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Compendio III
Todavía me confunde mi reciente popularidad con las mujeres. Durante mis años escolares, era torpe y tímido. Era bastante introvertido, sintiéndome más cómodo con libros, videojuegos y unos cuantos amigos.
Durante la enseñanza media, mis padres me inscribieron en una reconocida escuela para varones, a la que había asistido mi hermano mayor, la que solo reforzó mi timidez. Mientras que mis compañeros de clase asistían a escuelas de mujeres cercanas para flirtear, yo me mantenía retraído, limitándome a estudiar y volver luego a la casa.
En mis años universitarios, mi rutina tampoco cambió demasiado. Aunque había algunas mujeres estudiando la misma carrera que yo, nunca las encontré lo suficientemente atractivas como para coquetear con ellas y dado que mis estudios ya eran bastante complejos sin la necesidad de tener polola, apenas me fijaba en las pololas de mis compañeros, a las cuales, por alguna razón les llamaba la atención. En lugar de eso, me convertí en el mejor y más cercano amigo de Marisol. Ella fue la única que pudo ver a través de mi personalidad torpe y me apreció por quien realmente era.
Por lo que, en estos momentos, me cuesta entender cómo me volví el centro de atención de Emma, Aisha e Isabella. Es algo que sobrepasa mi entendimiento, ya que las 3 formaron esta clase de club, en donde me comparten sexualmente durante la semana. Comprendo que disfruten de mi compañía, pero lo que me desconcierta es cómo terminaron llegando a este acuerdo. ¿Habrá algún aspecto cultural que no entiendo? ¿O será algo completamente distinto?
Y no niego que la paso bien con ellas: en la cama, las 3 son excepcionales. Pero lo que me confunde es el motivo de mi repentino atractivo sigue siendo un misterio. ¿Será porque estoy felizmente casado? ¿Por cómo me ven como padre comprometido? ¿O será que mi actitud relajada les aporta paz o alivio, dada la falta de influencia masculina en sus vidas?
Emma, Aisha e Isabella tienen cada una su propio encanto. El carácter considerado y la fuerza de Emma; la refinada franqueza de Aisha y la confianza altanera y desafiante de Isabella me atraen de diferentes maneras. Pero la pregunta que me queda siempre dando vuelta es ¿Por qué yo? ¿Qué hay, particularmente en mí, que me ha convertido en el centro de su atención?
A veces, me pregunto si será una combinación de factores. Mi matrimonio con mi ruiseñor puede hacerme parecer como una persona segura, inalcanzable, pero deseable. Mi rol como padre les muestra una faceta de compromiso y responsabilidad que es insuficiente o carente en sus vidas. O quizás, sea mi propia preocupación porque no solo yo sea el que la pase bien: la capacidad de atender sus deseos y que ellas lo disfruten, les debe dar una conexión que no han podido encontrar en sus vidas.
El miércoles fue una mañana fría de invierno. El aire estaba fresco y una ligera brisa agitaba las pocas hojas que todavía se aferraban a las ramas de algunos árboles, mientras que otros estaban completamente desnudos, con sus ramas descarnadas contra el cielo gris.
Acababa de dejar a mi cachorro en la escuela. Bastián no estaba dispuesto a pasarse de frío charlando con su viejo. Además, tenía una presentación a primera hora, por lo que, tras despedirme, marché hacia las chicas, que como siempre, ya me estaban esperando en su banca acostumbrada.
Llevaba puesta mi chaqueta azul marino-térmica sobre un jersey gris claro, con unos jeans oscuros que a Marisol le fascinan porque según ella, resaltan mi trasero y unos zapatos de seguridad que han sido bastante prácticos para los días de lluvia.
Emma e Isabella ya me estaban esperando. Emma iba vestida modestamente, pero con su habitual aire travieso. Llevaba un abrigo ajustado de color burdeos que resaltaba sus curvas, un pañuelo con divertidos dibujos alrededor del cuello y unos jeans oscuros metidos dentro de unas botas marrones hasta la rodilla. Tras nuestro encuentro durante el fin de semana, Emma me contemplaba risueña. Sus ojos chispeaban de diversión y se le dibujaba una amplia sonrisa en la cara al recordar la cita que había compartido conmigo el día anterior.
Pero a pesar del frío, Isabella iba vestida de forma seductora. Llevaba una chaqueta de cuero negro ajustada sobre una blusa roja escotada, combinada con una falda corta y botas hasta los muslos. Su larga melena azabache caía sobre sus hombros como ondas sueltas. Pero a pesar de todo, hacía molestos mohines si apartaba mi atención un par de segundos de ella.
Y mientras conversábamos entretenidos, llegó Aisha, caminando con elegancia a pesar del clima. Iba bien vestida, acorde al frío que hacía, con un elegante abrigo ceñido a la cintura, un sweater de cachemira con cuello alto y unos pantalones de vestir a la medida. Sus elegantes botas repiqueteaban suavemente sobre el pavimento. Acababa de dejar a una soñolienta Sophie y se unió al grupo con una sonrisa tan grande como la de Emma, llena de entusiasmo y una mirada resplandeciente.
