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PDB 42 Lecciones de conducir (II)




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Compendio III


Como mencioné, una de las razones por las que Izzie está en las últimas de nuestras prioridades es porque, aunque ha cambiado un poco, todavía sigue siendo bastante arrogante para el gusto mío y de mi esposa.

Para sus 32 años, se mantiene bastante bien, porque no parece mayor que Emma o Marisol. Su apariencia es simplemente despampanante, con un largo cabello negro azabache que cae en cascadas sobre sus hombros en perfectas ondas, siendo el epítome de la elegancia al enmarcar su delicado rostro en un aura glamurosa; unos ojos marrones intensos que encierran un encanto endiablado inigualable; su piel bronceada ligeramente, insinuando su buen pasar y labios carnosos destacados en un intenso carmesí, realzan su sensualidad, el cual acentúa artísticamente con su maquillaje, revelando un aura de encanto innato.

PDB 42 Lecciones de conducir (II)

Pero su figura no se queda atrás, con generosos pechos naturales los cuales le encanta sacar a relucir, junto con sus largas piernas, enfundadas en un par de zapatos de tacón alto, la hacen parecer más alta y escultural, al acentuar la delgadez de su cintura y la redondez y opulencia de sus nalgas.
Pero como toda rosa, tiene espinas: una arrogancia terrible, un temperamento voluble y una actitud malcriada, que muchas veces, me hace cuestionarme si realmente vale la pena acostarse con ella.

Aun así, no la puedo culpar completamente. Luego de haber conocido unos meses atrás a Victor, su esposo, con un encanto insidioso y sutil y una mente calculadora, pude darme cuenta de que no era una buena persona. Para un tipo como él, Isabella no era más que una pieza en su tablero de ajedrez, un bello accesorio para su imagen pública.

La primera lección de conducir de Isabella me abrió los ojos. De no haberme dado cuenta de su control sobre ella y de haber seguido sus deseos de llevarla a un motel, habríamos sido sorprendidos en el acto por su tenaz chofer. Por otro lado, alisó su comportamiento: Isabella se volvió más sumisa y confiada sobre mis peticiones.

Pero quizás, la que más le irritó fue mi orden más sencilla:

-         Por favor, Isabella, vístete diferente. Tu apariencia habitual no es útil para conducir.

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·        ¡Qué malo eres! – protestó por teléfono, con un tono de queja sensual. – Solo haces esto para irritarme, ¿No es así?

Marisol se reía de mi cara de hastiado…

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-         Te expliqué que lo hacemos para que Victor no sospeche.

·        ¡No!– Insistió malcriada, peor que los pucheros que nos hacía Verito cuando era chica. – Lo que pasa es que tú quieres que me vea tan mal como luce Emma.

Y entonces, aproveché ese ángulo…

-         Bueno, ya que lo mencionas, sí, Emma se ve bastante bien con esa ropa, considerando que no tiene tu figura. – comenté burlón, solo para irritarla.

Guardó silencio por unos segundos…

·        ¡Ush,está bien! – refunfuñó por el teléfono, aceptando taimada. - ¡Cambiaré mi ropa, chico malo!

-         Gracias… y necesito que ese día, dejes el teléfono en tu auto.

Eso la terminó de descolocar…

·        ¿QUÉ?¿ESTÁS LOCO? – literalmente gritó por el teléfono.

Yo, sin embargo, seguía impasible…

-         ¿Quieres que volvamos a tener sexo? – le pregunté, ante la mirada atenta de mi esposa.

·        

-         Porque si quieres tener sexo, esta es la única forma. – razoné con ella, perdiéndome en la mirada lujuriosa de mi ruiseñor. – Tú misma viste que Victor te mantiene vigilada y no me sorprendería que monitorease tu celular. La única forma que tú y yo tengamos tiempo a solas, tal cual como tengo con las chicas, es que tú aprendas a conducir.

Soltó un suspiro…

·        ¿Estás seguro? – preguntó lastimera.

Le pedí a Marisol que se acercara, para acariciarla.

-         Sí.– le respondí, agasajando a mi mejor amiga y compañera. – Si fueras tan valiosa para mí como lo es mi esposa, te tendría todo el día vigilada…

Marisol sonrió al escuchar mis palabras.

