos a romper todo! vení, vení conmigo...
Hizo que fuera sobre ella, de lado, se acomodó de manera de rodear mi pija dura entre sus pechos, y empezó a acariciar mi sexo entre ellos, fue muy rico, muy perfecto, me mordí los labios en placer y sus tetas se sentían tan suaves como gloriosas, una vez, otra vez, sus ojos estaban clavados en los míos y una sonrisa macabra se pintaba en sus labios, esperando el final que no tardaría en llegar
Como una fuente de parque mi semen caliente empezó a saltar, y ella empezó a reírse, mi leche bañaba sus tetas, sus manos, su pecho, hasta su rostro, y mi propio vientre y mis piernas
Sandra solo dejó sus pechos de lado y empezó a chupármela muy rico, y ver sus labios y su lengua que se tornaban blancuzcos por mis jugos derramados se me hizo muy erótico, y solo logró mantener mi erección después de chupadas muy profundas
Entonces fue su turno, me empujó hacia atrás y vino a cabalgarme, glorioso, perfecto, mis manos recorrían sus glúteos, su cintura, sus pechos aun llenos de leche y mientras se movía como una locomotora llevé un par de dedos a su culito, y él que ella no dijera nada, solo precipitó el final y más rápido de lo que hubiera deseado le llené la conchita de leche
Ella se recostó sobre mi pecho y solo no dijimos nada, la abracé por la espalda y ella se tomó unos minutos para llenarme de caricias
Nos cambiamos, volvimos al comedor, y esta vez ella trajo algunas bebidas blancas y tomamos unas copas y otra vez, como tantas, terminé haciendo catarsis con mi vecina
Era hora de volver a casa, y para mi sorpresa Celeste, mi esposa me estaba esperando
Se puede saber donde estabas? - pregunto
Salí a caminar y a tomar una copas - respondí - porque se supone que vos estarías con tu vieja, no es que se estaba muriendo?
Fui sarcástico y devolví la pelota a su campo, entonces siguió y bajando la guardia dijo
Solo se que estuve mal con lo del jarrón y quería disculparme...
Yo solo la ignoré, mi mente estaba en otro sitio, Celeste casi no tenía pechos y recordé como mi vecina me había hecho acabar envolviendo mi verga con sus tetas, cosas que mi mujer, jamás intentaría hacer, y me tenté a reir
Que es lo gracioso? - pregutó -
Nada, no me hagas caso...
Fuimos a la cama, sin hablar, había cosas que ya no tenían retorno, entonces ella dijo
Te perdiste el show de tu vecina, la vieja parece que se consiguió un chongo que le moviera las plumas
Tragué saliva, ella prosiguió
Parecía que había un terremoto, la cama pegaba en la pared sin parar, ja! mañana va a estar contenta la puta...
Yo no sabía si tenía que leer entre líneas y que ella estuviera adivinando que yo, era ese chongo
No le seguí la conversación para no comenzar una nueva discusión, y solo me recosté a dormir, en verdad ya estaba cansado
Celeste, curiosamente, estaba mimosa y quería tener relaciones, tal vez por el peso de su conciencia con el tema del jarrón, tal vez excitada por lo que había escuchado en la casa contigua, pero ella no tendría suerte
En poco tiempo, mi matrimonio llegaría a su fin, toda la historia, el adiós a Celeste, ella volvió a casa de su madre y el departamento quedaría nuevamente abandonado a sus suerte, con un cartel de venta que aun hoy puede verse en la puerta
Cuando paso a visitar a mis padres trato de evitarlas, si se diera el caso, Celeste y yo apenas cruzamos unas palabras, una sonrisa forzada, y comprendimos que el matrimonio había sido una mala idea, éramos mejores amigos y no debimos pasar esa línea
Su madre me odia, no me saluda, y bueno, ese será su problema
Seguí mi camino, Sandra fue una experiencia increíble en mi vida, tuvimos algunos encuentros más como amantes a escondidas pero solo eso, no había un futuro juntos, era imposible, ella bromeaba y decía que en pocos años la visitaría en un geriátrico para aliviar su previsible abandono, pero mientras sus hijas no se enteraran, podríamos solo jugar por lo que durara, sin compromisos, sin ataduras
No se, si tal vez ella hubiera sido mas joven, si tal vez yo hubiera sido mas viejo, solo tal vez...
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1 comentarios - Detras del tapial