Pasaron unos días de semejante experiencia. No nos habíamos vuelto a comunicar, hasta que recibí una llamada de ella nuevamente, ya que mi aventura no terminaba ahí...
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Bueno, después de una larga recuperación física estoy de vuelta para culminar mi relato. Lamento la espera pero aquí lo tienen, les contaré qué fue lo que sucedió unas semanas después. Esta vez finalizo mi historia con algunas fotos hechas con ai para sumergirlos más en mi experiencia.
Resulta que luego de semejante aventura yo continué visitando a mi vecina durante un tiempo. (Yo estimo unos 4 o 5 meses) Para ser honesto, nunca me había sentido más afortunado, pues había concretado una especie de "relación" con quien por los próximos meses sería mi mujer. Está claro que no íbamos a vivir juntos 24/7 pero había días en los que me quedaba a dormir en su casa y tenía que inventar excusas en la mía para justificar mi ausencia. (Pues consideraban raro que durmiera en otra casa)
Una tarde, yo llegaba cansado después de haber hecho varias compras en el super. Mi destino no era mi casa, sino la de ella. Ahora yo era el hombre de su hogar y le compraba las cosas para cenar. Al tocar la puerta y pasar directo a dejar las compras en la cocina, ella me frenó y me dijo:
-¡Ay bebé! Siéntate en el mueble, debes estar cansadito.
Me senté con las piernas abiertas y los brazos extendidos.
-Deja las cosas y ven, vamos a darle un masajito a mi muñeco.
+Tú quieres algo más que un masaje jaja (en mi mente sabía lo que se venía)
-Hmmm, ¿cómo lo supiste? —me dijo con una mirada muy morbosa y erótica mordiéndose los labios.
+Porque ya te conozco, zorrita, y sé que te gusta mimarme cuando vengo de hacer las compras. Te encanta darme una buena chupada...
-¿Y qué de malo hay que te consienta? A ti también te gusta chupar mis tetas y te desesperas por bajar a mi culito. No te hagas el santo ahora jiji.
+Bueeeno, si quieres arrancar así entonces mi verga es toda tuya.
Dicho esto ella se me acercó como gateando ya con el líbido encendido. Me bajó el pantalón y el boxer y comenzó un espectáculo en primera persona digno de haberlo grabado. Ella tomó mi pene y le daba besos en el glande mientras me miraba fijamente a los ojos.
+Ufff como te encanta darle mimos, trátalo bien que después entrará en ti y te hará sentir mucho placer.
-Te voy a calentar las veces que sea necesarias para que acumules bastante y me bañes con tu lechita, bebé.
Nosotros ya sonábamos como una pareja que estaría cumpliendo sus bodas de hace 5 años. El nivel de erotismo y lujuria era de gran magnitud. Ella siguió lamiéndome la verga desde la base del tronco hasta la punta. Lo que hacía tan delicioso era la mirada y las caricias que deslizaban mi abdomen y mi pubis lo cual me provocaba espasmos por la tensión. El sexo era algo de todos los días pero la forma en como me lo hacía... simplemente no tenía comparación.
-¿Te gusta que te la lacte, bebé ? ¿Te gusta sentir mi garganta?
+Sí, preciosa, me lo haces muy rico. Pero creo que si sigues a ese ritmo voy a venirme antes de lo debido.
-No importa si te vienes, lo que quiero es que disfrutes y te relajes. Hoy no estoy exigente jijiji.
La tomé de los cabellos y se los tiraba hacia atrás para que estos no la interrumpan en plena mamada. Me gustaba sentir como sus mejillas succionaban mi pene y mi glande se aspiraba con mucha fuerza. Algo que ella disfrutaba de hacer era escupirme el glande y volver a succionar esa saliva que me dejaba encima del pene. Lo hacía repetidas veces hasta dejarme la verga baboseada.
Después de unos 8 o 10 minutos aproximadamente le sugerí lo que ya me llamaba el cuerpo: cogérmela a toda maquina en su cama que ahora era nuestra.
+Preciosa, ¿no quieres ir al dormitorio? Estoy tan caliente que te podría llenar de adentro hacia afuera y aún me quedaría leche por derramar.
