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PDB 39 Día de pesca (II)




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Compendio III


Isabella y Emma solo sonrieron al ver que Aisha me llevaba ansiosa a su casa, tomándome de la mano, indiferente que el resto de las madres del curso de Bastián nos vieran.

Es muy probable que ya intuyan la“naturaleza” del club que formaron las chicas, puesto que cada semana y en sus respectivos días, me llevan o se van conmigo de manera similar.

Sin embargo, podrán entender mis preocupaciones esa mañana, dado que prácticamente, es un “caso de estudio” la historia del marido cornudo que sale de viaje, que luego vuelve de improviso y sorprende a la esposa in fraganti en medio de la infidelidad.

Y aunque Aisha sonreía, diciéndome que su marido le había llamado la noche anterior, confirmando su llegada a la estancia del lago, me bajó los pantalones sin pensarlo demasiado apenas cerramos la puerta de su mansión, arrodillándose y metiendo la mano bajo mis calzoncillos.

Por unos minutos, su mirada quedó hipnotizada por mi hinchado falo, besó delicadamente el prepucio, y me miró a los ojos, guareciendo la punta con su tibia boca mientras su pegajosa lengua jugueteaba con mi glande.

Mientras tanto, sus pequeñas y morenas manos empezaron a masturbarme poco a poco hasta que alcancé mi erección total y cerró herméticamente sus labios en torno a mi tronco, empezando entonces a mover su cabeza con movimientos rápidos y precisos, devorando poco a poco mi pene con codicia, a sabiendas que su esposo se encontraba pescando en esos momentos.

PDB 39 Día de pesca (II)

El placer que estaba experimentando era increíble. Aisha estaba tan caliente, que apenas estábamos en el recibidor de su casa y ya me estaba comiendo el pene, sin pensar en nada ni nadie.

Como digo, la comía con codicia, porque a ratos, lambisqueaba la base de mi tronco y chupaba mis testículos ansiosa, sin soltarla de sus pequeñas y cálidas manos, ocasionándome escalofríos.

Pero una vez más, se la metía a la boca y la chupaba a conciencia, mirándome coquetamente como si fuera una bebé con su chupete favorito.

Los 2 gemíamos de placer: ella, degustando lo que no había probado en semanas; yo, por tener una mujer exótica casada comiéndome ansiosamente.

Simplemente, ella me quería hacer acabar. El ritmo de su cabeza se volvió mucho más rápido, mientras que sus manos se deslizaban hacia mis testículos, apretándolos suavemente como si fueran unos tomates.

Yo ya no podía más. Le afirmaba la cabeza, atragantándola en el intertanto. Le ocasionaba arcadas, sintiendo cómo podía rozar la punta de su garganta, mas ella estaba sedienta y no bajaba el mete y saca de su cabeza, devorando ansiosa y más rápido aquello que le era tan preciado.

-         ¡Espera,Aisha! ¡Espera! ¡Ahhh! ¡Me vas a hacer acabar! – le imploré, finalmente olvidándome del tarado de su marido.

Sus ánimos se incrementaron aún más, mamándome con mayor obstinación. Para colmo, se masajeaba y estrujaba esos enormes pechos color chocolate por encima de su blusa deportiva.

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Una mezcolanza de ruidos guturales me respondía, sin importarle un rábano que le cortase la respiración. 

Sentí mi cuerpo tensarse, al notar el inminente orgasmo surgir producto de su incesante succión, al punto que tuveque afirmarle de la cabeza y enterrársela hasta la base de la garganta.

-         ¡Me vengo! ¡Me vengo! ¡Me vengo! ¡Ahhh!- alcancé a gritarle en español.

Y supongo que, al sentir mis espasmos en sus labios, me abrazó fuertemente por las nalgas, para asegurarse que no la sacara de su boca, y diligentemente, en una mezcla de respiración acompasada y el ruido de su garganta, tragando ansiosa mi corrida.

De a poco, mis espasmos fueron amainando y de la misma manera, sus ojos me miraron coquetos, sin querer liberar por ningún momento mi pegajoso falo del interior de sus labios.

Por un espacio menor de 3 segundos, su boca y lengua hicieron un sonido de succión extraño, en donde pude ver su boca con semen en la lengua y en un pestañeo, su lengua estaba inmaculada y limpia,habiendo tragado todo.

