Definitivamente el incesto más pesado que tuve fue con mi abuela. Hasta hoy el recuerdo me trae una mezcla de emociones. Sí, estuve con mi madre y también con algunas tías, sin contar a las primas que fueron varias, pero yo no viví con mi madre más que mis tres primeros años de vida. Y sobre mis tías, bueno, el sexo entre tías y sobrinos no es raro en Brasil, y ni qué decir entre primos.
Pero mi abuela era mi madre. Me había criado desde la enfermedad y muerte de mi papá. Era mi soporte emocional y la figura central de la familia. Además, ella era una matrona cristiana muy estricta, aunque debajo de esa superficie no era tan santa así. Había tenido hijas con tres hombres distintos, la primera a los 16. De joven era muy bonita, incluso había sido reina de un certamen regional. A los 50, que es cuando lo nuestro empezó, tenía sobrepeso y estaba un poco castigada por la vida, pero aún mantenía mucho de la belleza de antaño. Lo que yo aún no sabía, es que ella y mi padre habían tenido una aventura, mientras él estaba con mi madre.
Este relato va a ser largo. Quiero contar sin prisa y con la mayor riqueza de detalles posible, como lo nuestro empezó. La foto no es de ella, sino de una actriz llamada Eva Jayne, mi abuela tiene un gran parecido con ella aún hoy a sus 79 años. Solo que mi abuela es rubia y también tiene un parecido con otra atriz, April Thomas. Diría que está en un medio camino entre las dos.
Ya les conté que mi abuela sospechó de lo que pasó entre mi madre y yo. Luego sucedió lo de mi prima Sandra. Y entonces mi tía Celia, la que me había pillado en flagrante con mi madre en su sala, no se aguantó y le contó el secreto a su mamá. Mi abuela se quedó muy molesta con nosotros. Me regañó un montón, Que cómo pudimos haber hecho algo así. Pero no le dijo nada a mi madre, porque ella vivía lejos con su familia. Mi abuela no supo de lo de mi tía Lucía, pero mantenía una vigilancia cerrada sobre nosotros, y siempre regañaba a mi tía por sus fiestas y sus ropas.
Al inicio del año siguiente, mi abuela dejó el colegio donde era directora y empezó a ir muy seguido a su finca. Como yo estaba de vacaciones, ella me llevó para pasar unos días allá y ayudar en las reformas. Era la primera vez que nos quedábamos a dormir en la finca y no en la villa. Mi abuela se quedó en el cuarto y yo en una hamaca en la sala. Ya en la primera noche los mosquitos me hicieron pomada y para la segunda mi abuela me dijo que duerma con ella en su cama pues tenía mosquitera. Fue una noche normal, pero al día siguiente un incidente cambió todo.
La finca era cuidada por una pareja de caseros, que eran amigos de mi abuela desde hace mucho. La casa de ellos quedaba más al fondo de la propiedad. Una tarde la esposa del casero, que se llamaba Sebastiana, me pidió que la ayude con unas goteras, su esposo se había ido a la villa. La casa solo tenía dos cómodos y yo estaba trabajando en la sala/cocina cuándo ella me llamó para que vaya al cuarto. Cuando entré me sorprendí. Ella se había quitado el vestido y solo estaba de bombacha.
Era una señora de casi sesenta años, ni un poco atractiva para mí, me conocía desde bebé. Empezó a decirme muy cariñosa que yo había crecido, que ella estaba necesitada y que a su marido ya no se le paraba. Yo no sabía qué hacer, quería irme de allí, pero ella dijo que me acerque y luego empezó a chuparme la verga. Lo hacía muy rico, yo solo evitaba mirar hacía abajo, pero cuando ella se puso de cuatro fue otra cosa. Es impresionante, de cuatro no existe mujer fea.
Clavé mi verga y la cogí al pelo durante un buen rato. Me acuerdo que las ventanas de su cuarto estaban abiertas. Le dí duro a la señora y me vine adentro. Pero ella estaba tan sedienta que volvió a chuparme. Después me dió algo que yo nunca había probado antes… sexo anal. Solita se puso mi verga en la entrada de su culo y me enseñó cómo debía hacer. Me encantó. Yo hace rato venía queriendo experimentar. Había tratado de culear a mi novia y no había podido. Pero con esa señora fue increíble.