·        ¡Está bien! Espero que valga la pena. – exclamó desanimada antes de cortar.

Besé a mi ruiseñor y la agarré de sus firmes nalgas…

+       ¿A mí también? – preguntó mi esposa coqueta y excitada.

Suspiré, admirando su sonrisa.

-         Sí.– le confesé, besando sus manos. – Si no te tuviese confianza.

Y ese jueves, me llevé una grata sorpresa al dejar a Bastián en su escuela. Esa fresca mañana, Isabella vestía unos jeans ajustados que destacaban su redonda y magnifica retaguardia, pero su chaleco marrón apenas parecía disimular el volumen generoso de sus pechos.

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Al ver mi cara de idiota, Isabella sonrió coqueta…

·        ¿Nos vamos? – me preguntó animosa.

Detrás de ella, Emma nos miraba juntos, mordiéndose el labio…

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A la semana siguiente, el martes cuando me tocó estar con Emma, me contó que Isabella la había visitado el miércoles anterior a su lección de conducir.

Aunque todavía seguía enfadada porque le estaba pidiendo que cambiara su ropa, Isabella se quejaba con ella que se veía igual que cualquier otra madre. Al verla vestir sus modestas vestimentas, Emma le confesó que tiene un cuerpo que aun destacaba por su belleza, sin importar lo que vistiese, además que ella ya sabía que me gustan más las mujeres que no visten tan seductoras…

Pero lo que más destacó (considerando que, en ese tiempo, no habíamos tenido el trío con Marisol), es que la figura de Isabella desnudándose era simplemente escultural y que poco le faltó para que le saltase encima y la tomase en la cama.

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Mientras abandonábamos el estacionamiento, le di un saludo al chofer, sonriéndole por llevarme a Isabella. Me miró con una cara de perro bravo…

·        ¿De verdad, no necesitaré mi celular para divertirme? – preguntó Isabella, mientras me tomaba del brazo.

Suspiré y traté de mostrarme serio e indiferente ante la mirada del matón.

-         ¡Créeme,Isabella, que si todo resulta como lo tengo planeado, te cogeré hasta que camines raro!

Isabella se le cortó la respiración y guardó silencio. Habiéndome conocido, sabía que no le mentía.

Nos subimos a la camioneta y en efecto, noté que de nuevo nos seguían. Aunque tomé calles que sabía que tenían mucho tránsito, el chofer era persistente y no nos perdía el rastro.

Sin embargo, discurrí una idea salvadora.

-         ¡Isabella, dime cuál es el mall más cercano que te gusta! – Le ordené, pendiente del matón que nos rastreaba.

El rostro de Izzie se iluminó como árbol de navidad…

·        ¿De verdad? ¿Me llevarás en una cita? - me preguntó ilusionada.

Honestamente, la admiré por su ignorancia ante nuestro riesgo…

PDB 42 Lecciones de conducir (II)

Me dio las instrucciones y aceleré el paso, dentro de los márgenes legales. Afortunadamente, escogió un centro comercial con estacionamiento subterráneo, el cual debías pagar por estacionar.

4 autos detrás de nosotros, nos seguía el mismo coche que había ido a dejar a Isabella a la escuela.

Una vez que entré, me dirigí directamente hacia la salida, dejando a Isabella estupefacta.

·        ¡Espera!¿Qué haces? – preguntó ella, al ver que no me detenía. - ¡No! ¡No nos vayamos aún!

Pero lamentablemente, tenía un margen de tiempo limitado. Aunque Izzie parecía a punto de ponerse a llorar, tenía que pagar la tarifa de 2 minutos de estacionamiento, antes de marcharnos.

·        ¡Chico malo! ¡Chico malo! ¿Por qué me haces esto? – estalló, golpeándome en el brazo cuando subíamos por la rampa de salida.

-         ¡Lo siento! – le dije, con un pesar en la garganta. – Teníamos que hacerlo. Nos volvió a seguir.

Paró su llanto al escuchar aquello…

·        ¿Nos estaban… siguiendo? – medio hipeó, al ver que le miraba sincero.

-         ¡Sí, lo siento! – me disculpé, incómodo por haberla hecho llorar.

Aun así, noté que estaba entre enfurruñada e impresionada por mi actuar.