-¡Ay bebé! Tu siempre tan calentón y viril. Vamos, pues, que me vas a pedir repetición. —me lamió la mejilla y tomándome de la mano me llevó al dormitorio.
+Sácate todo que te quiero coger, no aguanto más!
Ella obedeció e hizo lo mismo conmigo, me quito la ropa y una vez desvestidos la cargué como un koala y nos empezamos a dar besos desesperados con lengua. Mucha saliva se chorreaba por nuestras bocas y cuellos, pero eso lo hacía más excitante aún... el simple hecho de saber que eramos como unos sucios animales que tenían el único fin de fornicar salvajemente me ponía más duro.
Entonces le pregunté si estaba lista y una simple mirada con los labios temblorosos y acentuando la cabeza en señal de "hazlo" era lo que necesitaba. Tomé mi pene y estando ya lubricado con la saliva que me había dejado hace unos momentos lo introduje en ella tanteando un poco por la difícil postura en la que estábamos. Apenas sentí que entró ella gimió despacio y no aguanté esa sensación así que no tuve reparo en empezar a azotarle mi verga en sus nalgas mientras la tenía cargada. Ella era delgada como ya les había descrito, así que no me pesaba mucho y para mi era un placer tenerla en esa forma. Nuestros cuerpos sonaban como aplausos fuertes durante el choque. Yo le daba lo más fuerte que podía, mientras ella colgada de mi cuello me besaba y me decía que era mi puta y que su cuerpo era de mi propiedad.
Esto duró un breve momento porque honestamente yo no tengo el físico de actor porno para durar tanto en esa pose a pesar que ella no era gorda, pero los que hemos tenido sexo en esa posición me entenderán que es complicado por tanto tiempo. Además las piernas te dejan de responder por unos momentos. Así que la bajé y lamiéndole los pezones saliditos que tenía le propuse: ¿Nos metemos a la cama? quisiera hacerte otras posiciones.
Ella me dijo sí con un beso nuevamente y nos fuimos a echar en su cubrecama. Este tenía diseño floral, lo recuerdo por las formas y colores.
Nos pusimos en posición de misionero y empezó la acción de nuevo. Se la metí repetidas veces mientras ella cruzaba sus piernas alrededor de mi cintura, como jalándome hacia ella para darle mayor intensidad a la penetración. Duramos otro buen rato dándonos muy rico el uno al otro. Ella se sentía muy conforme con mi trabajo, lo podía sentir desde dentro, muy húmeda y lubricada.
Cambiamos rápidamente a hacerlo de cucharita, una de mis poses favoritas. Esta me permitía tocarle las tetas y acariciar sus pezones mientras estrellaba mi verga en su vagina de costado y le lamía la nuca como un desquiciado. De rato en rato ella volteaba a verme a los ojos y decirme cosas como: "te amo, bebé" "eres mi hombrecito" "hazme tuya y lléname". (Son las que más me marcaron)
Nuestro repertorio empezó a ampliarse, cambiábamos de lado y de forma cada cierto rato, parecía que estábamos muy coordinados. Estábamos muy sudorosos y con los cabellos empapados. A pesar de todo lo que estaba gozando, mi pene parecía no excitarse más y esto me ocasionaba problemas porque ella me pedía que le acabe pero ya!
En pocas palabras, estaba duro como una piedra pero por alguna razón no conseguía eyacular que era lo que tanto esperaba mi ahora mujer.
-Bebé ¿qué pasa, no te caliento lo suficiente?
+Sí me calientas, preciosa. Es solo que que no sé que me sucede, creo que la misma rutina me abruma un poco.
-Hmmm pues tengo la solución... vas a venirte en mi culito. ¿Te gusta la idea?
¡No podía creer lo que me decía! Lo que tanto nos gusta a los hombres y lo que tanto solemos pedir a nuestras parejas... ella me lo estaba ofreciendo en bandeja de plata. Obviamente no iba a ser tan idiota de decirle que no así que solo le pregunté si estaba segura antes de iniciar el coito anal.
+Preciosa, creo que te va a doler, ¿estás segura?
-Sí bebé, estoy tan caliente que quiero que me desgarres el ano. Córrete dentro y hazme saber que soy tu recipiente de leche.