Por culpa de ella me quedé caliente todo el resto del día y en la noche miré a mi abuela de otra manera. Yo nunca la había visto así. Pero la imágen de la casera de cuatro no me salía de la cabeza y también pasé a imaginar a mi abuela. Me daba remordimiento, pero también mucho morbo. Mi abuela no se vestía mal. Solía usar vestidos que le quedaban bien, además me di cuenta de que sus calzones también eran bonitos, gracias a la tienda de mi tía Mónica.
Esa noche no podía dormir. Estaba muy excitado y quería pajearme. Mi intención era agarrar un calzón de ella, pero si me levantaba de la cama la iba a despertar. Así que no me quedó de otra que pajearme allí mismo. Escuchando su respiración y sus ronquidos suaves, empecé a jalarmela tranquilo, pero me emocioné, hice mover la cama y ella pareció despertarse. Me quedé esperando que ella vuelva a roncar para continuar, pero no lo hacía y no pude más esperar. Volví a pajearme muy lentamente hasta que me vine, mojando todo mi boxer de esperma. Me levanté y me cambié, dejando el que estaba sucio en una esquina para lavar a la mañana siguiente.
Desperté muy temprano, pero mi abuela ya se había levantado y llevado mi boxer para lavar. Me quedé todo el día esperando alguna señal de que ella había notado mi paja. Ella solo comentó que le había dicho al casero que traiga una mosquitera de la villa, para que yo vuelva a dormir en la hamaca. Pero él no encontró ninguno y tuve que dormir con ella otra vez. En la tardecita traté de coger a la señora de nuevo, para aliviarme, pero no pudimos.
En la noche yo estaba aún más caliente. No podía dormir sin pajearme y esperé un buen tiempo hasta que sentí que mi abuela dormía. El problema es que al contrario de la noche anterior, ella estaba de frente hacía mí. No me animé a hacerlo en la cama, pero cuando ella empezó a roncar me levanté. Su ropa sucia estaba en una silla. No me aguanté y agarré su calzón. Lo llevé a la nariz y sentí su olor de todo el día. Aquello me puso a mil. Mi abuela solía usar medias pants para la circulación y yo también las agarré y empecé a jalármela con ellas.
Me hice la mejor paja de mi vida, mirando a mi abuela dormir y oliendo su calzón. Me vine copiosamente en sus pants y ahí empezó el problema, porque yo no quería que me descubriera y salí a lavar. La puerta del cuarto hizo ruido y la despertó. Mi abuela me pilló en el grifo de la cocina quitando el semen de su media. Cuando entendió lo que pasaba me dijo que no podía creer lo que había hecho. Me dió una full reprimenda. Estoy muy decepcionada contigo, me estás saliendo un tremendo degenerado. Me quitó sus medias, terminó de lavarlas y se fue a echarse de nuevo.
Volví a la cama muy avergonzado. Ella volvió a preguntar porque había hecho aquello. Yo no sabía qué decir y le mentí que había tenido un sueño. Conmigo? Pues sí. No puede ser, cómo puedes tener un sueño así conmigo? ¡Soy tu abuela! No lo sé, solo sucedió. Y no se te ocurrió mejor idea que oler mis calzon y pajearte en mis medias? Perdón, no sé qué me pasó. Las vi ahí y, no lo sé, me dieron ganas de olerla, y no lo sé, el olor me movió algo en la cabeza y cuándo vi ya estaba haciéndolo, después me arrepentí. Ay, que ustedes los hombres son unos animales. Seguro no fue la primera vez, porque ayer había algo raro en tu boxer, pero imaginé que había sido mientras dormías. Ahora voy a tener que ocultar mi ropa interior. No abuela, ya no voy hacer.
Al día siguiente desperté con una resaca moral tremenda. Pero fue sola verla de espaldas haciendo el café que tuve una erección monstruosa. Mi abuela estaba pendiente de todo y notó que la miraba. Matheus deja de mirarme así y baja esa carpa que ya viene Carlos con Sebastiana. Al ver a la esposa del casero durante el café yo no podía entender cómo podía haberla cogido. Era fea, pero ni bien empecé la faena del día, le pedí permiso a don Carlos diciendo que iba ir al baño y fue a su casa a coger a su mujer. Ella como que ya se lo esperaba. Después de coger su coño un instante, ella pasó mantequilla en mi verga y la puso en la entrada de su culo. Eso querías, ¿no? Terminé y me fui volando a trabajar con su marido.
