Cap.#2: La lujuria en observar
Emilia Frezzotti caminaba al lado de Gustavo Valestri. Ella era amiga de la hija de este. El tipo no lo sabía, pero tenía a una chiquilla que le gustaba observarlo cada vez que podía.
Estaban a una cuadra de la casa de este. Emilia le hablaba de muchas cosas, ella quería hacerle creer que es una chiquilla promedio que solo piensa en chicos, maquillaje, música pop coreana, mascotas y muchas cosas por el estilo.
—Ya casi llego a mi hogar, ¿no quieres quedarte a almorzar?
—Mmm… creo que esta vez no, Gustavo —lo decía con total confianza.
—Descuida, sabes que eres parte de la familia, no necesitas invitación —lo decía de manera muy cordial.
Gustavo procedía a darle un beso en su mejilla a Emilia, pero esta hizo que los labios de él rozaran las comisuras de sus labios. Al final, ella le dio el beso en su mejilla sonoro porque él se quedó estático al pensar que había besado a la chiquilla.
—Nos vemos, señor Gustavo —al terminar la oración le guiñó el ojo izquierdo.
Ella se fue moviendo a propósito su joven trasero y dándose cuenta que el padre de Olenka se quedó estupefacto por lo sucedido hace unos segundos. No se percató que Gustavo se quedó mirando y dándose cuenta que ese trasero ya no era puberto y estaba desarrollándose más.
Las calles eran algo cerradas o, al menos, esa era la sensación porque eran bien estrechas y rara vez algún coche ajeno a los vecinos pasaba por allí. Las casas solían ser de uno o dos pisos, todas con su jardín correspondiente.
Ellos vivían a una hora del centro de la ciudad, pero si te subías a una azotea y mirabas con dirección noreste, se podía apreciar los enormes edificios que empezaban a acrecentar su tamaño y trazaban el camino al centro de la ciudad.
Llegó a su casa, la cual era de un piso, con cercos de madera y grande, pero con acceso a la azotea que estaba a medio construir para que pasara a ser un nivel más de esa casa. En ese momento, no había nadie en casa.
Emilia revisó las ollas con comida que hizo su madre antes de irse a su trabajo junto al padre de ella. Tenía que recalentarla comida y eso no era tanto laburo.
Llegó a su habitación que se encontraba en un pasadizo y cuyo lugar estaba en la parte derecha, la de sus padres estaba terminando el pasadizo.
Se tiró a la cama de espaldas, no sin antes quitarse las zapatillas y sus medias. Se bajó el short y su calzón, alzó su mano izquierda con el celular mientras su mano derecha frotaba aquellos labios vaginales.
Estaba por abrir la galería de fotos, pero había un mensaje de Olenka que le decía: “Lilia tienes que venir esta noche, tengo que contarte algo referente al guapo profesor de lenguaje y bastantes chismes de la escuela”.
—Una oportunidad más para observarte, Gustavo —decía mientras abría la galería de fotos.
Mientras sus dedos entraban y salían de su vagina, ella gemía en voz baja. Por momentos, ya no miraba el celular solo recordaba la situación que provocó esas fotos y era imposible no retener por más tiempo aquel orgasmo fuerte.
Se encorvó de costado mientras los espasmos se reducían poco a poco. Ella recuerda la primera vez que hizo aquello, recuerda exactamente como su padre penetraba a su madre.
Aquella chica hace tres años atrás era una puberta demasiado calenturienta. Desde que descubrió que la masturbación era algo que le causaba demasiado placer, no había minuto en su mente donde planeara donde meterse los dedos y acariciarse el clítoris junto a sus labios vaginales pensando en Gustavo.
Emilia había regresado de la casa de una amiga. Al entrar, escuchó a su madre hablar con una tía por celular dentro del baño.
