El deseo de papi. Capítulo 3

¡Premio doble! como dice el meme jaja no solo les dejo en esta noche el capítulo final de El Onlyfans de mi Hermana, sinó el 3er capítulo de El Deseo de Papi. Espero que lo disfruten, si me lo preguntan, en este capítulo SE PRENDE.

Aunque tenía pensado subir capítulos más cortos, fue tanto el tiempo que no estuve que este tiene una duración más extensa para compensar.

La “musa” de esta historia es Akemy Sama (instagramer y twicher brasilera). Como digo siempre, si les gusta comenten, puntuen, lo que guste, lo que más me gusta es cuando opinan así se si la historia es de su agrado.



El deseo de papi. Capítulo 3
blowjob
Romance
culona
gym

Norberto solía decir que uno no conoce la crueldad en los niños hasta que es padre. Aún recordaba como su hija Carla, la del medio, sufrió del acoso escolar desde varios frentes, tanto de los varones como de las niñas por varios años y ambos eran casos graves. El hombre tenía muy fresco el recuerdo de estar en el hogar disfrutando de sus merecidas “temporadas en tierra” (así es como solía llamar a su tiempo fuera de servicio naval) con una coca con hielo en la mano, un programa deportivo en la tele de tuvo cuando llegaba Paula con las niñas… y Carla parecía llegar cada vez más devastada.

- Uuuh… ¿Qué le pasó amor? – Pregunto preocupado.

- Le siguen poniendo nombres esos pendejos de mierda, guachos forros… - Aunque Iorio todavía no había popularizado esa expresión su mujer Paula, cargada con las mochilas y las camperas, la vaticinó más que bien. Carla con cara de culo evitó saludar a su padre y salió disparada hacia su habitación, en la que se encerró dando un violento portazo.

- ¿Otra vez? – Resopló dejando el vaso en el respaldo del sillón con fuerza. - ¿Vos Jimena no podés defenderla, che? ¡Es tu hermana menor!

- ¡Si casi ni nos vemos! – Se excusó sin darle mucha importancia tirando la mochila en el sofá de la sala. – Me la cruzo en el recreo y eso a veces…- Explico con cierta frialdad. - Además es peor si ando atrás de ella como su niñera, no sabes cómo son los jodones esos, no funciona otra cosa que no sea enfrentarlos o ignorarlos.

- Si anduviera con vos y tus amigas que son más grandes la respetarían más y no se meterían con ella. – Pensó el hombre con la lógica de los viejos tiempos.

- No funciona así, papá. Yo puedo estar con ella un rato en el recreo, no puedo estar atrás a cada rato.
- El que tiene que hacer algo sos vos, Norberto, dejala en paz a Jime que ya demasiado tiene con los estudios. – La ligó de reboté por parte de mujer, fastidiada con toda la situación. – A ver si te ponés los pantalones y la subís a hablarle, aunque sea.

Norberto prefirió no echar más gasolina al incendio respondiendo a dicho ataque a su hombría y limitándose a refunfuñar se levantó y subió las escaleras para hablar con Carla. Al golpear y no obtener respuesta, se vio obligado a usar su credencial de patriarca y entrar de todos modos.
- ¡No dije que entra…! oh, sos vos, pensé que eras mamá o Jime.

- Permiso, Carlita. – Susurró con cautela, moviéndose como un navy seal entre un campamento enemigo.

- ¡No me digas así! – Le dijo revoleándole con un peluche de alguna caricatura que desconocía y solo estaba seguro que no era un personaje de Hanna Barbera. - Estoy podrida que me digan así…
- Te llamas Carla y para mí siempre vas a ser mi Carlita.

- Vos no entendés nada, por eso. No miras el programa de mierda ese donde pasan esa canción.
El hombre se tomó unos segundos para pensar su manera de proceder mientras la observaba, su hija estaba en una edad en la que analizaba hasta el más mínimo movimientos y palabra suyos como el Predator en busca de puntos débiles con su visión de rayos X. Un error a su edad podía ser fatal y botarlo al hastiado cajón de figuras paternas fallidas.

Roberto la observó detenidamente, estaba boca abajo aferrada a su almohada, hundida contra ella como si quisiera sofocarla en un abrazo mortal. Se había quitado las zapatillas arrojándolas con fuerza contra su escritorio y contra el ropero. Uno de sus pies tenía puesta una media mientras que el otro no, y ese lo agitaba hasta que el hombre lo atrapó y comenzó a hacerle masajes cariñosos.

- ¿Te siguen molestando con esa canción de Videomatch? – Intuyó su padre sentándose en la cama de su hija, corriendo sus cabellos oscuros tratando de consolarla. Aunque no lloraba se la notaba por demás frustrada y estresada con la situación, que ya se había tornado demasiado recurrente.

- ¿A vos que te parece?

No era la mejor época para llamarse Carla. En el programa de humor y cámaras ocultas Videomatch, el humorista cordobés Yayo había popularizado una serie de canciones ultra obscenas y una de ellas era sobre una tal Carlita. Por decirlo de una manera suave, muy suave, la Carlita de la canción se daba toda clase de libertades sexuales por dinero y por placer.

