Buenas! Esperamos que todos anden bien por ahí.
Hoy estamos por acá para mostrarles el Primer Capítulo de la serie que estamos creando. La idea es llegar a hacer una novela entre los dos.
Tengan en cuenta que es ficción, pero inspiradísima en hechos reales de nuestra relación. Esperamos que les guste!
Pueden visitarnos en nuestros perfiles para seguirla. Hay más capítulos publicados en Patreon.
https://magic.ly/es/ElnoviodePauli
Para la mayoría de los habitantes de oficinas en Montevideo, los miércoles son un día sin demasiado punch. Es como una gaseosa a la que ya se le derritió el hielo. No están tan mal como los martes, que son el repecho de la semana, pero ni son los jueves, cuando ya se empieza a sentir la brisa del fin de semana. La mayoría de las personas se pone actividades “para cortar la semana” a propósito, porque nada revolucionario pasará casualmente un miércoles.
Paula era una de esas habitantes de oficinas. No se parecía a ninguna, y se parecía a todas a la vez. La tenía muy clara. La oficina no era su mundo. O sea, era parte de su mundo. Pero no lo representaba todo, como suele sucederle a mucha gente que las habita. Ella tenía una vida muy disfrutable fuera de la oficina. La oficina podía servir de estímulos para nutrir su vida fuera de ella, pero no era necesaria para que esta fuese apasionante. Ya se irán dando cuenta.
Era marzo y todavía quedaban restos del verano entre los mortales que ya surcaban la ciudad con el año real ya en marcha. Una época rara en la que las vacaciones de la mayoría ya pasaron, las escuelas y colegios iniciaron, y las temperaturas estivales aún continúan dándonos sus últimos embates, como si el muy hijo de puta quisiera recordarnos a todos que ya no seremos tan felices como lo fuimos días atrás, cuando faltaba poco para que terminara, haciéndonos pensar a cada uno de nosotros que no lo aprovechamos lo suficiente.
Como todos los días, Paula llegó a la oficina antes de las ocho y media de la mañana, hora en la que estaba marcado su ingreso. Todas las mañanas, de lunes a viernes, tenía microdesesperaciones intentando no llegar nunca tarde. Era de esas personas que no les gusta llegar tarde. No les gusta que la gente tenga que esperarlas. No les gusta no estar, cuando se suponen que deben estar. Tampoco le gustaba esperar a nadie. Prefería encontrarse a la gente a tener que esperarla. Es por eso que cada vez que su novio iba a buscarla a algún lugar, prefería ir moviéndose a su encuentro antes que quedarse en un punto fijo esperándolo como una boluda. Podía hacer cualquier actividad sin compañía, sin problemas, pero tenía una incapacidad absoluta de estar sola e inactiva al mismo tiempo. Como si no se aguantase a ella misma.
Agradeció el primer roce del aire acondicionado al entrar al edificio de la empresa multinacional en la que trabajaba. El calor pegajoso de la calle venía haciendo estragos en la camisa blanca que había decidido para usar ese día. La había elegido porque combinaba bárbaro con el pantalón sastrero negro que se había puesto también. Siempre se vestía elegante, con mucha onda, pero emanaba un aire sexy que era incapaz de ser evitado por nadie que se la cruzase. No hubo ni un momento en la camina desde el estacionamiento hasta su oficina que no haya pensado en el error que había sido no ponerse un vestido ese día. Se sentó en su escritorio y con precisión exacta sonó el timbre de Whatsapp en su celular.
- ¿Llegaste bien, bebé?
- Si mi amor. Un calor de la puta madre. Odio venir a trabajar con este calor. ¡Quiero estar en la playa!
- ¡Fua! Ni me digas. ¡Loco por estar en la playa contigo y ver ese culito en bikini! ¿Vamos el finde?
Sonrió. Él siempre la hacía sonreír. Tenía en la agenda del día tres aburridas reuniones con proveedores, y eso la ponía del orto. Tener armado un plan copado para el fin de semana la ayudaba a atravesar ese miércoles, aunque después ese plan no se concretase finalmente porque en marzo el clima es una lotería, y bien podría estar lloviendo el fin de semana. Se obligó a no pensar en esto último. Al final, la vida está llena de mentiras que nos hacemos nosotros mismos para atravesarla.
En el edificio en que trabajaba todos envidiaban a Nico, su novio. La veían pasar y la saludaban cancheros, con cierto respeto, pero muchos hombres y mujeres no podían no intentar adivinar el tipo de ropa interior que había decidido ponerse, con ese culo y esas tetas paradas que su genética le había dado. “Debe tener la pija de oro el tipo ese”, decían varios. Si bien no era del todo consciente de esto, un poco se daba cuenta, y le encantaba. Aunque no lo quisiera, el mundo en que vivimos hacía que fuera algo que bastante su autoestima.
Lo cierto es que la pija de Nico no era de oro. Él era de oro. Bueno, o por lo menos lo era para Paula. Estaban juntos hace más de 10 años, y ella se sentía encantada por él como durante los primeros meses de relación. Quizás no fuera así, pero esa era la idea que ambos habían armado para contarse entre ellos y a sí mismos. Convivían desde esos primeros meses de relación, y no sentían ningún tipo de erosión en su vínculo. Ambos habitaban distintos espacios individuales que no negociaban. Dejaban entrar aire a la relación para que el fuego no se apagara. Seguro siempre sentimos que la relación en la que estamos es la mejor en la que estuvimos, pero en este caso, simplemente lo era para ambos.