·        Pues…para la próxima vez que lo hagas, debes decirme…-dijo, haciendo un coqueto puchero.

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Le sonreí, admirado por su resiliencia.

-         ¡No te preocupes! – le acaricié la pierna. – Si todo resulta bien, no lo haremos más y podremos ir completamente libres a un hotel.

No pudo disimular su sonrisa, intentando lucir enfadada.

Pero sí, lo tenía considerado.

Esta vez, fuimos hacia el este, a una parte más rural. Considerando que nos estaban siguiendo, no quería arriesgarme a ir a la planta eléctrica donde tuvimos la primera lección.

Encontramos una procesadora de alimentos con un amplio estacionamiento.

·        ¿Otra vez? – preguntó Isabella, decepcionada. - ¿No podríamos… ya sabes… ir a un motel por aquí?

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Me llamó la atención que fuese tan directa. La besé en los labios y le agarré uno de sus pechos.

-         ¡Sí, podríamos! Pero créeme, tras conocer a tu esposo, estoy seguro de que nos volvería a rastrear luego. – le tomé la pierna. – No, Izzie. Tu única oportunidad es que aprendas a conducir bien.

·        ¿Cómo puedes saber eso? – preguntó intrigada.

Le sonreí con calidez…

-         A diferencia tuya, mi familia no tenía muchos recursos, por lo que donde ellos fueran, obligadamente tenía que ir yo. Solo 2 cosas me dieron mayor independencia: la primera, que aprendí a movilizarme por transporte público y mi papá no tenía que ir a dejarme a la escuela, y la segunda, aprender a conducir, aunque lo odiaba, porque me ponía nervioso manejar.

Para ella, el contraste le pareció gracioso. En realidad, me confesó que antes de conocer a Victor, también se movilizaba por transporte público para ir a la escuela y que nunca se había dado cuenta que perdió esa libertad por tener un chofer que la llevase a cualquier parte.

Al verla más motivada, le hice una propuesta…

-         Te propongo un desafío: si logras estacionar mi camioneta usando la reversa y dentro del espacio del estacionamiento, te haré aquí el amor, en la camioneta.

Su rostro no parecía creerlo…

·        ¿Qué?

-         Sí.– le sonreí, al ver que la idea le entusiasmaba demasiado. – Si logras estacionar bien mi camioneta, usando la reversa, dentro de un espacio de estacionamiento, te haré el amor aquí. Sin preservativos ni nada de eso. ¿Te atreves? Apuesto a que nunca has hecho el amor en un auto y hacerlo de esa manera me trae recuerdos de una mujer que amé por mucho tiempo, ¿Qué me dices?¿Te animas?

Durante los 2 primeros intentos, tuve que pedirle que no hiciera rechinar los neumáticos…

Pero a medida que se fue calmando, coordinando y enfocando, una y otra vez, eventualmente lo consiguió.

En un impulso emotivo, me robó un maravilloso beso.

·        ¡Gracias, Marco! – me agradeció, con lágrimas rodando por sus mejillas. - ¡Esto no podría haberlo hecho sola!

Le sonreí y le acaricié la cabeza.

-         ¡Vamos a cobrar tu premio! - le propuse.

Era un día nublado. Había lloviznado y estaba medio fresco. El estacionamiento estaba casi vacío.

Una de las cosas maravillosas de esa mañana fue que Izzie se sentía fea, con pantalones largos y una chaleca que ocultaba su atractivo natural. Pero, aun así, me encargué de hacerlo un momento mágico para ella.

Le tomé de la mano con delicadeza. La llevé a la cabina trasera y la senté, abriendo sus piernas. La desnudé con delicadeza, removiendo sus zapatos y pantalones, de una forma que la hizo sentir como una princesa.

Irónicamente, siempre creyó que viviendo una vida de lujos la haría sentir así, aunque yo, haciéndolo de esta manera, la hice sentir viva.

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Empecé a besarla en sus muslos suaves y sudorosos. Su corazón se aceleró, consciente que estaba tan cerca de su húmeda vagina,sintiendo una mezcla entre sentirse expuesta y agradada al mismo tiempo. Cuando deslicé mi lengua en su rajita, soltó un suspiro y se vino un poco en mi cara.