Roberto se acostó a un costado, casi sobre ella. Carla era la única que aún le permitía esas libertades fraternales sin oponer férrea resistencia, la única que no reusaba de su contacto físico, de sus mimos, quizás de haber entrado Paula o su hermana mayor le hubiera arrojado una zapatilla en lugar de un inofensivo peluche. A él hasta en su peor momento lo recibía en su guarida.

- ¿Vos sabes que a tu tía Samanta le pasó lo mismo? Se puso de moda una canción de mierda que decía algo como “Samanta, toda la noche se la aguanta…” - Le comentó al oído desde atrás tratando de animarla con la anécdota. – El tío Víctor se la enseñó a Jimena cuando era chiquita para que se la cante, de puro jodón que es, la verdad que los chicos tienen un sexto sentido para aprender cosas indebidas que no entienden… la cuestión es que sin saber lo que significaba se la pasaba cantándosela ¿Sabes cómo se lo tomaba tu prima Samy?

- ¿Cómo? – Pregunto sacando la cabeza de la almohada interesada.

- Se cagaba de risa, amor, es una boludez pasajera como todo, esa canción paso de moda y ni Samanta se acuerda, a mí me decían Calculín porque la abuela me peinaba con raya al medio y ese personaje pasó de moda, El Cuarteto Obrero también va a pasar de moda, Videomatch va a pasar de moda, esos monos que tenes de compañeros también van a quedar atrás, todo queda atrás y se supera, no les des más importancia de la que merecen, mi amor.

- Jiji monos, sí son unos simios, son re guarangos. – Concordó cambiando de ánimo de a poco. – Encima todos repitentes, unos tremendos burros, capaz ni pasan de año.

- ¡Por eso! No les des más bola, amor. – Expresó sobre ella, haciéndose merecedor del lema que rezaba su taza favorita “Para el mejor papá del mundo” al verla cambiar de ánimo. – Concentrate en lo que te va a acompañar siempre, en tus gustos, en tus estudios, en quienes te amamos como yo…
Carla se giró y le dedicó una linda sonrisa.

Aunque en ese momento, en ese contexto no había nada más que una relación amorosa entre un padre y una hija, ya se empezaban a vaticinar las cercanías peligrosas de la adultez cuando Carlita se giró quedando su rostro muy pegado al de su padre, sin importarle ni incomodarla tanta proximidad.

- ¿Me vas a querer aunque tenga cara de duende?

- Siempre vas a ser la más hermosa para papá. Siempre. - Y en un gesto sumamente cariñoso, le tocó la puntita de la nariz con el índice y le dijo “siempre vas a ser la duendecita de papi.” Cara de duende había sido el primer apodo ponzoñoso que esa manada de borregos le habían puesto y Gustavo lo había trasmutado en un gesto cariñoso íntimo de ellos que había funcionado para anular el efecto negativo del término.

- Igual papá no va a dejar las cosas así, mañana voy a ir a hablar con la directora, con tu maestra, si tengo que encontrarme con los padres de esos pendejos lo voy a hacer. No se van a salir con la suya y si tengo que reunir al escuadrón para amedrentarlos lo voy a hacer.

- Gracias papi. – Expresando todo su agradecimiento girando obsequiándole un abrazo conmovedor, digno de la más cursi publicidad de colchones, de seguros o de seguridad vial. Su padre la envolvió en sus brazos y aprovechó lo cariñosa que era para hacerle sus típicos apretujones y cosquillas bajo la remera que hacen los padres y que con el correr de los años se vuelven cada vez más escasos y valiosos.

- JAJAJAAJA pará, paraaaaá, hay papiiii… – Se resistió sin resistirse, Norberto ya la tenía fichada. Se retorcía, se quejaba y se ponía roja como un tomate sin sacarle las manos, casi en una resistencia no violenta a lo Mahatma Gandhi.

Si a Jimena le hacía lo mismo está ya era capaz de aplicarle una perimetral. Carlita en cambio se dejaba, se cagaba de la risa y le devolvía las cosquillas y el jugueteo terminando tan acalorada como despeinada, con la ropa toda corrida y agitada por las carcajadas.

- ¿Te siguen diciendo cara de duende? – Preguntó antes de dejar la habitación, agitado y complacido con el resultado de la conversación y de sus juegos.

- A veces, ahora está de moda lo de cantarme la canción de “Ay mi dulce Carlita, tirabas la goma como una loqui…”

- Sí, sí, la conozco amor. Bueno, antes te ponía muy mal ese apodo y ahora quedó en el pasado, te lo digo para mostrar mi punto de que lo vas a superar como superas todo.

Antes de que el hombre dejara la habitación, Carla se incorporó como impulsada por un resorte, como si fuera movida por los hilos de un marionetista frenético, la jovencita saltó hacia el cuerpo de su papa y colgada a él le estampó un jugoso pico en los labios. No era el primero, sabían que no sería el último, aunque si fue el más secreto y el más duradero de todos los dados anteriormente.

- Eem… sabes que eso no está bien, un poquito no pasa nada, ya un par de segundos no. – Así como ella se defendía sin defenderse él la retaba sin retarla, eran tal para cual. – Además a mamá no le gustan los picos.

- Mamá no tiene por qué enterarse. – Dijo de forma desinteresada, más colorada que antes y satisfecha por su accionar. – Voy a hacer la tarea, después bajo a comer.