La entrada de Micaela, su compañera de oficina, interrumpió abruptamente su paseo mental por la playa con Nico.
- ¡Qué mierda este calor, eh!
- Impresionante. No querés saber cómo me sudan las tetas.
Ambas se rieron a carcajadas. Eran chistes que solo podían hacer entre mujeres. No se podía hablar de tetas frente a ningún varón, sin que el cerebro concreto empezara a hacer cortocircuitos.
Paula veía a los varones como un constructo básico y concreto, incapaz de entender nada en el mundo, ni de expresar sensibilidad. Con solamente un par de ideas y deseos en la mente. Siempre decía que a ella le gustaba la pija, y que lastimosamente, la llevaban los varones. No alojaba lugar alguno en su cabeza que comprendiera cómo habían llegado a dominar el mundo y a las mujeres. Se avergonzaba y enojaba a menudo con las mujeres del pasado. ¿Cómo habían perdido esa batalla? Nico no era diferente a otros varones en su construcción, pero hacia un esfuerzo enorme por mostrarse consciente de que era varón, y a ella esto le encantaba.
- La paja que me da tener reuniones con los proveedores.
- ¡Ay, chiqui!, Si no fuera lo que nos da de comer.
- Con lo que nos gusta comer.
- Pija te gusta comer a vos.
Se rieron con fuerza. Sobre todo porque era verdad.
La mañana transcurrió sin mayores sobresaltos que cumplir con la mayoría de las tareas, sin nada demasiado remarcable. El clima de su oficina era muy agradable para ella. Se la pasaba bien con Mica.
El reloj marcaba una hora pasado el mediodía cuando decidieron cortar las labores y encarar al almuerzo en el comedor de la empresa, donde se mezclaban las más de 100 personas que convivían diariamente en esas oficinas. Allí se escuchaban charlabas acerca de dónde irse de vacaciones, los malestares cotidianos, planes para los fines de semana, de fútbol, cine, series, autos, algunos problemas familiares y de pareja, y de sexo. A Paula le gustaba su trabajo. No lo confundía con algo placentero, como a veces quieren hacernos creer algunos. El trabajo es trabajo, y el placer es placer. Pero no corren por caminos paralelos, se cruzan. Cualquier día pueden cruzarse.
El retorno a las oficinas puede que las haya encontrado a ambas en pleno proceso digestivo y con el flujo sanguíneo al cerebro reducido. Quizás esa haya sido la causa por la no recordaron que hoy era miércoles hasta media hora antes de…
- ¡Las reuniones!
Afortunadamente no fueron necesarias demasiadas preparaciones, pero el poco tiempo que les quedaba fue apenas suficiente para terminar de hacer todo el trabajo previo justo antes de que sonara el llamado desde recepción, anunciando que el primer aspirante a proveedor las aguardaba desde ya.
Las tres reuniones que tenían previstas para esa tarde no transcurrieron sin la presencia del tedio que les implicaba a ambas mujeres salir del hábitat que construían entre ambas en la oficina. Los representantes de los proveedores solían ser hombres de traje queriendo venderte algo, con todo lo que esto implicaba. Para peor, eran varones intentando vender algo. Y no había nada peor para Paula que un varón que pretendía tener una verdad. Las miradas entre ambas, los revoleos de ojos disimulados no estuvieron ausentes en esos primeros tres encuentros.
Compartían risas acerca de lo gracioso que le quedaba el traje al tipo con quien tuvieron la última reunión cuando por fin el telefonazo desde recepción anunciaba que su última reunión estaba a punto de empezar.
Micaela salió a recibir al último de los pesados proveedores, mientras Paula aprovechó para mandarse unos mensajes tontos con Nico, como para pasar el tiempo, sentada en una de las sillas poco cómodas que rodeaban la mesa redonda de madera barata que centralizaba las actividades en la salita de reuniones que la empresa les había asignado para este tipo de encuentros. Una cafetera encendida descansaba en un pequeño aparador que simulaba estar lleno de carpetas interesantes, pero que en realidad tenía simplemente biblioratos completos con facturas sin sentido de hace más de 5 años atrás, y alguna resma de hojas A4 olvidada alguna vez. En el rincón más alejado de la puerta de la sala había una planta algo triste, pero con unas ganas de vivir tan grandes que le permitían resistir la ausencia casi total de luz solar.
La puerta se abrió haciendo que la atención de Paula se dirigiera automáticamente a la figura de Micaela entrando en la sala, Paula notó que su cara intentaba con un gesto sonriente comunicarle algo, pero no pudo decodificar el difícil mensaje. Detrás de su hermana de oficina entraba Adrián, o el que luego de la reunión definieron juntas como “un modelo de Zara con perfume de cogedor” haciéndola entender al instante el mensaje no verbal de Mica. Paula se dio cuenta que la atención de ambas a lo que este potencial proveedor tenía para decirlo. Incluso notaba como Mica se embobeció durante toda la breve reunión de presentación de su propuesta.
Mica se ofreció a acompañar a Adrián hasta la recepción para despedirlo, cosa que Paula no objetó en lo más mínimo, aprovechando para volver a la oficina para ir finalizando el día.