En la noche mi abuela casi me mandó a dormir en la sala con los mosquitos, pero por el riesgo de malaria, me dijo que podía dormir con ella siempre y cuando no me pajease allá. Me dijo que me tome una ducha antes de dormir y eso hice, pero qué encuentro en el baño? Pues su bombacha. No pensé dos veces en olerla e usarla para pajear. Pero luego vino mi abuela a tocar la puerta y me dijo que le pasara su calzón. Le pasé avergonzado, fingiendo que no lo tenía, pero justo ella dijo, Lo tenías, ¿no? Quise negarlo, pero era en vano y solo sonreí sin gracia. La puerta del baño estaba entreabierta y yo solo asomaba la cabeza. Mi abuela miró hacia abajo y volvió a mirarme en los ojos diciendo, En un calzón sucio, de todo el día Matheus, no seas cochino. Entonces no sé de dónde saqué coraje para decirle que me parecía el mejor olor del mundo. Eso la desconcertó. Ella se tragó una sonrisa volviendo a repetir que los hombres eran animales y se fue.
Volví a la cama sin pajearme y me eché a su lado con la cabeza a sus pies como siempre, pero mi abuela me dijo que ahora me ponga normal para que no la esté mirando. Ay abuela, tampoco es para tanto. ¿Qué? O sea, hueles mis calzones. Bueno, pero fue por el sueño. Hum, y qué soñaste a ver? Pues, bueno, la verdad es que fue un poco pesado. Obvio, si te levantaste directo a pajearte en mis cosas, no esperaba menos. Pero cómo llegaste a eso, o sea, tanta mujer en el mundo, porque yo? No lo sé abuela, a mí también me sorprendió. Ay, es que ustedes los hombres son unos bárbaros. Yo nunca me vestí mal delante de ti, como para que soñaras algo así. Lo sé abuela, fue de la nada. Y cómo pudiste hacerlo con tu madre, eso no lo puedo entender. No lo hicimos abuela. Como que, no? Celia me contó todo, ya te lo dije. Sí, pero ella entendió mal, o sea, estábamos a punto, pero ella interrumpió. Hum, más bien, no? Porque es un pecado muy feo. Pues sí. Pero incluso hasta donde llegaron, es impensable para una madre e un hijo.
Solo espero que si vuelves a soñar conmigo logres interrumpirlo… Hay que ser cristianos hasta en los sueños. En serio? No sabía que se podía. Pero claro. ¿Me vas a decir que no puedes? La verdad que no. Hum, entonces no quiero ni saber qué soñaste. Sonreí. Ella preguntó de qué me reía. Nada abuela, de su comentario no más. Pues no era para reír. Ah ya. Y no quiero más saber que estás oliendo mis calzones. Ok abuela. Y mucho menos pajeándose en ellos. Yaaa. Ah, te da cosa oírlo? Imagínate a mí. Un calzón de todo el día, oliendo a todo, o sea. Ya, es que… ¿Qué? Usted no entiende abuela, usted no es hombre. Pues explícame a ver. Es que para nosotros es rico, o sea, no el de todas, pero con todo el respeto, el suyo… Él mío qué? Pues estaba muy bien. Qué pervertido, por dios!
Otra vez no pude dormír y empecé a pajearme. Ella se despertó y me dijo, Matheus qué haces? No puedo creer que te estás pajeando en la cama. Perdón abuela, es que volví a soñar. Conmigo? Le dije que sí, sin dejar de pajearme. Eso está mal, Matheus. Lo sé abuela, pero… Qué estabas soñando, a ver? Qué la tenía a usted en cuatro… Ya, ya, no lo termines, ya no me tientes. Dejá de pajearte ahora! Lo dejé pero seguí despierto. Seguía imaginando y pensando. Estaba medio loco. Me acordé de la media sonrisa de ella en la puerta del baño, y de las charlas, no lo sé, pero en mi alucine de arrecho sentí que me había dado mucha libertad. Y eso de no me tientes, ¿qué significaba?
Me volqué hacía su lado. Ella dormía de espalda hacía arriba. Me levanté un poco para verle el calzón y casi se podía verlo, aún en la penumbra. Me atreví a subirle un poco la bata y ahora sí pude ver mejor. En mi locura acerqué la nariz a sus nalgas y cuándo menos pensé ya la estaba lamiendo. Ella empezó a moverse y eso me dió más coraje para seguir, con más intensidad, pero de la nada paró y me preguntó que hacía.
No sé lo que hago, abuela. Me estás lamiendo las nalgas ¿Estás sonámbulo? Estoy despierto. Entonces qué hacés, no podés hacerme eso. Estaba lamiendo su calzón en la altura de su culo. Es que no sé qué estoy haciendo, abuela. Ahora empezaba a darle chupones en toda la nalga y jalé su calzón para pasar mi lengua en la raya. No me hagas eso Matheus, no seas atrevido. Ella decía eso pero no hacía ningún movimiento para impedirme y yo solo continué. Quise quitarle el cachetero, eso sí no me dejó, pero eso no me impidió de seguir besándola toda. Iba de los muslos hasta la cintura dando lengüetazos y haciendo chupones. Jalé un poco más su calzón y le lamía toda la raya.
