Mi novia se vuelve la puta de mi bully

Hola todos, les traigo una nueva experiencia que un seguidor me pidió subir, solo faltas tu, no dudes en enviarme tu relato
La verdad, no podía estar más feliz. Mi nombre es Joshua y acababa de terminar la carrera de telecomunicaciones, un sueño que había tenido desde que era pequeño.
Pero la alegría no solo venía del título, sino también de la compañía. Conocí a Kenya en clase, una chica de carácter fuerte que siempre estaba dispuesta a luchar contra las injusticias, especialmente cuando se trataba de abusos. Llevábamos juntos desde segundo año de carrera, y era increíble cómo habíamos crecido juntos tanto académica como personalmente.
Yo era un tipo promedio, no destacaba físicamente en nada, pero siempre había sido una buena persona. Y eso fue lo que atrajo a Kenya. Ella, sin embargo, era de mi misma estatura, alta para ser una mujer, rondando los ciento setenta centímetros. Era delgada, no tenía un busto generoso, pero no me podía quejar. La parte de atrás era otra cosa: un culo respingón que me encantaba. Era una suerte que estuviera conmigo.
Kenya y yo habíamos desarrollado una pasión compartida por el pádel. Practicábamos regularmente en un centro deportivo a las afueras de la ciudad, que contaba con varias pistas, una cafetería y un restaurante. Nos encantaba el ambiente del lugar, y habíamos hecho amigos allí. Recientemente, se había anunciado un torneo mixto, y Kenya y yo decidimos que sería divertido apuntarnos.
El día del registro, mientras esperábamos nuestro turno, mi mundo se tambaleó al ver una figura del pasado que preferiría haber olvidado. Axel, un antiguo compañero de la superior y prepa, estaba allí. Axel había sido mi tormento durante la adolescencia; era el típico presumido que se llevaba a todas las chicas y abusaba de los más débiles debido a su tamaño y corpulencia. Después de la carrera, le había perdido el rastro, ya que él estudió empresariales en una universidad diferente.
Palidecí al verlo. Estaba más corpulento que la última vez que nos vimos. Siempre con una sonrisa en la cara, ocultando lo cabrón que podía llegar a ser.
– Ey, Joshua, ¿Cómo estas? –dijo Axel, como si fuéramos viejos amigos.
– Ah, hola, Axel. Bien, ¿qué haces por aquí? –pregunté, extrañado por ser la primera vez que lo veía en el centro de pádel.
– Me enteré de que iban a hacer un torneo aquí. Y como llevo jugando desde que estaba en la uni, me apetecía venir y ganarlo –exclamó con una suficiencia aplastante–. Esta es Sofia, mi pareja y arma secreta para llevarme el trofeo –dijo, dando una palmada en el culo a su novia. La trató como un trozo de carne, y Kenya torció el rostro al verlo.
– No creo que ganes. Aquí hay mucha gente buena –intervino Kenya, señalando con la mano todo el lugar–. Además, jugamos nosotros, y te aseguro que un tipo como tú no va a poder conmigo.
Estaba acobardado por la posible respuesta de Axel; siempre había sido un tipo agresivo con los que le llevaban la contraria. Pero me sorprendió encontrarme con algo totalmente diferente.
– Puede ser, nunca he estado aquí antes –explicó Axel, mirando a los ojos de Kenya–. Tú tienes pinta de jugar bien, será interesante ver cómo recibes mis bolas –sonrió ampliamente y le guiñó un ojo antes de despedirse de ambos.
– Menudo naco –me susurró Kenya, lo suficientemente alto como para que la escucharan.
Él la ignoró y se marcharon. Kenya se giró al notar mi cambio de humor.
– ¿Por qué pones esa cara y de dónde conoces a ese naco? –preguntó Carla–. ¡¿Has visto cómo ha tratado a la chica que iba con él?! Odio a este tipo de gente –tenía el rostro encendido de rabia.
Le conté lo mal que Axel me lo había hecho pasar en la adolescencia. Su reacción fue inmediata: se enfadó y dijo que haría que Axel mordiera el polvo para que se le quitará.
