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Compendio III
Con mucha “ternura”, Aisha tomó la cabeza de su hija y ubicó sus tiernos labios sobre mi falo.
Solté un gemido de satisfacción, a medida que sentía los labios y la lengua de Calliope degustar mi miembro hinchado.
v ¡Ok, cariño! Trágala lentamente. – le dijo Aisha, a medida que le enseñaba a su hija cómo mover su cabeza para complacerme.
Esos momentos fueron como un ritual de paso. Como cuando la mamá águila empuja al polluelo para que aprenda a volar.
Aunque en este caso, se trataba de enseñar a la hija cómo mamar bien una verga.
Calliope obedeció como se le instruyó, tomando mi verga en su boca y empezando a mover su cabeza de arriba hacia abajo, con sus labios y lengua acariciándome a medida que lo hacía.
Al principio, se sintió nerviosa, pero no pasó mucho para que el placer por agradarme y hacerme sentir bien la sobreseyera, mirando ocasionalmente a su madre, quien la contemplaba con una mezcla de orgullo y deseo y le daba la confianza para seguir.
v ¡Qué buena mamadora resultaste ser, Calliope! – Alabó Aisha a su hija. – Pero apuesto que nunca chupaste un pene como este. ¿Acaso tu novio te hace chuparle así?
Aisha empujó mi pene en la boca de su hija sin dejarle responder. A medida que suplicaba por aire, le dejaba respirar.
Podía notar en la mirada de Aisha una mezcla de celos y admiración por su prole. En parte, estaba orgullosa de ella por tener una mente tan abierta y ser aventurera.
Pero por la otra, era como si su hija estuviera robando parte de ella, compartiendo algo intimo que creyó alguna vez solo de ella.
Sin embargo, al notar aquello y sentir mis caderas menearse hacia la cara de Calliope mientras seguía meneando su cabeza maravillosamente, logré tratar de calmar la situación.
- ¡Oh, sí! ¡Sigue así, Calliope! – murmullé, aguantando mi placer lo mejor que podía.– Ustedes dos son bastante buenas…
Aisha sonrió orgullosa, acariciando los rubios rizos de Calliope, como si reafirmara que todo estaba bien, que todavía la quería y estaría para siempre junto a ella.
Calliope continuaba dándome un inmenso placer, sus labios y lengua trabajando sincronizadas a medida que su cabeza subía y bajaba por mi verga. Su madre le contemplaba atenta, con una expresión orgullosa y excitada en su rostro.
v ¿Te gusta la verga que estás tragando? -Aisha desafió a su hija. - ¿Te agrada el sabor que tiene su pene?
Calliope no pudo contener su risa al responder.
ü ¡Por supuesto que me encanta, mamá! ¡Es la cosa más deliciosa que he comido en mi vida! ¡El pene de Nick ni siquiera llega a la mitad de esta dulzura! - soltó una tierna risita, sorbiendo ruidosamente antes de proseguir sus ministraciones orales.
v El de tu padre, tampoco. – comentó, mirándome coquetamente con una sonrisa.
Con un entusiasmo revigorizado, Calliope chupó, lamió y mordió mi pene, saboreando la sensación de tenerla en su boca y el sabor de mi piel en su lengua. Sentía también la mano de su madre recorriéndole el pelo, guiando sus movimientos y animándola.
Podía sentir que me faltaba poco, porque ya no podía controlar mis caderas, sintiendo mi orgasmo venir.
- ¡Ah,sí! ¡Sigue así! ¡Justo así! – alcancé a decir, antes de dejarme ir.
Y con una última embestida, estallé, llenando la boca de Calliope con mi semen salado y caliente. Se ahogó un poco a medida que inundaba su boca, pero no se retiró. En lugar de eso, tragó hasta la última de las gotas, haciendo que el voluptuoso pecho de su madre se hinchara en orgullo.
Cuando finalmente pudo respirar, Aisha estaba ahí, besándola apasionadamente en los labios, con su sedienta lengua sorbiendo los últimos vestigios de mi corrida de la boca de mi hija, y sus pechos presionándose mutuamente.
v ¡Estoy tan orgullosa de ti, Calliope! –susurró, acariciando sus mejillas y mirándola a los ojos. - ¡Estás creciendo tan preciosa!