Los años pasaron, muchos años y cada uno de esos se notaban en el contorneado cuerpo de Carla, Carlita. Norberto la veía en el gimnasio y se preguntaba que fue de la vida de esos bullies que le decían “cara de duende” y qué pensarían ahora al ver el cuerpo escultural de Carlita y el estilo que derrochaba desde su peinado hasta la punta de los pies. Eran tantos los minutos dedicados a su ensimismamiento que a veces se olvidaba que debía disimular porque estaban en el gimnasio.

Aunque “El Centurión” era un gimnasio más individualista, de esos con amplios ventanales y totalmente espejado para que la gente pueda verse entrenando (y sea vista entrenando) todo el tiempo, de esos en los que la mayoría no buscaba el dialogo ni socializar, sino entrenar estimulados con la música de sus auriculares (o de ambiente, aunque era inmunda), la gente empezaba a notar que la relación de padre e hija que tenían no era del todo normal. Un grupito de “gymbros” los observaba de reojo extrañados, Tony, el musculoso y atractivo instructor hacía como que leía su “Muscle & Fitness” levantaba la vista sobre la revista para ver al padre seguir con meticulosidad las peligrosas sentadilla de su hija.

- Estás levantando más que la semana anterior he. – Comentó siguiendo la sentadilla muy pegado al cuerpo de a su hija desde atrás, imitando los movimientos del ejercicio que Carla ejecutaba sacando tanto culo afuera que la calza parecía que iba a reventar empujando a su padre hacia los espejos. - ¿Cuánto tenés de cada lado? ¿35?

- Sabés que sí, pá… Mmmfh, no me hables hasta que terminé… le puse más porque tengo que llegar a 6.

El cuerpo de Carlita tenía contornos musculosos perfectos, lejos de ser una exageración, lejos también de pasar desapercibidos. Sin dudas lo que más destacaba era su trasero. Norberto no sabía en qué momento su hija se había vuelto una auténtica viuda negra, puro culo.

- Falta poco, vamos, 2 más, no te preocupes que te sigo. – Dijo casi pegado a su espalda musculosa, salpicada de gotitas de ardiente sudor. Aunque pensaba que no lo necesitaba para llegar, estaba equivocado.

- Nnnnghaa… Ufff. – La barra hizo “clanck” cuando Carla finalizó y la colocó en un tope, sin embargo, una mitad de su cuerpo parecía no responder por el agotamiento y la barra en vez de llegar a la posición del otro tope, comenzaba a alejarse.

La mano firme de su padre tomó el acero y como si no pesara nada, le ayudó a colocarla en el tope. A pesar de no estar tan en forma, a pesar de no tener el cuerpo envidiable del resto de clientes del Centurión, era un hombre cuando se trataba de proteger a su hija favorita siempre encontraría la fuerza para seguirla en los ejercicios.

- Carlita tenés que ayudarte con los gemelos y engancharla en ambos topes de a vez tirándote para atrás, no la quieras acomodar de un lado y después de otro.

- Uuuuuf eso estuvo cerca, muy cerca. – Expresó Carlita, suspirando agitada, con las rodillas temblorosas de llevarlas al límite, intentando estirarse para absorber todo el ácido láctico sin importarle que con cada flexión su voluminoso culo parecía querer brotarle de la calza como un fruto emergiendo de la tierra. Para colmo siempre apuntaba a algún afortunado en el gimnasio y cada vez eran menos disimulados para ver.

- Y tenés razón, tengo que corregir ese vicio de acomodarla de izquierda y después de derecha…

- Fue al fallo sin dudas. – Aportó su padre mientras le ayudaba a desarmar la barra bajo la atenta mirada de todos los “gymbros” que envidiaban su status. “cómo se dieron vueltas las cosas he, ya no le dirían cara de duende ni le cantarían canciones de burla… ahora se la quieren comer entera.”

Carla miró a un costado y recorrió el cuerpo de su progenitor de arriba a abajo. Era increíble lo que hacía por ella. La llevaba y la traía al gym, la seguía en los ejercicios difíciles, esperaba a que terminase su rutina, aunque él haya terminado la suya hace minutos. Para colmo su cuerpo de rey león aletargado por los excesos y la vida fácil comenzaba a parecerse al de un rey león guerrero, un cuerpo de activo protector de su progenie y eso a Carla la prendía como mecha.

- Gracias viejito, no podía más, si no estabas me iba al suelo con barra y todo. – Dijo agotadísima tras estirarse, con las piernas temblándole como hojas secas y el sudor recorriendo su frente y tomándose el atrevimiento de usar su nariz de trampolín. Su padre sin darle un resquicio al pudor, comenzó a secarle la frente y el cuello sin importarle que podían verlos… que estaban viendo. – Pá, afloja un poquito, en unos minutos termino, tené paciencia.

- Ya sé, ya sé, es que no puedo esperar… No veo la hora de que termines. - Susurró relamiéndose como un perro esperando la recompensa tras ejecutar un truco.

- Necesito recuperar proteínas… - Le respondió ni bien pudo pegada al oído, poniéndolo rojo de la emoción, aunque no estaba tan rojo como los que estaban que reventaban de la envidia.
Tony se apiadó de la condición de detonada de Carla y le dio peso muerto con poco peso y muchas repeticiones para que estire los músculos, y tras unas planchas sobre la pelota, la liberó del turno nocturno, cada vez más concurrido.