Al fin, llegó el día señalado. Kenya y yo nos dirigimos al centro deportivo, nerviosos pero emocionados. Mi novia llevaba un top deportivo y unas mallas rosas que resaltaban su figura atlética. Estaba espectacular, y yo opté por una camiseta normal y pantalones cortos, ya que me gustaba estar cómodo para enfocarme en el juego.
Al llegar, nos encontramos con Axel y Sofía. Sofia vestía una camiseta sin tirantes y una falda corta a juego, parecía una profesional. Axel, por su parte, se presentó con una camiseta de tirantes que mostraba sus musculosos brazos, típico de un presumido como él, y unos pantalones cortos que dejaban entrever un buen bulto en la zona de la entrepierna. La tensión en el aire era palpable mientras los cuatro nos preparábamos para la competición.
El torneo avanzaba y ambas parejas fueron pasando de ronda, con cada partido la tensión aumentaba. En la primera ronda, Kenya y yo jugamos contra una pareja que, aunque habilidosa, no fue un desafío. Ganamos en dos sets ajustados. Axel y Sofía también ganaron su primer partido sin demasiada dificultad, pero lo que me llamó la atención fue la manera en que Axel trataba a Sofía. Cada vez que fallaba un golpe, él la reprendía con dureza, humillandola. Podía escuchar como rechinaban los dientes de mi novia al verlo.
En la segunda ronda, las cosas comenzaron a calentarse. Kenya y yo nos enfrentamos a una pareja muy competitiva. Fue un partido reñido, pero logramos ganar en el último set. Después del partido, mientras nos dirigimos a la cafetería para descansar, vimos a Axel y Sofía en su partido. Acy seguía tratando mal a Sofía, gritándole instrucciones y culpándola de cada error. Kenya, quien estaba apretando los puños con fuerza, no pudo contenerse, le señaló con un dedo y gritó desde las gradas.
– ¡Deja de tratarla así, Axel! –le espetó, haciendo que varios espectadores se giraran para ver qué ocurría. Me quedé atónito con el comentario de mi novia.
El abusón, con una sonrisa arrogante, respondió sin dejar de mirar a Sofía.
– No te metas en lo que no te importa. Esta es nuestra forma de ganar –dijo, haciendo un gesto con la mano para restar importancia al asunto.
La tensión entre Kenya y Axel aumentaba. En cada encuentro, Kenya se volvía más decidida a derrotarlo, no solo por el torneo, sino para demostrarle que su comportamiento era inaceptable.
Llegó la semifinal y nos enfrentamos a una pareja aún más fuerte. Durante el partido, sufrí una pequeña torcedura en el tobillo, pero no se lo mencioné a Kenya para no preocuparla. Aguanté el dolor y logramos ganar, pero sabía que necesitaría revisarlo antes de la final.
Axel y Sofía también ganaron su semifinal, aunque el ambiente entre ellos era tenso. Sofia parecía estar al borde de las lágrimas por la manera en que Axel la trataba. Kenya, con el rostro enrojecido de ira, me tomó de la mano y me llevó a un lado.
– Joshua, no puedo soportar más esto. En la final, vamos a destrozar a Axel. No solo por nosotros, sino por Sofia. Nadie merece ser tratado así –indicó Kenya, con los ojos resplandecientes. 
Asentí, compartiendo su indignación. Estaba profundamente enamorado de esta mujer, era la persona más bondadosa que había conocido en mi vida.
Antes de la final, fui a la enfermería a por unas vendas y un antiinflamatorio para mi tobillo. Mientras me colocaban las vendas, pensaba en la intensidad de la situación y cómo iba a manejar el dolor para no defraudar a mi pareja.
Al regresar, vi a Kenya hablando con Axel, Sofia no estaba por ningún lado. Me acerqué y vi que estaban discutiendo acaloradamente. Pude escuchar cómo terminaba una frase cuando llegué.
– Siempre cumplo mis promesas. Espero lo mismo de ti –dijo Axel, riéndose y mirándola desde arriba. A pesar de que Kenya era alta para ser mujer, Axel le sacaba casi una cabeza.
Odiaba la manera lasciva en que posaba sus ojos sobre mi novia, dándole un repaso de arriba a abajo. 
– Las cumplo siempre. ¡Te prometo que te vamos a machacar y te tragarás tus palabras! –gritó Kenya, con los ojos a punto de salir de las órbitas. Axel continuaba riéndose. 