Al regreso de Mica hubo como una revolución. Ambas se midieron durante algunos segundos, hasta que sus miradas se encontraron y no hubo forma de negar lo que había pasado.
- ¡Pero qué cogida le pego a Adrián!
Le dijo Mica haciendo un esfuerzo por no gritar de la emoción.
- Cómo si no me hubiese dado cuenta. Trola.
Respondió Paula que la entendía a la perfección. Si estuviese en su situación, soltera, también estaría sintiendo o mismo.
- Es que estaba re fuerte el muy guacho. Y actuaba así como que muy seguro de si mismo. ¡Lo que debe coger ese chongazo!
Agregaba Mica. “Sí, a todo” pensaba Paula por dentro, pero sólo le salió decir:
- ¡Sos terrible vos, nena!
- Lo re voy a agregar a Instagram. Una nunca sabe.
Las dos se rieron con la fuerza de la complicidad. Más tarde Mica avisó un poco sobresaltada que ya se estaban siguiendo mutuamente con Adrián. Le mostró el perfil, y era un perfil bien típico de soltero que estaba bueno. Una foto en cueros en la playa, o cualquier otro sitio que se lo permitiese intercalada con fotos con animales o familiares viejas. A Paula le pareció gracioso que fuese tan obvio todo, Mica en cambio estaba como una boluda caliente con el pibe que fue el tema de conversación por lo poco que restaba de horario de oficina.
Era día de gimnasio. Paula no siempre estaba con ganas de entrenar, le costaba mucho motivarse para ir hasta el gimnasio. A veces se imaginaba no sobreviviendo a las clases de entrenamiento funcional a las que iba. Sin embargo, esa tarde sintió ganas de ir a mover el cuerpo. Sentía que la iba a nivelar, ponele.
A pesar de no ser constante con el entrenamiento, tenía una genética formidable, logrando que el poco ejercicio que hiciese tuviese impacto al toque en su imagen, lo que hacía que sin mayor esfuerzo tenga el cuerpo más deseado de toda la empresa.
Chusmeando en Instagram recibió con sorpresa que Adrián, el proveedor, no sólo le había solicitado seguir a su compañera, sino que a ella también le había llegado el permiso para contemplar las fotos del tipo en cueros. Por supuesto que esta situación le llenó el cerebro de dopamina, y la entusiasmo, pero no había emoción alguna en el registro consciente. Le divirtió tener algo más de información para reírse con Mica al día siguiente.
Tenía diez minutos hasta que empezara la clase, así que se sentó en uno de los sillones de la recepción del gimnasio, mientras seguía perdiendo el tiempo en Instagram mientras compartía con su novio cómo les venía yendo en su día. Por supuesto que no compartió la información reciente de Adrián ni nada de eso. No era relevante y no aportaba nada a su vínculo.
- Buenas tardes, estimada.
Le sorprendió la notificación llegando desde arriba en su celular adosada a la foto de perfil de Adrián. Se sorprendió. No lo esperaba. “¡Qué boludo este!”, pensó de primera mano. Hasta que la intriga le empezó a comer por dentro rápidamente. Se convenció de que responderle no le hacía daño a nadie, y seguro la divirtiera esos últimos cinco minutos de espera antes de su clase.
- Buenas tardes, estimado. No niego la sorpresa que me genera este mensaje.
- ¿Por qué? ¿Está mal escribirle a alguien que recién conocés y te generó una linda vibra?
- Ah, así que ahora genero buenas vibras.
- ¿Generás de otro tipo?
- Ni te imaginás.
- Me imagino muchas cosas. Pero no que tengas malas vibras.
“¡Qué chamuyero barato!”, pensó, pero algo la hacía seguir con el juego. Siguió el chat hasta darse cuenta que no había respondido el último mensaje de Nico, y los músculos de la sonrisa le dolían por la tensión que llevaban acumulada, hasta que llamaron a la clase. Salió del chat, le contestó a Nico a la velocidad del rayo, y corrió a hacer lo que había ido a hacer.
Terminó la clase y se fue directa a los vestuarios para darse una ducha antes de irse a su casa. Antes de llegar ya había sacado el celular del bolso, ansiosa por saber si tenía alguna respuesta en Instagram. Algo de este incipiente proceso de seducción con alguien 8 años menor la hacía sentir muy bien. Se sentía deseada por alguien sumamente deseable, y eso le hacía vibrar cada una de sus células. Se sentía como en una montaña rusa de un parque de diversiones. Le daba la sensación de peligroso pero a la vez la hacía sentir más viva, disfrutando de ese riesgo.
Se sacó la remera dry fit y la calza y detuvo su desvestir para contestarle a Adrián, con una sonrisa en el rostro. Cambió a Whatsapp y le escribió a Nico que se duchaba e iba para casa. Dejó el celular en el bolso, se terminó de poner en bolas y se metió a la ducha.
Mientras se duchaba, no paraba de sentirse emocionada silenciosamente por esta aventura virtual que estaba viviendo, con un, digamos, pendejo fachero tipo. Se pasaba el jabón en el cuerpo con caricias suaves, disfrutando del tacto. Cuando llegó a sus pechos les dedicó un buen rato, se sentía bien. Recordó cuando vio entrar a Adrián a la oficina, y se le divirtió imaginar qué hubiese pasado si Micaela no estaba, ¿Cómo se hubiesen dado las cosas? La mente se le fue a muchos kilómetros por hora y se encontró pensando si el pibe se imaginaría cogiendo con ella en esa sala vacía. Se había puesto caliente. La calentaba mucho pensar si alguien la podría ver en esa. La idea de que la vieran comportándose como una puta la prendía fuego. Llevó una mano hacia su concha y empezó a jugar con ella suave, dejando ir su imaginación.
