Intriga Lasciva - El Instituto [40]


Intriga Lasciva - El Instituto [40]
Capítulo 40.


Némesis.

Al regresar al instituto Siara fue directamente al salón de Arte. Ya se habían ido todos, excepto la profesora. Stefany Lemmens estaba completamente desnuda, con su fibroso cuerpo cubierto por perlitas de sudor. Sonrió al ver entrar a Siara y ella saludó tímidamente. Ya había visto a Stefany sin ropa, pero verla en ese estado le transmitía otra vibra. Era el cuerpo del delito. El sudor solo podía significar una cosa: hubo sexo. No sabía qué había pasado pero su imaginación podía llenar los espacios en blanco. Casi podía ver a Stefany haciendo un 69 con Agustina. 
—Al parecer la clase estuvo intensa —dijo Siara. 
—Em… sí —Stefany agachó la cabeza—. Creo que me excedí. Hice cosas que…
—No te preocupes por eso ahora. Era necesario. Si no hubieras mantenido a las chicas dentro del salón, nos hubieran seguido hasta la casa de Diógenes… y no hubiéramos podido lograr ningún avance. 
—Espero que haya valido la pena. 
—Absolutamente. 
—¿Tenés algo para contarme?
—Lo que tengo es un plan para la próxima clase. 
—Ah, buenísimo. Si querés me lo contás mientras seguís con tu dibujo de la otra vez. ¿Te acordás?
Siara tuvo que hacer memoria. El dibujo no era lo que le entusiasmaba de la clase de arte. Ella estaba ahí pura y exclusivamente por el caso; pero no quería hacer sentir mal a su profesora. Rebuscó entre sus papeles y encontró el dibujo de una vagina ocupando todo el largo y el ancho de la hoja. 
—No me quedó muy bien —Siara se lo mostró—. Quizás deba empezar de nuevo. 
—Claro, el artista es quien decide cuando un dibujo debe comenzarse desde cero otra vez. —Stefany tomó la hoja y analizó el dibujo seriamente. Siara recorrió toda su anatomía con la mirada. Era delgada pero con esa melena de rulos y esas tetas tan firmes causaba un gran impacto—. No está mal. Tenés talento para el dibujo. Intentaste hacer algo realista, eso se nota. El trazo es bueno, solo te falta profundizar más en los detalles. Cuando vuelvas a intentarlo prestá más atención a las luces y las sombras. Eso da volúmen al dibujo. 
Stefany colocó un almohadón en el piso, para Siara, y se sentó en una silla con las piernas separadas. Al sentarse Siara descubrió que la vagina de su profesora le había quedado tan cerca que podía olerla. Era un aroma femenino agradable. Estimulante. Lo sintió varias veces en sus “jueguitos” con Erika. 
Pero no quería pensar en Erika. Aún no. 
Sacó una nueva hoja y comenzó a hacer trazos ligeros. 
—Fijate como la luz impacta en el clítoris —dijo la profesora—. Lo hace brillar en este extremo —lo señaló con el dedo. 
—Muy cierto… y los labios vaginales también tiene algunos brillos tenues. 
—Ummm… sí, eso es porque… bueno… estoy húmeda. Agustina se puso muy intensa. Puedo entender que algo de arte erótico viene bien, pero creo que esto fue demasiado. Yo también estuve mal, no le puedo echar toda la culpa a ella. Me entusiasmé demasiado. 
Todo el cuerpo de Siara vibró. Su profesora prácticamente está confesando que le chupó la concha a una de sus alumnas, y que lo disfrutó tanto que no pudo detenerse. 
Mientras analizaba detenidamente la vagina de Stefany se le vino a la memoria Erika en la cama con Natacha. Había un pacto tácito que Erika decidió no respetar. No era necesario explicarlo. Siara creía que las dos lo tenían claro: si alguna vez decidían probar con una mujer, la primera vez la tendrían juntas. Juntas. No con una colorada cosplayer (que ni siquiera tiene el pelo rojo de verdad). Por algo son mejores amigas.  
Y si las primeras veces no son importantes para Erika… ¿qué sentido tiene esperar?
Abrió la boca y se lanzó hacia adelante, el primer contacto con los labios vaginales de Stefany fue con su lengua. Como si quisiera demostrar que el sabor a sexo femenino no la intimida, apretó fuerte la lengua y lamió hacia arriba. Stefany reaccionó por puro instinto. Separó más sus piernas, arqueó la espalda hacia atrás, cerró los ojos y suspiró. Agarró la cabeza de Siara y la empujó hacia su entrepierna. En un mismo día dos alumnas le chuparon la concha. Era como estar en un sueño erótico. Claro que alguna vez fantaseó tener sexo con sus alumnas. En especial con las más bonitas… como Ludmila Torres. ¡Uf! Lo que daría por comerle esas enormes tetas. Y pagaría por meter la cabeza entre sus nalgas y comerle el culo. También se cogería a esa alocada Corea Masantonio. Agarraría esos mechones fucsia y la obligaría a comerle la concha. Sin darse cuenta hizo lo mismo con Siara, pero ella respondió de forma espectacular. 
Siara estaba procesando su primer contacto con el sexo femenino (sin contar los jueguitos con Erika, claro). No estaba nada mal. Incluso pudo entender por qué de pronto Xamira empezó a disfrutar tanto de comer conchas. El sabor es embriagador, meter la lengua en el agujero y explorar se siente como una aventura lujuriosa. ¡Y el clítoris! Chupar ese botoncito… nunca imaginó que pudiera resultar tan encantador. Lo que más activó su líbido fueron los gemidos de Stefany, sabía que su profesora no los estaba fingiendo. ¿Por qué lo haría? Si con eso se arriesgaba a que alguien fuera del salón la escuche.