– Ya veremos quién se traga qué –expresó Axel sin ningún tipo de pudor. Se inclinó para acercarse a la cara de Kenya y posó el pulgar en sus labios. Ella le apartó la mano de un golpe.
Cuando me vio aparecer, me deseó suerte con una sonrisa envenenada y fue a reunirse con Sofía.
– Tenemos que ganarle como sea, Joshua –exclamó Kenya, con los ojos inyectados en sangre.
La final estuvo cargada de tensión. Desde el primer punto, se notaba la rivalidad en cada golpe. Axel y Kenya intercambiaban miradas de desafío, mientras Sofia parecía cada vez más nerviosa bajo la presión de su novio. A pesar del dolor en mi tobillo, di lo mejor de mí, intentando no mostrar signos de debilidad.
El marcador estaba igualado, cada punto era una batalla feroz. En un momento crítico, Axel envió una bola muy larga. Me resentí del tobillo y no pude llegar a devolverla. Perdimos por un punto. Kenya se enojo mucho conmigo, diciendo que podría haber llegado a devolverla si me hubiera esforzado más.
Esa noche, en la terraza del centro, se celebraba la entrega de premios y una cena, con barra libre de alcohol. Mientras miraba a mi alrededor, vi a Axel discutiendo con Sofía. Ella se marchó visiblemente enfadada. Se lo comenté a Kenya, quien respondió que era normal que un novio así no supiese tratar con mujeres.
Decidí que después de haber bebido un poco más y encontrar el valor necesario, iría a decirle a Axel que la próxima vez le ganaríamos.
Me quedé observando a Kenya mientras se dirigía a la barra para pedir otra copa. Sabía que el torneo no era solo una competición para ella, sino una forma de demostrar que no se dejaría intimidar por nadie, especialmente por alguien como Axel. A medida que la noche avanzaba, bebía cada vez más alcohol, buscando una forma de enfrentarme al abusón de mi adolescencia. Habíamos cambiado mucho desde aquellos días en el instituto. Era liberador enfrentar a Axel en un campo de juego donde las reglas eran claras y justas, a diferencia de los días de escuela llenos de miedo y humillaciones.
Kenya regresó con dos copas y me pasó una.
– ¿Sabes? –comenzó–. A pesar de todo, estoy orgullosa de nosotros –continuó, levantando su copa para brindar –. Lo importante es que nosotros sabemos lo que valemos.
Choqué mi vaso con el suyo y sonreí, sintiendo que, a pesar de la derrota, había ganado algo más importante. Era afortunado de tener a alguien como ella a mi lado.
Mientras nos dirigíamos a la mesa de premios para recoger el segundo puesto, ya me encontraba bastante afectado por las bebidas. Pude ver a Axel de nuevo. Me pareció que hizo un gesto con la cabeza a kenya, pero tuvieron que ser imaginaciones mías.
Volvimos a nuestro sitio orgullosos. Incluso miré y le hice un gesto a Axel señalando a mi chica, dando a entender el pedazo de mujer que tenía a mi lado. Algo que él no podría tener jamás.
Cada vez me encontraba peor, así que me quedé sentado, contemplando el trofeo que habíamos conseguido. Mi novia me avisó de que tenía un apretón, necesitaba ir al lavabo y que tardaría un poco, que no me preocupara. Si necesitaba cualquier cosa, que le escribiera. O al menos eso entendí.
No recuerdo cuánto rato había pasado desde que Kenya se había ido, pero ahora era yo quien necesitaba mear. Así que también fui a los baños. El problema fue que estaban completamente llenos y pasé de esperar. Iría detrás del centro a mear en cualquier pared.
Mientras caminaba hacia la parte trasera del centro, vi las casetas donde guardaban material deportivo y otras cosas. La zona estaba bastante oscura y parecía un buen lugar para que nadie me viera. Me acerqué a una de las casetas y, asegurándome de que no había nadie cerca, pegué una buena meada, notando cómo iba recuperando el sentido a medida que me vaciaba.