Un golpazo en uno de los lockers la hizo volver al mundo real. Se sintió furiosa por unos momentos de que le hayan cortado la paja. Se ubicó mentalmente rápidamente y terminó de ducharse. Se vistió, no sin antes responder algunos mensajes más, y avisó a su novio que salía para casa.
Antes de entrar a la casa, se quedó unos minutos extras en el auto, continuando con la conversación con Adrián hasta que decidió finalizarla contundentemente con un “hasta mañana” que entendía cerraba todo, advirtiendo al muchacho que no esperara más respuestas suyas hasta el otro día, quería dedicarle atención a su novio, no quería ser una forra.
Entró a la casa y no la sorprendió el olor a porro con el que se encontró. Atravesó el living de su casa hacia la cocina, donde sonaba una “Pies descalzos” de Shakira, y Nico preparaba la cena con una copa de vino servida encima de la mesada, con una hermosa sonrisa de bienvenida. Devolvió la sonrisa y se sintió agradecida de lo que le esperaba en su casa. No pasaba un día en que no notaba lo afortunada que era de al estar teniendo que soportar algún amargo varón al que tener que hacer sentir bien para sentirse menos miserable. En cambio la mayoría de sus noches estaban pensadas con diversión, mimos y amor. Le saludó con un beso largo que contenía algo de agradecimiento.
- ¿Le sirvo una copa, madamme?
Su respuesta fue una sonrisa con ruido, y otro beso más largo que el anterior. Él le sirvió y ella prendió el porro para ponerse al unísono con su novio.
La charla de acontecimientos del día, el porro, el vino, la música y las risas se empezaron a entreverar de una forma armoniosa. “743” de Miranda! fue la señal para ir a usar el living como pista de baile. Se picó fuerte y engancharon con otra, y otra, y otra canción. Las miradas complices si hicieron cada vez más frecuentes hasta que Nico no aguantó más y se tiró buscando la boca de su novia, alcanzándola sin resistencia alguna. Las manos de Paula fueron directo al culo de Nico, y se lo amazó fuerte y sentido, porque podía. Él recorrió su cintura presionando por sus manos, y la abrazó fuerte contra él. La cogida era inminente.
- ¡Comeme la concha!
Y él no dudó un segundo en arrancarle la ropa y tirarla encima del sillón. Paula abrió las piernas y esperó un microsegundo a su novio, hasta que lo tuvo hundido en su concha, sin que pareciera suficiente, porque ella lo quería aún más adentro, y empujaba con sus manos en su nuca.
Nico le comía la concha con devoción. A Paula le encantaba, pero no le alcanzaba.
- ¡Ay, cógeme! ¡Cogeme!
Nico se escupió la pija que ya estaba dura como una roca, y abriendo las piernas de su novia con las manos, se la enterró con suavidad, llenándola con algo de cuidado. Notó enseguida que la concha de su novia estaba re pidiendo pija, la sacó y la metió rápido una vez para comprobarlo, y se sintió autorizado a darle bomba. Así lo hizo.
Nico le daba pija y Paula se retorcía de goce. Ella estaba muy caliente. Se acaba. Se acababa de nuevo. Los cuerpos de Paula y Nico se conocían, y se cogían rico. Se encantaban.
Paula se sacó la pija de la concha, y se acomodó de espaldas a su novio en el sillón, parando el culo de una forma que a él lo mataba. Él se sorprendió un poco.
- ¿Qué? ¿No querés cogerme en 4 mi amor?
¡Obvio que quería! Enfiló la pija con la mano hacia la concha recontra mojada de Paula, que la esperaba ansiosa. La agarró de las caderas, contempló el culazo que tenía su novia y comenzó a bombearla sin piedad. El ruido de los golpes se marcaba el ritmo de la cogida que se estaban dando. Paula arqueaba la espalda hacia arriba y hacia abajo como entrando en una posesión demoníaca. Se sentía gozada. Cerraba los ojos, sentía como la pija de Nico la llenaba y la vaciaba de una forma que la hacía pirar, empezó a sentir un cosquilleo sensacional, su cuerpo se empezó a estremecer, entró como en un trance llevada de la mano de la calentura, el porro y el alcohol. Su mente le trajo a Adrián, y se empezó a imaginar que estaba en la sala de reuniones con él, con el vestido levantado y la tanga por las rodillas, mientras el chongazo ese la clavaba sin parar en su trabajo. Le calentaba mucho gustarle, le hacía sentir cosas que le gustaban mucho calentar a alguien que otras seguro querían cogerse. Tuvo el orgasmo más fuerte de la noche, y se desplomó en el sillón, manteniendo adrede su cola lo más parada posible, mientras se acababa como una puta, pensando en que la cogía otro que no era Nico. Adrián se la cogió en su mente hasta que el cuerpo de Nico comenzó a estremecerse sin control. La pija de Nico bombeándole toda la leche dentro de su concha fue la señal que la trajo a este plano.
Él se tiró encima de ella. Ambos se rieron. Se besaron tiernamente. Él se levantó a bañarse. Ella seguía caliente, deseosa. Quería más.