Si bien estaba disfrutando al recorrer cada milímetro de esa concha con su lengua, Siara no sintió el impulso de adrenalina que esperaba. Creyó que su primera vez sería impactante, gloriosa, que quedaría siempre guardada en su memoria como una de las mejores experiencias sexuales de su vida. No estaba mal… pero hasta la chupada de concha que le dio la modelito de su madre le resultó más espectacular. Incluso, aunque le costara admitirlo, hasta la cogida del editor de Caleidoscopio le movilizó más las emociones. 
«¿Será que en realidad no soy lesbiana? ¿O es que mi primera vez debió ser con Erika?»
Siguió chupando durante un rato más, y cuando entró en ritmo pudo disfrutarlo. El intenso olor a concha era embriagador. 
«Bueno sí, las mujeres me calientan un poquito. Eso ya lo tengo claro». 
—Ay, no aguanto más. Me van a volver loca… vení para acá. 
Stefany Lemmens arrastró a Siara hasta el diván que usaba para posar. Le bajó el pantalón y la invitó a acostarse. Siara obedeció. Era obvio que Stefany quería hacer un 69, por eso recibió sus piernas y le permitió sentarse sobre ella. Esto la excitó mucho. Tener a una mujer sentada en su propia cara era brutal. Le metió la lengua tan hondo como le fue posible. Luego Stefany se inclinó hacia adelante y empezó a chuparle la concha. 
—Uff… qué rica que la tenés. Me calentás mucho, Siara. Pero por favor no le cuentes esto a nadie. Si sigo cogiendo con alumnas me van a echar. 
—No te preocupes, nadie se va a enterar. 
Estuvieron cogiendo durante una media hora aproximadamente. Tenían ganas de seguir, pero forzar la situación era muy peligroso. Se estaba haciendo tarde y seguramente la mayoría de la gente ya había abandonado el edificio. Siara le agradeció por el buen momento y ante de marcharse le hizo un resumen de su plan… evitando brindar algunos detalles fundamentales. Sabía que si Stefany conocía todo el plan no aceptaría llevarlo a cabo.  

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A la mañana siguiente Siara recibió un mensaje de texto de Oriana y vio que tenía varios de Erika. Miró rápidamente lo que Erika le había puesto, eran muchos stickers de caritas de anime, chicas con ojos inmensos inundados de lágrimas, suplicando por un poco de amor o atención. Siara se atragantó con su propio corazón, que de pronto le pareció pesado como una roca. Aún así no le respondió a Erika y fue a leer lo que puso Oriana: «Tenés que venir ya a la sede del club».
Estaba llegando al instituto, la llevaba el chofer de su madre en un Mercedes Benz negro. Maikol, como le decía Verónica, a pesar de que se llama Miguel, es un morocho de casi dos metros. Su espalda puede eclipsar el sol. Tiene nariz ancha, de boxeador, y cabello cortado como un cepillo, al estilo militar. Tiene cara de pocos amigos y una mandíbula cuadrada que parece hecha de hierro fundido. Más que un chofer aparenta ser un guardaespaldas… y eso es porque a veces cumple las dos funciones. Fue una fortuna que ese día él la hubiera llevado a cursar. 
Apenas se detuvo el auto frente al instituto, Siara bajó. No alcanzó a dar ni un solo paso que apareció un flaco de ojos saltones gritando: “¡Némesis te manda saludos!”. Intentó arrojar algo contra Siara, ella se protegió con su brazo… y nada ocurrió. Al mirar otra vez vio a Maikol, con toda su humanidad sobre el flaco que se sacudía en el suelo mientras recibía un puñetazo detrás de otro. 
—¡Pará, loco… pará… ay, no… por favor, pará!
Maikol se detuvo solo cuando Siara se lo pidió. 
—¿Qué mierda es esto? —le preguntó al flaco. 
—Nada… no sé… a mí me pagaron por hacer una bromita. Solo eso… es crema de afeitar, nada más. Una bromita inocente. 
Junto al flaco había una bandeja de papel de aluminio cubierta con una crema blanca, parecía un pastel sacado de un capítulo de los Tres Chiflados.
—¿Quién es Némesis? 
—No sé…
Siara frunció el ceño y clavó la mirada en esos ojos saltones que eran puro pavor. Verónica LeClerc le dijo en reiteradas ocasiones: «Podés pedirle lo que sea a Maikol. Le pago suficiente como para que no ponga una orden en duda».
—Maikol, pegale otra vez. 
El puñetazo le dio de lleno en la boca del estómago, el flaco se sacudió como una lombriz. Siara sintió un subidón de adrenalina.
—Ay, no… no… no me pegues. En serio no sé. Me mandaron un mensaje de un número privado. Me dejaron la plata en un sobre… ahí… detrás de esas plantas. Había instrucciones. Pero las rompí. Decía que solo era una broma. Nada más. Perdón… perdón… 
—Está bien, podés irte. —El flaco se levantó a toda velocidad y comenzó a correr, trastabillando, le dolían todos los músculos—. Muchas gracias, Maikol. Le voy a decir a mi mamá que te aumente el sueldo. Ya te podés retirar, en el instituto nadie me va a tocar un pelo. 
El gigantón sonrió en silencio y volvió al Mercedes. Condujo lentamente, siguiendo al flaco que inició la agresión, solo para asegurarse que no intentaría volver a molestar a Siara. Al verlo al flaco casi se le salen los ojos saltones, empezó a correr más rápido y se enredó con sus propias piernas. Cayó de cara al piso con tanta fuerza que hasta la propia Siara sintió pena por él. 
No sabía qué había ocurrido, pero no podía perder tiempo, Oriana ya le había mandado otro mensaje pidiéndole que se apresure.