¡Buenos días, señoras! – nos saludó, tratando de sonar informal.
Le saludamos de vuelta, pero Aisha apenas podía ocultar el entusiasmo en su sonrisa.
¡Lo siento, chicas, pero hoy no las podré invitar a desayunar esta mañana! – Ampliando su sonrisa.
La sonrisa de Emma también creció más, si acaso eso era posible. Apoyó sus codos sobre su cintura, con los pechos amenazando con salirse de su chaqueta y unos ojos brillantes con picardía y sospecha.
•¿Por qué? – preguntó Isabella, con una expresión de perplejidad en su rostro seductor.
Y desbordando de satisfacción, Aisha nos respondió:
Porque David se fue ayer en su viaje de dos meses, así que, por fin, me toca hoy mi tan esperado turno de acostarme con Marco. – exclamó, soltando un chillido de excitación.
Yo estaba atónito. Como les digo, aun no entiendo cómo estas mujeres llegaron a este acuerdo. Su compañerismo y generosidad entre ellas era agradable y simpático. Pero, aunque me sentía halagado, estaba de igual manera desconcertado.
Emma, siempre tan comprensiva y empática, estaba sinceramente emocionada por Aisha. Sus ojos brillaban en una combinación de lujuria y envidia, recordando el día anterior.
o¡Aisha, lo vas a pasar genial! – le animó, muy entusiasmada. – Marco sabe bien cómo hacer que tengas un día especial…
Y aunque Emma me miraba seductora, mordiéndose el labio, sabía respetar los turnos…
No así Isabella…
Típico de ella, se molestó, cruzándose de brazos, dejando que su largo cabello azabache se meciera con el viento.
•¡No es justo! – Se quejó. – ¡Hoy lo tienes todo para ti!
Pero Aisha, conociendo a su amiga, le dio una mirada comprensiva. Aisha estaba experimentando una mezcla extraña de excitación y nervios. Nunca antes había sido tan abierta sobre sus deseos durante su matrimonio con David. Pero ahora, frente a sus amigas, se sentía liberada.
¡Lo sé! – le dijo, apoyando su mano en el hombro de su amiga, con una voz juguetona. – Pero no tienes que preocuparte, Isabella. Mañana te tocará a ti.
Aun así, Isabella echaba humos de los celos. Podría decirse que era la “más normal”, puesto que era la que menos le gustaba la idea de compartirme.
Con impulsividad, me apartó de ellas y me encaró directamente.
•¡Todavía espero que me cojas como me lo merezco mañana! – me advirtió Isabella, respetando el turno de Aisha.
Pero antes que pudiera responder, Aisha me tomó de la mano, con ojos ilusionados y llenos de esperanza. Su tacto era cálido y sincero.
¡Vamos, Marco! – me ordenó en voz baja. – He estado esperando esto por mucho tiempo.
Y aunque estaba asombrado, no podía resistir la sonrisa radiante de Aisha. Asentí con la cabeza, sonriendo ante su perseverancia.
-¡Está bien, Aisha! ¡Vamos a tu casa! – accedí, apretando su mano, mientras que las chicas sonreían apoyándola. - ¡Aprovechemos el tiempo antes de venir a buscar a nuestros hijos!
Luego de entrar a su casa, Aisha no desperdició el tiempo. Me empujó hacia la pared, con sus manos explorando mi pecho, mientras nos besábamos desesperados.
¡Te necesito! – susurró, con sus ojos esmeraldas oscurecidos en deseo.
Tragué saliva, todavía sorprendido por el giro de los acontecimientos.
-¿Dónde está Calliope? – pregunté, genuinamente preocupado por tener que complacerlas a las 2 otra vez.
Me volvió a besar. Su beso era urgente, con nuestras lenguas bailando juntas mientras nos dirigíamos hacia el dormitorio matrimonial.
No estará con nosotros esta mañana. – me contestó, tras llegar al dormitorio conyugal y desnudando su cuerpo de ébano hambriento por mí.
Con un fervor resultante de semanas de deseo contenido, Aisha me desnudó, sin apartar sus ojos de mí. A medida que me sacaba la ropa, volvió a quedar impresionada por mi cuerpo, por los músculos que ondulaban en mi vientre. Pero fue mi verga la que la atrajo, como una polilla a la llama.
Sus manos morenas rodearon la base de mi pene y sus suaves dedos lo envolvieron con delicadeza. Se arrodilló ante mí y sus labios marrones y carnosos se entreabrieron para mostrar sus dientes perfectos. Con una mirada rápida a mis ojos, como midiendo mi reacción, se la metió en la boca y su lengua se arremolinó alrededor de la punta.
Mis gemidos eran música para sus oídos, mamando con mayor confianza y profundidad, haciendo que su propio deseo aumentase, moviendo su cabeza arriba y abajo a un ritmo enloquecedor, hundiendo sus mejillas con cada movimiento.