Podía sentir que en esos momentos me amaba, porque le estaba haciendo experimentar tales sensaciones insospechadas, que poco a poco, le hacían olvidar mis errores.

No le importaba en lo absoluto que estuviera casado, ni que me estuviera acostando también con sus amigas. Se notaba que, durante ese tiempo, ella era lo más feliz que podía ser. Mucho más que cuando compra carteras o vestidos caros. Probablemente, más que cuando se casó con Victor y seguramente, más que cuando dio a luz a Lily.

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 Mi lengua le estaba dando un placer más allá de sus sueños más salvajes.

Mientras mi lengua exploraba sus pliegues,Izzie pareció olvidarse de todo. Como si el mundo entero hubiese desaparecido, dejándonos solamente a los 2. Afirmó mi cabeza, arqueando su espalda, permitiéndome explorar más y más adentro, deleitándose con las sensaciones que recorrían su cuerpo. Nunca había experimentado algo así y sabía que no quería que terminara nunca.

Luego que se vino un par de veces, me retiré un poco y desabroché mi pantalón. Ella tragó saliva al verme así hinchado.

-         ¿Quieres más? – le pregunté, al verla así de sorprendida.

Asintió, con una voz casi inaudible. Le sonreí y antes que pudiese darse cuenta, estaba metiendo la cabeza dentro de ella.

Fue inevitable comparar las ocasiones que hice lo mismo con Hannah. Pero era distinto: Hannah era más pequeñita, al igual que la camioneta que tenía en ese entonces.

Y aquí tenía a una diosa, con cabellos azabache y labios encendidos, gozando como nunca porque se la estaba metiendo en la cabina de mi modesta camioneta.

Sus movimientos eran exquisitos, y ella gemía en placer. La estaba abriendo. La satisfacción de saber que la estaba abriendo más allá que en toda su vida. Y, aun así, la embestía suavemente, con firmeza haciendo que ella se deleitara siendo follada de esta manera.

Sabría después que nunca lo había hecho así. Pensaba que era tan indigno de ella. Y en esos momentos, reconocía lo tonta que había sido. Sentir mi cálido pene marchando lentamente dentro de ella le parecía extraordinario.

Mis embestidas eran profundas y potentes, pero habiéndolo por casi 2 años en faena, tenía la experiencia de nunca perder el control. De nunca hacerle sentir que lo estuviese haciendo con rudeza.

Había aprendido perfectamente cómo tocarla ,cómo hacerla sentir segura, querida y apreciada. Todo eso lo había aprendido con Hannah y en esos momentos, lo aplicaba en Isabella.

Y ella podía sentir cada centímetro de mi longitud dentro de ella, y con cada embestida, soltaba más y más jugos.

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Nuestros cuerpos se golpeaban bajo el mismo compás, con el sonido amortiguado por la soledad que nos rodeaba. Su respiración era acompasada y podía sentir cómo sus músculos se tensaban bajo mis manos, intentando mantener el control por no correrse, aunque a mí, ya no me afectaba en lo absoluto.

Cuando sus pechos empezaron a oscilar con cada embestida, se los agarré bruscamente, levantándola para acompañar sus movimientos. La sensación no se parecía a nada que hubiera experimentado antes,y la llevó a un nuevo nivel de felicidad. Su cuerpo se tensó y convulsionó bajo él mientras se corría oleada tras oleada, y sus gritos de placer llenaban la cabina de mi camioneta.

Nunca antes había estado con un hombre capaz de hacerla llegar al orgasmo tantas veces en una sola sesión. Y el hecho que supiera que ella no era la única, que me estaba acostando con sus amigas y algunas mujeres más, parecía excitarla aún más. Saber que he estado con muchas mujeres y muchas amantes, le generaba una ansiedad y excitación adicional.

Quería que, como siempre, ante todas las otras,ella destacara aún más.

Pero le faltaba más experiencia. Incluso cuando yacía jadeante y exhausta bajo mí, continué empujando, introduciendo implacablemente mi hambriento pene más y más dentro de ella. Podía sentirlo presionando contra su vientre, lugar que pocos habían llegado. Parecía demasiado para ella, pero a la vez, refrescante.