Hoy estamos por acá para mostrarles el Primer Capítulo de la serie que estamos creando. La idea es llegar a hacer una novela entre los dos.
Tengan en cuenta que es ficción, pero inspiradísima en hechos reales de nuestra relación. Esperamos que les guste!
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https://magic.ly/es/ElnoviodePauli
Para la mayoría de los habitantes de oficinas en Montevideo, los miércoles son un día sin demasiado punch. Es como una gaseosa a la que ya se le derritió el hielo. No están tan mal como los martes, que son el repecho de la semana, pero ni son los jueves, cuando ya se empieza a sentir la brisa del fin de semana. La mayoría de las personas se pone actividades “para cortar la semana” a propósito, porque nada revolucionario pasará casualmente un miércoles.
Paula era una de esas habitantes de oficinas. No se parecía a ninguna, y se parecía a todas a la vez. La tenía muy clara. La oficina no era su mundo. O sea, era parte de su mundo. Pero no lo representaba todo, como suele sucederle a mucha gente que las habita. Ella tenía una vida muy disfrutable fuera de la oficina. La oficina podía servir de estímulos para nutrir su vida fuera de ella, pero no era necesaria para que esta fuese apasionante. Ya se irán dando cuenta.
Era marzo y todavía quedaban restos del verano entre los mortales que ya surcaban la ciudad con el año real ya en marcha. Una época rara en la que las vacaciones de la mayoría ya pasaron, las escuelas y colegios iniciaron, y las temperaturas estivales aún continúan dándonos sus últimos embates, como si el muy hijo de puta quisiera recordarnos a todos que ya no seremos tan felices como lo fuimos días atrás, cuando faltaba poco para que terminara, haciéndonos pensar a cada uno de nosotros que no lo aprovechamos lo suficiente.
Como todos los días, Paula llegó a la oficina antes de las ocho y media de la mañana, hora en la que estaba marcado su ingreso. Todas las mañanas, de lunes a viernes, tenía microdesesperaciones intentando no llegar nunca tarde. Era de esas personas que no les gusta llegar tarde. No les gusta que la gente tenga que esperarlas. No les gusta no estar, cuando se suponen que deben estar. Tampoco le gustaba esperar a nadie. Prefería encontrarse a la gente a tener que esperarla. Es por eso que cada vez que su novio iba a buscarla a algún lugar, prefería ir moviéndose a su encuentro antes que quedarse en un punto fijo esperándolo como una boluda. Podía hacer cualquier actividad sin compañía, sin problemas, pero tenía una incapacidad absoluta de estar sola e inactiva al mismo tiempo. Como si no se aguantase a ella misma.
Agradeció el primer roce del aire acondicionado al entrar al edificio de la empresa multinacional en la que trabajaba. El calor pegajoso de la calle venía haciendo estragos en la camisa blanca que había decidido para usar ese día. La había elegido porque combinaba bárbaro con el pantalón sastrero negro que se había puesto también. Siempre se vestía elegante, con mucha onda, pero emanaba un aire sexy que era incapaz de ser evitado por nadie que se la cruzase. No hubo ni un momento en la camina desde el estacionamiento hasta su oficina que no haya pensado en el error que había sido no ponerse un vestido ese día. Se sentó en su escritorio y con precisión exacta sonó el timbre de Whatsapp en su celular.
- ¿Llegaste bien, bebé?
- Si mi amor. Un calor de la puta madre. Odio venir a trabajar con este calor. ¡Quiero estar en la playa!
- ¡Fua! Ni me digas. ¡Loco por estar en la playa contigo y ver ese culito en bikini! ¿Vamos el finde?
Sonrió. Él siempre la hacía sonreír. Tenía en la agenda del día tres aburridas reuniones con proveedores, y eso la ponía del orto. Tener armado un plan copado para el fin de semana la ayudaba a atravesar ese miércoles, aunque después ese plan no se concretase finalmente porque en marzo el clima es una lotería, y bien podría estar lloviendo el fin de semana. Se obligó a no pensar en esto último. Al final, la vida está llena de mentiras que nos hacemos nosotros mismos para atravesarla.
En el edificio en que trabajaba todos envidiaban a Nico, su novio. La veían pasar y la saludaban cancheros, con cierto respeto, pero muchos hombres y mujeres no podían no intentar adivinar el tipo de ropa interior que había decidido ponerse, con ese culo y esas tetas paradas que su genética le había dado. “Debe tener la pija de oro el tipo ese”, decían varios. Si bien no era del todo consciente de esto, un poco se daba cuenta, y le encantaba. Aunque no lo quisiera, el mundo en que vivimos hacía que fuera algo que bastante su autoestima.
Lo cierto es que la pija de Nico no era de oro. Él era de oro. Bueno, o por lo menos lo era para Paula. Estaban juntos hace más de 10 años, y ella se sentía encantada por él como durante los primeros meses de relación. Quizás no fuera así, pero esa era la idea que ambos habían armado para contarse entre ellos y a sí mismos. Convivían desde esos primeros meses de relación, y no sentían ningún tipo de erosión en su vínculo. Ambos habitaban distintos espacios individuales que no negociaban. Dejaban entrar aire a la relación para que el fuego no se apagara. Seguro siempre sentimos que la relación en la que estamos es la mejor en la que estuvimos, pero en este caso, simplemente lo era para ambos.