Para mi sorpresa, vi que en la caseta más retirada había luz. Así que me acerqué a cotillear. A medida que me aproximaba, se podía escuchar un murmullo. Eran unas voces. Casi me da un vuelco el corazón al darme cuenta de que la voz femenina era de Kenya. La otra la habría reconocido hasta debajo del agua; era de Axel.
Me asomé a una ventana para poder saber de qué estaban hablando, y encima tan separados del resto de gente. Por suerte, la posición hacía que fuese imposible que me vieran; sin embargo, yo podía visualizar todo perfectamente.
– Te toca cumplir con el trato, ¿o te vas a echar atrás? –susurró Axel, relamiéndose los labios y mirando lascivamente a Kenya–. Le habría pedido perdón, pero Joshua siempre ha sido un débil. Por eso perdisteis.
– No puedo creer que lo digas en serio –le increpó–. Lo haré. Pero con una condición: no me puedes tocar –el abusón esbozó una sonrisa, parecía más que complacido–. Tampoco se puede enterar Joshua. ¿Te ha quedado claro?
Me quedé blanco al ver como mi antiguo compañero se bajaba el pantalón de deporte. Dejando relucir un pene enorme, muy grande y completamente depilado. Debía de ser cerca del doble que el mío en reposo. Me doblé sobre mí mismo por las náuseas, entre el alcohol que todavía llevaba en el cuerpo y lo que estaba contemplando, sentía que iba a desfallecer.
Levanté la cabeza de nuevo. Y mis peores temores se confirmaron; Kenya estaba pajeando a Axel.
– ¿Habías tenido entre tus manos algo así de grande antes? –preguntó, visiblemente orgulloso del tamaño de su miembro.
Estaba apoyado sobre unas colchonetas. Axel se encontraba al lado y le pajeaba lentamente. Cada vez la tenía más gorda y dura, parecía que todo en él era corpulento.
– Cállate. Voy a terminar esta asquerosidad y regresamos. Joshua me está esperando –exclamó Kenya. Pude ver como tenía las mejillas rojas y suspiraba; tenía que estar pasándolo mal.
Se recostó todavía más, haciendo parecer lo que tenía mi novia entre manos todavía más grande. Kenya aceleró el movimiento, buscando terminar lo antes posible. Estaba paralizado y el tiempo pasó volando. Debían llevar más de cinco minutos, a juzgar por cómo estaban sudando.
– Puta madre, ¿es que no te corres o qué? –inquirio
– Acabaría más rápido si pudiese ver algo más que el top y las mallas de puta que llevas –respondió, humillándola.
Ella hizo oídos sordos a lo último.
– Solo el top, que no llevo nada debajo de las mallas. Pero acaba rápido. –Se quitó el top y lo dejó en un estante, mostrando su pecho, hinchado y venoso, con los pezones completamente duros. Continuó un poco más, escupió sobre la verga para que el placer fuera mayor y acabar cuanto antes. 
– Si vas a escupir, prefiero que me la chupes. Esa boca tan respondona hay que cerrarla.
No me lo podía creer. Estaba diciendo que mi novia le chupase la verga. Siendo como era ella, saldría de ahí después de eso.
– Eso no era parte del trato –soltó Kenya ,mirándole a los ojos y suspirando. Tenía el rostro colorado; debía hacer mucho calor ahí dentro.
Después de unos segundos, acabó claudicando.
– Pásame una colchoneta. No quiero hacerme daño en las rodillas.
Colocaron una colchoneta debajo de ellos. Kenya se agachó, agarró la verga con una mano y sopesó lo que tenía delante de ella. Estaba totalmente dura y ligeramente curvada, con una gruesa vena que recorría casi toda la extensión, desde la base hasta cerca del capullo.
– Es verdad, es muy grande –confesó, antes de meterse todo el glande en la boca. Avanzó más, pero apenas llegó a tragarse más de la mitad.
Mi novia estaba de rodillas mamandole la verga. Los ruidos que me llegaban eran obscenos y lascivos. Solo se escuchaba la respiración acelerada de Axel y los sonidos que hacía Kenya al chupársela.
Posó con cuidado una de sus enormes zarpas sobre la cabeza de Kenya, acariciando sus cabellos y acompañándola mientras suspiraba. Con la otra sobaba sus tetas, pellizcando los pezones. Ella no le apartó las manos, solo gimió en respuesta.