—Hace meses que no lo hacemos, Erika… —decía en voz alta— lo sé, lo sé… ajá… sí… sí… —su voz iba tornándose más baja— para ser sincera… ver al padre de ella… sí, es Valestri… —se escuchaba emocionada— no lo sé, es guapo, pero no es para tanto…sí, tiene un encanto y verlo sin remera… por eso quiero hacerlo con Nicolás, necesito hacerlo con Nico… otro día hablamos, chau —cortó la llamada inmediatamente.
Emilia estaba estática en el pasadizo, sabía que el padre de Olenka era muy atractivo y solía llamar la atención de distintas mujeres, pero… ¡su madre también se mojaba por él!
Se sintió celosa e indignada por lo que se enteró, sin embargo, tenía que dejarlo pasar. Para lo joven que era, entendía que las fantasías eran normales y no era para nada infidelidad —siempre y cuando no pasaran de eso.
—Hola Lilia, ¿recién llegas? —así la mayoría de veces la llamaba su madre, su padre y Olenka. La vio al inicio del pasadizo.
—Sí, ma… estoy algo cansada, en un rato paso a cenar —iba a entrar a su habitación, pero hizo un alto— ¿A qué hora llega papá? Es algo tarde
—Dijo que estaría a más tardar a las diez porque iba a pasar al supermercado a comprar algunas “cosas” —aquello lo decía con cierto tono juguetón.
—Claro—Emilia suponía que seguro su padre compraría condones por el tonó que uso.
Luego de entender que era normal una fantasía, ahora tenía que quitar de su cabeza que sabe que sus padres van a tener relaciones esta noche. Sentía que quería ver y a la vez no, se preguntaba que era sensación, más tarde sabría que eso era morbo.
Ella se acostó a las once, no sin antes fingir que tenía demasiado sueño y darse cuenta de la mirada cómplice de sus padres.
Emilia se acostó mirando a la pared, pensando que tenía que esperar que sean un poco más de las doce. El sonido de su reloj de pared la impacientaba. Realmente la calentura la estaba adentrando a un fetiche que la metería en problemas futuros.
Empezó por escuchar unas risitas y luego unas respiraciones pesadas, intuía que se estaban besando. Había visto una película después de las doce en el canal MGM y sabía qué debía suceder exactamente según lo que escuchaba.
Luego escuchó un largo gemido de su madre, Emilia intuía que su padre le estaba frotando el clítoris con sus dedos y luego debió haber metido uno o dos dedos. Los gemidos de su madre se intensificaban más.
—Y-Ya estoy muy mojada, N-Nico —dijo la madre con dificultad.
—Aún no cariño, me encanta jugar previamente —lo decía de una manera muy seductora.
Emilia arrodillada con una oreja pegada a la puerta, movió su mano derecha con dirección hacia su entrepierna que la sentía muy húmeda. Estaba allí por una insana curiosidad y no pensaba que inconscientemente moviera su mano allí.
—¡Dios mío! ¡Son mis padres! —se reprimía en voz muy baja.
Mientras se recriminaba su mano presionaba en su vagina y su respiración se tornaba pesada por tratar de reprimir sus enormes ansias por darse más placer.
—¡Ahhhhhh! —fue el grito de la madre, pero con un tono más de disfrute que de otra cosa.
No soportó solo escuchar, intentó abrir la puerta y lo hizo lentamente —el seguro no lo habían puesto. Su ojo de manera pausada se adaptó al entorno semioscuro.
—P-Pablo…m-más despacio… no seas brusco… —le costaba mantenerse hablando porque su esposo no dejaba que sus dedos salieran de la vagina suya.
—Laura…—solo dijo su nombre de ella mientras le besaba el cuello y descendía su rostro para morder sus pezones.
Emilia miraba con asombro, no podía creer que su padre hiciera que su madre pusiera un rostro de placer intenso solo con sus dedos y besos.
Lo que coronó el momento para Emilia fue que notó que el pene de su padre se tornaba más grueso y grande conforme avanzaba la estimulación. Se quedó observando por varios segundos el miembro de su padre.