Al llegar a la sede del club se encontró con sus compañeras admirando una especie de colage en tres paredes. La única que no tenía nada era la pared con la puerta y las ventanas.
—Cerrá la puerta —le pidió Xamira—. No queremos que nadie vea esto. 
—¿Qué pasó? —Fue una pregunta absurda, automática. Sabía muy bien lo que había ocurrido. 
—Alguien entró al salón y nos dejó un mensaje —explicó Erika.  
El desprolijo colage era intimidante. Estaba formado por numerosas fotografías sin un orden aparente. En realidad eran hojas impresas con imágenes de ellas. Todas las integrantes del club estaban representadas. Se podían ver las fotos que Xamira estuvo publicando en Twitter, habían seleccionado las más atrevidas: aquellas donde se le veían las tetas al completo o las que mostraban su pubis hasta el inicio de la concha. Incluso había una que Xamira posteó el día anterior, donde mostraba su culo al desnudo y entre las nalgas se asomaban tímidamente sus labios vaginales. 
También estaban las que Oriana publicó. La japonesa, que al principio parecía más tímida y recatada, se envalentonó, en parte por los consejos que le dio Mariela y también porque Xamira estaba haciendo lo mismo. Además de todos los posteos más atrevidos Siara pudo ver algunas imágenes que no conocía. Oriana dijo que las había subido en la madrugada de ese mismo día, en un arrebato de calentura. Luego se arrepintió, porque eran demasiado explícitas, y decidió borrarlas… aunque fue demasiado tarde. Estas fotos mostraban su concha al desnudo en primer plano, estaba muy húmeda. En una la estaba abriendo con sus dedos y en otras sus dedos entraban o salían. En la parte superior de las imágenes se podía ver la cara de Oriana claramente y se notaba que estaba gozando mucho. Sus labios sensuales parecían invitar a cualquiera que quisiera besarla. En la última foto mostraba sus dedos por encima de la concha, estaban cubiertos de flujos. Los enseñaba como si estuviera diciendo: “Miren lo mojada que estoy”.
Tanto las fotos de Oriana como las de Xamira venían acompañadas de comentarios agresivos que les dejaba la gente en Twitter. No faltaban cosas como “Puta de mierda” o “Si te agarro te rompo el orto”. Incluso algunos preguntaban: “¿Cuánto cobrás?” o “¿Vendés packs?” Ellas solían ignorar estos mensajes, aunque verlos todos juntos en las paredes hizo que se sintieran más contundentes. A Oriana le impactó especialmente el mensaje que decía: “Estás cada día más puta, chinita”. 
—Esto me pasa por ser tan pajera. Es la última vez que subo fotos eróticas a internet. 
—Sería una pena que dejes de hacerlo —le dijo Erika—. Es tu vida. Es tu cuerpo. No permitas que nadie te diga si podés mostrarlo o no. 
—Muy cierto —añadió Xamira. 
—Pero… pero… si mi mamá se llega a enterar que subo estas fotos, le da un infarto. 
—Me dijiste que tu mamá no usa redes sociales —comentó Xamira. 
—Así es. Aunque… nunca se sabe. ¿Y si alguien le cuenta?
—Entonces voy a estar ahí para apoyarte, amiga —se tomaron de las manos y sonrieron.
Lo que más llamó la atención de Siara fue verse a ella misma chupándole la verga al editor de la revista Caleidoscopio o ver a Erika mamándosela al Japo. Incluso estaban algunos fragmentos del video en el que Yelena se cogió a Felicia Meritani y a su madre. 
—Eso es material muy reciente —dijo la propia Yelena—. ¿Será que esto lo hizo el Japo para hacernos una broma?
—Si hizo esto, lo voy a cagar a trompadas —aseguró Xamira. 
—No fue él —Siara estaba convencida—. No le conviene hacer esto, ni siquiera en broma. Tuvo que ser alguien con mucho dinero, porque estos videos solo están disponibles en PornParadise. 
—Eso no reduce mucho la lista de sospechosos —dijo Erika—. En este instituto casi todos son “niños ricos”. Además PornParadise ya tiene muchos asociados, y nosotras no podemos ver sus datos. Abonan con criptomonedas, de forma anónima. 
—Dejaron esta nota —dijo Oriana, le entregó a Siara una tarjeta de cartón. 
«Son todas iguales. Putas e hipócritas».
Firmado: Némesis.  
—¿Quién carajo es Némesis? —Preguntó Erika. 
—La misma persona que intentó gastarme una broma antes de entrar al instituto. 
Siara les contó el altercado. Aclaró que se trataba de una tontería aparentemente inofensiva. Un chiste sacado de los Tres Chiflados. Pero era más que eso: un mensaje. 
—Es una declaración de guerra —aseguró—. Este tal Némesis nos está diciendo que ahora la cosa es personal. Y por la forma que eligió para comunicarnos esto… 
—Es posible que sea la misma persona que hizo las filtraciones —completó Erika. 
—Así es, porque el mensaje no está dirigido a nosotras en particular. Habla de las mujeres en general. 
—Eso pensé —dijo Xamira—. Es un mensaje bastante misógino y agresivo. Nuestro primer sospechoso tiene que ser Fermín. 
—O tal vez sea alguien vinculado a Uvisex —sugirió Erika—. Podría ser ese profesor del que nos hablaron. El que filma los videos. 
Las chicas intercambiaron miradas, se habían olvidado por completo de ese detalle. Aún no habían encontrado nada sobre el misterioso profesor que se encarga de filmar y recopilar material para Uvisex, pero alguien allá afuera lo sabe. 