– Tú lo que necesitabas un buen macho –exclamó acey, llevándose el pulgar hacia los labios. Le pasó el dedo por la mejilla delicadamente. 
Ella levantó la vista, se quedaron durante unos segundos que se me hicieron eternos contemplándose el uno al otro. Había fuego en sus miradas. De golpe, la agarró con las dos manos de la cabeza, dejando atrás lo cuidadoso que había sido, para empujarla a cada embestida para que llegase más hondo. 
– No puedes ocultar lo cachonda que estás –continuó el chico–. Desde aquí puedo oler tu vagina. Pide a gritos que le dé lo que se merece una chula como tú. Quiero ver cómo te tocas.
– Cállate. Eres un cerdo –contraargumentó kenyi, y continuó con la mamada, las babas corrían por sus mejillas y caían sobre el pantalón de Axel.
Ponía mucho esmero en ello. Las pocas veces que me la había chupado había sido más modesta y cortada. Lo que estaba contemplando me descuadró por completo: el gorgoteo constante intentando metérsela entera dentro de la boca, la sacaba, escupía sobre ella, le pajeaba unos segundos y repetía el proceso. Masajeaba los huevos al mismo tiempo. No sabía dónde habría aprendido eso.
Me sorprendió ver cómo se llevaba una mano por dentro de las mallas; se estaba masturbando frenéticamente, tal y como le había dicho, y ronroneaba de placer. Ese cabrón la había encendido. Ella no era así, esto no podía estar pasando.
– Quítate las mallas. Voy a hacer que te corras como nunca antes –anunció Axel, sin dejar espacio a réplica. 
Kenya obedeció, quitándose las mallas apresuradamente y lanzándolas al suelo. Dejando relucir un rosado coño, depilado y con los labios hinchados. Podía ver cómo descendían pequeñas gotitas por sus muslos desde mi posición, no quería ni imaginarme lo encharcado que estaría de cerca.
– Ponte un condón –exigió mi chica–. No pienso coger sin uno.
El abusón apartó a Kenya, extendió un brazo, cogió una silla y la colocó sobre la colchoneta en medio del cuarto. Se sentó con el orondo pene apuntando hacia el techo.
– Haré la marcha atrás. Tengo experiencia. –Se bajó el pantalón hasta los tobillos y comenzó a pajearse. Keny se relamía al verle, nunca la había visto así–. Ahora ven, que te van a follar de verdad y no como el mierdas de Joshua.
– ¿Me prometes que avisarás? – preguntó Kenya, en su rostro se podía ver que tenía serias dudas sobre eso; el abusón no era de fiar.
– Tengo pensado un sitio mejor. Ya lo verás –informó esbozando una sonrisa. Sintiéndose victorioso. – Ahora ven y ponte aquí encima – agarró el duro cimbrel y bajó toda la piel, dejándolo totalmente descapullado. Kenya se puso a horcajadas encima. 
Aparté la mirada. Ya no podía más, estaba roto, con los ojos llenos de lágrimas. Tan solo se escuchaban gemidos. Conseguí reunir fuerzas y volví a mirar.
Se besaban mientras ella cabalgaba. Le soltaba fuertes azotes en el culo; el cuerpo de ella respondía temblando de placer. El sonido de los cuerpos chocando era atronador, subía y bajaba, siendo ensartada una y otra vez por ese trozo de carne. Los testículos chocaban contra su perfecto culo.
– Quita el dedo de ahí. – suplicó Kenya, al notar como Axel estaba jugando con su ano. Hizo caso omiso y le metió el dedo en la boca, lo sacó embadurnado en saliva. Introdujo el grueso dedo dentro del ano y dio un pequeño respingo. 
A medida que se fue acostumbrando, avanzaba cada vez más con el dedo, gimiendo ella cada vez más alto. Había conseguido meterle el dedo por el culo y follarsela al mismo tiempo. Ya no parecía muy incómoda.
Continuaron así un rato más. Él la cogía de la cintura, moviéndola como si fuese una muñeca. Eran golpes secos y fuertes. No paraba de gemir, gritaba más bien, sin ser consciente de que le podría escuchar cualquiera que pasase cerca.