Matheus, me estás lamiendo el culo, dejá. Pero al escucharla decir eso, mi morbo solo aumentó y me quedé un rato con la lengua en su agujero anal. Sos un loco, que me estás haciendo? Seguí haciéndolo, cada vez más intenso. La bombacha me molestaba y la quería quitar, pero no me dejaba y empezó a agarrarla. No hizo ningún intento de alejarme y separé sus nalgas para ir más al fondo con mi lengua.
Puse mi mano sobre la suya, la que retenía el calzón y le dije que lo suelte, que me lo iba a sacar para chupar su coño. Matheus eso es muy indecente, no lo hagas. Pero hice y le quité todo el calzón. Mi abuela solo se quejaba, pero no hacía nada. Volví a lamerle y logré que se ponga en cuatro, después logré poner mi cabeza entre sus piernas mirando hacía arriba y la chupé mejor.
Sos un bárbaro Matheus, soy tu abuela, no podés hacerme eso. Me estás… no se atrevía a decir, pero empezó a jadear, y después se arrodilló sentada en mi boca y empezó a moverse sin parar de recriminarme. Entonces le agarré las tetas. Ay me vas a hacer venir, Matheus. Ay, qué barbaridad, cómo podés chuparme así!? Intensifiqué y le abrí las nalgas, le llegaba al fondo de su coño con mi lengua, mi nariz se perdía entre sus pelos y empecé a hurgarle el culo con un dedito. Ella no tardó en venirse. Se echó a un lado y yo me fui sobre ella sin esperar.
¿Qué haces!? Me dijo. Te voy a coger, abuela. Nooo, cómo pues, no me podés coger. Me puse entre sus piernas y apunté a la entrada de su coño, pero sin meter. Le preguntaba sí podía y ella se negaba. Ya fuimos demasiado lejos, Matheus, acabas de chuparme el… Y te hice venir, abuela. Obvio, que tampoco soy de hierro. Lo sé, pero ahora me toca. No, pajeate afuera. No le hice caso y me acomodé mejor, le tiré un escupitajo en su coño. Mi abuela abrió los ojos asustada. Empujé toda la glande. Mi abuela gimió. Después me eché sobre ella y fui introduciendo despacito toda la verga. Ay, no puede ser, me la metiste, Matheus.
Me acuerdo de casi cada detalle de lo que sucedió aquella noche. Estuve bombeando un rato. Mi abuela me miraba seria, pero de vez en cuando le salía un chillido o unos jadeos. Traté de besarla en la boca, pero se volcaba. Lo que sí, me abrazó con las piernas y yo agarré sus manos contra la cama. La tenía rendida. Pero lo más loco es que nos mirábamos a los ojos y eso aumentaba el morbo. Cuando empecé a ir muy profundo y con más intensidad ella se quejó preguntando si la quería romper. Le pregunté hace cuánto no lo hacía. Me dijo que mucho. Yo no sabía, pero la última vez que mí abuela había tenido sexo, fue con mi padre, hace 15 años, cuando mi madre estaba embarazada de mí.
En mi inexperiencia empecé a darle muy duro y ella me pidió que vaya más despacio, que la iba a lastimar, pero yo le dije que solo iría más despacio si me dejaba besarla. Pero no podés besarme, Matheus, sería el colmo. Suficiente con lo que estás haciendo. Me estás follando, o sea. Dijo esa palabra exactamente. Sí y quiero besarte, abuela, sos muy hermosa. Me besas y te doy más suave, vale? Entonces ella se dejó besar, primero tímidamente, solo con los labios, pero no tardamos en besarnos con las lenguas.
Ella me decía que ya no los besos, pero lo decía entre jadeos, era muy contradictoria mi abuela, decía que no quería, pero estaba disfrutando y a punto de venir. De repente me abrazó muy fuerte con las piernas y con los brazos, se tiró un único chillido fuertísimo y se relajó. Después trató de alejarme y yo le seguí dándo duro un ratito, hasta que ella me venció y me alejé. Pero me vine sobre ella apuntando la verga hacía su rostro. No sé de dónde me vino tanto atrevimiento. Terminé copiosamente en su face, sobre sus labios, sus ojos y su frente, incluso fueron chorros hasta su cuello y cabello, y exprimí lo último que salió en su cachete.