Lo siguiente fue lo que de una vez por todas la dejó impresionada por mucho tiempo y no saldría nunca de su cabeza: su padre hizo que su madre se apoyara del respaldar de la cama mientras él tomaba sus caderas de ella y acomodaba el trasero de ella.
Emilia aumentó el movimiento de sus dedos cuando su padre empezó con la penetración intermitente a su madre. Los gemidos de su madre y, sobre todo, de su padre no dejaron que pudiera contener su orgasmo —era tanto el ruido de sus padres que no escucharon el gemido de ella.
Apenas podía permanecer de rodillas, aquel escenario fue de lo menos pensado. Acercó su mano temblorosa hacia su rostro y notó que estaba muy mojada de sus fluidos. La imagen mental de su padre penetrando su madre la usaba para fantasear con el señor Gustavo y ella.
Se quedó un buen rato mirándolos —luego se iría a su habitación a continuar su estimulación a solas y con menos peligro—, pero… en realidad miraba más a su padre —claro que aquella acción sería recriminada por ella misma con el pasar del tiempo porque hasta la fecha ella al estar con su padre aprovechaba en mirar con dirección a su entrepierna.
Luego de recordar todo aquello, decidió darse un baño para quitarse lo calenturienta. Al salir de la ducha, enviaría un mensaje a su madre para decirle que pasaría la noche en casa de Olenka.
Mientras almorzaba, pensó en que el padre de su amiga realmente engañaba a su esposa Ludmila. La calentura no la dejó razonar debidamente. No es que tuviera algo con su amiga, sin embargo, quería que su padre sea pescado engañando a Ludmila por su amiga misma.
El morbo y excitación que le causaba imaginarlo penetrando a alguna jovencita y que su hija lo vea en pleno orgasmo y gemidos… sudados y con las fuerzas solo para mantenerse en la posición del misionero mientras ella mira con horror aquella escena, pero que no la eximía de masturbarse… era mucho para la mente de una joven…
19/06/2024
Emilia Frezzotti caminaba al lado de Gustavo Valestri. Ella era amiga de la hija de este. El tipo no lo sabía, pero tenía a una chiquilla que le gustaba observarlo cada vez que podía.
Estaban a una cuadra de la casa de este. Emilia le hablaba de muchas cosas, ella quería hacerle creer que es una chiquilla promedio que solo piensa en chicos, maquillaje, música pop coreana, mascotas y muchas cosas por el estilo.
—Ya casi llego a mi hogar, ¿no quieres quedarte a almorzar?
—Mmm… creo que esta vez no, Gustavo —lo decía con total confianza.
—Descuida, sabes que eres parte de la familia, no necesitas invitación —lo decía de manera muy cordial.
Gustavo procedía a darle un beso en su mejilla a Emilia, pero esta hizo que los labios de él rozaran las comisuras de sus labios. Al final, ella le dio el beso en su mejilla sonoro porque él se quedó estático al pensar que había besado a la chiquilla.
—Nos vemos, señor Gustavo —al terminar la oración le guiñó el ojo izquierdo.
Ella se fue moviendo a propósito su joven trasero y dándose cuenta que el padre de Olenka se quedó estupefacto por lo sucedido hace unos segundos. No se percató que Gustavo se quedó mirando y dándose cuenta que ese trasero ya no era puberto y estaba desarrollándose más.
Las calles eran algo cerradas o, al menos, esa era la sensación porque eran bien estrechas y rara vez algún coche ajeno a los vecinos pasaba por allí. Las casas solían ser de uno o dos pisos, todas con su jardín correspondiente.
Ellos vivían a una hora del centro de la ciudad, pero si te subías a una azotea y mirabas con dirección noreste, se podía apreciar los enormes edificios que empezaban a acrecentar su tamaño y trazaban el camino al centro de la ciudad.