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¡Extrañaba tu sabor! - comentó, lamiendo una vez más mi falo para limpiarlo.

Ya no podía aguantarlo más. Tenía que tomarla en su dormitorio.

Seguía su redondo y cautivante culo de ébano subiendo las escaleras, en un meneo que no podía distinguir si era accidental o no. La esencia de su perfume se hacía mucho más intensa, poniéndome cardíaco.

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Una vez que llegamos al dormitorio matrimonial, cerró la puerta y volteó a verme, con ojos ardiendo en deseo.

He estado pensando en ti toda la noche. –profesó gatuna, acariciando mi pecho. – Te necesito dentro de mí.

Y nuevamente, volvió a arrodillarse para chuparla con sus labios y masajearme con experticia, sintiendo mi largo abarcarla plenitud de su boca.

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Pero justo en el momento crucial, el suave repiqueteo de la madera en la puerta me hace palidecer…

ü  ¿Mamá? – consultó una voz joven y femenina, del otro lado de la puerta. - ¿Mamá, puedo entrar?

Con mi pene en su boca y mirándome tan sorprendida como yo a ella, los instintos maternales de Aisha conflictuaban con la mujer caliente que residía en ella en esos momentos.

¡Sí, cariño! ¡Puedes entrar! - logró decir, con medio pene en su boca.

A mis espaldas, apareció Calliope, medio vestida en un pijama. Le impactó ver a su madre arrodillada, con su piel morena mancillada por el sudor y mi semen, mientras que me sujetaba mi falo hinchado.

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No tardó mucho en darse cuenta de lo que pasaba, transformando su rostro de confundido a comprensivo.

ü  ¡Oh! – soltó un suspiro, al ver su madre en el acto, contemplándonos con mayor atención. – Supongo que no debería sorprenderme, ¿Cierto?

Trataba de mirarnos simultáneamente, enrojeciendo sus mejillas con vergüenza. Sin embargo, no dejaba de ser notoria la humedad entre sus piernas…

Aun así, hacía su mejor esfuerzo para no arruinar el ambiente.

ü  Quiero decir, ustedes se han vuelto tan cercanos últimamente que yo… solo… nunca creí…- su voz se desvaneció, en parte, por mirar mi hinchado apéndice. En parte, por no saber qué más decir.

Por otra parte, su madre la miró entre sorprendida y avergonzada. Literalmente, le tuve que sacar mi pene de su boca para que pudiese responder como la gente.

Sin embargo, cuando lo hice, Calliope me dio una breve mirada de sorpresa al notar su total “envergadura” ...

¡Buenos días, dulzura! – saludó Aisha cordial, con su voz compungida. - ¿En qué te podemos ayudar?

Calliope no sabía qué decir, con su corazón acelerado. Me daba la impresión de que casi quería gritarnos, pero no podía encontrar las palabras exactas.

En lugar de eso, caminó hasta la cama y se sentó al lado de nosotros, tomando la mano libre de su madre.

ü  ¿Puedo mirar? – nos imploró, con una voz bajita. – Prometo no decirle a papá.

Como les digo, eso realmente no me lo esperaba en esos momentos. Pero, aun así, no pudimos negar su petición.

Así que me acosté en la cama, en medio de ellas. Sentía mi pene estremecerse en anticipación al notar a Calliope acercarse, pudiendo sentir cómo su caliente respiración acariciaba mi piel.

ü  ¡Por favor, mamá, muéstrame cómo lo haces!– le suplicó.

Aisha soltó un suspiro, retomando su acción bucal. Mientras tanto, Calliope acariciaba mi muslo rítmicamente, llevando el paso de los movimientos de su madre.

La mirada de Calliope parecía magnetizada al incesante movimiento de cabeza de su madre.

ü  Es… tan grande…- confesó tímida, con una voz combinando el asombro y la curiosidad. – Nunca había visto una así antes…no sé cómo lo haces…

Pero en un gesto que extrañamente podría clasificar como “maternal”, Aisha intuyó la creciente fascinación de su hija, por lo que decidió literalmente tomar el asunto en sus manos.

Deteniéndose brevemente y limpiando la mezcla de baba y liquido preseminal que manchaba sus labios con sus dedos, tomó la mano de su hija y la colocó sobre mi falo.