Esa noche, como casi todas las noches en los que compartían el turno nocturno del gimnasio, Norberto había terminado su rutina de principiantes antes que la exigente rutina de volumen de su hija. Ahora esperaba ansioso al mejor momento de la noche, cuando se despedían de instructor Tony, de todos en el gimnasio como padre e hija, y en el auto, cobijados por la oscuridad en algún momento del trayecto de vuelta, encontraban un resquicio nocturno para liberarse de las máscaras.
Se subieron al auto, Norberto puso música suave y más pronto que tarde se adentraron en la noche bohemia, donde todo era luces, movimiento, donde era difícil encontrar un refugio oscuro donde poder detener el mundo para comenzar a girar el de ellos propio.

- No des vueltas, vayamos al lugar de siempre. – Dijo Carla risueña, observando su reflejo en el cristal.

- Deberíamos encontrar otro, es peligroso hacer siempre lo mismo. – Dijo algo preocupado por su salud cardíaca. Le latía el corazón tanto como la primera vez, cuando recibió el misterioso regalo de su hija. Esa invaluable nota que valía por un deseo y Norberto intercambió por fantasía.

- Esas son paranoiqueadas tuyas que fuiste militar, en realidad no pasa nada.

- Tenés razón.

No era muy lejos de la residencia de Carla compartida con sus dos hermanas, Jimena y Cintia. Era en una calle oscura como boca de lobo frente a una obra en construcción parada y un inmenso fresno rojo cuya copa bloqueaba hasta la luz de las estrellas. Fue ahí donde el conductor estacionó, como cada vez que entrenaban juntos, y tras apagar todas las luces del coche, incluso las del estéreo, arrancaron otros motores.

El hombre tomo a su hija del cuello y comenzó a comerle la boca, las reglas de la vieja escuela dictaban que todo iniciaba con un beso y Carla encontraba ello extasiante. Amaba que esa boca que le daba el beso de las buenas noches y le ayudaba a soplar las velas de los primeros cumpleaños ahora hurgará en la suya a fondo, como desconociéndola, como reconociéndola, sin importar la cantidad de besos que tenía en su haber, el factor de parentesco les inyectaba un morbo incombustible que volvía los besos incombustibles.

La lengua de Norberto masajeo la de su hija dentro de su boca, cada tanto sus labios daban una bocanada que la dejaba empapada de baba. Carla en lugar de amedrentarse, deslizaba su lengua como una serpiente marina en una guarida ajena y pasaba a compartirle de su saliva a su padre, moviéndola hacia cada recoveco bucal posible. Sus brazos se abrazaban mutuamente, se acariciaban los cuerpos sin importar que estén recién entrenados, con los músculos doloridos y bañados en feromonas y perfume de esfuerzo.

Las respiraciones se agitaban a media que la intensidad del beso iba in crecendo. Se enroscaron las lenguas contra las bocas hasta respirarse el aire mutuamente. Parecía mentira que aquel juego prohibido los haya enlazado tan rápido. Desde ese regalo milagroso del día de padre que germinó el fruto más prohibido, ya no podían imaginarse una vida sin ese roce secreto tan inmoral, tan peligroso y blasfemo. Todo se había tergiversado, desde las miradas hasta los actos, los pensamientos, los recuerdos… ahora lo que era un simple recuerdo de padre e hija, como Carlita dándole un pico, o él consolándola tras un día difícil de escuela podía interpretarse como un antecedente penal, la precuela de la película maldita, el cortometraje que bien podía titularse “el origen de la perversión” o “antecedentes de la pasión.”

- Mmmm papi, sí, sí, besame más… - Jadeó Carlita cuando su papito le dio un descanso a sus labios todos ensalivados para besarle el cuello de lado a lado, embriagándose con el perfume y la temperatura de su piel.

“Chuick, chuick, chuiick…” Se escuchaba mientras le llenaba el cuello de besos profundos y sonoros. Aquellos que los besos amorosos, casi inocentes callaban, era gritado por las manos, que, alzando la voz de la lujuria, comenzaban a manosearse mutuamente en donde un padre y una hija no debían tocarse.

La mano de Carla comenzó a sobar la voluminosa verga de su padre bajo el pantalón, tan adorada por ella, tan reverenciada por sus labios, sintiéndola crecer como un Dios antiguo dormido emergiendo de las profundidades de su valle de carnes. Él por su lado, no dejaba de llenarle la espalda musculosa de surcos, sus dedos araron su superficie dejando marca por todos lados, incluso su vientre, palpando sus senos por sobre el ajustado top de gimnasia, manoseándolos más que clienta de verdulería indecisa.

Pronto sintió una dureza inmejorable bajo el pantalón y comenzó a descubrirlo. No necesitaba luz para encontrar semejante tesoro, a puro tacto sintió como la venosa latía con su propia fuerza, como el cabezal grande y perfecto había emergido como un tubérculo divino de su maceta. Gustavo antes de dejar que su hija descendiera a ofrendar su hombría, le propinó un nuevo beso de lengua bien como le gustaban, profundo, grosero, mojado y ruidoso. La lengua de él chapoteaba dentro de su boca revolviendo la mezcla hasta el punto que ya no tenía gusto a una boca ajena, el intercambio de fluidos había sido tan masivo que todo en su interior se hallaba mancillado por su boca de hombre.

