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a una fiesta que fu sola

Soy una mujer felizmente casada.  cintura estrecha y estupendas caderas. Me gusta conservarme en forma y voy al gimnasio todos los días.
Recibí una llamada de Orlando al mediodía, el mismo día de la fiesta. Me dijo que su vuelo se había retrasado y que no estaba seguro cuánto tiempo iban a demorar en reprogramar su vuelo. 
Orlando volvió a llamar a las 6pm y me dijo que su vuelo no saldría al menos hasta las 10pm. Le dije que ya estaba vestida. La frustración podía escucharse en mi voz. Mi esposo me dijo que fuera de todas maneras a la fiesta ya que todo estaba pagado. Decidí que no había razón para no ir y desperdiciar todo el dinero. La fiesta iba a celebrarse a lo grande en un hotel y Orlando había pagado también por una habitación para que nos quedáramos a pasar la noche. Imaginé que podría pasarla bien con Carla y Pedro, que son amigos nuestros muy cercanos e iban a estar allí.
Me quedé un momento mirándome frente al espejo. No estaba usando ropa interior debajo del vestido, y este era bastante ceñido y mostraba mi duro trabajo en el gimnasio. La tela frotaba mis pezones y los ponía muy sensitivos, lo que hizo que me excitara y me sintiera sexy. Hacía mucho que no me sentía de esa manera.
Manejé hacia el hotel, dejé mi mochila con las cosas para pasar la noche en el cuarto, me arreglé un poco y retoqué mi maquillaje. Mis pezones estaban duros como piedra y se veían más de lo que había pensado. Cogí mi celular y llamé a Carla. Me dijo que Pedro y ella no habían podido encontrar una niñera y que no iban a poder ir a la fiesta. Otra vez regresó a mí la decepción pero estaba decidida a no dejar que nada arruinara esa noche. Así que decidí ir de todas maneras, aunque no conociera a nadie en la fiesta.
Caminé hasta el salón de baile y noté como varios hombres miraban en mi dirección. Entré y me di cuenta que realmente no conocía a nadie. Fui al bar y pedí algo de beber. Entonces se acercó hasta mí un hombre que se presentó como Gonzalo y que resultó ser el pelmazo que enviaba a mi esposo de viaje cada cinco segundos, en vez de ir él. Me invitó a bailar luego de decirme que era el jefe de mi esposo. No puedo negar que se trataba de un tipo unos años mayor que yo y muy atractivo, alto y con el cuerpo atlético y bien proporcionado.
Quería escapar de mi aburrimiento, así que después de pensarlo unos segundos acepté su invitación a bailar. Le pregunté dónde estaba su esposa y me dijo que había viajado a visitar a sus padres. La primera pieza fue una canción muy movida y me di cuenta que Gonzalo bailaba muy bien.
Después de un rato paramos para descansar y fuimos a tomar algo. La bebida estaba algo fuerte pero no le presté demasiada importancia. Seguimos bailando y bebiendo un buen rato. Conforme pasó la noche me iba mostrando más desinhibida al bailar. Hacía tiempo que no me sentía tan sexy y llegué al grado de no contenerme al pegar mi cuerpo junto al suyo. El roce de su cuerpo provocó un estremecimiento en mi coñito. Estaba muy excitada y él también debía estarlo ya que pude sentir su endurecida verga pegada a mi vientre. Tenía que parar, empecé a imaginarme como sería estar con el jefe de Orlando.
Me marché al baño. Mis pezones estaban durísimos y podía sentir mi concha  completamente mojado. Me limpié y regresé con Gonzalo para tomar algo que me refrescara. Bailamos un poco más y nuevamente estuvimos rozándonos y tocándonos todo el rato. Me pegué más a él y sentí como su verga empezaba a crecer. A esas alturas, mi cocnha ya estaba chorreando y entonces sus manos se deslizaron discretamente hacia mis nalgas. La gente debió pensar que era una de sus conquistas por la manera como estábamos uno encima del otro. Empezó a susurrarme palabras al oído, primero triviales pero luego muy eróticas y atrevidas. Me dijo que era la mujer más sexy de la fiesta y no pude resistir más la tentación. Deslicé mi mano a su entrepierna y le di un par de meneos en la polla por encima de la ropa. Entonces él me apretó las nalgas con fuerza y me levantó agarrándome del culo con ambas manos para hacerme notar su enorme verga. Por sobre la ropa Gonzalo restregó su verga en mi entrepierna y luego me ayudó a girar para hacer lo mismo en mí en mi culo. Me besó y le correspondí. ¿Cómo podía no hacerlo, si me estaba haciendo sentir tan deseada y yo quería que me tuviera?