No la pensé más, y dándole la vuelta boca abajo me dispuse a introducirlo poco a poco. Seré franco, al inicio se me resbalaba por la saliva y por que su ano era pequeño, no entraba la cabeza y menos el resto del tronco. Así que después de tantos intentos logre metérsela por la puerta trasera.
Ella pegó un quejido muy fuerte, propio de la excitación máxima, era notorio que era algo nuevo para ella y obvio para mi. La diferencia era notoria, mientras en su útero yo entraba y salía con facilidad, por este otro hoyo me sentía tan ajustado que hasta sentía que mi pene se asfixiaba. Pero eso no importaba, la calentura del momento era lo realmente importante. Poco a poco su recto se fue soltando y abriendo, mientras yo le daba nalgadas o la tomaba del pelo con groserías eróticas de fuerte calibre de por medio. Sus gemidos se intensificaron y yo sentía que el semen de mi cuerpo quería salir a chorros.
El dormitorio era una sinfónica de sonidos variados: los gemidos de ambos, la cama, el sonido de los encontronazos entre mi verga y sus nalgas... todo sonaba en una armonía perfectamente ardiente.
Finalmente llegó el final que tanto deseamos los dos. En una de las tantas entradas y salidas me vi con la necesidad de abrazarla y empujándole mi pene lo más al fondo que podía... eyaculé una cantidad abundante en ella. Yo retiré mi pene y su ano estaba dilatado y rojito. Lo que estaba viendo era de no creer... su cavidad anal expulsaba mi leche de forma impresionante, supongo que por la acumulación y la excitación.
-Consígueme una toalla, bebé, o si no voy a estropear mi cubrecamas jiji.
Esto me lo dijo prácticamente con la lengua afuera y empapada de sudor.
+Sí, mi amor, ten. Te ayudo a limpiar.
-Gracias, precioso. Ahora podré tomar una siesta tranquila sabiendo que mi hombrecito me desfloró el culito.
*****
Y este fue el final de mi anécdota, lo que pasó después fueron detalles poco trascendentales. Lo que sí puedo afirmar a día de hoy con mucha nostalgia es que jamás podré encontrar a una mujer que me llene el apetito sexual como ella. Lastimosamente todo tiene su final pero esas imágenes tan deliciosamente morbosas quedarán en mi para siempre.
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Bueno, después de una larga recuperación física estoy de vuelta para culminar mi relato. Lamento la espera pero aquí lo tienen, les contaré qué fue lo que sucedió unas semanas después. Esta vez finalizo mi historia con algunas fotos hechas con ai para sumergirlos más en mi experiencia.
Resulta que luego de semejante aventura yo continué visitando a mi vecina durante un tiempo. (Yo estimo unos 4 o 5 meses) Para ser honesto, nunca me había sentido más afortunado, pues había concretado una especie de "relación" con quien por los próximos meses sería mi mujer. Está claro que no íbamos a vivir juntos 24/7 pero había días en los que me quedaba a dormir en su casa y tenía que inventar excusas en la mía para justificar mi ausencia. (Pues consideraban raro que durmiera en otra casa)
Una tarde, yo llegaba cansado después de haber hecho varias compras en el super. Mi destino no era mi casa, sino la de ella. Ahora yo era el hombre de su hogar y le compraba las cosas para cenar. Al tocar la puerta y pasar directo a dejar las compras en la cocina, ella me frenó y me dijo:
-¡Ay bebé! Siéntate en el mueble, debes estar cansadito.
Me senté con las piernas abiertas y los brazos extendidos.
-Deja las cosas y ven, vamos a darle un masajito a mi muñeco.
+Tú quieres algo más que un masaje jaja (en mi mente sabía lo que se venía)
-Hmmm, ¿cómo lo supiste? —me dijo con una mirada muy morbosa y erótica mordiéndose los labios.
+Porque ya te conozco, zorrita, y sé que te gusta mimarme cuando vengo de hacer las compras. Te encanta darme una buena chupada...
-¿Y qué de malo hay que te consienta? A ti también te gusta chupar mis tetas y te desesperas por bajar a mi culito. No te hagas el santo ahora jiji.
+Bueeeno, si quieres arrancar así entonces mi verga es toda tuya.