- Mmmm papi, amo tus besos, todavía besas como un mocosito inexperto, me dejas toda mojada. – Susurró relamiéndose, con hilillos de saliva cayéndole del mentón. – Y no solo la boca…

- Papi te besaría por horas, sin parar, de no ser que quiere que la uses para otra cosa… - Dijo pasándole un pulgar por sus labios, sintiendo su ardiente humedad. Carlita terminó de descubrir la verga de su padre sacando sus huevos afuera para que respiren y se inclinó para mamarla, por fin.

Era una sensación tan inmejorable como siempre lo fue, aunque su Carlita se había vuelto condenadamente buena. Comenzando siempre por el glande, abrazándolo con sus labios dejando caer un chorrito de baba para comenzar a bajar acompañando el descenso con un fuerte abrazo con sus labios.

- Oooh, Dios, mi amor, como te gusta la pija de papi, ooh, ooh, oooh. – Gimió para ella de manera suave y medida justo como a ella le gustaba mientras la boca de Carlita formaba un anillo perfecto que viajaba del glande hasta el nacimiento del tronco, una y otra vez, sin detenerse, dejando toda su mezcla salivosa durante el recorrido. De un segundo a otro, el olor a plástico y el tapizado del auto cantó la retirada ante el narcótico tufo a sudor, saliva y verga, que a Carlita parecía no importarle.

Norberto la tomó de los cabellos recortados y la hizo cabecear más rápido, más profundo, siempre hasta que su nariz impactaba contra su bajo vientre. Su nena ni se inmutaba cuando era dominada, ni siquiera cuando la mantenía ensartada en su verga, con la boca hasta el fondo de su ardiente cavidad, con el glande entre las papilas gustativas y la campanilla.

“Sluuurp, sluuuurp, sluuuurp, chuiiiick, sluuuurp, sluuuurp…” chupaba Carlita, estando empalada por la lanza de carne. Hasta que su papi la fue desenfundando despacio tomándola de los pelos.
- Eso es…uuuh, uuuh, buena nena, que bien se porta. – La felicito mientras le refregaba la punta de la pija por los labios.
- ¿Soy una nena buena, papi? – Le preguntó en tono de lolita, tono que escandalizaría a más de uno por lo bien logrado del tono.

- La mejor de todas, ahora hacele a papi eso que tanto le gusta, una cascada invertida.
Cascada invertida le llamaba a uno de los más recientes trucos orales de Carla, quizás uno de los más impúdicos ya que reflejaba la obsesión de ambos por la saliva. Si lo había aprendido del porno o lo había sacado de su vasta imaginación era una incógnita.

- Espera que cargo un poco más… ahí te va la cascada. – Expresó amasando un gran esputo salivoso hasta que lo dejo caer como una cascada sobre el glande, sin embargo, como el nombre de la “técnica” indicaba, se apresuró a sorber la saliva con fuerza para que la baba regrese a su boca. – “Sluuuuupr.”

- Uuuhh, uuuh, ah, que rico Dios… - Jadeó cuando lo volvió a hacer, aunque la mezcla se espesaba cada vez más.

Norberto no se pudo contener y para ver el espectáculo encendió la luz de techo del automóvil, aún con el peligro que ello conllevaba… cualquiera que pasara podía ver un hombre reclinado en el asiento delantero, con la verga tiesa como pata de perro envenenado y una cabeza femenina bajando para degustarla. Igual el hombre se arriesgó, era un espectáculo sublime que valía la pena, verla a los ojos soltando ese chorrito blanco y espeso de babita para recogerlo justo antes de que se le escurra por todo el tronco, así unas cuatro veces hasta que la muy lasciva le mostro el contenido de su boca y se lo tragó sin hacer ni una arcada.

Incapaz de contenerse, teniendo semejante carga en la boca, la hizo cabecear empujándole la cabeza desde la nuca con una mano y desde la cabeza con la otra, a una velocidad que no tenía nada que envidiarle a la de cualquier porno de alto presupuesto. Por varios minutos manipulo el cuello de su hija sin clemencia, olvidándose de cualquier reparo por la salud cervical de su hija (encima estaba en el asiento del acompañante girando su cuerpo como una lombriz), aunque esta tampoco ofreció resistencia alguna.

- Carlita, mi amor… Dios, papi no puede más. – Se mostró confeso, a punto de venirse, con la serpiente cíclope casi soltando leche a borbotones, no por falta de control sino porque así estaba amaestrada; en los encuentros anteriores para ese entonces ya había descargado. Para colmo como siempre pasaba a chuparle los huevos, haciendo sonoros ruidos de sopapa al chuparlos y soltarlos (algo como “phá, phá, phá”), también se los llenaba de besos y lamidas profundas que le removían capas y capas de sal pegada al escroto sin que le causara ni el menor de los disgustos.

- ¿Y qué esperas? Dame tu proteína papi, como siempre lo haces. – Exigió pasándole toda la lengua desde la unión de las bolas, pasando por el tronco hasta el glande, rodeándolo, golpeteándolo, concentrándose en lamer el pequeño orificio por el que se escapaban toda clase de fluidos. – Ya no estamos para remordimientos, no retrocedas a esos casilleros…

- No hablo de eso, claro que no es culpa, papito te va a hacer la lechita siempre, como fue toda la vida, es solo que… - Y para ilustrar su punto la miro a los ojos, luego recorrió su cuerpo pasando por sus tetas hasta que le echó una lasciva pispiada a su monumental culo, en el cual poso su mano abierta para palparle el enorme glúteo. - Papi no puede contenerse y quiere más… no sabes cómo me muero de ganas de devolverte en toda una noche, todo el amor que me demostraste estos días.