Continuará…
Pero mi abuela era mi madre. Me había criado desde la enfermedad y muerte de mi papá. Era mi soporte emocional y la figura central de la familia. Además, ella era una matrona cristiana muy estricta, aunque debajo de esa superficie no era tan santa así. Había tenido hijas con tres hombres distintos, la primera a los 16. De joven era muy bonita, incluso había sido reina de un certamen regional. A los 50, que es cuando lo nuestro empezó, tenía sobrepeso y estaba un poco castigada por la vida, pero aún mantenía mucho de la belleza de antaño. Lo que yo aún no sabía, es que ella y mi padre habían tenido una aventura, mientras él estaba con mi madre.
Este relato va a ser largo. Quiero contar sin prisa y con la mayor riqueza de detalles posible, como lo nuestro empezó. La foto no es de ella, sino de una actriz llamada Eva Jayne, mi abuela tiene un gran parecido con ella aún hoy a sus 79 años. Solo que mi abuela es rubia y también tiene un parecido con otra atriz, April Thomas. Diría que está en un medio camino entre las dos.
Ya les conté que mi abuela sospechó de lo que pasó entre mi madre y yo. Luego sucedió lo de mi prima Sandra. Y entonces mi tía Celia, la que me había pillado en flagrante con mi madre en su sala, no se aguantó y le contó el secreto a su mamá. Mi abuela se quedó muy molesta con nosotros. Me regañó un montón, Que cómo pudimos haber hecho algo así. Pero no le dijo nada a mi madre, porque ella vivía lejos con su familia. Mi abuela no supo de lo de mi tía Lucía, pero mantenía una vigilancia cerrada sobre nosotros, y siempre regañaba a mi tía por sus fiestas y sus ropas.
Al inicio del año siguiente, mi abuela dejó el colegio donde era directora y empezó a ir muy seguido a su finca. Como yo estaba de vacaciones, ella me llevó para pasar unos días allá y ayudar en las reformas. Era la primera vez que nos quedábamos a dormir en la finca y no en la villa. Mi abuela se quedó en el cuarto y yo en una hamaca en la sala. Ya en la primera noche los mosquitos me hicieron pomada y para la segunda mi abuela me dijo que duerma con ella en su cama pues tenía mosquitera. Fue una noche normal, pero al día siguiente un incidente cambió todo.
La finca era cuidada por una pareja de caseros, que eran amigos de mi abuela desde hace mucho. La casa de ellos quedaba más al fondo de la propiedad. Una tarde la esposa del casero, que se llamaba Sebastiana, me pidió que la ayude con unas goteras, su esposo se había ido a la villa. La casa solo tenía dos cómodos y yo estaba trabajando en la sala/cocina cuándo ella me llamó para que vaya al cuarto. Cuando entré me sorprendí. Ella se había quitado el vestido y solo estaba de bombacha.
Era una señora de casi sesenta años, ni un poco atractiva para mí, me conocía desde bebé. Empezó a decirme muy cariñosa que yo había crecido, que ella estaba necesitada y que a su marido ya no se le paraba. Yo no sabía qué hacer, quería irme de allí, pero ella dijo que me acerque y luego empezó a chuparme la verga. Lo hacía muy rico, yo solo evitaba mirar hacía abajo, pero cuando ella se puso de cuatro fue otra cosa. Es impresionante, de cuatro no existe mujer fea.
Clavé mi verga y la cogí al pelo durante un buen rato. Me acuerdo que las ventanas de su cuarto estaban abiertas. Le dí duro a la señora y me vine adentro. Pero ella estaba tan sedienta que volvió a chuparme. Después me dió algo que yo nunca había probado antes… sexo anal. Solita se puso mi verga en la entrada de su culo y me enseñó cómo debía hacer. Me encantó. Yo hace rato venía queriendo experimentar. Había tratado de culear a mi novia y no había podido. Pero con esa señora fue increíble.
Por culpa de ella me quedé caliente todo el resto del día y en la noche miré a mi abuela de otra manera. Yo nunca la había visto así. Pero la imágen de la casera de cuatro no me salía de la cabeza y también pasé a imaginar a mi abuela. Me daba remordimiento, pero también mucho morbo. Mi abuela no se vestía mal. Solía usar vestidos que le quedaban bien, además me di cuenta de que sus calzones también eran bonitos, gracias a la tienda de mi tía Mónica.