Calliope contemplaba a su madre, con una mezcla de emociones. Se le notaba orgullosa, satisfecha del placer que nos había dado a ella y a mí.
Pero también había algo de anhelo e incertidumbre. Mientras contemplaba a su madre, se dio cuenta de lo que más quería por encima de todo.
ü ¡Mamá! – empezó a hablar, con una voz nerviosa por la emoción. – Yo quiero esto… te deseo a ti. No quiero sentirme culpable por ello nunca más.
En esos momentos, sentía que algo más había pasado desde la última vez que Aisha y yo estuvimos juntos…
A lo que me refiero es que la mirada que se daban la una a la otra ya no era de madre e hija. Eran las miradas de 2 mujeres que se deseaban sexualmente…
ü Yo quiero… yo quiero hacerte feliz, mamá. Quiero estar contigo por siempre. – empezó a soltarse, con una voz apenas más audible que un susurro, pausándose para pensar en las palabras correctas. – No quiero ocultarte ningún secreto. Quiero estar junto a ti, abierta y honestamente. Sin ocultarnos.
Se abrazaron mutuamente, deleitándose con la sensación de su piel apretada contra la de la otra, el calor de sus cuerpos fundiéndose en uno solo.
Y entonces, recordé la reacción de Aisha en la fiesta de las gemelas, cuando le pregunté por Calliope…
El diálogo que prosiguió confirmó mis sospechas…
Aisha sonrió, con lágrimas en los ojos.
v ¡Cariño! – le susurró, estrechando a Calliope entre sus brazos. – Yo también quiero eso. Nada me gustaría más que estar contigo para siempre. Pero… tampoco podemos olvidarnos de tu padre. Tenemos que pensar también en lo mejor para él.
Calliope frunció el ceño al oír esto, comprendiendo el dilema de su madre.
ü ¡Lo sé! – replicó en voz baja y de mala gana.
Aisha acarició la cabeza de su hija y la miró, tratando de subirle los ánimos.
v Pero eso no significa que no podamos divertirnos mientras él no está, ¿Verdad? – le respondió Aisha, con una sonrisa traviesa.
Y entonces, Calliope miró a su madre, con ojos suplicantes…
ü Mamá…- dijo en un tono de curiosidad inocente, que me recordó a mis hijas en un parque de diversiones. - ¿Puedo montarlo? Nunca había visto una tan gruesa y larga como la suya, ¿Por favor?
Descaradamente, deslizó sus dedos, buscando mi erección, con un toque ligero y tentador.
Aisha se mordió el labio y sonrió a su hija, con su corazón hinchándose con orgullo y amor.
v ¡Por supuesto, preciosa! – respondió, ayudando a Calliope montar mi cintura. - Solo tomate tu tiempo y muéstrale lo mucho que has crecido.
Yo estaba cansado, pero en vista de lo que querían hacer, tenía que decir algo.
- ¡Espera, Aisha! ¡Por favor! – Le pedí, alzando la mano, impidiendo que Calliope se metiera mi pene desnudo en su cálido interior. - ¿Calliope, estás tomando anticonceptivos?
Calliope sonrió, conmovida por mi preocupación.
ü Sí… Nick y yo follamos a veces… pero él nunca ha sido tan bueno.
Aisha sonrió a su hija.
v ¿Puedes ver la diferencia entre follar con un jovencito y con un hombre de verdad? – le preguntó orgullosa.
Calliope miró los ojos de su madre, sintiendo un golpe de adrenalina y deseo fluyendo por sus venas. Se inclinó hacia adelante, con sus soberbios senos morenos rozando mi pecho a medida que guiaba mi erección hacia ella. Respirando con calma, bajó hasta sentir la cabeza de mi pene rozando su entrada. Jadeó levemente, puesto que la sensación le produjo una oleada de placer.