Entonces me di cuenta que había ido demasiado lejos y decidí regresar a mi habitación. No quería engañar a mi esposo. Gonzalo me siguió preguntándome que había hecho mal. Le dije que no quería engañar a mi marido. Me dijo que lo sentía y que sólo quería estar conmigo un rato, no quería ser el único tipo solo en la fiesta. Le dije que podía acompañarme a mi habitación, pero nada más.
Estábamos ya en el cuarto y el me abrazó y me dijo que lo sentía. Cogí el teléfono y le dije a Gonzalo que viera la televisión y se quedara callado. Llamé a Orlando justo cuando acababa de bajar del avión y estaba por recoger su equipaje. Me estaba contando acerca de su viaje cuando sentí que Gonzalo empezaba a besarme el cuello y a masajearme los pechos por encima del vestido. Me sentí completamente indefensa frente a este hombre. Dejé escapar un débil gemido. El teléfono quedó en silencio y entonces Orlando me preguntó si estaba bien. Le contesté que estaba cansada, mientras sentía los dedos de Gonzalo deslizarse bajo mi vestido. Empezó a toquetearme el coño. Se sentía demasiado bien, y hace tiempo que no tenía una verga clavada en mi concha.
Colgué el celular y empecé a besar a Gonzalo. Ni siquiera me despedí de mi esposo y en ese momento realmente no me importó. Le quité el saco  y estaba desabotonando su camisa mientras iba besando su cuerpo de arriba hacia abajo con cada botón que dejaba atrás. Deseaba a este hombre más a que a nada. Desabroché sus pantalones y bajé la cremallera. Tenía que tener en mi boca aquella verga que había estado tentándome toda la noche. Agarré su tranca de más de 20 centímetros entre mis labios. Gonzalo la tenía al menos ocho centímetros más grande que mi esposo, y de hecho era la verga más grande que yo había visto. Empecé a mamársela con verdadera ansia mientras él se dedicaba a magrearme el coño. Succioné la cabezota rosada de su polla mientras que al mismo tiempo le pajeaba el tronco con ambas manos, hasta que él no aguantó más. Me arrancó el vestido y me arrojó de espaldas a la cama. Comenzó a comerme el coño como si la vida se le fuera en ello. Yo estaba al borde del éxtasis, mientras su lengua se hundía una y otra vez en mi vagina, recorriéndola entera.
No tardé en correrme. Cuando por fin pude reaccionar, lo obligué a tumbarse de espaldas, cogí su verga y la guie hacia mi coño mojado. Fui clavándome con lentitud, sintiendo esos centímetros extra llegar hasta el fondo de mi agujero. Gonzalo también la tenía muy gorda y podía sentir que su polla me abría el coño como nunca. Cogió mis caderas y empezó a clavar una y otra vez su tranca en mi apretada concha. Me estaba volviendo loca, Al poco tiempo, estaba cabalgándole como si no hubiera un mañana  a un trote vivo, gritando y gimiendo de placer. Gonzalo me dijo que tenía el coño muy estrecho y apretado y yo le dije que su verga era enorme y que iba a partirme a la mitad. Estaba a punto de conseguir un orgasmo cuando sentí en su cuerpo la tensión previa al clímax. Continué cabalgándolo hasta sentir un orgasmo explosivo al tiempo que ambos gritábamos de placer.
Gonzalo se quedó en mi habitación y me cogió  toda la noche. A la mañana siguiente regresé a mi vida normal. Gonzalo me ha llamado algunas veces, cuando Orlando está de viaje por trabajo. Hasta ahora he tratado de comportarme como una buena esposa, pero cada vez es más difícil. Después de cada llamada de Gonzalo me masturbo recordando la noche que pasamos juntos. 

a una fiesta que fu sola

2 comentarios - a una fiesta que fu sola

billyguitar77 +1
Excelente,debes dé repetir y disfrutar dé ésa verga que la vida sólo es una vez