—La hija del decano parece un buen punto de partida —dijo Xamira—. Ella sabe quién grabo esos videos, podríamos convencerla de…
—No creo que María Fernanda Dalessi quiera colaborar con nosotras —dijo Oriana.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? —Preguntó Yelena. 
—Ah, ¿no se enteraron?
—La que está más al tanto de los rumores de pasillos sos vos, Ori —le recordó Siara—. Contanos. 
—El decano pidió licencia por tiempo indeterminado. Hoy vi a María Fernanda llorando en una de las escaleras. Intenté hablar con ella y me insultó. Me gritó. Dijo que todo era culpa nuestra. Al parecer alguien le mandó un email a su padre, con todos los videos porno que ella grabó. —Las chicas se quedaron boquiabiertas. 
—¿Y María Fernanda piensa que fuimos nosotras? —Preguntó Erika. 
—No, no… sabe que no fuimos nosotras. 
—Fue un castigo —sentenció Siara—. La castigaron por darnos los nombres de las modelos. 
—Eso mismo pienso yo —dijo Oriana, asintiendo con la cabeza—. Mario Dalessi es medio boludo, no me parece un mal tipo. No se merece ver a su hija de esa manera. Los rumores dicen que el tipo estaba orgulloso de ella, por ser “un angelito”. Él creía que su hija era virgen. 
—Uf… tremenda forma de enterarse que no lo es —comentó Yelena. 
—Entonces probemos otra cosa —dijo Siara—. Hay que revisar la lista de modelos de Uvisex. Intentemos ganarnos la confianza de alguna de ellas, a ver si podemos averiguar algo. Este tal Némesis nos acaba de declarar la guerra. Necesitamos averiguar quién es y cuáles son sus intenciones exactas.  
Con esto dieron por concluida la reunión. Siara se marchó lo más rápido posible, para evitar una conversación personal con Erika. Las otras chicas se quedaron quitando todas las fotografías de la pared. Cuando terminaron Xamira y Yelena fueron asistieron a clases. Oriana no cursaba hasta la tarde y Erika decidió que no tenía ganas de asistir. 
—¿Pasó algo con Siara? —Le preguntó cuando se quedaron solas en el salón—. Últimamente me da la impresión de que te está evitando. 
—Así es —Erika bajó la cabeza, estaba al borde de las lágrimas—. Quiero disculparme con ella por algo que hice, pero no sé cómo hacerlo. Ni siquiera quiere hablar conmigo. 
—Debió ser algo importante para que esté así de enojada con su mejor amiga. Si querés podés contarme.  —Oriana notó que Erika la estaba analizando para saber si podía confiar en ella. Pensó que la mejor manera de ganarse su confianza era revelándole un secreto personal—. De paso yo te puedo contar que me muero de ganas de subir fotos porno a internet —Erika se quedó boquiabierta—. Aunque… no me animo a hacerlo en mi cuenta de Twitter. Estaba pensando en crear otra. Hoy a la mañana mi novio me estuvo preguntando sobre las fotos que subí. Le dije que me habían hackeado la cuenta y que eran fotos que me saqué para mandárselas a él.
—¿Por qué le mentiste?
—Porque Fernando no está preparado para tener esta conversación. Algún día tendré que hablar con él sobre esto. Pero tendré que manejarlo con mucho tacto. Él es medio chapado a la antigua. Yo realmente quiero subir esas fotos, lo necesito. Me hace sentir bien conmigo misma… y con mi propio cuerpo. No me importa lo que opine la gente, solo me da miedo que se entere mi novio… y mi familia. 
—Ya veo. Em… si querés podemos ir a mi casa, ahí podemos hablar más tranquila de todo esto. 
A Oriana le encantó la idea. Hacía rato que quería pasar tiempo con Erika. Esa alocada otaku le resulta muy simpática y le da pena verla sufrir por culpa de una discusión con Siara.

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La habitación de Erika estaba tan despelotada como siempre. A Oriana le resultó divertido que a su amiga no le diera ni un poquito de vergüenza que sus bombachas estuvieran sobre la cama o que hubiera un enorme dildo en la mesita de luz. 
—No sabía que tenías uno de esos… 
—Ah, es que no es mío —dijo Erika, mientras quitaba la ropa de la cama y la tiraba dentro del ropero sin siquiera ver dónde caía todo—. En realidad es de mi hermana.
—¿De tu hermana? —Los ojos de Oriana se abrieron de forma cómica. 
—Sí… uff… de mi hermana —Erika estaba luchando por cerrar la puerta de su desbordado ropero—. Encontré el bolso que había perdido. No había dinero, como ella dijo. Estaba lleno de juguetes sexuales. Mirá, ahí está… 
El bolso, como no podía ser de otra forma, estaba en el suelo, junto a la cama. Oriana revolvió un poco y encontró varios artículos que solo había visto en videos porno. 
—¡Wow! Me da un poquito de morbo saber que Kamilexia usa estas cosas. ¿Se pondrá alguno de estos plugs anales mientras hace transmisiones en vivo?
—Ni idea. Mi hermana nunca habla de esos temas. En mi familia hasta pensamos que aún podría ser virgen. Para mí también fue una gran sorpresa encontrarme con todo esto. 
—Me encantaría usar algunos para mis fotos. ¿Le molestará?
—No creo, porque ya le dije como veinte veces que venga a buscar sus juguetitos y me dijo que (literalmente) me los meta en el culo. Y a decir verdad… con algunos hice exactamente eso. 
Oriana empezó a reírse. Le divierte la forma despreocupada en la que Erika habla de sexo. Tener estas nuevas amigas le está ayudando mucho a Ori a sentirse más cómoda con su cuerpo y con su sexualidad. Tiene ganas de explorar un poco. También debe echarle la culpa de esos a los videos de Uvisex. Todas las noches dedica unos minutos a mirar algo de material de esa página porno y termina muy mojada, llenándose la concha de dedos. 