- ¿En serio? – Expresó poniéndose colorada, aunque de tanto chupar pija su boca ya estaba algo enrojecida. – Te soy sincera, creí que este era tu límite, no es que no quería algo más, es que pensé que con esto estábamos bien y así iba a ser por mucho tiempo, ejem. – Expresó aclarando su garganta, algo castigada en los momentos más profundos de la felación. – No es que sea una boca y crea que esto es suficiente, es que dado nuestro…

- Lazo. Lazo sanguíneo. – Completó su padre. –Y sí, te entiendo, no es suficiente, ya no.- Expresó en un tono telenovelesco. – Igual yo también creí que al principio esto era más que suficiente, por lo buena que sos, por lo hermosa que te pones cuando la chupas. – Expresó pasándole el pulgar por la mandíbula en un gesto entre dominante y tierno.

- Voy a avisarle a la pesada de Jime que no voy a llegar, vamos a tu casa. – Propuso Carla.
- ¿Le vas a decir que vas a estar con una amiga? – Elaboró Ernesto.

- ¿Qué amiga si no tengo? No, le voy a decir que conocí a alguien en el gimnasio, no hoy, sino más adelante. Conque le diga que voy a llegar tarde y no me espere suficiente, la creída esa se cree mamá.

- Precisamente me preocupa lo que piense Paula. No sé amor, capaz deberíamos planear algo mejor para más adelante. Es todo muy sospechoso ya. – Se preocupó el hombre y con razón. Cuando estaba en el servicio le había escuchado decir a un superior que cuando se es bandido toda sombra parece la del comisario.

- ¿Preocupado por el peligro ahora? – Dijo aferrando su tronco y estirándose con el otro brazo para apagar la luz. – No retrocedas tantos casilleros papi, hoy nos toca avanzar.

Esa noche ocurrirían cosas nuevas en su relación prohibida y esa felación a oscuras, frente a la obra en construcción no sería una de ellas. Carla prosiguió casi por compromiso, Norberto accedió, aunque no lo dijeron, tenían que terminar ese tentempié pasional antes del plato fuerte de la noche, cuando el padre sería quien se rebajaría a la bendita posición de agasajar a su retoña predilecta de mil maneras distintas… y esa sería la previa.

El tramo final estuvo asistida por la mano fuerte y sudorosa de Carlita, que lo masturbo mientras tenia apresado el glande entre sus labios en la jaula de su boca, hasta que en un jadeo profundo y prolongado, como un lamento, el hombre levanto la cadera y soltó su ambrosia láctea en su boca, colmándola de frutos de hombre.

Carla no desperdició ni una gota, de tan fuerte que succionó casi que le saca hasta el pis afuera, como solía decirse, “todo adentro, nada afuera.” Norberto nunca había conocido algo así, ni en sus viajes más exóticos a Tailandia y otros países del sudeste asiático, ni las felatrices más audaces eran así de permisivas y eso que recibían una cantidad de dinero importante por sus servicios.

- Uuuh, uuuh, nena, que lindo que es llenarte la pancita de leche. – Dijo acomodándole el amasijado pelo que, aunque corto, apuntaba en direcciones estrafalarias como la de los personajes de caricatura que aún miraba. Una vez que tuvo el flequillo apuntando a un solo lado como todo un padre detallista dio por concluido el acto.

- Ya la avisé a mamá y me dio el okey como siempre, le dije que después le explicaba todo con una carita guiñando el ojo al final, me dijo que me cuide jeje. – Explico acomodándose en su asiento y cruzando el cinturón de seguridad entre sus tetas, salpicadas por gotas de sudor que parecía rocío de la mañana.

- ¿Y Jime? – Preguntó arrancando los silenciosos motores e iniciando su marcha de transgresión por la ciudad.

- Nada, seguro está masticando bronca pero como no tiene pruebas ni corta ni pincha.
- Que cuida esa piba.

Carla dibujo una sonrisa cómplice cuando su padre llamó a su primogénita “piba.”

- Hincha pelotas, podría meterse en sus asuntos, dejarnos en paz, pero no, esta como sabueso siguiendo el rastro, me da mala espina.

El hombre asintió.

Más pronto que tarde estaban en su casa. Entraron rápido como dos recién casados a la suit matrimonial. Se volvieron a comer a besos, al hombre no le importó que le apestara la boca en lo más mínimo. Fue un aluvión de manoseos, besos y jadeos, como dos animales en celo desconociéndose por completo. A pesar de haber soltado su leche ya la verga del hombre estaba despertando sintiendo el olorcito a garche inminente.

- Espera, espera duendecita que me quiero poner cómodo, dame unos minutos. – Le pidió queriendo mantener algo de distancia.

- No, no, no, te quiero así, todo chivado, todo caliente y saladito mmm quédate así. – Exigió la mujer mordiéndole el cuello y refregándose en él.