La entrada de Micaela, su compañera de oficina, interrumpió abruptamente su paseo mental por la playa con Nico.
- ¡Qué mierda este calor, eh!
- Impresionante. No querés saber cómo me sudan las tetas.
Ambas se rieron a carcajadas. Eran chistes que solo podían hacer entre mujeres. No se podía hablar de tetas frente a ningún varón, sin que el cerebro concreto empezara a hacer cortocircuitos.
Paula veía a los varones como un constructo básico y concreto, incapaz de entender nada en el mundo, ni de expresar sensibilidad. Con solamente un par de ideas y deseos en la mente. Siempre decía que a ella le gustaba la pija, y que lastimosamente, la llevaban los varones. No alojaba lugar alguno en su cabeza que comprendiera cómo habían llegado a dominar el mundo y a las mujeres. Se avergonzaba y enojaba a menudo con las mujeres del pasado. ¿Cómo habían perdido esa batalla? Nico no era diferente a otros varones en su construcción, pero hacia un esfuerzo enorme por mostrarse consciente de que era varón, y a ella esto le encantaba.
- La paja que me da tener reuniones con los proveedores.
- ¡Ay, chiqui!, Si no fuera lo que nos da de comer.
- Con lo que nos gusta comer.
- Pija te gusta comer a vos.
Se rieron con fuerza. Sobre todo porque era verdad.
La mañana transcurrió sin mayores sobresaltos que cumplir con la mayoría de las tareas, sin nada demasiado remarcable. El clima de su oficina era muy agradable para ella. Se la pasaba bien con Mica.
El reloj marcaba una hora pasado el mediodía cuando decidieron cortar las labores y encarar al almuerzo en el comedor de la empresa, donde se mezclaban las más de 100 personas que convivían diariamente en esas oficinas. Allí se escuchaban charlabas acerca de dónde irse de vacaciones, los malestares cotidianos, planes para los fines de semana, de fútbol, cine, series, autos, algunos problemas familiares y de pareja, y de sexo. A Paula le gustaba su trabajo. No lo confundía con algo placentero, como a veces quieren hacernos creer algunos. El trabajo es trabajo, y el placer es placer. Pero no corren por caminos paralelos, se cruzan. Cualquier día pueden cruzarse.
El retorno a las oficinas puede que las haya encontrado a ambas en pleno proceso digestivo y con el flujo sanguíneo al cerebro reducido. Quizás esa haya sido la causa por la no recordaron que hoy era miércoles hasta media hora antes de…
- ¡Las reuniones!
Afortunadamente no fueron necesarias demasiadas preparaciones, pero el poco tiempo que les quedaba fue apenas suficiente para terminar de hacer todo el trabajo previo justo antes de que sonara el llamado desde recepción, anunciando que el primer aspirante a proveedor las aguardaba desde ya.
Las tres reuniones que tenían previstas para esa tarde no transcurrieron sin la presencia del tedio que les implicaba a ambas mujeres salir del hábitat que construían entre ambas en la oficina. Los representantes de los proveedores solían ser hombres de traje queriendo venderte algo, con todo lo que esto implicaba. Para peor, eran varones intentando vender algo. Y no había nada peor para Paula que un varón que pretendía tener una verdad. Las miradas entre ambas, los revoleos de ojos disimulados no estuvieron ausentes en esos primeros tres encuentros.
Compartían risas acerca de lo gracioso que le quedaba el traje al tipo con quien tuvieron la última reunión cuando por fin el telefonazo desde recepción anunciaba que su última reunión estaba a punto de empezar.
Micaela salió a recibir al último de los pesados proveedores, mientras Paula aprovechó para mandarse unos mensajes tontos con Nico, como para pasar el tiempo, sentada en una de las sillas poco cómodas que rodeaban la mesa redonda de madera barata que centralizaba las actividades en la salita de reuniones que la empresa les había asignado para este tipo de encuentros. Una cafetera encendida descansaba en un pequeño aparador que simulaba estar lleno de carpetas interesantes, pero que en realidad tenía simplemente biblioratos completos con facturas sin sentido de hace más de 5 años atrás, y alguna resma de hojas A4 olvidada alguna vez. En el rincón más alejado de la puerta de la sala había una planta algo triste, pero con unas ganas de vivir tan grandes que le permitían resistir la ausencia casi total de luz solar.
La puerta se abrió haciendo que la atención de Paula se dirigiera automáticamente a la figura de Micaela entrando en la sala, Paula notó que su cara intentaba con un gesto sonriente comunicarle algo, pero no pudo decodificar el difícil mensaje. Detrás de su hermana de oficina entraba Adrián, o el que luego de la reunión definieron juntas como “un modelo de Zara con perfume de cogedor” haciéndola entender al instante el mensaje no verbal de Mica. Paula se dio cuenta que la atención de ambas a lo que este potencial proveedor tenía para decirlo. Incluso notaba como Mica se embobeció durante toda la breve reunión de presentación de su propuesta.
Mica se ofreció a acompañar a Adrián hasta la recepción para despedirlo, cosa que Paula no objetó en lo más mínimo, aprovechando para volver a la oficina para ir finalizando el día.
Al regreso de Mica hubo como una revolución. Ambas se midieron durante algunos segundos, hasta que sus miradas se encontraron y no hubo forma de negar lo que había pasado.