¡Calliope, preciosa! – Le dijo en una voz seductora por la calentura. – Creo que es hora de que aprendas un poco de cómo funciona algo así de grande.

Y no sé si fue el contraste del morbo, la impresión o el tacto de la fresca mano de la hija, pero el hecho fue que Aisha guió la mano de su hija, alentándola a cómo apretarme.

Madre e hija se miraban en sorpresa, para luego ver mi erección ardiente.

ü  ¡Mamá, está tan caliente! – le confesó orgullosa, agarrando el ritmo que llevaba su madre momentos antes. - ¿Lo hago bien así?

Mis caderas se mecían involuntariamente, tratando de contenerme lo mejor que podía.

-         ¡Sí!¡Sigue así! – le imploré, cerrando los ojos disfrutando del gozo. - ¡Se siente tan bien!

Pero fue entonces que Aisha notó la mezcla creciente entre el deseo y la curiosidad fluyendo por su hija. Acercándose por detrás de ella, presionando su voluptuoso cuerpo sobre la espalda de Calliope, guiando su mano mientras me masajeaban el pene juntas, le susurró al oído:

¿Sabes? – confesó en un tono exquisito. –Podrías tener esto… si lo deseas.

Sentí el estremecimiento de su cuerpo al escuchar la sugerencia. Al parecer, no se daba cuenta de lo mucho que lo deseaba hasta esos momentos.

La idea de estar conmigo, gozando lo que su madre estaba disfrutando por un par de meses, le parecía muy atractiva.

Sin perder el ritmo de su mano, dudó unos breves segundos, para darle su respuesta.

ü  ¡Me… me gustaría! - susurró, con una voz apenas audible.

Y simplemente, la excitación pudo más en mí, moviendo mi cintura hacia arriba, encontrando profundamente el agarre de Calliope. Gemí de nuevo, con una sensación avasallante. Con una última embestida, me vine, salpicando tanto a madre como hija con mi ardiente semilla.

Los 3 quedamos ahí, con la respiración entrecortada, con las mujeres contemplando cómo mi semen se derramaba sobre mi vientre.

Sin siquiera dudarlo un segundo, Aisha agarró mi falo y como si fuera una gata, bebió mi leche y le dio una profunda lamida a mi pene.

Calliope estaba anonadada al ver que su madre tragaba ya 3/4 de mi pene con relativa facilidad.

Pero en otro momento que podría catalogar como “ternura”, Aisha tomó la mano de su hija y le acercó hacia ella.

¡Lo hiciste muy bien, hijita! – le felicitó orgullosa. – Lo hiciste muy bien…

Y en parte enternecido por la escena y porque Calliope se notaba mucho más alegre, también la motivé positivamente:

-         Creo que tienes un talento natural para esto, Calliope…

“O tal vez, mucha práctica…” pensé para mis adentros.

Pero no había dudas que su tímida sonrisa era genuina, sus mejillas coloradas por el entusiasmo y la calentura.

Fue entonces que, entre mirando a su madre y a mí, nos preguntó:

ü  ¿Puedo… puedo hacerlo contigo? – preguntó titubeante. – Quiero decir… ¿No te gustaría enseñarme… algo más?

Y aunque sus ojos estaban llenos de esperanza y de deseo, la verdad es que ahora pienso que ella quería algo más, por cómo se fue desenvolviendo esa mañana…

Sin embargo, Aisha había entremezclado su rol de madre con el de puta.

¡Por supuesto, Calliope! – le respondió la madre, apresando su mano y ubicándola sobre su carnoso pecho. - ¡Me sentiría honrada de enseñarte todo lo que sé!

Madre e hija me miraron, cautivadas por el falo que aun se apreciaba grueso y firme entremedio de ellas.


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3 comentarios - PDB 39 Día de pesca (II)

eltrozo896 +1
Mhmm ne parece que la hija ya tiene unas carreras corridas y se hace la que no sabe.
metalchono
Sí, más de lo que crees. Gracias por comentar.
meneku +1
Me dejaron con la intriga de nuevo, esta muy bueno el relato. Espero la otra parte
metalchono
No te preocupes. Ya saqué la parte final. Gracias por comentar.
lenguafacil +1
Asrrjhggg maldicion tengo que esperar para la 3ra parte!!
metalchono
Sí, pero la acabo de publicar. Gracias por comentar.