- Dejame ponerme cómodo, nada más, quiero estar en bata, esperame en la pieza unos minutos corazón… - Insistió y Carla cedió, aunque no muy de buena gana.

- Esta bien, solamente porque te quiero ver en bata como un suggar daddy, nada más, más vale que te quede linda.

- Te vas a mojar de solo tocarla.

Por supuesto que Norberto no se iba a hacer esperar, era sacarse la ropa de entrenamiento y vestirse de amante con su bata favorita, la más cómoda y despampanante, digna de Hugh Hefner o de cualquier soltero empedernido y ricachón.

- Vos sabes que viajar por el mundo siempre me permitió conocer lo mejor, esta es una de las más finas de mi colección. – Comunicó desde el baño. – Si queres anda poniendo algo en el estéreo, no muy fuerte ni muy payasesco. – Así llamaba a la música actual, que le causaba absoluta repugnancia y podía sumir su falo en el más profundo letargo.

Sin embargo, por más que todo parecía ir sobre rieles, el destino tenía planes más descabellados y pensaba ponerlos a prubea.

El timbre del portero eléctrico sonó. Norberto tuvo que matar la sorpresa saliendo de baño en su nueva bata con Carlita esperándolo sentada en la enorme y lujosa cama con espaldar de caoba de estilo oriental. Su padre atinó a hacerle el gesto de silencio con una mano y con la restante le indico que aguarde. La chica, que tenía un sexto sentido para presentir el peligro, se apresuró a esconderse bajo la cama y estiró un poco las sábanas para que le hicieran de cortina.

- ¡La re putísima madre, seguro es ella! Puteó mientras veía a su padre hablar a lo lejos con el portero eléctrico y este terminaba pulsando el botón. - Es Jime, debe de querer sacarse la duda la conchuda del orto… porque no se busca un macho para ella y me deja en paz.

En efecto, era Jimena. Desde su posición Carla solo podía escuchar y sentir pasos apresurados. Para colmo su culo estaba tan parado y era tan duro que le costó entrar en su escondrijo y debía de permanecer inmóvil o podía provocar algún leve crujido.

- ¿Y? ¿Dónde está? ¿Dónde está Carla? – Entro como si fuera la dueña del lugar y Carla por poco se convierte en el Increíble Hulk de la furia. No solo le hacía la vida imposible, no solo se creía el Detective Conan con sus corazonadas detectivescas, entraba en la casa de su padre como si fuera la dueña de lugar, prepotente y soberbia como hija de político.

- Esta puta no debe ser hermana mía. – Susurró Carla rabiosa.

- Hola Jime ¿Cómo estás? ¿Qué te puedo ofrecer? – Intento poner paños fríos su padre, haciendo de cuenta que no se percató de que entro con más furia que brigada en allanamiento de favela.

- No te hagas el pelotudo, ya sé que tienen algo ustedes dos… Dios, son tan obvios, y me toman por tarada.

- Primero, baja el tonito porque soy tu padre, segundo, Carla no está acá, se fue con un conocido del gimnasio, y tercero, no te permito que pienses que ella y yo tenemos esa clase de…

- ¡¿Con quién se va a ir esa?! ¡Si nunca estuvo con nadie ni le gusto a nadie, ni amigos tiene, vos sabes eso! – Aunque Carla no podía verlos, era más que seguro que estaba golpeando el pecho de su padre con su arrogante dedo índice. - Por eso te aprovechas, como siempre fue de autoestima baja le das unos besitos le decís unas boludeces y te la compras, viejo verde.

Norberto, para sorpresas de ambas río.

- Me encana las películas que te haces, como se nota que tanto porno te atrofió la cabeza he.

- ¿¡Por qué lo decís, he!? ¿Te burlas de mi condición?¡Sorete! ¡Mal padre!

Carla no pudo evitar susurrar un peligroso “¿Whaaat?” No entendía a qué se refería con su “condición”. Nunca creyó que las cosas podía ponerse tan del revés así de rápido fuera de acontecimientos como accidentes de tránsito. Para colmo el peligro de ser descubierta seguía latente, Jimena estaba recorriendo la casa, paseándose como la reina del lugar abriendo puertas, espiando debajo de la mesa o mirando al patio desde las ventanas. Se la escuchaba recorrer la casa de manera frenética con su padre detrás intentando mantener la calma, sacando a relucir su entrenamiento militar como si estuviera resistiéndose a un interrogatorio.

- Jimena, te dije que no me faltes el respeto, además no me refería a… tu condición.

- ¿Tu condición? ¡Dale, decilo si te sorban huevos, soy ninfómana y lo sabés! Bien que lo sabes viejo verde… encima me tomas por pelotuda, si ya estas vestido creyéndote Rocco Siffredi, seguro la pelotuda esa esta por acá… ¡Dale aparece vos, pendeja boluda! ¡Te voy a denunciar si te llego a pescar! ¡Y a vos también, sorete!

A Carla por poco se le resetea el Windows. No sabía que Jimena era ninfómana ni que su padre fuera consciente de ello ¿Cómo lo había descubierto? ¿Acaso eso se diagnosticaba? ¿Acaso ellos dos antes…?