Para mi sorpresa, Axel se levantó con ella en brazos y continuó cogiéndola salvajemente de pie. Estaba un poco inclinado hacia atrás y había pasado los brazos por debajo de sus piernas, para poder mover la cadera a la velocidad que él quisiese. Kenya le mordía el cuello y él soplaba, como un toro salvaje. 
Mi novia arañaba la espalda del abusón. Estremeciéndose a cada embestida de ese bruto.
– Sigue… Sigue… No pares, cabrón. Estoy cerca –anunció Kenya con los ojos medio abiertos, muerta de placer.
No tardó mucho en correrse entre gritos. Axel, al escucharla, le dijo que se agachase; se iba a correr en su boca y se lo iba a tragar. La justa y tierna Kenya se arrodilló sin poner ningún pero. Continuó con la monumental mamada que había dejado a medias antes. Terminó en su boca entre bufidos, agarrándola con las dos manos y moviendo la cintura de manera seca, para que no se apartase. Mi novia se tragó la corrida, algo que nunca había hecho conmigo.
– Todas las putas de tu estilo son iguales. Se les tiene que quitar la tontería a vergazos–soltó, sintiéndose orgulloso de haber conseguido el primer premio y follarse a la novia del pendejo de Joshua.
– Esto solo lo he hecho solo porque siempre cumplo mi palabra. Eres un puerco, y de esto no se puede enterar nadie –soltó Kenya, tratando de recuperar el aliento..
– Sí, sí, te he obligado a correrte como una loca. No chingues –soltó, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia.
No sabía qué hacer en ese momento. La cabeza me daba vueltas, cada vez me encontraba peor. Volví sin hacer ruido a la mesa, destrozado. Miré la hora en el cel, todo había ocurrido en menos de media hora. No sabía cómo continuar con mi relación.
A los cinco minutos vi aparecer a Axel. Cinco minutos más tarde, hizo lo mismo Kenya. La cuál me pidió disculpas por retrasarse tanto.
– ¿Estás bien, Kenya? Has tardado mucho y te veo mala cara –pregunté, sin ser capaz de decirle que había visto todo.
Al final, ella trató de ayudarme y que Axel me pidiese perdón por todos esos horribles años. Fue mi culpa por perder.
– Sí. Es que había mucha gente –explicó, completamente colorada y con un pulso acelerado. Podía ver cómo tenía marcas en las rodillas de haber estado apoyada en el suelo. Todavía se le marcaban los pezones bajo el top–. Me duele todo el cuerpo ahora. Creo que me está llegando todo el cansancio de los partidos.
– Lo mejor es que nos vayamos ya y te deje en casa –anuncié–. Tenemos que descansar los dos –terminé mientras tenía la mirada perdida en el trofeo. Todos los momentos que pasé con Kenya me vinieron a la cabeza, sopesando qué decisión tomar–. No quiero volver a ver nunca más al idiota de Axel.
– Pues me encontré a ese idiota al salir del baño, me dio su número para que repitiésemos el partido algún día. Ya verás Joshua, la próxima vez les ganaremos y le cerraré la boca –contó Kenya, mostrando los dientes con una amplia sonrisa y un ligero rubor en las mejillas.
El mundo se me vino encima. No podía ser. No quería volver a pasar por lo mismo, era demasiado para mi cuerpo. Finalmente, me armé de valor y respondí de la mejor forma que pude. Pensando en que algún día me arrepentiría.
– Claro, cariño. La próxima vez seguro que ganamos.
Nos fuimos en dirección al parking. Iba detrás de ella, observando las maltrechas mallas; la zona de la entrepierna estaba de un color rosa más oscuro y se habían roto un poco por un lateral. Cojeaba un poco al andar, seguramente por haber tenido tal aparato dentro de ella. 
Sin saber por qué, me sentí culpable. Las lágrimas se me acumularon en los ojos y no pude contenerme más; lloré desconsolado, como si volviese a estar en la secundaria, era patético.
Comenten que les pareció y no duden en mandarme sus relatos.

2 comentarios - Mi novia se vuelve la puta de mi bully

taxilibre
Buen relato y Kenia muy putita perdio se enojó y se comió semejante poringa sin decir nada gracias por compartir +10