Su mirada permanecía fija en mí, en el placer que me estaba otorgando. Era claro que mi sabor, al igual que a Marisol, a Emma, a Izzie y las otras le parecía mejor a lo que hubiera experimentado anteriormente, una mezcla embriagadora de sal y hombría que la hacía devorarme completamente.
Deslizó su mano para tocarme los testículos, acariciándolos y apretándolos suavemente en la palma de su mano mientras me hacía una garganta profunda perfecta, con los músculos de su garganta dándome uno de los placeres más grandes. La manera que me chupaba y desaparecía hasta la base en su boca fue demasiado y la agarré por detrás de la cabeza, guiando mejor su ritmo.
El ruido de su saliva chocando contra su piel morena, en una sinfonía húmeda, erótica y desesperada solo servía para volvernos locos.
Mis caderas empezaron a empujar su cabeza, con mis movimientos volviéndose más erráticos a medida que me acercaba al clímax. Imagino que Aisha también sintió sus ganas crecer, con su rajita ansiosa porque la llenase con mi gruesa y deliciosa verga. Pero se aguantó, disfrutando del poder y el sabor que le producía llevarme tan cerca de la gloria…
Pero con una sonrisa perversa, me hizo a un lado, con su boca reluciente con mis líquidos preseminales. Encajó mi pene en su húmeda abertura morena, dispuesta a galoparme hasta estrujarme. Se tomó un momento para apreciar el calor de mi glande sobre su ansiosa y brillante rajita, con una anticipación que a ambos nos hacía temblar.
Y con un rápido movimiento, se dejó caer, envolviéndome en un apretado abrazo. Gimió hasta que la llené por completo, con una sensación de plenitud y satisfacción que la invadía sin parar. Sus pechos rebotaron a medida que la cabalgata empezaba, con su piel de chocolate brillando bajo la suave luz que se colaba a través de las cortinas.
Mis ojos se perdían en ella, con mis manos agarrándola por la cintura, a medida que ella subía y bajaba. Se notaba demasiado apretada. Exótica. La visión de ella, tan poderosa y dominante, era demasiado. Sentía que me venía y que mi cuerpo me imploraba porque me corriera en ella.
Pero Aisha tenía otros planes. Echó su cuerpo hacia adelante, ahogándome con sus pechos exultantes y morenos en la cara, mientras me susurraba.
Aún no.
Su voz era un canto de sirena, una promesa de todavía más placer por venir.
Cambiamos de posiciones, quedando yo arriba. Y vaya que valió la pena. Le metía mi pene de par en par hasta la base, con embestidas desgarradoras, deslizándome dentro y fuera de ella con un ritmo que parecía sacudir los cimientos de la mansión. Los gemidos de Aisha se hicieron tan fuertes, que me pregunté si acaso sus vecinos se darían cuenta de la cogida que esta sexy y modesta mujer casada estaba disfrutando con el padre del crush de su hija menor…
Que si acaso el dulce sonido de su sexo no estaba siendo ocasionado por su marido…
Para variar, sus uñas se clavaban en mi espalda, mientras que ella arqueaba la suya y nuestras caderas chocaban al mismo compás con cada embestida. La cama crujía bajo nosotros, con un entusiasmo que reflejaba nuestra pasión y que estaba seguro de que David nunca la había hecho alcanzar.
Besé su cuello, rozando su piel con los dientes, mientras la penetraba con mayor fuerza. Aisha rodeó mi cintura con las piernas, asegurándose que no me apartara de su interior y estrujándome con sus tejidos con cada embestida.
La tensión seguía creciendo, con nuestros cuerpos volviéndose un tapiz de sudor y deseo. Aisha se sentía cada vez más cerca, con los dedos de sus pies doblándose con cada embestida. Susurró mi nombre, una plegaria de liberación, a la que respondí acelerando el ritmo.
El mundo exterior paró de existir, con nuestros gritos de mutuo placer siendo el único ruido que importaba. El momento era perfecto, con una sinfonía de carne y emoción que ninguno de los dos quería que terminara.
Pero a medida que el crescendo se acercaba, todo se combinó en una única y abrumadora oleada de placer que la abatió, ahogándola en el éxtasis.
Yo también la sentí y mi propio orgasmo fue espoloneado por la profundidad de nuestra pasión. Grité su nombre mientras la iba llenando, con mi semilla combinándose con sus jugos convirtiéndonos en uno solo.
Quedamos tumbados, jadeantes y agotados, con nuestros corazones desbocados. El secreto que compartíamos flotaba en el aire, un perfume embriagador que solo servía hacer más potente nuestro amor.
Pero mientras Aisha yacía bajo a mí, con su cuerpo aun tembloroso por las réplicas de su clímax, y mientras sus paredes seguían envolviendo mi pene, rehusándose a soltarme, como si me quisiera mantener prisionero dentro de ella para siempre, mi boca encontró sus pechos y mi lengua acarició sus sensibles pezones, provocando sacudidas de placer por todo su cuerpo, la duda con la que me fui la última vez que visité ese lugar volvió a mi mente…
¿Qué había pasado entre Aisha y Calliope?
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1 comentarios - PDB 47 Aisha… (1)