No era virgen, pero estaba apretada. Lentamente, empezó a bajar más, introduciéndose más en su interior. Aisha la observaba, con la mano en el pecho de Calliope y el pulgar, acariciándole el pezón.
A medida que su estrechez me iba envolviendo, Aisha notaba la tensión en el cuerpo de su hija. Se inclinó y besó el cuello de Calliope, recorriendo con la lengua su delicada y morena piel.
v ¡Eso es, hija mía! - le susurró con una voz seductora. - ¡Muéstrale lo bien que te sientes!
Calliope esperó un poco, a medida que su cuerpo se ajustaba al grosor de mi pene y empezó a cabalgarme, moviendo sus caderas con un ritmo inocente y sensual, usando sus piernas para impulsarse, mientras yo la sujetaba con mis brazos por la cintura. Las sensaciones fueron increíbles, que me fue llevando al borde del éxtasis paulatinamente, sintiendo Calliope poco a poco iba llegando hacia al orgasmo. Miró a su madre, que nos contemplaba atentamente, con sus dedos pellizcándose inconscientemente los pezones.
ü ¡Vamos, mamá! ¡Muéstrame cómo lo haces! –susurró con una voz ronca en deseo. – Enséñame cuánto lo deseas.
Aisha sonrió y se inclinó junto a nosotros, con sus masivos pechos colgando como ubres. Sus tibias manos tomaron las mías, obligándome a presionar esos suaves y carnosos meloncitos, haciendo que su hija gimiera de placer, mientras que las manos de la experta madre tomaban mi lugar, guiándola en un ritmo suave y exigente a la vez. Calliope arqueó la espalda y gimió al sentir cómo aumentaban las sensaciones en su cuerpo.
v ¡Eso es, cariño! - Murmuró Aisha sobre el hombro de su hija. – Toma lo que quieras. Tómala toda.
Y diciendo eso, Calliope se meció con más fuerza, inclinándose hacia adelante, sintiendo cómo la lengua de su madre exploraba su torso reluciente y palpara sus lugares más íntimos, aprovechando que sus caderas se seguían moviendo frenéticamente en contra de mi pene.
En esta posición, Calliope se vino al menos 2 veces y cada vez que cambiaba sus movimientos, gritaba de placer, coordinándonos perfectamente como si hubiésemos cogido por años.
Pero la atmósfera estaba tan caliente, que tuve que voltear a Calliope y ubicarla sobre la cama y embestirla tan fuerte,que incluso Aisha no se explicaba cómo su hija podía aguantar tanto, a medida que gemía y se contorsionaba.
A medida que el placer se cernía dentro de mí, Calliope se sentía cada vez más cerca del orgasmo, con su cuerpo tensándose en anticipación. Nos miramos fijamente a los ojos y con una última y profunda embestida, ella gritó en éxtasis, con su orgasmo envolviéndola en una ola de intenso placer. Sus músculos se contraían alrededor de mi pene y presioné profundamente su vientre, llenándola con mi semen con mi cuerpo tensándose al alcanzar mi propio orgasmo.
Aisha nos miró, con su corazón hinchado de orgullo y amor al ver a su hija experimentar ese momento de alegría pura y felicidad. Se inclinó hacia ella, besando su sudorosa frente, con sus dedos acariciándola brevemente con una sonrisa satisfecha.
Calliope colapsó agotada sobre mi pecho.Su cuerpo aun se estremecía debido al intenso orgasmo que había experimentado. Sentía mi cálido abrazo, mientras nuestra piel sudorosa nos pegaba.
Mi pene, aun enterrado profundo en ella, se sentía hinchado y ardiente, sensación que ella nunca había experimentado en la vida. Nos mirábamos profundamente, con ojos que denostaban amor sincero.
Pero sin darse cuenta, cerró los ojos, disfrutando el momento y la sensación de sentirse completamente satisfecha, quedándose levemente dormida.
Mientras tanto, su madre y yo nos besábamos.
- Siento no haber estado contigo. – me excusé.
Aisha sonrió, mirándome embelesada.
v ¡Está bien! – respondió, besándome muy tranquila. – Disfruté mucho verte follar a mi hija.