—Si querés —dijo Erika—, antes de las fotos podés maquillarte un poquito. Me encanta maquillar. 
—Ay, sería genial. A mi mamá no le gusta que use maquillaje. Además estaba pensando usar un antifaz o algo así, para que no me reconozcan tan fácil. Quizás con una buena capa de maquillaje se logra el mismo efecto. ¿Alguna vez escuchaste hablar del Oshioris? Es un polvo blanco, con el que se maquillaban las geishas. 
—Me ofende que me preguntes eso. No solo escuché hablar del Oshiori, sino que además tengo todo lo necesario para aplicarlo. Vas a ver, Ori, si yo te maquillo vas a quedar hecha toda una maiko. 
Otra vez Ori soltó una risotada. Maiko es como se le dice a las prostitutas en japón. 
—Maiko. Me gusta. Podría ser mi nombre en la nueva cuenta de Twitter. 
—Mejor que sea Maiko Maiko. 
—¿Dos veces seguidas?
—Sí, queda más kawai —mostró su sonrisa más simpática—. Las idols suelen hacer esto en japón. Se ponen nombres como Lady Lady o Sunshine Sunshine. 
—Oh, a veces pienso que sabés más de la cultura japonesa que yo. Le caerías bien a mi mamá… siempre y cuando no se entere de lo que hacés con estos juguetitos.
Erika hizo que Oriana se sentara en la “estación de maquillaje”, una cómoda silla frente a un gran espejo. A la japonesa le sorprendió ver tantos artilugios. No eran solo para pintar rostros, sino también para generar peinados y decorar uñas. Todo lo que una cosplayer pueda necesitar para recrear a sus personajes favoritos. 
Erika comenzó mezclando el Oshiori con agua, intentando no excederse ni quedarse corta con la mezcla; mientras tanto Oriana se desnudaba. Luego lo aplicó en todo el cuello y el rostro bintsuke, una cera facial. En las cejas aplicó otra cera, Erika le explicó que ésta se llamaba ishineri. Oriana estaba fascinada. De pronto sintió una fuerte conexión con su tierra natal. Se imaginó las miles de geishas y maiko que habían pasado por ese proceso.
Erika comenzó a aplicar el Oshiori con una brocha por las zonas cubiertas de cera. El tono blanco del polvo comenzó a notarse rápidamente.   
—Como vas a estar desnuda, voy a hacer un degradado debajo del cuello, así no se nota tanto la diferencia entre la base blanca y tu piel. Lo bueno es que sos re pálida, el efecto va a quedar bien. Apenas se va a notar. 
Mientras la maquillaba, Erika le fue contando de sus problemas con Siara y de cómo su amiga la descubrió en la cama con Natacha. 
—Quería que tu primera experiencia lésbica fuera con ella —opinó Oriana.
—Lo sé. Eso lo entendí después. Soy una boluda. No se me ocurrió pensarlo antes… y ya me mandé la macana. No puedo volver el tiempo atrás. Ahora me odia. 
—No creo que te odie. Solo se siente desplazada. A mí me encantó que mis primeras experiencias lésbicas hubieran sido con Mariela y Xamira. Ellas son las que me ayudaron a soltarme. Siento que tuvimos una conexión especial. Quizás solo necesitás demostrarle a Siara que con ella tenés esa conexión especial, única. Una conexión que no se equipara a ninguna otra… por más que puedas irte a la cama con otra mujer. 
—Oh, gracias por brindarme un poco de sabiduría ancestral, sensei —la abrazó con fuerza, quedando manchada con Oshiori—. Es un buen consejo. Voy a intentar hacer eso—. Después se limpió con un trapo y corrigió el daño que había causado. 
—No creo tener ni un poquito de “sabiduría ancestral”, pero estoy acá para ayudarte con lo que sea, amiga. 
El siguiente paso fue el que requirió más concentración. Erika puso música oriental, que perfectamente podrían ser las melodías que escucharon las geishas en su época de mayor auge. A Oriana le gustó este detalle. Ella tuvo que mantenerse muy quieta mientras Erika aplicaba maquillaje alrededor de los ojos, las cejas y la boca. 
Erika coronó su trabajo con un peinado clásico de Geisha, un rodete alto con varios adornos. Al terminar con todo le preguntó a Oriana: 
—¿Cómo te sentís?
—Hermosa.  
Le costaba creer que esa preciosa mujer que le devolvía la mirada en el espejo era ella misma. Y sus tetas se sentían más firmes que nunca, como si estuvieran felices al estar libres. Erika le alcanzó un kimono celeste, con muchos peces koi dibujados. 
—Es para completar el atuendo, pero la idea es que lo dejes abierto… que se te vea todo. 
Pusieron una esterilla en el suelo y un bonito almohadón rojo con detalles en dorado. Oriana se sentó sobre él y comenzó a posar manteniendo el kimono abierto. Permitió que una de sus tetas se asomara, luego lo hizo con las dos y por último se sacó fotos mostrando su vagina. Ahí fue cuando decidieron llevar la sesión de fotos más lejos. Erika le alcanzó un grueso dildo. Ori lo puso sobre la esterilla y se arrodilló sobre él. La punta del dildo se le metió en la concha y suspiró de gusto. Le encantaría tener consoladores en su casa, pero era imposible, su madre no tardaría en encontrarlo. 
Las siguientes fotos fueron distintas poses con el consolador metido en la concha, a veces más adentro, otras no tanto. Oriana se mantuvo seria en todo momento, sentía que así debía comportarse una auténtica maiko. Según Erika esto le daba un aspecto de diosa sexual que le quedaba genial. 