- ¡Pero qué cogida le pego a Adrián!
Le dijo Mica haciendo un esfuerzo por no gritar de la emoción.
- Cómo si no me hubiese dado cuenta. Trola.
Respondió Paula que la entendía a la perfección. Si estuviese en su situación, soltera, también estaría sintiendo o mismo.
- Es que estaba re fuerte el muy guacho. Y actuaba así como que muy seguro de si mismo. ¡Lo que debe coger ese chongazo!
Agregaba Mica. “Sí, a todo” pensaba Paula por dentro, pero sólo le salió decir:
- ¡Sos terrible vos, nena!
- Lo re voy a agregar a Instagram. Una nunca sabe.
Las dos se rieron con la fuerza de la complicidad. Más tarde Mica avisó un poco sobresaltada que ya se estaban siguiendo mutuamente con Adrián. Le mostró el perfil, y era un perfil bien típico de soltero que estaba bueno. Una foto en cueros en la playa, o cualquier otro sitio que se lo permitiese intercalada con fotos con animales o familiares viejas. A Paula le pareció gracioso que fuese tan obvio todo, Mica en cambio estaba como una boluda caliente con el pibe que fue el tema de conversación por lo poco que restaba de horario de oficina.
Era día de gimnasio. Paula no siempre estaba con ganas de entrenar, le costaba mucho motivarse para ir hasta el gimnasio. A veces se imaginaba no sobreviviendo a las clases de entrenamiento funcional a las que iba. Sin embargo, esa tarde sintió ganas de ir a mover el cuerpo. Sentía que la iba a nivelar, ponele.
A pesar de no ser constante con el entrenamiento, tenía una genética formidable, logrando que el poco ejercicio que hiciese tuviese impacto al toque en su imagen, lo que hacía que sin mayor esfuerzo tenga el cuerpo más deseado de toda la empresa.
Chusmeando en Instagram recibió con sorpresa que Adrián, el proveedor, no sólo le había solicitado seguir a su compañera, sino que a ella también le había llegado el permiso para contemplar las fotos del tipo en cueros. Por supuesto que esta situación le llenó el cerebro de dopamina, y la entusiasmo, pero no había emoción alguna en el registro consciente. Le divirtió tener algo más de información para reírse con Mica al día siguiente.
Tenía diez minutos hasta que empezara la clase, así que se sentó en uno de los sillones de la recepción del gimnasio, mientras seguía perdiendo el tiempo en Instagram mientras compartía con su novio cómo les venía yendo en su día. Por supuesto que no compartió la información reciente de Adrián ni nada de eso. No era relevante y no aportaba nada a su vínculo.
- Buenas tardes, estimada.
Le sorprendió la notificación llegando desde arriba en su celular adosada a la foto de perfil de Adrián. Se sorprendió. No lo esperaba. “¡Qué boludo este!”, pensó de primera mano. Hasta que la intriga le empezó a comer por dentro rápidamente. Se convenció de que responderle no le hacía daño a nadie, y seguro la divirtiera esos últimos cinco minutos de espera antes de su clase.
- Buenas tardes, estimado. No niego la sorpresa que me genera este mensaje.
- ¿Por qué? ¿Está mal escribirle a alguien que recién conocés y te generó una linda vibra?
- Ah, así que ahora genero buenas vibras.
- ¿Generás de otro tipo?
- Ni te imaginás.
- Me imagino muchas cosas. Pero no que tengas malas vibras.
“¡Qué chamuyero barato!”, pensó, pero algo la hacía seguir con el juego. Siguió el chat hasta darse cuenta que no había respondido el último mensaje de Nico, y los músculos de la sonrisa le dolían por la tensión que llevaban acumulada, hasta que llamaron a la clase. Salió del chat, le contestó a Nico a la velocidad del rayo, y corrió a hacer lo que había ido a hacer.
Terminó la clase y se fue directa a los vestuarios para darse una ducha antes de irse a su casa. Antes de llegar ya había sacado el celular del bolso, ansiosa por saber si tenía alguna respuesta en Instagram. Algo de este incipiente proceso de seducción con alguien 8 años menor la hacía sentir muy bien. Se sentía deseada por alguien sumamente deseable, y eso le hacía vibrar cada una de sus células. Se sentía como en una montaña rusa de un parque de diversiones. Le daba la sensación de peligroso pero a la vez la hacía sentir más viva, disfrutando de ese riesgo.
Se sacó la remera dry fit y la calza y detuvo su desvestir para contestarle a Adrián, con una sonrisa en el rostro. Cambió a Whatsapp y le escribió a Nico que se duchaba e iba para casa. Dejó el celular en el bolso, se terminó de poner en bolas y se metió a la ducha.
Mientras se duchaba, no paraba de sentirse emocionada silenciosamente por esta aventura virtual que estaba viviendo, con un, digamos, pendejo fachero tipo. Se pasaba el jabón en el cuerpo con caricias suaves, disfrutando del tacto. Cuando llegó a sus pechos les dedicó un buen rato, se sentía bien. Recordó cuando vio entrar a Adrián a la oficina, y se le divirtió imaginar qué hubiese pasado si Micaela no estaba, ¿Cómo se hubiesen dado las cosas? La mente se le fue a muchos kilómetros por hora y se encontró pensando si el pibe se imaginaría cogiendo con ella en esa sala vacía. Se había puesto caliente. La calentaba mucho pensar si alguien la podría ver en esa. La idea de que la vieran comportándose como una puta la prendía fuego. Llevó una mano hacia su concha y empezó a jugar con ella suave, dejando ir su imaginación.