Llegó a su casa, la cual era de un piso, con cercos de madera y grande, pero con acceso a la azotea que estaba a medio construir para que pasara a ser un nivel más de esa casa. En ese momento, no había nadie en casa.
Emilia revisó las ollas con comida que hizo su madre antes de irse a su trabajo junto al padre de ella. Tenía que recalentarla comida y eso no era tanto laburo.
Llegó a su habitación que se encontraba en un pasadizo y cuyo lugar estaba en la parte derecha, la de sus padres estaba terminando el pasadizo.
Se tiró a la cama de espaldas, no sin antes quitarse las zapatillas y sus medias. Se bajó el short y su calzón, alzó su mano izquierda con el celular mientras su mano derecha frotaba aquellos labios vaginales.
Estaba por abrir la galería de fotos, pero había un mensaje de Olenka que le decía: “Lilia tienes que venir esta noche, tengo que contarte algo referente al guapo profesor de lenguaje y bastantes chismes de la escuela”.
—Una oportunidad más para observarte, Gustavo —decía mientras abría la galería de fotos.
Mientras sus dedos entraban y salían de su vagina, ella gemía en voz baja. Por momentos, ya no miraba el celular solo recordaba la situación que provocó esas fotos y era imposible no retener por más tiempo aquel orgasmo fuerte.
Se encorvó de costado mientras los espasmos se reducían poco a poco. Ella recuerda la primera vez que hizo aquello, recuerda exactamente como su padre penetraba a su madre.
Aquella chica hace tres años atrás era una puberta demasiado calenturienta. Desde que descubrió que la masturbación era algo que le causaba demasiado placer, no había minuto en su mente donde planeara donde meterse los dedos y acariciarse el clítoris junto a sus labios vaginales pensando en Gustavo.
Emilia había regresado de la casa de una amiga. Al entrar, escuchó a su madre hablar con una tía por celular dentro del baño.
—Hace meses que no lo hacemos, Erika… —decía en voz alta— lo sé, lo sé… ajá… sí… sí… —su voz iba tornándose más baja— para ser sincera… ver al padre de ella… sí, es Valestri… —se escuchaba emocionada— no lo sé, es guapo, pero no es para tanto…sí, tiene un encanto y verlo sin remera… por eso quiero hacerlo con Nicolás, necesito hacerlo con Nico… otro día hablamos, chau —cortó la llamada inmediatamente.
Emilia estaba estática en el pasadizo, sabía que el padre de Olenka era muy atractivo y solía llamar la atención de distintas mujeres, pero… ¡su madre también se mojaba por él!
Se sintió celosa e indignada por lo que se enteró, sin embargo, tenía que dejarlo pasar. Para lo joven que era, entendía que las fantasías eran normales y no era para nada infidelidad —siempre y cuando no pasaran de eso.
—Hola Lilia, ¿recién llegas? —así la mayoría de veces la llamaba su madre, su padre y Olenka. La vio al inicio del pasadizo.
—Sí, ma… estoy algo cansada, en un rato paso a cenar —iba a entrar a su habitación, pero hizo un alto— ¿A qué hora llega papá? Es algo tarde
—Dijo que estaría a más tardar a las diez porque iba a pasar al supermercado a comprar algunas “cosas” —aquello lo decía con cierto tono juguetón.
—Claro—Emilia suponía que seguro su padre compraría condones por el tonó que uso.
Luego de entender que era normal una fantasía, ahora tenía que quitar de su cabeza que sabe que sus padres van a tener relaciones esta noche. Sentía que quería ver y a la vez no, se preguntaba que era sensación, más tarde sabría que eso era morbo.
Ella se acostó a las once, no sin antes fingir que tenía demasiado sueño y darse cuenta de la mirada cómplice de sus padres.
Emilia se acostó mirando a la pared, pensando que tenía que esperar que sean un poco más de las doce. El sonido de su reloj de pared la impacientaba. Realmente la calentura la estaba adentrando a un fetiche que la metería en problemas futuros.