Mientras realizaban estas fotos, la puerta del dormitorio se abrió. Era Haydé, que se quedó boquiabierta al ver esa peculiar escena. 
—¡Ay, Erika! Pensé que estabas en el instituto. 
—Hoy decidí faltar. No tenía ganas de ir. 
—Ah… ok… em… —Haydé no le haría problemas a Erika por saltarse una clase, sabía que su hija era una “niña genio”, no necesitaba estudiar mucho para aprobar todas las materias. Sin embargo, ese dildo dentro de la vagina de su amiga oriental no le hacía mucha gracia—. ¿Qué están haciendo? ¿De dónde sacaron eso? ¿Les parece apropiado estar usándolo de esa manera?
Erika puso los ojos en blanco. Se acercó al bolso de Kamilexia, sacó un gran dildo y caminó hasta la puerta. Le entregó el juguete sexual a su madre. 
—Tomá. Creo que este es el que te gusta a vos —Haydé se puso roja—. No me molesta que uses dildos, mamá. Lo que me molesta es que seas tan hipócrita. Si querés algún otro, no tenés que hacer más que pedirlo. Hasta podríamos hablar de cuáles son nuestros favoritos. Creo que es una linda charla de madre e hija. Pero, por favor, no pretendas que no lo usás o que te disguste que nosotras los usemos. Por cierto, me sorprende que te guste meterte dildos por el culo, porque a mí también me gusta. Quizás tenemos mucho más en común de lo que imaginaba. Te quiero mucho mamá, solo te pido que me dejes hacer mi vida. 
Le cerró la puerta en la cara. 
—Bueno, sigamos con las fotos. 
—Ojalá yo me animara a hablarle así a mi mamá —dijo Oriana—. Pero me da pánico. Tengo una madre demasiado estricta. 
—Tal vez solo sea cuestión de encontrar un vínculo con ella. Demostrarle que tienen cosas en común. 
—Oh ¿ahora sos vos la que brinda sabiduría ancestral?
—¿De qué hablás? Si estoy repitiendo lo que vos misma me dijiste. ¡Hey! ¿Querés meterte algo por el culo? No sé si esas cosas te gustan, pero… hay de todo. 
—Humm… me genera curiosidad. Quizás si empiezo con un plug… uno chiquito. 
—Es una buena idea. Date vuelta. 
Solo por hacer una travesura, Erika no agarró uno de los plugs pequeños. Fue por uno de los más grandes. Era una gota metálica con un diámetro en su zona más ancha que podía intimidar a cualquier primeriza. Oriana ni siquiera lo vio, ella se puso en cuatro y esperó. La primera sorpresa se la llevó cuando sintió la lengua de Erika lamiendo su culo. 
—¡Epa! 
—Ah, perdón… no te avisé. Se me terminó el lubricante. Pero no te preocupes, con un poquito de saliva entra igual. 
A Oriana le resultó divertido que Erika, a pesar de haberse estrenado como lesbiana poco tiempo atrás, ya le estuviera lamiendo el culo sin problemas. Le gustaría tener la misma seguridad que ella. 
El plug le provocó algo de dolor, pero como Erika comenzó a lamerle la concha, lo aguantó. No quería que ella se detuviera. A medida que el plug entraba comenzó a fantasear con la idea de que un hombre la penetrara por ese agujero. Incluso llegó a pensar en esos dos tipos que se la cogieron en el hotel. Recordó como uno de ellos intentó penetrarla por el culo. Se preguntó cuál hubiera sido su reacción en ese momento si hubiera sabido lo placentera que es una penetración anal. Porque el plug se sentía de maravilla. 
Cuando entró todo, Erika volvió a tomarle fotos, esta vez Oriana quería mostrarle a su potencial audiencia que le gustaba meterse cosas en el culo, por eso abrió las nalgas con ambas manos. 
Después de unas cuantas fotos, Oriana se puso de pie. Erika la admiró de cuerpo completo y sonrió. 
—Estás preciosa. ¿Te puedo besar? Siempre quise besar a una maiko. 
Oriana le respondió con otra sonrisa y sin decir nada la abrazó. Sus bocas se unieron con sensualidad y entrelazaron sus lenguas. Poco a poco, entre besos y caricias, fueron aproximándose a la cama. Allí se tendieron y Oriana no tardó en hacer escalar la situación. Ahora ella también quería probar sexo femenino. Se acostó en sentido inverso sobre Erika, propiciando un increíble 69. 
No hubo necesidad de explicar nada, las dos sabían perfectamente cómo seguiría esto. Comenzaron a chuparse las conchas mutuamente y Erika aprovechó para jugar un poco con el plug anal de Oriana, gesto que ella agradeció mucho. El placer aumentó considerablemente cuando el plug comenzó a moverse. 
Pasados unos cuantos minutos, la puerta volvió a abrirse. Otra vez era Haydé, pero ahora estaba desnuda, solo llevaba puesta una bata abierta. Las chicas no se detuvieron al verla entrar. 
—¿Buscás algo, mamá?
—Sí. Uno de esos botoncitos… para la cola —Haydé dijo esto con la cara roja de vergüenza. Estaba ahí principalmente porque quería enterarse de qué estaba haciendo su hija con esa amiga japonesa. No imaginó que las encontraría teniendo sexo en la cama.
—Buscá tranquila —dijo Erika—. Ahí tenés el bolso. 
Haydé rodeó la cama y se arrodilló frente al bolso. Estuvo rebuscando un rato mientras miraba de reojo cómo su hija le lamía la concha a la japonesa. 
—¿Y cómo es esto? ¿Ahora resulta que sos lesbiana?