- Escuchame una cosa, no tengo porqué pasar estos papelones en mi propia casa, no tengo porque soportar tus insultos hacía mí, hacia tu hermana y encima vengo de entrenar, como bien te habrás dado cuenta así que si me lo permitís…

- Sí, sí, ya me di cuenta si apestas como el viejo cerdo que sos. – Haciendo un gesto de olfateo enfático, como cuando alguien sabe que un invitado piso mierda e intenta descubrir quien fue.

- Bueno, por si no te enteraste, me estaba relajando, iba a poner música, a poner algo en la plancha para que se cocine mientras me daba un baño, así que si me disculpas podrías ir…

- Baño, eso. – Descubrió con decisión interrumpiendo a su padre y caminando peligrosa, muy peligrosamente hacia la habitación. Carla vio desde abajo los pies de su hermana pisar con firmeza rumbo al baño… al menos la luz del mismo estaba encendida, lo cual apoyaba su coartada, sin embargo, todo se terminaría si decidía tirarse al suelo y ver bajo la cama. Estaba ante las puertas de un escándalo mayúsculo, conociendo a su hermana si llegaba a encontrarla escondida bajo la cama con su padre en bata iba a pegar el grito en el cielo para terminar con su relación.

Se escuchó la cortina del baño correrse con violencia.

- Para, para, la vas a rasgar, es una cortina cara, la compré en…

- Me chupa un huevo. – Respondió con una altanería que provocó que Carla tenga que morderse la lengua para no salir hecha una furia a arrancarle la cabellera de raíz y molerle el culo a patadas. Podía hacerlo, aunque era menor que ella estaba en condiciones físicas de sacarle lo perra a su hermana al estilo beat’em’up, como inmersa en una pelea callejera en esos juegos que tanto disfrutaba. Ahora su hermana estaba enfrente, abriendo el placard y corriendo las muchas camisas y sacos haciendo sonar los ganchos de las perchas con cada manotazo.

- ¡Escúchame una cosa! ¡Ahora me vas a escuchar vos! – Carla vio a ambos pares de pies enfrentados, los de Jimena calzados con botas de cuerina y los de su padre, descalzos. No quiso confirmarlo, pero parecía que Norberto la tenía agarrada de los hombros. - ¡Entras a mi casa a putearme, a decir barbaridades de tu hermana, me tengo que bancar tus historias, tus reproches, y encima pensas darme vuelta la casa! ¡Para la mano he, que acá nadie te llamó ni te debe nada!

Se hizo un silencio difícil de descifrar. Era raro que su hermana, con el carácter de mierda que tenía se dejara amedrentar así de fácil… había pasado algo que desde su perspectiva desfavorable no lograba descubrir.

- Jime… por favor.

- ¿Qué pasa? ¿Ya no te gustan como antes? Desde que dijeron que era una ninfómana ya no me las elogiaste, ya no me las miraste ni nada ¿Me vas a decir que Carlita las tiene más lindas?
¿Acaso le estaba mostrando las…?

- Jime, no metas a tu hermana en esto, por favor, lo que pasó quedó enterrado, se terminó y lo sabés. No estabas bien… te fuiste por un camino peligroso y cuando te diagnosticaron decidimos que era lo mejor ponerle un punto final ¿No te acordás todo lo que sufriste? ¿Las cosas que hiciste y de las que te tuve que sacar?

Carla quedó paralizada, congelada ante el velo que se descubría ante sus ojos rebelando una obra teatral pasada de la que no tenía la más remota idea. ¿Su hermana ninfómana? ¿Y con una historia pasada con papá? De alguna manera u otra, comenzaba a cerrarle la actitud de su hermana mayor ante todo lo ocurrido, ahora entendía que todo se debía a celos y a una historia irresuelta.

- ¿No te vas a hacer cargo de tu hija degenerada, justo vos que no dejas títere con cabeza? Si antes te gustaban mis tetas no sabes lo que te van a gustar ahora, y sabes que las se usar muy bien… mejor que Carlita seguro.

- Basta, Jimena, basta. Vestite y déjame solo, por favor, no revivamos ese cadáver.

Sin embargo, Carla seguía viendo a ambos pares de pies enfrentados, sin moverse ni un poco, hasta que las botas de Jimena retrocedieron un poco… y vio como sus rodillas se flexionaron, vio como el jean elastizado de su hermana por poco revienta por todos lados al arrodillarse entre las piernas de su padre (en especial en la concha, donde se le marcaba cada gajo) y atónita, incapaz de salir de su estado de parálisis, Carla escucho el inconfundible sonido de una chupada de verga.

Continuará...

hija


Capítulos Anteriores:
Capítulo 1:http://www.poringa.net/posts/relatos/5100901/El-deseo-de-papi.html
Capítulo 2:http://www.poringa.net/posts/relatos/5223148/El-deseo-de-papi-Capitulo-2.html

3 comentarios - El deseo de papi. Capítulo 3

ArgyAbby99 +1
Estaba odiando a esa Jime con toda mi alma hasta que paso eso. Se puso bueno 😎
Jungkook77 +1
A pesar de que no estés tan presente acá para mí seguís siendo el #1 en esta categoría. Me deja muy manija la hermosa competencia insana se va a armar entre las hermanas +10
El_Cochinoco +1
Muchas gracias man, mirá me tome casi un año sabático porque pase por muchas cosas, muchos cambios, pero ya estoy mentalizado para volver con una mejor regularidad, ya me pongo a trabajar en nuevos capítulos 👍Se agradece la paciencia