Esa noche no podía dormir. Estaba muy excitado y quería pajearme. Mi intención era agarrar un calzón de ella, pero si me levantaba de la cama la iba a despertar. Así que no me quedó de otra que pajearme allí mismo. Escuchando su respiración y sus ronquidos suaves, empecé a jalarmela tranquilo, pero me emocioné, hice mover la cama y ella pareció despertarse. Me quedé esperando que ella vuelva a roncar para continuar, pero no lo hacía y no pude más esperar. Volví a pajearme muy lentamente hasta que me vine, mojando todo mi boxer de esperma. Me levanté y me cambié, dejando el que estaba sucio en una esquina para lavar a la mañana siguiente.
Desperté muy temprano, pero mi abuela ya se había levantado y llevado mi boxer para lavar. Me quedé todo el día esperando alguna señal de que ella había notado mi paja. Ella solo comentó que le había dicho al casero que traiga una mosquitera de la villa, para que yo vuelva a dormir en la hamaca. Pero él no encontró ninguno y tuve que dormir con ella otra vez. En la tardecita traté de coger a la señora de nuevo, para aliviarme, pero no pudimos.
En la noche yo estaba aún más caliente. No podía dormir sin pajearme y esperé un buen tiempo hasta que sentí que mi abuela dormía. El problema es que al contrario de la noche anterior, ella estaba de frente hacía mí. No me animé a hacerlo en la cama, pero cuando ella empezó a roncar me levanté. Su ropa sucia estaba en una silla. No me aguanté y agarré su calzón. Lo llevé a la nariz y sentí su olor de todo el día. Aquello me puso a mil. Mi abuela solía usar medias pants para la circulación y yo también las agarré y empecé a jalármela con ellas.
Me hice la mejor paja de mi vida, mirando a mi abuela dormir y oliendo su calzón. Me vine copiosamente en sus pants y ahí empezó el problema, porque yo no quería que me descubriera y salí a lavar. La puerta del cuarto hizo ruido y la despertó. Mi abuela me pilló en el grifo de la cocina quitando el semen de su media. Cuando entendió lo que pasaba me dijo que no podía creer lo que había hecho. Me dió una full reprimenda. Estoy muy decepcionada contigo, me estás saliendo un tremendo degenerado. Me quitó sus medias, terminó de lavarlas y se fue a echarse de nuevo.
Volví a la cama muy avergonzado. Ella volvió a preguntar porque había hecho aquello. Yo no sabía qué decir y le mentí que había tenido un sueño. Conmigo? Pues sí. No puede ser, cómo puedes tener un sueño así conmigo? ¡Soy tu abuela! No lo sé, solo sucedió. Y no se te ocurrió mejor idea que oler mis calzon y pajearte en mis medias? Perdón, no sé qué me pasó. Las vi ahí y, no lo sé, me dieron ganas de olerla, y no lo sé, el olor me movió algo en la cabeza y cuándo vi ya estaba haciéndolo, después me arrepentí. Ay, que ustedes los hombres son unos animales. Seguro no fue la primera vez, porque ayer había algo raro en tu boxer, pero imaginé que había sido mientras dormías. Ahora voy a tener que ocultar mi ropa interior. No abuela, ya no voy hacer.
Al día siguiente desperté con una resaca moral tremenda. Pero fue sola verla de espaldas haciendo el café que tuve una erección monstruosa. Mi abuela estaba pendiente de todo y notó que la miraba. Matheus deja de mirarme así y baja esa carpa que ya viene Carlos con Sebastiana. Al ver a la esposa del casero durante el café yo no podía entender cómo podía haberla cogido. Era fea, pero ni bien empecé la faena del día, le pedí permiso a don Carlos diciendo que iba ir al baño y fue a su casa a coger a su mujer. Ella como que ya se lo esperaba. Después de coger su coño un instante, ella pasó mantequilla en mi verga y la puso en la entrada de su culo. Eso querías, ¿no? Terminé y me fui volando a trabajar con su marido.
En la noche mi abuela casi me mandó a dormir en la sala con los mosquitos, pero por el riesgo de malaria, me dijo que podía dormir con ella siempre y cuando no me pajease allá. Me dijo que me tome una ducha antes de dormir y eso hice, pero qué encuentro en el baño? Pues su bombacha. No pensé dos veces en olerla e usarla para pajear. Pero luego vino mi abuela a tocar la puerta y me dijo que le pasara su calzón. Le pasé avergonzado, fingiendo que no lo tenía, pero justo ella dijo, Lo tenías, ¿no? Quise negarlo, pero era en vano y solo sonreí sin gracia. La puerta del baño estaba entreabierta y yo solo asomaba la cabeza. Mi abuela miró hacia abajo y volvió a mirarme en los ojos diciendo, En un calzón sucio, de todo el día Matheus, no seas cochino. Entonces no sé de dónde saqué coraje para decirle que me parecía el mejor olor del mundo. Eso la desconcertó. Ella se tragó una sonrisa volviendo a repetir que los hombres eran animales y se fue.