Dicho esto ella se me acercó como gateando ya con el líbido encendido. Me bajó el pantalón y el boxer y comenzó un espectáculo en primera persona digno de haberlo grabado. Ella tomó mi pene y le daba besos en el glande mientras me miraba fijamente a los ojos.
+Ufff como te encanta darle mimos, trátalo bien que después entrará en ti y te hará sentir mucho placer.
-Te voy a calentar las veces que sea necesarias para que acumules bastante y me bañes con tu lechita, bebé.
Nosotros ya sonábamos como una pareja que estaría cumpliendo sus bodas de hace 5 años. El nivel de erotismo y lujuria era de gran magnitud. Ella siguió lamiéndome la verga desde la base del tronco hasta la punta. Lo que hacía tan delicioso era la mirada y las caricias que deslizaban mi abdomen y mi pubis lo cual me provocaba espasmos por la tensión. El sexo era algo de todos los días pero la forma en como me lo hacía... simplemente no tenía comparación.
-¿Te gusta que te la lacte, bebé ? ¿Te gusta sentir mi garganta?
+Sí, preciosa, me lo haces muy rico. Pero creo que si sigues a ese ritmo voy a venirme antes de lo debido.
-No importa si te vienes, lo que quiero es que disfrutes y te relajes. Hoy no estoy exigente jijiji.
La tomé de los cabellos y se los tiraba hacia atrás para que estos no la interrumpan en plena mamada. Me gustaba sentir como sus mejillas succionaban mi pene y mi glande se aspiraba con mucha fuerza. Algo que ella disfrutaba de hacer era escupirme el glande y volver a succionar esa saliva que me dejaba encima del pene. Lo hacía repetidas veces hasta dejarme la verga baboseada.
Después de unos 8 o 10 minutos aproximadamente le sugerí lo que ya me llamaba el cuerpo: cogérmela a toda maquina en su cama que ahora era nuestra.
+Preciosa, ¿no quieres ir al dormitorio? Estoy tan caliente que te podría llenar de adentro hacia afuera y aún me quedaría leche por derramar.
-¡Ay bebé! Tu siempre tan calentón y viril. Vamos, pues, que me vas a pedir repetición. —me lamió la mejilla y tomándome de la mano me llevó al dormitorio.
+Sácate todo que te quiero coger, no aguanto más!
Ella obedeció e hizo lo mismo conmigo, me quito la ropa y una vez desvestidos la cargué como un koala y nos empezamos a dar besos desesperados con lengua. Mucha saliva se chorreaba por nuestras bocas y cuellos, pero eso lo hacía más excitante aún... el simple hecho de saber que eramos como unos sucios animales que tenían el único fin de fornicar salvajemente me ponía más duro.
Entonces le pregunté si estaba lista y una simple mirada con los labios temblorosos y acentuando la cabeza en señal de "hazlo" era lo que necesitaba. Tomé mi pene y estando ya lubricado con la saliva que me había dejado hace unos momentos lo introduje en ella tanteando un poco por la difícil postura en la que estábamos. Apenas sentí que entró ella gimió despacio y no aguanté esa sensación así que no tuve reparo en empezar a azotarle mi verga en sus nalgas mientras la tenía cargada. Ella era delgada como ya les había descrito, así que no me pesaba mucho y para mi era un placer tenerla en esa forma. Nuestros cuerpos sonaban como aplausos fuertes durante el choque. Yo le daba lo más fuerte que podía, mientras ella colgada de mi cuello me besaba y me decía que era mi puta y que su cuerpo era de mi propiedad.
Esto duró un breve momento porque honestamente yo no tengo el físico de actor porno para durar tanto en esa pose a pesar que ella no era gorda, pero los que hemos tenido sexo en esa posición me entenderán que es complicado por tanto tiempo. Además las piernas te dejan de responder por unos momentos. Así que la bajé y lamiéndole los pezones saliditos que tenía le propuse: ¿Nos metemos a la cama? quisiera hacerte otras posiciones.
Ella me dijo sí con un beso nuevamente y nos fuimos a echar en su cubrecama. Este tenía diseño floral, lo recuerdo por las formas y colores.
Nos pusimos en posición de misionero y empezó la acción de nuevo. Se la metí repetidas veces mientras ella cruzaba sus piernas alrededor de mi cintura, como jalándome hacia ella para darle mayor intensidad a la penetración. Duramos otro buen rato dándonos muy rico el uno al otro. Ella se sentía muy conforme con mi trabajo, lo podía sentir desde dentro, muy húmeda y lubricada.