—No lo sé —respondió Erika, como restándole importancia—. Solo puedo decir que me gusta chupar conchas. Son muy ricas. —Le dio un fuerte chupón a la de Oriana. 
—¿Y te parece… apropiado?
—Mamá, ya soy grande y voy al instituto. Obvio que voy a coger un montón. ¿Acaso vos no cogías con nadie a mi edad? ¿Y qué problema  hay si me gustan las chicas? Igual siempre sospechaste eso de mí. 
Eso era cierto. La cantidad de figuras femeninas semidesnudas que hay en el cuarto de Erika siempre le hizo pensar que su hija tenía inclinaciones lésbicas. En realidad no podría decir que está sorprendida, aunque sí le resulta muy extraño verla en pleno acto sexual. 
—No encuentro el plug que estaba buscando —dijo, para cambiar de tema.
—¿Cuál buscabas?
—Uno… más grande. 
—Ah… ¿este?
Tironeó del que Oriana tenía puesto en el culo, Haydé se quedó boquiabierta al ver cómo se le dilataba el agujero mientras el plug iba saliendo. ¿Así quedaría su culo cuando ella lo usaba? 
—Hey… me prometiste que ibas a meter uno chiquito, no de los grandes. ¡Maldita! 
Erika comenzó a reírse. 
—Pero bien que te gustó el grande. 
—Bueno, eso no lo puedo negar. Movelo un poquito, que me calienta un montón. 
A Oriana el resultaba fascinante que Haydé estuviera presenciando el acto sexual. Su vena exhibicionista comenzó a palpitar.   
—Ah, bueno… si lo están usando entonces no pasa nada. Em… ¿queda algo de lubricante? —No podía creer que estuviera preguntando esas cosas a su propia hija, aunque debía reconocer que sentía mucho alivio al no tener que esconder su gusto por los dildos… o por el sexo anal—. Es que… me lo quiero meter por atrás, y sin lubricante es difícil. 
—No queda más lubricante, perdón. Lo usé todo. Podrías ir a un sex-shop un día de estos, y comprar para las dos. Pero si te querés meter un dildo por el culo, Oriana te puede ayudar. 
—Ay, Erika… no digas esas cosas —protestó Haydé. 
—A mí no me molesta —aseguró Oriana, que no podía más de la calentura. Quería que esta morbosa situación siguiera escalando hasta el infinito—. Con un poco de paciencia y saliva…
Haydé se quedó muda con los ojos muy abiertos. 
—No te acomplejes tanto, mamá. Disfrutá un poco de la vida. Dejá que Ori te chupe un poquito el culo y vas a ver como entra. De paso te puede chupar la concha. Vas a ver lo buena que es haciéndolo.
—Pero… pero… es tu amiga. 
—¿Y no te da un poquito de morbo que una amiga de tu hija te la chupe? —Preguntó Oriana—. Porque a mí sí… me da mucho morbo. Me encantaría hacerlo… más viendo que sos una mujer tan hermosa. Me calentaría un montón. 
Esas palabras causaron un gran efecto en Haydé. Le parecía fascinante que ella, a su edad, pudiera resultar atractiva para una chica de la edad de su hija. Además… un bichito con placer por lo prohibido se instaló en su cerebro como un parásito. Sí que resulta morboso tener una chica tan joven y bonita chupándole la concha, aunque ella no sienta especial atracción por las mujeres, no puede negar que sería toda una aventura. Una de esas aventuras sexuales que jamás le contaría a sus amigas. Nunca se atrevería a decirles que se hizo comer la concha por una pendeja de instituto… mientras su propia hija estaba desnuda en la cama, teniendo sexo con esa misma chica. Uf… es demasiado. 
—Dale, mamá —insistió Erika—. Podemos usar las dos ese dildo que está ahí, el violeta. Es doble. 
Y ahora su hija doblaba la apuesta. La poca cordura que le quedaba se disipó. Sí, quería hacerlo. Definitivamente quería que esa rica pendeja pintada como geisha le comiera toda la concha. Quería experimentar el morbo de tener sexo con una estudiante de instituto. No le importó lo que la ética del mundo pudiera opinar al respecto. 
Se subió a la cama y abrió las piernas delante de Oriana. 
—Dale, mamita… chupala… quiero ver qué sos capaz de hacer con esa rica boquita que tenés. 
Oriana se prendió a su clítoris de inmediato y empezó a chuparlo con fuerza. Haydé se volvió loca con el morbo que le causó esto. Ella misma empezó a meter uno de los extremos del dildo en el culo de su hija. Ori colaboró lamiendo un poco aquí y allá. 
—Chupame el culo, bonita, dejamelo bien lubricado.
Uf… estaba perdiendo todo su autocontrol. Probar el sexo anal con dildos fue todo un descubrimiento, algo que la fascinó de inmediato. Pero ahora realmente estaba probando algo que la sociedad considera “poco ético”. No solo por la diferencia de edad, sino porque su hija estaba ahí… y eso casi que es incesto. 
El dildo le entró bastante fácil, quizás se debió a toda la práctica previa o al hecho de que estaba súper excitada. Le resultó fascinante ver cómo el otro extremo se hundía en el culo de Erika. Ella gimió, demostrando que lo estaba disfrutando mucho, aunque fue un gemido ahogado, por tener la boca pegada a la concha de Oriana. 
Por su parte Ori se concentró más que nada en lamer la concha de Haydé, aunque no se olvidó completamente de la de Erika, ya que quería aprovechar que tenía las dos servidas en bandeja.
—Uy, nena… sos muy atrevida. ¡Cómo la chupás! ¡Cómo me metés la lengua! ¡Dios! Algo me dice que la de mi hija no es la primera concha que probás. 