Volví a la cama sin pajearme y me eché a su lado con la cabeza a sus pies como siempre, pero mi abuela me dijo que ahora me ponga normal para que no la esté mirando. Ay abuela, tampoco es para tanto. ¿Qué? O sea, hueles mis calzones. Bueno, pero fue por el sueño. Hum, y qué soñaste a ver? Pues, bueno, la verdad es que fue un poco pesado. Obvio, si te levantaste directo a pajearte en mis cosas, no esperaba menos. Pero cómo llegaste a eso, o sea, tanta mujer en el mundo, porque yo? No lo sé abuela, a mí también me sorprendió. Ay, es que ustedes los hombres son unos bárbaros. Yo nunca me vestí mal delante de ti, como para que soñaras algo así. Lo sé abuela, fue de la nada. Y cómo pudiste hacerlo con tu madre, eso no lo puedo entender. No lo hicimos abuela. Como que, no? Celia me contó todo, ya te lo dije. Sí, pero ella entendió mal, o sea, estábamos a punto, pero ella interrumpió. Hum, más bien, no? Porque es un pecado muy feo. Pues sí. Pero incluso hasta donde llegaron, es impensable para una madre e un hijo.
Solo espero que si vuelves a soñar conmigo logres interrumpirlo… Hay que ser cristianos hasta en los sueños. En serio? No sabía que se podía. Pero claro. ¿Me vas a decir que no puedes? La verdad que no. Hum, entonces no quiero ni saber qué soñaste. Sonreí. Ella preguntó de qué me reía. Nada abuela, de su comentario no más. Pues no era para reír. Ah ya. Y no quiero más saber que estás oliendo mis calzones. Ok abuela. Y mucho menos pajeándose en ellos. Yaaa. Ah, te da cosa oírlo? Imagínate a mí. Un calzón de todo el día, oliendo a todo, o sea. Ya, es que… ¿Qué? Usted no entiende abuela, usted no es hombre. Pues explícame a ver. Es que para nosotros es rico, o sea, no el de todas, pero con todo el respeto, el suyo… Él mío qué? Pues estaba muy bien. Qué pervertido, por dios!
Otra vez no pude dormír y empecé a pajearme. Ella se despertó y me dijo, Matheus qué haces? No puedo creer que te estás pajeando en la cama. Perdón abuela, es que volví a soñar. Conmigo? Le dije que sí, sin dejar de pajearme. Eso está mal, Matheus. Lo sé abuela, pero… Qué estabas soñando, a ver? Qué la tenía a usted en cuatro… Ya, ya, no lo termines, ya no me tientes. Dejá de pajearte ahora! Lo dejé pero seguí despierto. Seguía imaginando y pensando. Estaba medio loco. Me acordé de la media sonrisa de ella en la puerta del baño, y de las charlas, no lo sé, pero en mi alucine de arrecho sentí que me había dado mucha libertad. Y eso de no me tientes, ¿qué significaba?
Me volqué hacía su lado. Ella dormía de espalda hacía arriba. Me levanté un poco para verle el calzón y casi se podía verlo, aún en la penumbra. Me atreví a subirle un poco la bata y ahora sí pude ver mejor. En mi locura acerqué la nariz a sus nalgas y cuándo menos pensé ya la estaba lamiendo. Ella empezó a moverse y eso me dió más coraje para seguir, con más intensidad, pero de la nada paró y me preguntó que hacía.
No sé lo que hago, abuela. Me estás lamiendo las nalgas ¿Estás sonámbulo? Estoy despierto. Entonces qué hacés, no podés hacerme eso. Estaba lamiendo su calzón en la altura de su culo. Es que no sé qué estoy haciendo, abuela. Ahora empezaba a darle chupones en toda la nalga y jalé su calzón para pasar mi lengua en la raya. No me hagas eso Matheus, no seas atrevido. Ella decía eso pero no hacía ningún movimiento para impedirme y yo solo continué. Quise quitarle el cachetero, eso sí no me dejó, pero eso no me impidió de seguir besándola toda. Iba de los muslos hasta la cintura dando lengüetazos y haciendo chupones. Jalé un poco más su calzón y le lamía toda la raya.