Cambiamos rápidamente a hacerlo de cucharita, una de mis poses favoritas. Esta me permitía tocarle las tetas y acariciar sus pezones mientras estrellaba mi verga en su vagina de costado y le lamía la nuca como un desquiciado. De rato en rato ella volteaba a verme a los ojos y decirme cosas como: "te amo, bebé" "eres mi hombrecito" "hazme tuya y lléname". (Son las que más me marcaron)
Nuestro repertorio empezó a ampliarse, cambiábamos de lado y de forma cada cierto rato, parecía que estábamos muy coordinados. Estábamos muy sudorosos y con los cabellos empapados. A pesar de todo lo que estaba gozando, mi pene parecía no excitarse más y esto me ocasionaba problemas porque ella me pedía que le acabe pero ya!
En pocas palabras, estaba duro como una piedra pero por alguna razón no conseguía eyacular que era lo que tanto esperaba mi ahora mujer.
-Bebé ¿qué pasa, no te caliento lo suficiente?
+Sí me calientas, preciosa. Es solo que que no sé que me sucede, creo que la misma rutina me abruma un poco.
-Hmmm pues tengo la solución... vas a venirte en mi culito. ¿Te gusta la idea?
¡No podía creer lo que me decía! Lo que tanto nos gusta a los hombres y lo que tanto solemos pedir a nuestras parejas... ella me lo estaba ofreciendo en bandeja de plata. Obviamente no iba a ser tan idiota de decirle que no así que solo le pregunté si estaba segura antes de iniciar el coito anal.
+Preciosa, creo que te va a doler, ¿estás segura?
-Sí bebé, estoy tan caliente que quiero que me desgarres el ano. Córrete dentro y hazme saber que soy tu recipiente de leche.
No la pensé más, y dándole la vuelta boca abajo me dispuse a introducirlo poco a poco. Seré franco, al inicio se me resbalaba por la saliva y por que su ano era pequeño, no entraba la cabeza y menos el resto del tronco. Así que después de tantos intentos logre metérsela por la puerta trasera.
Ella pegó un quejido muy fuerte, propio de la excitación máxima, era notorio que era algo nuevo para ella y obvio para mi. La diferencia era notoria, mientras en su útero yo entraba y salía con facilidad, por este otro hoyo me sentía tan ajustado que hasta sentía que mi pene se asfixiaba. Pero eso no importaba, la calentura del momento era lo realmente importante. Poco a poco su recto se fue soltando y abriendo, mientras yo le daba nalgadas o la tomaba del pelo con groserías eróticas de fuerte calibre de por medio. Sus gemidos se intensificaron y yo sentía que el semen de mi cuerpo quería salir a chorros.
El dormitorio era una sinfónica de sonidos variados: los gemidos de ambos, la cama, el sonido de los encontronazos entre mi verga y sus nalgas... todo sonaba en una armonía perfectamente ardiente.
Finalmente llegó el final que tanto deseamos los dos. En una de las tantas entradas y salidas me vi con la necesidad de abrazarla y empujándole mi pene lo más al fondo que podía... eyaculé una cantidad abundante en ella. Yo retiré mi pene y su ano estaba dilatado y rojito. Lo que estaba viendo era de no creer... su cavidad anal expulsaba mi leche de forma impresionante, supongo que por la acumulación y la excitación.
-Consígueme una toalla, bebé, o si no voy a estropear mi cubrecamas jiji.
Esto me lo dijo prácticamente con la lengua afuera y empapada de sudor.
+Sí, mi amor, ten. Te ayudo a limpiar.
-Gracias, precioso. Ahora podré tomar una siesta tranquila sabiendo que mi hombrecito me desfloró el culito.
*****
Y este fue el final de mi anécdota, lo que pasó después fueron detalles poco trascendentales. Lo que sí puedo afirmar a día de hoy con mucha nostalgia es que jamás podré encontrar a una mujer que me llene el apetito sexual como ella. Lastimosamente todo tiene su final pero esas imágenes tan deliciosamente morbosas quedarán en mi para siempre.
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