—Estuve practicando mucho con una amiga. 
—Si tu amiga tiene tu edad y es tan linda como vos, me encantaría conocerla. 
A Erika le sorprendió mucho este comentario. No imaginaba que su madre tuviera un morbo tan particular por las pendejas. Aunque no la culpaba, ella también consideraba muy bonitas a todas sus compañeras del club de detectives. Se preguntó si Haydé también estaría dispuesta a chuparles la concha, o si le bastaba con recibir sexo oral. 
Haydé se sacudió, el dildo se movió dentro de ella, generándole mucho placer. Tomó a Ori por la nuca y la forzó a chuparle la concha con más fuerza. 
—Eso, así… así… con ganas. Me gusta mucho. Tengo que reconocer que sos muy linda. Y ese maquillaje te queda precioso. 
—Muchas gracias.
—Toma mamá —dijo Erika, alcanzándole el celular—. Grabá a Ori chupándote la concha, así nos queda el recuerdo. 
—Oh, me parece una idea genial. 
Agarró el teléfono y comenzó a grabar la escena, aunque sin mostrar su cara o la de Erika. Ella no sospechó que las verdaderas intenciones de su hija eran que Oriana pudiera subir esto a su nueva cuenta de Twitter. 
Grabó unos cuantos minutos de video y luego dejó el celular de lado, porque quería centrarse en disfrutar del placer. 
—Erika, quiero decirte que no me molesta que tengas sexo con tus amigas. Si lo estás disfrutando tanto como yo, no puedo hacer nada para impedírtelo. 
—Muchas gracias, mamá. Me alegra que nos entendamos. Y si te calientan mis amigas, te las podés coger todas. Siempre y cuando ellas también quieran, claro está. 
Haydé deliró con la fantasía de llevarse a la cama a todas las amigas de su hija. Aunque en su imaginación ella no chupaba ninguna concha, de eso se encargaban ellas. Aún no había decidido si quería dar ese salto en las relaciones lésbicas. De todas maneras ver la concha de Oriana y el plug anal metido en su bonito culo sí que le resultó excitante. La japonesa tiene una concha muy linda… y seguro las amigas de Erika también. Quizás… solo quizás podría pasarse al equipo contrario, aunque sea por un ratito. ¿Qué se sentirá chupar la concha de una pendeja tan bonita? Definitivamente sería otra gran aventura. Y pensar que sus amigas, que ya no cogen ni con sus maridos, le dirían “Por dios, Haydé… esto no está bien. No es ético. Es inmoral” solo la calienta más. 
Después le preguntaría a su hija si tiene fotos de sus amiguitas desnudas. Seguramente tiene muchas. Planea usarlas para masturbarse. Así podrá decidir si quiere seguir adelante con estos jueguitos inmorales. 
Pasados unos largos minutos de intenso sexo oral Oriana se puso de pie. Agarró el celular y sacó algunas fotos de Haydé y Erika, estaban hermosas las dos, completamente desnudas y con esas grandes tetas cubiertas de sudor. El dildo se veía perfectamente metido en el culo de ambas y porque sus conchas estaban llenas de flujos, cualquiera podría adivinar que madre e hija la están pasando de maravilla. 
—Me voy a lavar la cara —anunció Ori—. No me di cuenta de la hora, voy a llegar tarde a clases. Pero ustedes sigan. No quiero que se detengan. Yo me lavo, me cambio y me voy, ni siquiera hace falta que me abran la puerta. 
Se despidió dándole un beso en la boca a cada una. A Haydé este gesto la tomó por sorpresa. 
Cuando quedaron solas, las dos se sacudieron en la cama, provocando que el dildo se mueva dentro de ellas. Comenzaron a masturbarse mirándose a los ojos. Lograron una conexión muy profundas. Era como si entre ellas quisieran comunicarse lo excitadas que estaban y lo mucho que gozaban de este momento. 
Presa de la calentura, Erika se montó sobre su madre. Haydé se sorprendió al sentir cómo dildo se le hundía con más fuerza en el culo y al sentir el contacto con los húmedos labios vaginales de su hija contra los suyos. Intentó detenerla, pero las palabras no salieron de su boca. A ella también le estaba afectando el clímax sexual y en realidad no quería parar. Erika se aferró a una de las piernas de su madre y empezó a frotarse con fuerza. Concha contra concha. Los flujos vaginales se encargaron de proporcionar una buena lubricación y una sensación tibia y viscosa que le fascinó a las dos. El roce entre sus clítoris fue tan efectivo que ambas llegaron al orgasmo prácticamente al mismo tiempo. Se sacudieron tanto como les fue posible, incluso Haydé colaboró, a pesar de que ella no podía moverse mucho por estar abajo. Los gemidos resonaron en toda la habitación durante los largos segundos que duraron los orgasmos. Luego cayeron rendidas. Las dos quedaron mirando al techo con las tetas subiendo y bajando al ritmo de la respiración. Aún tenían el dildo doble metido en el culo. 
—Vos y yo tenemos que hablar seriamente —dijo Haydé, mientras recuperaba el aliento.
—Está bien, pero hoy no. Tengo preocupaciones más grandes en las que enfocarme. 
—¿Ah sí? ¿Y qué preocupaciones puede tener una chica que solo tiene que ir al instituto?
—Siara dejó de hablarme.
—Oh…
Haydé se quedó muda. Sabe lo importante que es Siara para su hija. Erika es alocada, divertida y un poco ridícula; pero en el fondo es muy sensible. Entiende que pelearse con su mejor amiga puede provocarle un profundo malestar. Y para que hayan dejado de hablarse, con lo mucho que se quieren, debió pasar algo serio. Decidió que lo mejor sería dejar la charla para otro momento.   



 
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