Un golpazo en uno de los lockers la hizo volver al mundo real. Se sintió furiosa por unos momentos de que le hayan cortado la paja. Se ubicó mentalmente rápidamente y terminó de ducharse. Se vistió, no sin antes responder algunos mensajes más, y avisó a su novio que salía para casa.
Antes de entrar a la casa, se quedó unos minutos extras en el auto, continuando con la conversación con Adrián hasta que decidió finalizarla contundentemente con un “hasta mañana” que entendía cerraba todo, advirtiendo al muchacho que no esperara más respuestas suyas hasta el otro día, quería dedicarle atención a su novio, no quería ser una forra.
Entró a la casa y no la sorprendió el olor a porro con el que se encontró. Atravesó el living de su casa hacia la cocina, donde sonaba una “Pies descalzos” de Shakira, y Nico preparaba la cena con una copa de vino servida encima de la mesada, con una hermosa sonrisa de bienvenida. Devolvió la sonrisa y se sintió agradecida de lo que le esperaba en su casa. No pasaba un día en que no notaba lo afortunada que era de al estar teniendo que soportar algún amargo varón al que tener que hacer sentir bien para sentirse menos miserable. En cambio la mayoría de sus noches estaban pensadas con diversión, mimos y amor. Le saludó con un beso largo que contenía algo de agradecimiento.
- ¿Le sirvo una copa, madamme?
Su respuesta fue una sonrisa con ruido, y otro beso más largo que el anterior. Él le sirvió y ella prendió el porro para ponerse al unísono con su novio.
La charla de acontecimientos del día, el porro, el vino, la música y las risas se empezaron a entreverar de una forma armoniosa. “743” de Miranda! fue la señal para ir a usar el living como pista de baile. Se picó fuerte y engancharon con otra, y otra, y otra canción. Las miradas complices si hicieron cada vez más frecuentes hasta que Nico no aguantó más y se tiró buscando la boca de su novia, alcanzándola sin resistencia alguna. Las manos de Paula fueron directo al culo de Nico, y se lo amazó fuerte y sentido, porque podía. Él recorrió su cintura presionando por sus manos, y la abrazó fuerte contra él. La cogida era inminente.
- ¡Comeme la concha!
Y él no dudó un segundo en arrancarle la ropa y tirarla encima del sillón. Paula abrió las piernas y esperó un microsegundo a su novio, hasta que lo tuvo hundido en su concha, sin que pareciera suficiente, porque ella lo quería aún más adentro, y empujaba con sus manos en su nuca.
Nico le comía la concha con devoción. A Paula le encantaba, pero no le alcanzaba.
- ¡Ay, cógeme! ¡Cogeme!
Nico se escupió la pija que ya estaba dura como una roca, y abriendo las piernas de su novia con las manos, se la enterró con suavidad, llenándola con algo de cuidado. Notó enseguida que la concha de su novia estaba re pidiendo pija, la sacó y la metió rápido una vez para comprobarlo, y se sintió autorizado a darle bomba. Así lo hizo.
Nico le daba pija y Paula se retorcía de goce. Ella estaba muy caliente. Se acaba. Se acababa de nuevo. Los cuerpos de Paula y Nico se conocían, y se cogían rico. Se encantaban.
Paula se sacó la pija de la concha, y se acomodó de espaldas a su novio en el sillón, parando el culo de una forma que a él lo mataba. Él se sorprendió un poco.
- ¿Qué? ¿No querés cogerme en 4 mi amor?
¡Obvio que quería! Enfiló la pija con la mano hacia la concha recontra mojada de Paula, que la esperaba ansiosa. La agarró de las caderas, contempló el culazo que tenía su novia y comenzó a bombearla sin piedad. El ruido de los golpes se marcaba el ritmo de la cogida que se estaban dando. Paula arqueaba la espalda hacia arriba y hacia abajo como entrando en una posesión demoníaca. Se sentía gozada. Cerraba los ojos, sentía como la pija de Nico la llenaba y la vaciaba de una forma que la hacía pirar, empezó a sentir un cosquilleo sensacional, su cuerpo se empezó a estremecer, entró como en un trance llevada de la mano de la calentura, el porro y el alcohol. Su mente le trajo a Adrián, y se empezó a imaginar que estaba en la sala de reuniones con él, con el vestido levantado y la tanga por las rodillas, mientras el chongazo ese la clavaba sin parar en su trabajo. Le calentaba mucho gustarle, le hacía sentir cosas que le gustaban mucho calentar a alguien que otras seguro querían cogerse. Tuvo el orgasmo más fuerte de la noche, y se desplomó en el sillón, manteniendo adrede su cola lo más parada posible, mientras se acababa como una puta, pensando en que la cogía otro que no era Nico. Adrián se la cogió en su mente hasta que el cuerpo de Nico comenzó a estremecerse sin control. La pija de Nico bombeándole toda la leche dentro de su concha fue la señal que la trajo a este plano.
Él se tiró encima de ella. Ambos se rieron. Se besaron tiernamente. Él se levantó a bañarse. Ella seguía caliente, deseosa. Quería más.
4 comentarios - Días cornudos - I
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