Matheus, me estás lamiendo el culo, dejá. Pero al escucharla decir eso, mi morbo solo aumentó y me quedé un rato con la lengua en su agujero anal. Sos un loco, que me estás haciendo? Seguí haciéndolo, cada vez más intenso. La bombacha me molestaba y la quería quitar, pero no me dejaba y empezó a agarrarla. No hizo ningún intento de alejarme y separé sus nalgas para ir más al fondo con mi lengua.
Puse mi mano sobre la suya, la que retenía el calzón y le dije que lo suelte, que me lo iba a sacar para chupar su coño. Matheus eso es muy indecente, no lo hagas. Pero hice y le quité todo el calzón. Mi abuela solo se quejaba, pero no hacía nada. Volví a lamerle y logré que se ponga en cuatro, después logré poner mi cabeza entre sus piernas mirando hacía arriba y la chupé mejor.
Sos un bárbaro Matheus, soy tu abuela, no podés hacerme eso. Me estás… no se atrevía a decir, pero empezó a jadear, y después se arrodilló sentada en mi boca y empezó a moverse sin parar de recriminarme. Entonces le agarré las tetas. Ay me vas a hacer venir, Matheus. Ay, qué barbaridad, cómo podés chuparme así!? Intensifiqué y le abrí las nalgas, le llegaba al fondo de su coño con mi lengua, mi nariz se perdía entre sus pelos y empecé a hurgarle el culo con un dedito. Ella no tardó en venirse. Se echó a un lado y yo me fui sobre ella sin esperar.
¿Qué haces!? Me dijo. Te voy a coger, abuela. Nooo, cómo pues, no me podés coger. Me puse entre sus piernas y apunté a la entrada de su coño, pero sin meter. Le preguntaba sí podía y ella se negaba. Ya fuimos demasiado lejos, Matheus, acabas de chuparme el… Y te hice venir, abuela. Obvio, que tampoco soy de hierro. Lo sé, pero ahora me toca. No, pajeate afuera. No le hice caso y me acomodé mejor, le tiré un escupitajo en su coño. Mi abuela abrió los ojos asustada. Empujé toda la glande. Mi abuela gimió. Después me eché sobre ella y fui introduciendo despacito toda la verga. Ay, no puede ser, me la metiste, Matheus.
Me acuerdo de casi cada detalle de lo que sucedió aquella noche. Estuve bombeando un rato. Mi abuela me miraba seria, pero de vez en cuando le salía un chillido o unos jadeos. Traté de besarla en la boca, pero se volcaba. Lo que sí, me abrazó con las piernas y yo agarré sus manos contra la cama. La tenía rendida. Pero lo más loco es que nos mirábamos a los ojos y eso aumentaba el morbo. Cuando empecé a ir muy profundo y con más intensidad ella se quejó preguntando si la quería romper. Le pregunté hace cuánto no lo hacía. Me dijo que mucho. Yo no sabía, pero la última vez que mí abuela había tenido sexo, fue con mi padre, hace 15 años, cuando mi madre estaba embarazada de mí.
En mi inexperiencia empecé a darle muy duro y ella me pidió que vaya más despacio, que la iba a lastimar, pero yo le dije que solo iría más despacio si me dejaba besarla. Pero no podés besarme, Matheus, sería el colmo. Suficiente con lo que estás haciendo. Me estás follando, o sea. Dijo esa palabra exactamente. Sí y quiero besarte, abuela, sos muy hermosa. Me besas y te doy más suave, vale? Entonces ella se dejó besar, primero tímidamente, solo con los labios, pero no tardamos en besarnos con las lenguas.
Ella me decía que ya no los besos, pero lo decía entre jadeos, era muy contradictoria mi abuela, decía que no quería, pero estaba disfrutando y a punto de venir. De repente me abrazó muy fuerte con las piernas y con los brazos, se tiró un único chillido fuertísimo y se relajó. Después trató de alejarme y yo le seguí dándo duro un ratito, hasta que ella me venció y me alejé. Pero me vine sobre ella apuntando la verga hacía su rostro. No sé de dónde me vino tanto atrevimiento. Terminé copiosamente en su face, sobre sus labios, sus ojos y su frente, incluso fueron chorros hasta su cuello y cabello, y exprimí lo último que salió en su cachete.
Continuará…
4 comentarios - Primera vez con mi abuela
Soy paciente, y necesito saber hasta que te cogiste a tu madre. Buen relato.