Su cuerpo se doblaba hacia mí con cada embestida, con sus uñas clavándose en mi espalda, luchando por mantenerse conectada. Se corría una y otra vez, sintiendo sensaciones que nunca había sentido antes y fue entonces que ya nunca más sería capaz de estar con alguien más aparte de mí.

No se trataba solo de mi tamaño. Me dijo que encontró algo en mi personalidad. Algún tipo de virtud interna que me permitía permanecer calmado y alerta, incluso si el mundo entero cayese en llamas. En esos momentos, me contó que se sentía terriblemente excitada por mí, acabando de forma incontrolada, deseando que la impregnara, que llevase mi semilla. En el fondo, que la marcase como mía.

Mis embestidas se hicieron más intensas y rápidas, con mi respiración entrecortándose a medida que me acercaba a mi propio orgasmo. Izzie sintió la tensión creciendo en su cuerpo y con una última y poderosa embestida que pareció querer enterrarla en la camioneta, que acabé, llenándola con mi semilla.

Como nos pasaba con Hannah, permanecimos tumbados, resoplando agotados, por un tiempo que parecía una eternidad, con nuestros cuerpos sudorosos y saciados.

Nunca se había sentido tan llena. Su vientre se sentía hinchado por mi semen. En esos momentos, Izzie no paraba de sonreír, pensando que si me hubiese corrido tan generosamente dentro de ella cuando era más joven, probablemente también habría sido madre de gemelos, como lo es Marisol.

Me incliné hacia adelante y la besé. La hice sentir amada. Algo que había anhelado y deseado tanto tiempo viniendo de Victor, pero que, de alguna manera, a lo largo de la carrera por las riquezas y el poder, se terminó perdiendo en el camino.

Como las otras, todavía quería más. Pero al mismo tiempo, comprendía que no podía darle más del tiempo que compartía (sin olvidar, por supuesto, que tenía que volar en esos momentos para alcanzar a buscar a Bastián de la escuela).

Pero en ese sentido, Isabella me dijo que comprendía a las demás mujeres que me rodeaban: que yo no solamente las hacía sentir bien solo sexualmente, sino que también emocionalmente. Y ese cóctel era poderosamente adictivo.

Sin pelos en la lengua, me confesó que ya no le importaba su matrimonio. Solo le importaba Lily (porque, además, le había devuelto sus sentimientos maternales hacia ella) y su próxima dosis de mí.

Claro, había quedado reducida a mi “amante de los jueves”, pero no le importaba. En realidad, la idea la enorgullecía. Sabía que, a pesar de todo, era de una u otra manera, especial para mí y esa idea le bastaba para volver por más.

Incluso si le significaba escabullirse de casa, mentir a su marido y arriesgar todo por lo que habían trabajado tan duro.

·        ¡Vales la pena! ¡Vales mucho más que la pena! - me confesó, mirándome muy seria.

(You’re worth it. You’re way beyond worth it.)

Pero a medida que nos acercábamos a la escuela, la noté sorpresivamente más optimista y madura, mirando más allá lo que el paisaje nos mostraba, con esos ojos como cuando piensas en el futuro.

¿Nos vería juntos algún día? ¿O seguiríamos jugando estas escaramuzas con Victor, hasta que tarde o temprano nos encuentre?

Pero cuando llegamos al estacionamiento de la escuela, me sonrió. Pude sentir que ya nada le preocupaba.

Tomando mi mano, sonrió, sabiendo que mientras me tuviera en su vida, aunque fuese en pequeñas dosis, sería feliz.

Y que, por el momento, eso era lo único que le importaba.


(P.D de Marisol: Sí, queda una 3era parte XD)


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2 comentarios - PDB 42 Lecciones de conducir (II)

meneku +1
Estuvo muy bueno +10 p
metalchono
Muchas gracias por comentar.
eltrozo896 +1
Excelente
Marisol contara el trio?
metalchono
Me refería al trío con Emma, que conté yo. Ahora, Emma anda con antojos de hacer un trío con Izzie desde ese entonces (toma en consideración que esto pasó hace un par de meses y Izzie ya tiene su licencia de conducir), pero tengo que ver cómo lo hacemos. Ahora, este lunes debería pegarme una arrancada con Maddie al hotel. Saludos y gracias por comentar.