Sus pechos se veían ricos. Aunque había estado con su hija y eran levemente menos carnosos que los de la madre, los de Aisha son blanditos y generosos, producto de amamantar a 2 hijas.
Pero, aunque me podría haber quedado ahí acostado por horas, ya era mediodía y dentro de poco, tendría que pasar a buscar a Bastián.
Sin embargo, al finalmente poder moverme del cálido abrazo de la ardiente vagina de Calliope, sin querer desperté a la hija, quien buscó la mirada de su madre.
Se miraron con una mirada resplandeciente de deseo y sin mediar palabras, me destaparon, deseando ambas darme una última probada.
Sus labios encontraron mi pene hinchado una vez más, succionándolo profundo dentro de sus gargantas. Chuparon, lamieron y mordieron a gusto, disfrutando de mi sabor en sus bocas, como si compartieran algo prohibido y precioso, que no querían detener.
Mientras me llevaban al borde del orgasmo una vez más, se miraban a los ojos durante el ardiente intercambio. Calliope, capitaneando mi falo y Aisha, lamiendo mis testículos.
No había ni vergüenza ni culpa. Solamente deseo, amor y comprensión en un momento que ya trascendía del sexo. Se trataba de reclamar su poder y placer y de encontrar una conexión que iba más allá de lo conocido.
Y finalmente, con un gruñido más, me vine de nuevo, con mi semilla caliente salpicando sus bocas y escurriendo sus gargantas. Tragaron codiciosamente cuanta gota encontraron, saboreando con placer mientras me descargaba. Cuando finalmente, no pude más, se arremolinaron en torno a mi pecho, agitadas y satisfechas.
Sin embargo, el desenfreno sexual ocasionaría un desbalance catastrófico en mi rutina para ese día.
Para empezar, Calliope le pidió permiso a su madre si acaso podía encontrarse conmigo a solas. Aunque Aisha se mostró reticente, aceptó.
Sin embargo, yo no estaba tan seguro. Como sabrán, soy un hombre casado y por supuesto, la pasé bien con Aisha y Calliope. Pero ninguna de ellas es mi esposa.
No obstante, al contemplar la cálida sonrisa de Calliope, me tenté. Después de todo, sabiendo que el pene de su novio era más pequeño que el mío, la idea de reacomodar los tejidos de Calliope a mi tamaño me parecía atractivo, de la misma manera que los de Aisha.
Pero no fue solo eso. Llegamos 10 minutos antes de la hora de salida de los niños.
· ¡Te atrasaste! – me recriminó Isabella, como si la hubiese hecho esperar.
o ¿Qué tal te fue? – le preguntó Emma, con una sonrisa morbosa a Aisha.
Y fue entonces que empezó todo…
Ø ¡Marco, ya es hora! – dijo Cheryl, llamándome para ir a dejar a Bastián a la clase con Maya.
Solo Emma se dio cuenta que quedé prácticamente petrificado. En lo que iba del día, ya me había corrido 6 veces (porque Marisol todavía me usa como desayuno) y ya no me quedaban muchas fuerzas.
De nada sirvieron mis argumentos con Cheryl que ese día, quería complacerla oralmente. Ella quería verga…
Y nos atrasamos. Maya nos mandó al menos 3 mensajes de texto, porque tardé media hora más de lo habitual en alcanzar mi orgasmo.
Y aunque Cheryl se disculpaba por el atraso con su amiga, excusándose que le estuve ayudando a mover unas cajas, nadie le quitaba la sonrisa de oreja a oreja de satisfecha por tan insignificante labor.
Por otra parte, a la noche, mi ruiseñor disfrutó con creces que me dejara el corazón acelerado y me fuera tan difícil eyacular, tras contarle todo lo acontecido aquel día, lo que, al día siguiente, me valió una repetición con mi ruiseñor.
Pero para ya cerrar, Aisha nos contó que su esposo pescó varios salmones…
Aunque me destacó también que quedan 2 semanas más para que él se embarque.
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2 comentarios - PDB 40: Día de pesca (Final)
Excelente final