Empezó por escuchar unas risitas y luego unas respiraciones pesadas, intuía que se estaban besando. Había visto una película después de las doce en el canal MGM y sabía qué debía suceder exactamente según lo que escuchaba.
Luego escuchó un largo gemido de su madre, Emilia intuía que su padre le estaba frotando el clítoris con sus dedos y luego debió haber metido uno o dos dedos. Los gemidos de su madre se intensificaban más.
—Y-Ya estoy muy mojada, N-Nico —dijo la madre con dificultad.
—Aún no cariño, me encanta jugar previamente —lo decía de una manera muy seductora.
Emilia arrodillada con una oreja pegada a la puerta, movió su mano derecha con dirección hacia su entrepierna que la sentía muy húmeda. Estaba allí por una insana curiosidad y no pensaba que inconscientemente moviera su mano allí.
—¡Dios mío! ¡Son mis padres! —se reprimía en voz muy baja.
Mientras se recriminaba su mano presionaba en su vagina y su respiración se tornaba pesada por tratar de reprimir sus enormes ansias por darse más placer.
—¡Ahhhhhh! —fue el grito de la madre, pero con un tono más de disfrute que de otra cosa.
No soportó solo escuchar, intentó abrir la puerta y lo hizo lentamente —el seguro no lo habían puesto. Su ojo de manera pausada se adaptó al entorno semioscuro.
—P-Pablo…m-más despacio… no seas brusco… —le costaba mantenerse hablando porque su esposo no dejaba que sus dedos salieran de la vagina suya.
—Laura…—solo dijo su nombre de ella mientras le besaba el cuello y descendía su rostro para morder sus pezones.
Emilia miraba con asombro, no podía creer que su padre hiciera que su madre pusiera un rostro de placer intenso solo con sus dedos y besos.
Lo que coronó el momento para Emilia fue que notó que el pene de su padre se tornaba más grueso y grande conforme avanzaba la estimulación. Se quedó observando por varios segundos el miembro de su padre.
Lo siguiente fue lo que de una vez por todas la dejó impresionada por mucho tiempo y no saldría nunca de su cabeza: su padre hizo que su madre se apoyara del respaldar de la cama mientras él tomaba sus caderas de ella y acomodaba el trasero de ella.
Emilia aumentó el movimiento de sus dedos cuando su padre empezó con la penetración intermitente a su madre. Los gemidos de su madre y, sobre todo, de su padre no dejaron que pudiera contener su orgasmo —era tanto el ruido de sus padres que no escucharon el gemido de ella.
Apenas podía permanecer de rodillas, aquel escenario fue de lo menos pensado. Acercó su mano temblorosa hacia su rostro y notó que estaba muy mojada de sus fluidos. La imagen mental de su padre penetrando su madre la usaba para fantasear con el señor Gustavo y ella.
Se quedó un buen rato mirándolos —luego se iría a su habitación a continuar su estimulación a solas y con menos peligro—, pero… en realidad miraba más a su padre —claro que aquella acción sería recriminada por ella misma con el pasar del tiempo porque hasta la fecha ella al estar con su padre aprovechaba en mirar con dirección a su entrepierna.
Luego de recordar todo aquello, decidió darse un baño para quitarse lo calenturienta. Al salir de la ducha, enviaría un mensaje a su madre para decirle que pasaría la noche en casa de Olenka.
Mientras almorzaba, pensó en que el padre de su amiga realmente engañaba a su esposa Ludmila. La calentura no la dejó razonar debidamente. No es que tuviera algo con su amiga, sin embargo, quería que su padre sea pescado engañando a Ludmila por su amiga misma.
El morbo y excitación que le causaba imaginarlo penetrando a alguna jovencita y que su hija lo vea en pleno orgasmo y gemidos… sudados y con las fuerzas solo para mantenerse en la posición del misionero mientras ella mira con horror aquella escena, pero que no la eximía de masturbarse… era mucho para la mente de una joven…
19/06/2024
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